El sol mira para atrás
Por Delia Domínguez
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El sol mira para atrás - Delia Domínguez
Introducción a las lluvias de Delia Domínguez
Las regiones frías del sur de Chile, letárgicas, hipnóticas, obligan a una expresión ensimismada: del balbuceo verde del follaje cuelgan versos llovidos y lluviosos, ramales de indecisa claridad y humedad.
Destacándose en la brumosa latitud brotan de pronto esquirlas encendidas por el volcán, hexágonos y triángulos de la nieve superior, rachas de viento que estallan como explosiones.
Entre estos síntomas de interrupción y rebelión se sitúa el lenguaje de Delia Domínguez.
Ignora el sopor evaporado que flota sobre los empapados pastizales: su comunicación es aguda como herramienta, recta y sonora. La humanidad no fue aplastada por la noche ni la lluvia: toca la lana, la luna, el agua, la harina, los cuerpos, la ropa y el amor, sin convertirse en enredadera.
Es grande, pues, su delicado canto humano, sobreviviente victorioso de los grandes espacios que ordenan aquel silencio. Sus composiciones como TOS DE PERRO, LOS CÓMPLICES, y muchísimas otras de sus líneas nos imponen una alegría silvestre, la salud de una estirpe campesina y su desacomodo arterial hacia las indignas ciudades. Es así su apostura de enérgica paloma de los montes.
Compréndase que por naturaleza, por formación ecológica, la poesía de Delia Domínguez, osornina de los bosques de Osorno, es atrevida y descalza: sabe caminar sin miedo entre espinas y guijarros, vadear torrentes, enlazar animales, unirse al coro de las aves australes sin someterse al tremendo poderío natural para conversar con tristeza o con amor con todos los objetos y los seres. Mi amiga silvestre criada entre los avellanos y los helechos antárticos domina la relación humana con la ternura que adquirió aprendiendo y defendiéndose de la soledad.
Yo quiero mucho a Delia Domínguez, y quiero que la quieran, que la deseen, que se alimenten de sus sustancias infinitamente fragantes que nos trae desde tan lejos.
¿No es ése el destino del pan y de la poesía?
Antología poética
El sol mira para atrás
(1973, 1975, 1980)
Estados Unidos, Colombia, Chile
Alegría de vivir
Xilografía de Santos Chávez, 1993.
EL SOL MIRA PARA ATRÁS
En el cielo
el sol mira para atrás
porque tiene que llamar agua,
y tú conoces las señales
los sagrados olores de la tierra
y empiezas a lustrar tus botas
la escopeta del 16
que el abuelo colgó en el comedor
en ese otoño de su muerte.
Y en el morral huequeado por antiguos
reventones de pólvora,
hay un juego de naipes gastados
como esa risa que fuimos perdiendo
cuando nos vendaron los sueños
para que creciéramos
más tranquilos, más ciegos,
y no preguntáramos
por qué el sol miraba para atrás
desde el umbral sonoro de la lluvia,
o por qué los que amábamos
no volvieron jamás
para justificar su eternidad
a nuestro lado
y tú
y yo
tuvimos que ir guardando las sillas vacías
pasando llave
en el óxido de las chapas antiguas
pasándonos una costura en la boca
para quedarnos
con las palabras estrictamente necesarias
a nuestro sencillo amor.
El sol mira para atrás
porque tiene que llamar agua
y se ilumina la copa de los manzanos
y nos entra un frío por las rodillas
avisándonos la primera señal.
ESTA ES LA CASA
Quien quiera saber lo que acontece a las lluvias
en marcha sobre la tierra, véngase a vivir sobre
mi techo, entre los signos y presagios.
Saint-John Perse.
Esta es la casa
aquí la tienes con la puerta abierta
y los fogones encendidos.
Aquí vivo
conjurada por la noche de campo
y los mugidos de las vacas
que van a parir a la salida del invierno.
Entra en las piezas de sentimiento antiguo
con manzanas reinetas
y cueros claveteados en el piso.
Esta es la casa para ser como somos,
para contar las velas de cumpleaños
y las otras también,
para colgar la ropa y la tristeza
que jamás entregaremos a la luz.
Este es el clima, niebla y borrasca,
sol partido entre los hielos
pero encima de todo:
un evangelio duro
una pasión sin vuelta
una carta de agua para la eternidad.
Esta es la zona: Km. 14, Santa Amelia,
virando hacia el oeste,
con todas las jugadas de la vida
y todas las jugadas de la muerte.
Esta es la casa raspada por los vientos
donde culebreaban los inviernos
de pared a pared
de hijo a hijo
cuando nos aliviábamos con ladrillos caldeados
para aprender las Sagradas Escrituras
que la profesora de la Escuela sacaba de un armario
o de los dibujos de un pañuelo.
Esta es la fibra fiel de la madera
donde calladamente me criaron
entre colonos y mujeres
que regresaron a su greda.
Aquí vivo con la puerta abierta
y este amor
que no sirve para canciones ni para libros,
con mi alianza sin ruido a Santa Amelia
donde puedes hallarme a toda hora
entre las herramientas y la tierra.
GOLPES A LA QUINTA COSTILLA
Desperté
pasadas las cuatro estaciones
que duraron no sé cuánto tiempo.
Rilke a mi lado, y Mahler orquestando
su Canción de la Tierra, en la punta
más sola de la tierra.
Entonces tomé desayuno temprano
y comenzaron las necesidades
-mis urgencias-
con temblor de manos y sudores
porque esa mañana
cuando los caballos quebraron la escarcha
y los pájaros del pantano
dejaron sus nidos en los batros del río:
yo dije que te andaba buscando
para que vieras
que no todas las palabras
son golpes a la quinta costilla,
que nos había llegado la hora,
que venía a entregarme.
LOS CÓMPLICES
Te decía en la carta
que juntar cuatro versos
no era tener el pasaporte