Descubre millones de libros electrónicos, audiolibros y mucho más con una prueba gratuita

Solo $11.99/mes después de la prueba. Puedes cancelar en cualquier momento.

El rottweiler de Dios
El rottweiler de Dios
El rottweiler de Dios
Libro electrónico130 páginas1 hora

El rottweiler de Dios

Calificación: 0 de 5 estrellas

()

Leer la vista previa

Información de este libro electrónico

Esta es la historia de un exsacerdote de oscuro pasado , presente turbio y vida intensa.
De joven inspiró una famosa canción de los Beatles, Eleanor Rigby. Todavía le gusta presumir de ello cuando acaba borracho en un bar... Pero de eso hace tiempo ya. Las cosas han cambiado mucho desde entonces. Ya no es pastor de almas: le retiraron la licencia. Ahora es mercenario que va por libre: lo mismo trabaja para el Vaticano que para los servicios secretos mormones, que quieren establecer una base militar en Europa.
También trafica con reliquias.
El padre McKenzie no tiene escrúpulos y eso le hace meterse en líos por lo que, de vez en cuando, tiene que esconderse entre las hermanas del Valle de la Marihuana o en el Café La Reina Negra de su amigo el padre Flanagan.
Y sigue predicando en un mundo convulso, aunque a su particular manera.

IdiomaEspañol
EditorialDavid Pallol
Fecha de lanzamiento31 jul 2021
ISBN9798201342425
El rottweiler de Dios
Autor

Arístides Solaar

Arístides Solaar es un profesor de matemáticas de un instituto de secundaria que vive en el Levante español, en la provincia de Alicante. Su familia tiene orígenes griegos y en su día dejaron Alejandría por nuestro país, siempre a orillas de este mar. Su primer título con iPulp, de hecho, recrea esa mítica cudad del Mediterráneo y sus raíces griegas, en una fantasía muy especial que es también thriller político. Ha publicado otros dos títulos con iPulp: "El rottweiler de Dios" (que puede tener continuación) y "Yo escapé de una cárcel de Sadam", el más reciente.

Autores relacionados

Relacionado con El rottweiler de Dios

Libros electrónicos relacionados

Ficción de acción y aventura para usted

Ver más

Artículos relacionados

Categorías relacionadas

Comentarios para El rottweiler de Dios

Calificación: 0 de 5 estrellas
0 calificaciones

0 clasificaciones0 comentarios

¿Qué te pareció?

Toca para calificar

Los comentarios deben tener al menos 10 palabras

    Vista previa del libro

    El rottweiler de Dios - Arístides Solaar

    Arístides Solaar

    © 2019 Arístides Solaar

    Colección iPulp

    Todos los derechos reservados

    Agnus Dei, qui tollis peccata mundi. Parce nobis, Domine. Miserere nobis.

    (Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo. Perdónanos, Señor. Ten misericordia de nosotros).

    Introito

    Es muy probable que más adelante juegue con tu credulidad y te confunda, no lo niego, pero no es ahora mi intención iniciar este relato con una mentira: no quisiera desacreditarme tan pronto. En Job 33:3, el joven Elihú dijo: Voy a hablar con sinceridad y a decir francamente lo que pienso. Pues bien, yo pretendo hacer lo mismo. Antes de nada, me presentaré: soy el padre McKenzie. Sin duda me conocerás por una canción que inspiré a los mismos Beatles: Eleanor Rigby. Sí, yo era ese triste sacerdote que escribía sermones que no escuchaba nadie. Pero de eso hace tiempo ya. Las cosas, desde entonces, han cambiado mucho. Ya no soy pastor de almas: me retiraron la licencia. Por problemillas con la justicia. ¿Quién no los tiene? Ahora soy exsacerdote, aunque he sabido reinventarme. Ahora me busco la vida como mercenario, con un perfil muy concreto: nada de escrúpulos, buen pistolero, satisfacción garantizada. También trafico con reliquias. Es un negocio muy lucrativo. Vivimos tiempos convulsos, y las personas −especialmente las creyentes− se agarran a un clavo ardiendo... Y si ese clavo es de la cruz de Cristo, mejor: entonces no reparan en gastos. El tráfico de reliquias es un mercado ilícito, negro como mi alma, pero gracias a él he prosperado. No hay commodity más valiosa actualmente que una reliquia de santo. O cualquier talismán sagrado. La gente tiene miedo, son tiempos de aflicción, de incertidumbre. Su fe es puesta a prueba todos los días. En tiempos tan turbulentos como estos, necesita de amuletos. De protección. Tener una reliquia cerca reconforta, aunque solo sea por el efecto placebo. Las reliquias sagradas ejercen un alto poder de sugestión, fortaleciendo la fe, elevando corazones y ánimos. Todo el mundo quiere poseer una ahora, con lo que la demanda se ha disparado. Ni que decir tiene, al calor de esta demanda ha surgido también mucho oportunista y timador sin escrúpulos: cuando no te cuelan una reliquia fake, te ofrecen como auténtico manto de la Virgen de Guadalupe lo que no es más que una frazada vieja y llena de pulgas.

    Yo en cambio no estafo a nadie. Mis clientes confían en mí. Son todos de categoría, como mis reliquias. Recurren a mí porque saben que no vendo cualquier cosa: si quieres baratijas, mejor búscate a otro. Mis reliquias son de gama alta, exclusivas. Por el mismo motivo, son también las que cotizan más alto. Yo solo me muevo en esa horquilla. Ofrezco las reliquias más buscadas, las más raras y exquisitas. A un precio acorde, por supuesto: el material de primera ni es barato ni se regatea, solo pensarlo me resulta ofensivo. Si quieres gangas y chollos, mira en reliquiasdesantos.org. Ahí encontrarás tobas en oferta de santos de quinta fila y algún diente de dudosa procedencia. Mis piezas son todas de primera calidad, y autenticadas. Mis clientes saben de mi solvencia y seriedad. Párrocos, obispos, cofradías y congregaciones acuden a mí porque saben que el mío es material Premium.

    El arzobispo me contempla desde su sillón, cómodamente reclinado. Después de observarme unos segundos con expresión bovina, me dice:

    −Así que ahora te dedicas a esto...

    −Sí −le confirmo−. Dejé de ser preacher man para convertirme en businessman. Y si le soy sincero, ilustrísima, me va mucho mejor. El de las reliquias es un negocio morboso, ¿pero no lo es la religión?

    Le paso una tarjeta de visita. En ella puede leerse: Padre McKenzie. Sicario. Proveedor

    El arzobispo la lee en silencio. Después alza la vista y comenta:

    −Dicen que es bueno.

    −El mejor −aseguro−. Puedo conseguirle lo que quiera. Para que se haga una idea, le he traído unas muestras gratuitas. Mire, ilustrísima, mire, por favor.

    Como buen vendedor, enseño el género: tras una reverencia, abro mi maletín ante el arzobispo, que se asoma a él con curiosidad. Dividido en compartimentos, cada uno de ellos aloja una reliquia, metida en una bolsita de plástico transparente cerrada. Escoge una al azar y la levanta en el aire. Lee la etiqueta:

    Vértebras de San Juan Nepomuceno ¿Son auténticas?, me pregunta suspicaz.

    Ante su reticencia, le tiendo un documento:

    −Aquí está su certificado de autenticidad. Con el sello correspondiente, como puede ver.

    El arzobispo eleva el papel y lo mira al trasluz.

    −Está bien −dice, sin sonar del todo convencido−. No suelo fiarme de nadie, pero haré una excepción. Usted viene especialmente recomendado.

    −No se arrepentirá, se lo aseguro.

    −Eso espero. Se trata de una misión muy delicada. Un encargo muy especial.

    −Soy todo oídos.

    −Tiene que ir a Roma. Como sin duda sabrá, la situación allí es desesperada.  Necesitan de sus servicios. Debe partir enseguida.

    De un cofrecito sobre su mesa saca un papel doblado, que me entrega:

    −Aquí están sus instrucciones. Le ruego máxima discreción.

    Agarro el papelito y digo:

    −La tendrá.

    El arzobispo suspira y dice:

    −De acuerdo. Por supuesto, le pagaremos bien.

    −Solo acepto oro. Cualquier moneda hoy día es demasiado inestable.

    El arzobispo no me contesta enseguida. Durante unos segundos me observa, con los ojos entornados y las manos entrelazadas sobre la barriga. El rubí de su anillo es tan gordo como él.

    Nihil obstat, dice al fin.

    Y me da su bendición con la mano.

    Autopista al infierno

    Así que, sin perder un segundo, me dirijo a Roma a bordo de mi automóvil, un Rolls Royce Continental Phantom III de 1935 con su complicado motor V−12, su suspensión frontal independiente y sus accesorios de plata pura, incluyendo el radiador. Cuando zumba por la autopista, parece un bólido de mercurio brillante.

    Me gustan los coches vintage: para mí, cualquier auto anterior a la crisis del petróleo de 1973 es anatema, una herejía rodante. Este, además, es una belleza.  Lo encontré en el garaje de una hacienda uruguaya colectivizada. Tuve mucha suerte: a pesar de la revolución y la guerra se conservaba intacto. Solo tuve que darle cera. Fue un milagro. Como también es un milagro sobrevivir a las numerosas emboscadas que te tienden en la carretera. Cuando no son bandoleros son los milicianos de la Coalición Cristiana, un comando de monjes budistas kamikazes o cualquier otra partida de guerrilleros descontrolados. Por eso manejo siempre alerta, sin bajar la guardia un instante, con los ojos bien abiertos. Toda precaución es poca. El concepto de seguridad ha desaparecido definitivamente del planeta, por eso elijo siempre que puedo las carreteras secundarias. Normalmente no están tan saturadas y resultan también menos conflictivas: no te topas con tanto control militar o paramilitar. De todas formas, tengo mi especial salvoconducto para estas situaciones:

    −Transporto cargamento santo −les digo cuando me topo con una barrera−. Reliquias.

    Los soldados se acercan al coche. Llevan boina negra, así que pertenecen a las falanges cristianas maronitas. Me piden la documentación y quieren saber el motivo de mi viaje. Entonces apago el motor, bajo del coche, lo rodeo y abro el maletero.

    ¿Disfrutas la vista previa?
    Página 1 de 1