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Mujeres en transición: Reflexiones teórico-empíricas en torno a la sexualidad, la pareja y el género
Mujeres en transición: Reflexiones teórico-empíricas en torno a la sexualidad, la pareja y el género
Mujeres en transición: Reflexiones teórico-empíricas en torno a la sexualidad, la pareja y el género
Libro electrónico406 páginas7 horas

Mujeres en transición: Reflexiones teórico-empíricas en torno a la sexualidad, la pareja y el género

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El cambiante rol de las mujeres en la sociedad, la vivencia de la maternidad no como una obligación sino como una posibilidad, la búsqueda constante de conciliación entre el espacio familiar y profesional, la postergación en el proceso de tener una relación de pareja formal, el convertirse en jefas de familia y proveedoras y, por supuesto, la búsqu
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento17 ago 2023
ISBN9786074173345
Mujeres en transición: Reflexiones teórico-empíricas en torno a la sexualidad, la pareja y el género
Autor

Tania Esmeralda Rocha Sánchez

Tania Esmeralda Rocha Sánchez. Realizó sus estudios de Licenciatura en la Facultad de Psicología de la UNAM en el Programa de Alta Exigencia Académica; posteriormente cursó un Doctorado en Psicología Social y Ambiental en la misma facultad. Obtuvo un diplomado en Estudios de Género en el PUEG-UNAM. Es profesora e investigadora de tiempo completo en la Facultad de Psicología (UNAM). Pertenece al SNI con Nivel 1. Ha sido galardonada con el Premio Interamericano de Psicología en el 2005 por su trabajo doctoral y con la distinción “Rogelio Díaz-Guerrero” por su desempeño como joven investigadora otorgada por la Asociación Mexicana de Psicología Social y la Fundación Dr. Rogelio Díaz-Guerrero en el 2006. Fungió como representante de México en la mesa directiva de la Asociación de Psicología Transcultural (IACCP) (2006-2010). Forma parte del Padrón de Tutores del Programa de Doctorado Único en Psicología de la Facultad de Psicología de la UNAM y es Presidenta Electa de la Asociación Mexicana de Psicología Social (AMEPSO). Su trabajo de investigación versa en torno a la temática de salud, identidades de género, socialización y cultura. Su productividad se traduce en 12 artículos de investigación vinculados con la temática de género y salud publicados en revistas nacionales e internacionales, 18 capítulos de libros y dos libros de texto: La instrumentalidad y la expresividad desde una perspectiva psico-sociocultural y el libro Identidades de género: más allá de cuerpos y mitos. Cinthia Cruz del Castillo. Obtuvo el grado de Licenciatura y Doctorado en Psicología Social en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Actualmente labora como profesora de tiempo completo en la Universidad Iberoamericana en donde es coordinadora del área de metodología e investigación, e imparte cátedra a nivel de licenciatura y de posgrado. Entre sus publicaciones figuran un libro de texto, 15 capítulos en libros y cinco artículos de investigación. Ha presentado más de 50 trabajos en foros nacionales e internacionales. Sus investigaciones versan alrededor de las variables motivacionales relacionadas con el trabajo remunerado y no remunerado de la mujer y de temáticas asociadas a las relaciones de pareja, principalmente el conflicto marital y el deseo sexual. Pertenece al Sistema Nacional de Investigadores (SNI) en el nivel 1.

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    Mujeres en transición - Tania Esmeralda Rocha Sánchez

    Mujeres en transición:

    reflexiones teórico-empíricas en torno a

    la sexualidad, la pareja y el género

    Tania E. Rocha Sánchez

    Cinthia Cruz del Castillo

    Coordinadoras

    UNIVERSIDAD IBEROAMERICANA

    Introducción

    ¿Cuál es la situación que viven las mujeres alrededor del mundo en la actualidad? ¿Acaso las transformaciones sociales, tecnológicas e ideológicas que enfrentamos cotidianamente han tenido un impacto favorable para este sector poblacional?

    No es posible ignorar las circunstancias globales de las mujeres en tanto lo que se hace evidente en el día a día es que, de todas las edades y en todos los países, sus vidas están determinadas por una serie de factores epidemiológicos, demográficos, sociales, culturales, económicos y ambientales. Y si bien es cierto que muchos de estos factores afectan también la vida de los hombres, es innegable la inequidad que se manifiesta entre los sexos, y que resalta la prevalencia de un proceso de mayor discriminación y sexismo hacia ellas. En muchos sentidos, para las mujeres el impacto de situaciones vinculadas con la violencia, la pobreza, la segregación, el trato discriminatorio y la enfermedad, entre otras, sigue siendo mayor. En el último informe, del año 2010, de la División de Estadísticas de la ONU, titulado Situación de la Mujer en el mundo 2010: tendencias y estadísticas (http://unstast.un.org/unsd/publication/seriesK/seriesK_19e.pdf ) se analizaron ocho esferas críticas en la vida de las mujeres, y dentro de los hallazgos más importantes en cada área cabe destacar lo siguiente:

    • En la esfera de población y familia, es de llamar la atención la expectativa de vida de las mujeres va en constante aumento, siendo ellas quienes tienen una carga de trabajo abrumadora, sin descartar, por supuesto, que en algunos países las diferencias entre los géneros, en cuanto a las actividades desempeñadas, han disminuido.

    • En el área de salud, destaca que las mujeres viven más años que los hombres (aunque no necesariamente esto se ve reflejado en la calidad de vida). Son ellas quienes tienen una mayor probabilidad de morir por enfermedades cardiovasculares (en particular esto sucede en algunos países europeos); el cáncer de mama ocupa un lugar importante a nivel mundial, y sorprende que más de medio millón de muertes maternas ocurridas en 2005 se dieron en países desarrollados.

    • En el área de educación, es lamentable que de 774 millones de adultos analfabetas en el mundo, dos terceras partes son mujeres, manteniéndose esta proporción en los últimos 20 años en la mayoría de las regiones. También sobresale que 54% de los 72 millones de niños en edad de asistir a la escuela primaria que no lo hacen, son niñas. Con excepción de África Subsahariana y Asia Meridional y Occidental, destaca que la disparidad de género favorece a las mujeres en términos de ser quienes se matriculan más en educación superior. Sin embargo, la presencia de la mujer en las áreas de la ciencia y la ingeniería sigue siendo escasa en la mayoría de los países, participando más en campos vinculados con la salud, la educación, las ciencias sociales, humanidades y artes. Se señala también que, a nivel mundial, las mujeres constituyen algo más de la cuarta parte de todos los investigadores científicos, un incremento que comparado con décadas anteriores es destacable, pero sigue haciendo evidente la inequidad de género.

    • En el campo del trabajo remunerado, llama la atención que de manera predominante, y cada vez más, las mujeres trabajan en el sector de los servicios. Asimismo destaca que el empleo vulnerable —es decir, la actividad laboral por cuenta propia y la contribución al trabajo dentro de la propia familia— sigue siendo ejecutado de manera primordial por mujeres. Indudablemente, la segregación ocupacional y las diferencias salariales en función del género se mantienen vigentes en todas las regiones. Sobresale el hecho de que, a nivel mundial, ellas dedican el doble de tiempo a las actividades vinculadas con el trabajo doméstico y, tomando en consideración trabajo remunerado y no remunerado, las mujeres trabajan durante más horas que los hombres.

    • En la esfera que compete al poder y toma de decisiones, destaca que llegar a ser Jefe de Estado o de Gobierno sigue siendo muy difícil, de forma tal que sólo 14 mujeres ocupan uno de los dos cargos en todo el mundo, en el mismo sentido, sólo uno de cada seis ministros es mujer. A través de los diferentes países se hace evidente que la representación femenina a nivel gobierno local es insuficiente y que sólo 13 de las 500 mayores empresas del mundo cuentan con una mujer a cargo de la dirección general.

    • En el campo de la violencia hacia las mujeres, desafortunadamente las estadísticas siguen siendo alarmantes; a saber, la violencia contra la mujer es universal, es decir, ocurre en todos los países, y se manifiesta en todas las formas posibles. La tasa de mujeres que experimentan violencia física al menos una vez en la vida diaria varía desde un tanto por ciento hasta más del 59%, dependiendo del lugar donde viven. La mutilación genital —una de las expresiones de violencia hacia la mujer— sigue existiendo a través de diferentes regiones, aunque muestra un ligero declive. Y en diferentes países se hace evidente que prevalecen muchas costumbres que ejercen una fuerte presión sobre la mujer para aceptar el abuso.

    • En la esfera que compete a las condiciones ambientales bajo las que viven las mujeres, llama la atención que más de la mitad de los hogares campesinos y alrededor de la cuarta parte de hogares urbanos en África subsahariana carecen de fácil acceso a fuentes de agua potable, y la mayor parte de la tarea de recoger agua recae sobre las mujeres. Aunado a ello, la mayoría de los hogares de esta región, así como del sur y del sudeste asiático hacen uso de combustibles sólidos para la cocción de los alimentos en hogueras o cocinas tradicionales que carecen de chimenea o sistema extractor de humo, lo que tiene un impacto directo en la salud de las mujeres.

    • Finalmente, en el área de pobreza, se evidencia que los hogares monoparentales, con una mujer al frente y niños pequeños, tienen más probabilidad de ser pobres que los hogares monoparentales encabezados por un hombre y también con niños pequeños. Asimismo, se hace evidente que sigue siendo mayor el número de mujeres afectadas por la pobreza alrededor del mundo. Las disposiciones legales y normas existentes siguen limitando su acceso a la tierra y a otros tipos de propiedad —particularmente en países de África y en más o menos la mitad de los países de Asia—. Además, llama la atención que en las regiones menos desarrolladas, un número menor de mujeres que de hombres obtiene ingresos en efectivo y una importante proporción de mujeres casadas no tiene poder de decisión sobre cómo administrar sus ingresos.

    Sin lugar a dudas y analizando los principales hallazgos reportados en dicho informe, se hace evidente que, en diferentes circunstancias y condiciones, las mujeres seguimos enfrentando no una sino múltiples adversidades y formas de confrontación, derivadas entre otras cosas, de la prevalencia y aceptación de una ideología y un sistema relacional entre los sexos que da prioridad al ámbito masculino y coloca en una posición de segunda categoría a las mujeres. Lo anterior obliga a repensar qué es lo que está ocurriendo en la vida cotidiana del sexo femenino, qué clase de cambios se están dando y cómo estas transiciones están impactando a las mujeres en diferentes esferas, ya que parece que no todas las transiciones en el ámbito externo se reflejan de manera necesaria en el ámbito privado.

    Bajo tal mirada, esta obra constituye algo más que un libro; es reflejo de un proceso y de una transición en las identidades de las autoras. Representa un proyecto que se deriva de las vivencias que cada una de las que aquí escribimos hemos atravesado y experimentado a partir de nuestra vivencia como mujeres. Refleja una parte de nosotras que compartimos y se evidencia en el reconocimiento de las problemáticas y necesidades cotidianas que hemos enfrentado y que creemos compartimos con muchas más mujeres. Aunque no es una obra que recoja de forma exhaustiva las experiencias que viven todas las diferentes mujeres que habitan el planeta Tierra, sí creemos que da idea de algunas de las áreas o aspectos trascendentales en la vida de muchas de nosotras, al mismo tiempo, nos hace darnos cuenta de los ejes ideológicos y el trasfondo sociocultural que ha permeado el proceso a partir del cual las mujeres no sólo aprendemos los roles y rasgos que se nos asignan, sino que incluso llegamos a vivirnos como seres alienados —de nosotras mismas—, ajenas a nuestros deseos y necesidades, viviéndonos con carencias, ausencias, limitaciones y barreras. Por otra parte, y de forma fundamental, también nos permite de una manera sencilla y puntual reconocer las realidades que enfrentamos y la cantidad de retos que tenemos que afrontar para poder vivir de una forma más saludable y enriquecedora.

    Este libro es un compendio de las investigaciones que han sido realizadas de forma comprometida y seria por cada una de las autoras en el contexto de nuestra cultura, al mismo tiempo que se combina con una serie de reflexiones y puntualizaciones sobre las posibilidades de análisis, crítica, intervención y cambio que se desprenden de los hallazgos; cuestionando cómo a partir de mitos, mandatos y creencias que se derivan de la cultura y que reproducimos de una y otra forma a través de nuestras relaciones, actividades y expectativas, hemos aprendido a vivir de la manera en la que la hacemos, y nos resulta tan necesaria y al mismo tiempo tan confrontadora la posibilidad de cambiar nuestras opciones de vida sacrificando algunos de esos mandatos que aprendimos como naturales y casi fundamentales para nuestra propia autodefinición. Es entonces este texto una forma de aprender más de nosotras mismas y de las otras, una forma de tomar conciencia sobre cómo estamos paradas en medio de las múltiples transformaciones que hoy enfrentamos, desde las que se desprenden por los cambios tecnológicos, sociales, educativos, políticos e ideológicos, hasta aquellas que se derivan de nuestra propia conciencia y de nuestra necesidad de transformar en el día a día la realidad que nos aqueja como mujeres.

    Las temáticas que se revisan aluden a diferentes áreas, pero de manera general son tres grandes rubros los que integran esta obra. La primera parte está conformada por cuatro capítulos, los cuales rescatan el campo de la sexualidad femenina, un área hasta hace poco confinada a la oscuridad y el silencio, un escenario lleno de prohibiciones, temores, recatos y recelos que hoy en día hace evidente su necesidad de ser vivido de forma diferente por el sexo femenino. Básicamente en estos capítulos se pone en la mesa de la discusión cómo es que hoy se construye el deseo sexual de las mujeres, de qué manera viven su propio cuerpo a partir de esquemas sexuales, de qué manera la sexualidad femenina cobijada por la cultura ve censurada la forma en la que viven su erotismo y, finalmente, el impacto directo que esto tiene en su propia vivencia al interior de las relaciones, dando pauta a procesos como la infidelidad femenina.

    En el siguiente gran apartado se congregan cuatro capítulos que rescatan el campo de las relaciones amorosas; ¿qué significan hoy el amor y las relaciones de pareja para las mujeres: es una elección o sigue obedeciendo a mandatos culturales? Los capítulos de esta sección llevan a las y los lectores a comprender cómo se ha ido dando el proceso de transformación y cambio, y las implicaciones que esto ha tenido hacia el interior de la pareja, analizando cuál es el papel de las mujeres y la forma en la que viven estos procesos. ¿Cómo viven la transición entre el matrimonio forzado a la libre elección?, ¿qué es lo que hoy resulta de interés para ellas en el camino de elegir pareja?, ¿cómo se viven las mujeres dentro de estas relaciones: libres o dependientes? Y finalmente, ¿qué necesitan hoy en día en una relación para que ésta sea equitativa y satisfactoria ante los cambios?

    Por último, la tercera parte de este libro, conformada por tres capítulos, constituye una apuesta hacia la revisión de los retos y vicisitudes que las mujeres atravesamos a raíz de los cambios que enfrentamos en la actualidad, en cuanto a los roles de género, las relaciones que establecemos y las decisiones que llevamos a cabo. Sin lugar a duda, hoy en día hay un número creciente de mujeres que se incorpora al ámbito laboral, educativo, político y profesional, y esto implica diferentes retos en la vida de este grupo. Realizar tareas tradicionales e intentar compaginarlas con las actividades profesionales parece tener consecuencias directas en el bienestar de las mujeres y en su salud. Es innegable que las actividades simultáneas muestran dos caras de la moneda: por un lado, es factible que un número importante de mujeres logre un mayor poder en el ámbito laboral y público, mayor independencia económica; empero, es factible también que sus experiencias de vida se acompañen de sentimientos encontrados y en algunos casos destructivos, como la culpa, la vergüenza y el temor a estar perjudicando a sus familias o a otros por sus decisiones y sus propios anhelos de independencia, individuación y crecimiento personal. Asimismo, este apartado recoge en su interior una mirada crítica y constructiva en términos del reconocimiento de las mujeres como seres de acción, es decir, no pasivas, sino propositivas; y explora cómo, en la adversidad y en el día a día, hacen manifiestas sus fortalezas y habilidades, las cuales las llevan a afrontar la vida de una forma resiliente y adaptativa.

    Es importante enfatizar la relevancia que tiene el que todos los capítulos que integran este texto hayan sido escritos por autoras mexicanas que hicieron su investigación dentro de nuestra propia cultura, ya que —como se verá a lo largo de la obra— el proceso de asumirnos como hombres o mujeres involucra precisamente la adopción, ejecución y externalización de mandatos y reglas culturales que norman nuestra vida cotidiana, establecen las pautas para la convivencia e incluso determinan el malestar que experimentamos ante nuestra propia transición. Dicho de otra manera, no es posible entender cómo podemos las mujeres de un contexto determinado llegar a crear y generar condiciones favorables para nosotras, si no entendemos desde su origen, cuáles son los mecanismos y las formas a partir de las cuales dicho contexto nos posiciona en un lugar concreto.

    Las autoras que colaboramos en esta obra somos conscientes y partícipes del hecho de que un cambio te lleva inevitablemente a otro, de tal forma que, por ejemplo, conforme las mujeres tenemos más acceso a la educación y a la preparación profesional, se vuelve más factible la búsqueda de independencia y desarrollo en ese ámbito, poniéndonos en una encrucijada difícil ante la posibilidad de postergar, rechazar o tener acceso a vivencias como la maternidad, la posibilidad de encontrar una pareja que esté dispuesta a compartir este desarrollo y esta autonomía sin sentirse amenazada o expuesta —dados los estereotipos culturales que aún predominan—, la posibilidad de vivir nuestras propias vidas sin sentirnos culpables o incompletas por no cubrir los parámetros tradicionales de ser mujer, o bien, que ante las posibilidades actuales, quienes optamos por dar prioridad a nuestra maternidad o a nuestras familias, nos sentimos incompletas también, con muchos anhelos personales guardados en un baúl y con un sentimiento de insatisfacción que muchas veces se ve silenciado por las voces externas que te recuerdan que de cualquier forma tu mejor proyecto de vida siempre serán los hijos y la familia.

    Y es que debemos recordar que, desde antes de nacer, nuestros padres y madres ya tienen expectativas sobre nosotras, y aunque no se puede afirmar que todas las familias en México han educado a sus hijos e hijas de manera idéntica, sí es posible reconocer que prevalecen aún patrones muy machistas y sexistas en la educación, tanto al interior de la familia como en el contexto externo. Seguimos siendo muchas mujeres (y hombres) los que cobijamos bajo nuestros sueños la idea de que el momento más feliz para una mujer es cuando se casa y el segundo cuando tiene un hijo o hija. Asimismo, somos muchas las mujeres que seguimos esperando la aparición de un príncipe azul que nos haga inmensamente felices y albergamos la idea de que estaremos plenas hasta ese momento. Sin duda, estas ideas nos quitan la responsabilidad de nuestra felicidad, de nuestros propios deseos y de nuestras propias decisiones. Parecería que no sólo nuestra vida, sino nuestra propia felicidad y bienestar se deposita de forma exclusiva en manos de dos eventos de vida y de la habilidad de otro individuo. Desde la infancia aprendemos entonces que nuestra felicidad no está en nuestras en manos, sino que depende de otro(s). De la misma forma, lo anterior se evidencia en el hecho de que son muchas las mujeres que postergan su propia realización a costa de cubrir estos mandatos culturales.

    En realidad, el dilema rebasa el hecho de que seamos madres o no, que tengamos una profesión o no, que nos quedemos en casa a trabajar o que realicemos una actividad fuera de ésta; el asunto tiene que ver con que es a partir de parámetros sexistas, inequitativos, estereotipados y obsoletos que hoy en día muchas mujeres seguimos valorando nuestra persona y nuestro diario hacer, llenándonos de frustración y malestar emocional ante las contradicciones que se generan.

    Parte del cambio que las mujeres necesitamos para afrontar nuestras transiciones de una forma saludable, y al mismo tiempo para promover una mejor situación, exige mirar y reconocer las problemáticas que nos aquejan y que compartimos. Las autoras de este libro creemos que nuestras investigaciones y nuestros escritos son, en cierta forma, una protesta, una forma de ver, de reconocer, de entender y de promover un cambio ante la realidad que compartimos. Dicho de otra manera, lejos de negar que lo aquí escrito refleje nuestras propias vivencias, lo asumimos como parte de la necesidad de hacer del problema de una, un problema de todas, y empezar a trabajar en construir una mejor posibilidad de vida y desarrollo personal para las mujeres en general. Acallar nuestros deseos, silenciar nuestros pesares, negar nuestros temores y fingir nuestros logros no es precisamente el camino para lograr un cambio saludable y constructivo. Hoy se requiere una conciencia crítica por parte de nosotras, un compromiso mutuo para socavar la inequidad que aún existe en nuestra sociedad, un trabajo permanente de reeducación para todas y todos desde el seno familiar hasta el lugar más recóndito de la sociedad entera.

    Tania y Cinthia

    PRIMERA PARTE: MUJERES Y SEXUALIDAD

    El deseo sexual de las mujeres: ¿biología o construcción social?

    Cinthia Cruz del Castillo

    La autonomía significa que las mujeres puedan jugar un rol activo en la familia y en la sociedad, se refiere a que las mujeres tengan realmente voz y voto en hacer y en llevar a cabo las decisiones y en la libertad que tengan para desarrollar vínculos con otras personas y para interactuar con el mundo exterior, en contar con la habilidad de obtener información y utilizarla como la base para tomar decisiones acerca de las propias preocupaciones y aquellas que tienen que ver con los asuntos íntimos y con el control de los recursos económicos: todo esto constituye la autonomía de las mujeres. El nivel de autonomía femenina es el que da forma a la experiencia de la sexualidad de las mujeres (Cook, 2004, pp. 3, 5).

    Hablar del deseo sexual nos lleva a cuestionarnos aspectos como: ¿cuáles son las ocasiones y situaciones en las que se vuelve pertinente hablar de estos temas? ¿En qué momento de la educación formal e informal se discute acerca del deseo sexual? ¿Se nos enseña a las mujeres a identificarlo, conocerlo, verbalizarlo y satisfacerlo?

    De manera temprana hombres y mujeres aprendemos a expresar necesidades básicas como el hambre, el frío, el sueño, etc., pero ¿cómo y cuándo aprendemos a manifestar el deseo sexual que sentimos? Tanto la no expresión como la expresión inadecuada de las necesidades sexuales, dada nuestra cultura, se enfatiza más en las mujeres que en los hombres. Por ejemplo Baumeister, Catanese y Vohs (2001) mencionan que las diferencias, en cuanto a la masturbación, reflejan los procesos de socialización, indicando que es menos frecuente que las mujeres y las niñas se masturben que los hombres y los niños. Mientras que los hombres están intrínsecamente motivados para la actividad sexual, la motivación de las mujeres es extrínseca (querer realizar una actividad por la búsqueda de una consecuencia), y el deseo sexual femenino es más sensible que el de los hombres a las influencias situacionales y culturales. Las motivaciones extrínsecas más frecuentes en las mujeres son querer tener un hijo, mantener una relación de pareja estable y tener sexo extramarital (Baumeister, 2000) y, mientras que la principal motivación sexual en las mujeres es el amor y el compromiso emocional, los hombres separan los sentimientos y comportamientos amorosos de los deseos y las conductas sexuales (Yela, 2000).

    Las metas del deseo también son distintas: más mujeres que hombres, 35% versus 13%, respectivamente, describen el amor y la intimidad emocional como metas del deseo sexual; mientras que más hombres que mujeres, 70% versus 43% respectivamente, mencionan que la actividad sexual es la meta del deseo (Regan & Berscheid, 1996).

    ¿Por qué se vuelve relevante el deseo sexual en la vida de las personas?

    Son varias las posibles razones, a saber:

    • Porque es el indicador más importante de calidad de una relación (Trudel, 1991; Regan, 2000).

    • Porque es un indicador del ajuste general de la relación (Trudel, 1991; Regan, 2000).

    • Porque es esencial para mantener una relación de pareja (Regan, 2000).

    • Porque el amor pasional depende parcialmente de sentir deseo (Regan, 2000).

    • Porque sin deseo las personas no se sienten involucradas ni comprometidas con la pareja, independientemente del nivel de actividad sexual (Regan, 2000).

    • Porque se ha encontrado, en las mujeres, que entre mayor sea el deseo sexual existe mayor amor pasional, se reporta mayor satisfacción, se tienen menos pensamientos de terminar la relación, aparecen menos ideas de iniciar una relación nueva y se experimenta menos deseo por otra persona (Regan, 2000).

    ¿Cómo ha evolucionado el concepto de deseo sexual a lo largo de la historia?

    Desde los inicios del siglo XIX se consideraba al deseo sexual como uno de los instintos biológicos básicos, y parte central del desarrollo de los seres humanos, además de una fuerza básica de vida. En el siglo XX la psiquiatría asoció el poco interés sexual con problemas de exicitación (Levine, 1992). Después de que se le catalogara como un desorden físico y mental, apareció el interés por su estudio en población normal, considerándolo esencial para la sexualidad humana. Se le ha nombrado: libido, impulso sexual, motivación sexual, interés sexual y apetito sexual.

    Formas de medir y definir el deseo sexual

    • Número de relaciones sexuales necesarias para llegar al orgasmo, y acumulación que requiere liberarse (Kinsey, Pomeroy & Martín, 1948).

    • Concepto cercano a la excitación sexual y a la excitabilidad sexual; el primero se refiere al nivel de excitación actual, es transitorio y alcanza su clímax con el orgasmo, y el segundo indica qué tan rápido se alcanza el orgasmo con la estimulación (Whalen, 1966).

    • Sensación que motiva a iniciar o a ser receptor de estimulación sexual. El deseo sexual puede ser espontáneo, causado por estimulación interna, como eventos o pensamientos biológicos, o provocado por estimulación externa como el ver una pareja atractiva (Kaplan, 1979).

    • Ligado a las fantasías sexuales, a los sueños de contenido sexual, a la iniciación de auto-estimulación hacia el orgasmo, a la conducta sexual con una pareja, a la receptividad de la conducta sexual y a la respuesta a las señales eróticas en el ambiente (Levine, 1992).

    • Integrado por un componente biológico, psicológico y social. El primero es la energía del deseo, resultado de la activación de la red neuronal. El psicológico se asocia a la motivación sexual, que es la voluntad de comportarse sexualmente. El tercero se refiere a que la conducta sexual se extiende de la persona a la pareja, a la comunidad, a la religión y al tiempo en la historia, así como a las expectativas personales acerca del sexo que se derivan de la organización patriarcal de la cultura (Levine, 1992).

    • Se refleja en el deseo sexual la disposición biológica para responder afectivamente a otras personas, y en el entendimiento subjetivo del propio deseo que conduce al despliegue de la conducta (Hammack, 2005).

    El interés en objetos o actividades sexuales no es lo mismo que el desear, anhelar, añorar o ansiar involucrarse en actividades sexuales con otra persona. Del mismo modo, el deseo sexual no es igual que la actividad sexual (como besar, masturbarse o tener coito) o que la excitación sexual (como presentar lubricación vaginal o erecciones) (Regan & Berscheid, 2000).

    Como un concepto socialmente construido, toma su forma de la cultura y la historia (Giles, 2006).

    ¿Qué comportamientos o sucesos están asociados al deseo sexual?

    El amor pasional y el deseo sexual están fuertemente relacionados; al primero se le considera como el deseo de unión, mientras que el deseo sexual es el anhelo de la relación sexual (Hatfield & Rapson, 1987).

    El enamoramiento se relaciona al deseo sexual a tal grado que las personas que no desean al otro sexualmente no están enamoradas (Regan, Kocan & Whitlock, 1998).

    Experimentar eventos interpersonales positivos, como la felicidad y la satisfacción se asocian con el deseo sexual, y estos sentimientos a su vez disminuyen la posibilidad de experimentar eventos interpersonales considerados como negativos, como la infidelidad (Regan, 1998).

    Las fantasías sexuales, que se refieren a la invención o creación mental de imágenes, historias, escenas, situaciones o experiencias, potencian el impulso y aumentan el deseo sexual de las personas. También se asocian a la expresión de la sexualidad que acompaña al autoerotismo (Asensio, 2000). Asimismo, son indicadores de la intensidad del deseo sexual, ya que son explícitamente sexuales y no están obligadas por oportunidades, presiones sociales u otros factores externos (Baumeister, Catanese & Vohs, 2001). De hecho, se ha visto que las mujeres que sufren de inhibición crónica del deseo sexual tienen menos fantasías sexuales (Nutter & Condron, 1983).

    Por otro lado, la masturbación se vincula con la gratificación de los deseos sexuales propios y no está limitada ni por oportunidades ni por presiones sociales (Lescault, 1998).

    Para hacer referencia específicamente al deseo sexual de las mujeres vale la pena describir un estudio que se realizó en grupos de mujeres danesas que pertenecían a distintas generaciones. Participaron tres grupos de mujeres, uno de 70 años, otro de 40 y un tercero de 22. Lo que esta investigación encontró fue que el 72% de las mujeres de 70 años, el 67% de las de 40 y el 95% de las de 22 había experimentado deseo sexual de manera espontánea. Se encontró además que el 95% en los tres grupos había experimentado un orgasmo al menos una vez en su vida y que el 38% del grupo de mujeres mayores y el 81% de las jóvenes se habían masturbado al menos una vez en su vida. También se indicó que el 50% de las mujeres de 70 años y el 68% del grupo de las jóvenes

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