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La celda 59
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Libro electrónico256 páginas4 horas

La celda 59

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En la época colonial novohispana una pareja se conoce y se enamora, pero las condiciones que los rodean y la vida que llevan no les permiten disfrutar de su amor, al menos no durante esa vida. Se seguirán encontrando nuevamente en el futuro sin saber que ya se amaban desde antes, en otras culturas, en otros sitios, siempre ellos, siempre Malena y Emiliano.

Durante sus vidas aparecerán de forma constante dos cuadros pintados al óleo en la antigua Valladolid (hoy Morelia), dos cuadros que se complementan para crear una sola imagen y que serán la clave que explicará sus recurrentes encuentros, desencuentros y desenlaces.

Cada tiempo los retará a permanecer juntos, pero para ello tendrá que cumplirse la profecía que sólo muy pocos conocen y que califican como una bella leyenda colonial.

Descifrando mensajes ocultos y criptogramas, viviendo su amor romántico y la pasión que los desborda e incinera sus cuerpos, desde Zacatecas hasta el Golfo pasando por Aguascalientes, Los Altos, San Luis, Querétaro, México, Veracruz, Campeche y Europa, por tierra y por mar, tendrán que superar batallas, piratas, guerras, traiciones y todo para vencer al destino que se empeña en atraerlos y separarlos de forma caprichosa. Vida y muerte se alternan entre ellos. ¿Estarán condenados a repetir el ciclo de la misma forma en que se repiten y predicen los eclipses?

La magia y hechicería se antojan como una explicación de la situación, pero hay una razón para que todo esto ocurra, un motivo que se esconde a simple y plena vista del lector. La llave que explica todo está en la celda 59.

Reencontrase es difícil; mantenerse juntos, aún más.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento11 jun 2023
ISBN9798223374329
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    La celda 59 - Luis Alfonso Zurita Rubio

    Glosario

    Clave para descifrar los mensajes

    La 1er letra de la palabra se escribe íntegra. Para la segunda letra se va al renglón que corresponde a la letra y se selecciona la segunda posición del renglón. Para la tercera, se va al renglón que corresponde a la letra y se selecciona la tercera posición del renglón, y así sucesivamente.

    Ejemplo: Hola – HPND

    A B C D E F G H I J K L M N Ñ O P Q R S T U V W X Y Z

    B C D E F G H I J K L M N Ñ O P Q R S T U V W X Y Z A

    C D E F G H I J K L M N Ñ O P Q R S T U V W X Y Z A B

    D E F G H I J K L M N Ñ O P Q R S T U V W X Y Z A B C

    E F G H I J K L M N Ñ O P Q R S T U V W X Y Z A B C D

    F G H I J K L M N Ñ O P Q R S T U V W X Y Z A B C D E

    G H I J K L M N Ñ O P Q R S T U V W X Y Z A B C D E F

    H I J K L M N Ñ O P Q R S T U V W X Y Z A B C D E F G

    I J K L M N Ñ O P Q R S T U V W X Y Z A B C D E F G H

    J K L M N Ñ O P Q R S T U V W X Y Z A B C D E F G H I

    K L M N Ñ O P Q R S T U V W X Y Z A B C D E F G H I J

    L M N Ñ O P Q R S T U V W X Y Z A B C D E F G H I J K

    M N Ñ O P Q R S T U V W X Y Z A B C D E F G H I J K L

    N Ñ O P Q R S T U V W X Y Z A B C D E F G H I J K L M

    Ñ O P Q R S T U V W X Y Z A B C D E F G H I J K L M N

    O P Q R S T U V W X Y Z A B C D E F G H I J K L M N Ñ

    P Q R S T U V W X Y Z A B C D E F G H I J K L M N Ñ O

    Q R S T U V W X Y Z A B C D E F G H I J K L M N Ñ O P

    R S T U V W X Y Z A B C D E F G H I J K L M N Ñ O P Q

    S T U V W X Y Z A B C D E F G H I J K L M N Ñ O P Q R

    T U V W X Y Z A B C D E F G H I J K L M N Ñ O P Q R S

    U V W X Y Z A B C D E F G H I J K L M N Ñ O P Q R S T

    V W X Y Z A B C D E F G H I J K L M N Ñ O P Q R S T U

    W X Y Z A B C D E F G H I J K L M N Ñ O P Q R S T U V

    X Y Z A B C D E F G H I J K L M N Ñ O P Q R S T U V W

    Y Z A B C D E F G H I J K L M N Ñ O P Q R S T U V W X

    Z A B C D E F G H I J K L M N Ñ O P Q R S T U V W X Y

    I.

    La anciana

    La voz de la anciana sonó con profunda claridad. Incluso pareció que el agua se detuvo:

    Veinticinco vidas no les bastarán y el infinito les parecerá muy breve. Sus vidas se unieron desde antes de que el tiempo existiera y seguirán más allá de cuando el tiempo termine. Yo no he hecho nada; esto me sobrepasa por mucho. Mi única labor fue decírselo, aunque ya lo sentían, aunque lo olvidarán, aunque lo recordarán, y así será una y otra vez por siempre.

    Después de hablar, el agua del río comenzó a fluir nuevamente por su camino. Y fue con esta profecía como todo comenzó.

    II.

    Volveremos a vernos

    Villa de Nuestra Señora de la Asunción

    de las Aguascalientes – 1600s

    Recién había amanecido, y le daban la extremaunción y oraban alrededor de su cama; él estaba tranquilo. La gente que lo acompañaba se encontraba sumida en la tristeza; no era fácil decirle adiós a don Emiliano. Había vivido mucho más de lo que se esperaba en esos días de guerra y enfermedad, pero al final el tiempo nos alcanza a todos. Su semblante era sereno, ya que la muerte solo significaba una cosa pare él: la oportunidad de reunirse de nuevo con ella.

    La casa era amplia, muy iluminada, había grandes ventanales por donde entraba el sol proveyendo luz y calor. Estaba rodeada de árboles en los que destacaban las jacarandas por su cantidad, aunque había cipreses, tabachines, guayacanes y una buganvilia con flores rojo intenso. Debido a la temporada había flores violetas, amarillas y anaranjadas que colgaban de las ramas de los árboles. La escena no podía ser más contrastante: la naturaleza floreciendo y la vida de un hombre extinguiéndose. La propiedad se ubicaba en el primer cuadro de la Villa, que fue trazada tomando como centro la iglesia y la casa de gobierno.

    La habitación en donde se encontraban reunidos era elegante y sencilla, la cama era la misma que había compartido con su mujer durante unos pocos años, ya que se habían conocido entrando en la vejez. Lo más destacado del lugar era una pintura en la pared que mostraba a una señora en su etapa de madurez. Era una mujer sumamente bella y ningún retrato podría nunca ser un fiel reflejo de ella. No se sabe quién era, pero se decía que esa mujer creció en un pueblo en el valle de Huejúcar, famoso por ser ahí donde sembraban guayabas y hacían todo tipo de dulces de la misma fruta, se encontraba a nueve leguas al oeste de Villa Asunción, pasando el cerro del muerto. El cuadro tenía en la parte inferior derecha una letra E redondeada; se desconocía si era la firma del autor o la inicial del nombre de la mujer:

    ε

    La pareja no había tenido hijos, así que el tiempo que estuvieron juntos había sido solo de ellos. No había herederos, por lo que se había dispuesto que los bienes disponibles fueran donados a la casa hogar de La Malena. La última vez que don Emiliano visitó el orfanato fue durante una posada previa a la Navidad; los niños organizaron un recital para los benefactores.

    El moribundo le sonrió al cuadro, mientras lo volteaba a ver, y trató de incorporarse; sentía que la vida abandonaba a gran velocidad su cuerpo y no quería que la muerte lo alcanzara en una cama; vivió su vida de pie y no moriría acostado. Trabajosamente se incorporó ante la mirada sorprendida de los presentes, comenzó a caminar hacia la pintura y, dedicándole su último pensamiento, dejó de respirar.

    Antes de que su cuerpo chocara con el piso, su vida se había extinguido a los cincuenta y nueve años de haber nacido.

    Después de todo lo logró: al igual que los árboles, murió de pie.

    III.

    El dragón y la reina

    (sj np esgv tv np sftd nbfli mbu)

    ¡Y aun sabiendo que me consumiría, fui!

    En la Nueva Galicia

    (4 más 4 no tiene principio ni fin)

    El hospicio era pequeño, y aunque era bien cuidado se le notaba la falta de recursos; había paredes sin pintar o que requerían mejorar sus aplanados; se mantenían de donaciones y voluntariados; la administradora procuraba obtener fondos de algunas haciendas más las aportaciones individuales de los ciudadanos comunes. Los niños además de recibir la mejor educación que las voluntarias podían proveer también tenían responsabilidades, más de las que un niño en otras circunstancias tendría. Los resultados de los esfuerzos siempre eran inciertos; algunos niños al crecer y convertirse en jóvenes que dejaban la casa hogar llevaban vidas disolutas o sin beneficio; otros, por el contrario, se esforzaban y lograban resultados aceptables en sus vidas. No obstante, las voluntarias sabían que todos sus desvelos se compensaban cuando alguno de esos pequeños lograba salir adelante en el futuro, y si no lo hubiera, lo seguirían intentando porque sabían que existía la posibilidad de poder rescatar una vida, y la mera posibilidad de ello bien justificaba todo.

    Mina de nuestra Señora de los Remedios

    Venía a caballo, meditabundo, aunque siempre alerta. Seguía preguntándose por qué, no entendía por qué no lo había hecho, estaba listo, ya lo había hecho antes, pero en esta ocasión se quedó congelado y no pudo empujar la espada para atravesar el cuello del soldado, sabía que eso le costaría, pues su cara había sido vista y solo era cuestión de tiempo para tener que enfrentar la ley, sabía que la ley y la justicia no siempre eran lo mismo, pero eso poco importaba ya.

    La mirada de esa mujer, sus ojos de color café clavados en él justo en el momento decisivo de la pelea habían evitado que matara a su rival; no había miedo ni sorpresa en esos ojos, había intensidad, había familiaridad como si ambos se hubieran reconocido en ese instante, pero no lograba recordar en dónde la había visto antes. Nunca había pasado por ese lugar, por qué ella no gritó, por qué no dijo nada, solo lo reconoció y él a ella. Y sin decirse nada supo que no podía degollar al hombre mientras ella estuviera presente, tampoco podía decirle que se fuera, la quería ahí, cerca, pero para no ser capturado o muerto fue él quien tuvo que irse.

    Estaba muy cerca de la catedral por lo que no tardarían en llegar más hombres, podía poner rumbo a la Villa de Nuestra Señora de la Asunción de las Aguascalientes, esconderse en alguna casa cercana o en los cerros aledaños. Decidió poner más distancia, aunque se mantendría en el Camino Real de Tierra Adentro; tomó rumbo al sur dirigiéndose hacia Real de Minas de Guanajuato. Sería un viaje largo, pero era más seguro pasar la noche cabalgando si quería tener la oportunidad de escapar. Su trabajo había sido realizado, había conseguido la información que buscaba, ya no era necesario regresar, sabía que hacerlo sería un error, y no obstante sabía que lo haría por ver de nuevo esos ojos.

    Existen pocas razones válidas para arriesgar la vida, y esa mujer era sin duda para él una de ellas. Había luna llena. ¡Maldita sea!, pensó para sí, ahora no dejaré de pensar en ella cada vez que vea la luna, y además la luz me hará más visible incluso de noche.

    Espoleó a su caballo y siguió su fuga, lenta pero sin pausas. Comería, bebería y dormitaría a lomos del caballo. No quería reventarlo así que no le exigiría velocidad en el escape.

    Ahora sabía la ruta, el contenido y el día del embarque. El oro y la plata serían transportados en seis cofres, no sería un botín para retirarse toda la vida, pero sería suficiente para tener varios años de ocio. La ruta que seguiría el embarque iniciaría en Zacatecas con destino a Veracruz, pasando por Aguascalientes, San Luis Potosí, Guanajuato, Querétaro, México y Puebla.

    Su camino no tuvo sobresaltos y pasó algunos días oculto, unos en Guanajuato y otros en San Miguel; no quería acercarse más de la cuenta a Santiago de Querétaro, pues era posible que los militares hubiesen sido alertados de alguna forma.

    Después de cambiar la cabalgadura y sus ropas en un par de ocasiones y después de revisar la fecha, decidió poner rumbo a Villasunción, a la taberna donde se reuniría con sus compañeros. Durmió plácidamente solo unas horas, como era usual se despertó cerca de las 3 a.m. Por la mañana decidió ir hacia Guanajuato, luego tomó la ruta de Santa María de los Lagos; desde ese camino se divisaba un cerro alto, cilíndrico y plano en su ancha cima, el cual era una referencia para él: si el cerro de la mesa estaba a la vista, él sentía que andaba cerca de ese sitio al que asumía cada vez más como su hogar.

    Villa de Nuestra Señora de la Asunción

    Nadie sabía mucho de su pasado, y a veces lo que se conocía era contradictorio cuando lo contaban distintas personas; él mismo cambiaba las versiones de lo que decía según el momento, por lo que nadie estaba seguro de dónde era ni de por qué había acabado así. Algunos pensaban que había sido militar, y otros, que siempre bandolero. Era un hombre educado que podría encontrar trabajo en cualquier hacienda o en el Ayuntamiento. Tenía lo necesario para establecerse y echar raíces, pero no hablaba mucho de sí mismo.

    Emiliano fue el primero en llegar a la taberna en donde se reunirían, qué mejor forma de tener una reunión secreta que hacerlo a la vista de todos, escogió una taberna en la plaza de armas en Villasunción, justo bajo las narices del cuerpo de Dragones destacados en la ciudad. Entró de la manera más discreta que pudo, agachado, gris, común, no era momento para destacar sino para ser invisible, uno más, alguien cualquiera.

    Tomó un tarro de la barra y se dirigió a una mesa cerca de la pared sin ser la más alejada, ya que no quería arrinconarse y verse sospechoso, se sentó de espaldas a la puerta y a la mayoría de la gente, colocó su tarro con cerveza de una forma que le sirviera como espejo, así podría ver lo que pasaba detrás de él. Y se dispuso a esperar.

    Repentinamente se escucharon algunos insultos, un par de hombres que discutían subieron de tono las cosas y empezaron a gritarse; el sonido de los hierros al ser desenvainados se hizo escuchar. Todos los presentes voltearon, todos menos uno. Por suerte la calma regresó rápidamente y todo volvió a la normalidad. Sin embargo, esa acción no pasó desapercibida para una mujer: Qué tipo tan raro que no volteó cuando estuvo a punto de desatarse una pelea, pensó, tal vez sea sordo. Y ahora la curiosidad la llevó a la mesa. Emiliano la vio acercarse por el reflejo distorsionado por la curvatura del vaso. Malena era la dueña del lugar, La Sirena, que era ampliamente conocido y visitado por locales y foráneos. Emiliano giró un poco la cabeza y vio que una mujer de generosas caderas se paraba a su lado y cuando alzó la mirada se encontró con aquellos ojos de mirada traviesa, coqueta, y con la sonrisa espontánea de una hermosa mujer.

    —Me parece conocido, caballero. ¿Ha venido aquí antes? —Ella dijo con sinceridad.

    —Buenas tardes, señora, es la primera vez que visito este lugar, le aseguro que recordaría si nos conociéramos —no podía confirmarle que la recordaba por aquel encuentro momentáneo en Zacatecas. Y esperaba que ella no lo reconociera, aunque seguía sin recordar por qué desde aquel entonces ya le parecía conocida.

    Malena le explicó lo que había disponible para comer; sin embargo, aunque Emiliano la escuchaba, no registraba lo que ella le decía, pues estaba perdido viendo su cara, sus curvas, su cuello, sus hombros… solo regresó a la realidad cuando ella le preguntó por segunda vez.

    —¿Qué pues?

    —Sí —fue lo único que atinó a decir Emiliano.

    —¿Sí qué?

    —Disculpe, ¿cuál fue la pregunta?

    —¿Que si va a querer las enfrijoladas?

    —Por supuesto, con salsa roja, por favor.

    Emiliano se ruborizó un poco, le había contestado sin haber escuchado la pregunta, dentro de su pecho sabía que sin importar la pregunta la respuesta era sí, pero una cosa era saberlo y otra cosa era verse como un tonto frente a esa señora.

    Ella se dio cuenta del efecto que había ocasionado, estaba acostumbrada a ello, así que nuevamente le sonrió con coquetería y se fue caminando con esa altivez, seguridad y sensualidad que la caracterizaba. Emiliano no apartaba la vista de ella y por lo mismo no se dio cuenta cuando un hombre tomó una silla y se sentó en la misma mesa que él; afortunadamente era el amigo a quien esperaba. Inmediatamente su mente regresó al estado de alerta y mudó la sonrisa que tenía por una expresión de serena amabilidad para con su compañero.

    —No sabía si vendrías, Emiliano.

    —¿Qué te hacía dudarlo?

    —Hace mucho que no sabíamos de ti.

    —Las citas se cancelan o se posponen, no se reconfirman. Por eso son citas. Por cierto, ¿habías venido ya a este lugar?

    —Sí con bastante frecuencia. La comida y la atención son buenas. ¿No lo encuentras agradable?

    —Hasta ahora sí. Cuéntame de la gente que viene, de la gente que trabaja, de los dueños, dime lo que sepas.

    —Fue abierto hace unos años y los entonces dueños lo vendieron a Malena, la dueña actual. Ya verás que la comida es buena; es visitado por gente del Ayuntamiento, militares, comerciantes y lugareños.

    Así que ese es su nombre, pensó Emiliano.

    —Malena conoce a mucha gente, varios de sus exempleados trabajan en otras tabernas, por lo que siempre está bien informada, además hace labores de ayuda a la comunidad, por eso también posee una imagen muy respetable.

    Después de ese comentario se le vino a la mente en dónde la había visto antes. Fue hace algunos meses en el orfanato, él la vio, ella no. Malena era de las voluntarias que hacían actividades por los niños; en esa ocasión estaban varias personas en la calle haciendo una colecta. Él recordó que pasó por ahí y contribuyó con unas monedas. Le pareció una mujer muy bella que irradiaba optimismo. Primero en el orfanato, luego en Zacatecas y ahora en su negocio, esta era la tercera vez que se encontraba con ella. No le molestaba en lo absoluto, pero pensó que debería ser más cuidadoso y observador.

    Emiliano durante un rato estuvo explicándole el plan a su compañero; cuando se acercaba alguien cambiaban el tema de la conversación o callaban. El hombre a veces asentía, ponía cara

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