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EL ASESINATO DE UN PERIODISTA
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Libro electrónico129 páginas2 horas

EL ASESINATO DE UN PERIODISTA

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Nacido en las faldas del Yunque, Puerto Rico, en 1942, el autor emigró a la ciudad de Nueva York en 1959. Se estableció en el Greenwich Village hasta hoy, donde ha desarrollado una amplia labor como pintor, poeta e investigador.

En el Village, el barrio bohemio y cultural de Nueva York, Carrasquillo conoció a grandes artistas, convivió con ellos, y con algunos, diríamos que con los mejores, estableció estrecha amistad. Tanto que puede hoy decir que Louise Neverson y Francis Steloff, “son mis maestras de toda la vida”.

La influencia que recibió de estas dos mujeres, matriarcas de la literatura, y de la pintura, le marcaron para siempre y a ellas debe la creación de “La Vida Secreta de Tony”.

En la Vida Secreta de Tony se marca la diferencia de la literatura Latinoamérica, se trilla otro camino con la narrativa innovadora y apasionante.

Graduado de Seminario Teológico Latinoamericano con altos honores, habiendo sido seleccionado “Estúdiate del Año” en 1972, mismo año de su graduación.

En el año 1992 la International Society of Poets, premió su poema “Somebody is looking” (Alguien nos mira) con US$ 5000 al Mejor Poeta de Año y el derecho a la publicación de un libro de poesías, por tal motivo fue seleccionado como “Poeta de Año” por la misma entidad.

Es invitado por la prestigiosa agencia literaria Scott Meredith, una de las más importantes de los Estados Unidos, para entrar en su programa de descubrimiento de nuevos valores.

En el año 1995 el señor Mark Sullivan, reconocido agente literal por sus descubrimientos de los nuevos valores dice de su trabajo: “Me ha impresionado su narrativa y tiene potencial para competir en el mercado internacional. Hay un fuerte dramatismo en su narración, la cual me gustó mucho y me gustaría que usted se sumara al grupo de escritores que yo represento”.

Luis Carrasquillo lleva mucho tiempo escribiendo y estos son los títulos de varias de sus novelas inéditas:

“La Ceiba”, 1960

“22 Tre King S.T” 1970

“Confesión de un Vagabundo” 1974

“Sangre en las Tabias” 1970

“SIDA, la Verdadera Historia” 1989

“La Vida Secreta del Cantante de los Cantantes” 1994

“Vanavara” 1995

“Poesias” (700)

Pinturas (1020)

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento26 mar 2019
ISBN9781643340982
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    EL ASESINATO DE UN PERIODISTA - Luis Carrasquillo (Luyo)

    cover.jpg

    EL ASESINATO DE UN PERIODISTA

    Luis Carrasquillo (Luyo)

    Derechos de autor © 2019 Luis Carrasquillo (Luyo) y Ramón Urbáez

    Todos los derechos reservados

    Primera Edición

    PAGE PUBLISHING, INC.

    Nueva York, NY

    Primera publicación original de Page Publishing, Inc. 2019

    ISBN 978-1-64334-094-4 (Versión Impresa)

    ISBN 978-1-64334-098-2 (Versión Electrónica)

    Libro impreso en Los Estados Unidos de América

    Tabla de contenido

    Capítulo 1

    "Desde que tú te fuiste, Manuel de Dios

    Desde que tú te fuiste, todo es silencio"

    Luyo

    Por cosas del destino que es el que nos lleva a estas situaciones, estando sentado en el asiento delantero del automóvil del periodista, escritor y fundador de un semanario de la ciudad de Nueva York, autor de (Los Perros De La Noche) Santiago Gutiérrez Campo que fue también el editor de mi novela (La Vida Secreta de Tony) me dijo; te voy a presentar un amigo periodista que trabaja para el diario La Prensa y que fue parte de la unidad investigativa que comandaba el editor del diario hispano más grande de los EE. UU. Manuel De Dios Unanue. Desde el primer momento que le miré a los ojos y nos saludamos supe que estaba frente a alguien que poseía el arte de saber contar, la primera herramienta de un periodista. Era un hombre de baja estatura, amable y reservado cuando me dijo su nombre, le deje saber que había leído casi todos sus artículos en el diario La Prensa, en la edición de los domingos, donde siempre le daban la página editorial y desde ese día fuimos desarrollando una amistad que fue creciendo a través del tiempo y nos reuníamos en el café Borgia, de la calle McDougal y Bliket en el Village, junto a otros periodistas poetas del vecindario. El barrio Bohemio del Village lo embrujo por la tranquilidad y seguridad que sentía y lo visitaba todos los días, ya que el diario La Prensa estaba cerca del vecindario. Queríamos hacer algo juntos, hablamos de algunos proyectos me narro que estuvo cinco años escondido, huyéndole a los sicarios colombianos que habían jurado cortarlo en pedazos con una motosierra, que era su arma preferida para castigar sus enemigos. Hoy vive y es un hombre feliz junto a su familia. Nunca revelare su nombre, ni el país o la ciudad donde vive, a menos que él lo pida, le dedico este trabajo a él, a la familia de Manuel De Dios Unanue, a su hija adorada y a su amada esposa Victoria Sánchez (Vicky). Por lo que esta gran mujer tuvo que vivir. Los periodistas son guardianes de la verdad podrás matar uno, podrás matar mil, pero siempre volverán, como las flores a renacer en este bendito planeta; su arma es el verbo, y el verbo es un rayo mágico. El arma mágica, maestra defensora de la preservación del protocolo de la humanidad y del planeta. Sin ellos, el mundo fuera un caos. En ninguna escuela de periodistas se enseña a ver la realidad, es intuición rápida y visión exacta de las cosas, esto lo poseía por gracia Manuel De Dios Unanue. Todo lo demás, decía; el genio José Martínez Ruiz (Azorín) cultura- erudición- historia- sociologías- son adherencias que no crean nada. El arte del periodista no se puede enseñar en ninguna escuela, viene en tu gen, donde viene el arte de narrar, esa es su arma secreta.

    Cualquiera que se atreva a atentar contra la vida de un periodista estará destinado a su propia destrucción. Es ya sabido que el más grande secreto se esconde en una sola palabra. Son seres de una sola madera. Seres preocupados profundamente con la futura sociedad y el futuro del mundo, muchos mueren en esta sociedad corrupta, es una lista que da vergüenza mencionarla. Una tarde mientras tomábamos un café, en el café Borgia de Greenwich Village me dijo; que Manuel de Dios Unanue le había dicho que el Gerente General del Diario La Prensa, Carlos D Ramírez, estaba preocupado pues como Gerente General tenía que cargar con las consecuencias que este tipo de denuncias conlleva. Ramírez lo llamo a su despacho, —¿Sabes tú con quien te estas metiendo?, esa gente son criminales. — Me dijo; —mira yo entiendo la posición de Ramírez, sé que él tiene que estar preocupado por su familia. Yo sé cómo Ramírez se siente, pero este es un enorme problema social y mi deber como comunicador social es atacarlo, cueste lo que cueste. Hasta mi propia vida, a mí también me dan vértigos --, pero tengo que aguantarme. Porque esto es una guerra a muerte, y yo no estoy dispuesto a rendirme soy un periodista carajo. Pero Ramírez lo ve de otra manera, de una manera peligrosa. Mira Manuel recuerda que Ramírez es el Gerente General de ese periódico, él está en todo su derecho no sólo de dejarte saber los riesgos; también de botarte al carajo. Estos carteles de la droga son peligrosos y tienen sicarios por todas partes, prestos a matar sea quien sea y donde sea. — Y la respuesta de Manuel De Dios fue, —¿si no lo hace el Diario La Prensa quien carajo lo va a ser? ¿No es él el campeón de los hispanos? Sí no es de aquí, será de otro medio de comunicación, pero yo no me rindo. Hoy si estaba bien preocupado. Me dijo; que bajara un poco mis ataques, pero es imposible cuando los carteles se están apoderando de la ciudad de New York. — Note en su rostro la preocupación que sentía. Ya conocía de su genial intuición de atestiguamiento. Porque según sus investigaciones los carteles de la droga se estaban apoderando de la ciudad de N.Y. calle por calle a tal extremo que muchos narcotraficantes tenían mapas de sus territorios al punto de rentar sus calles y avenidas. Rentaban territorio en todos los boros. Convirtiendo la ciudad en un campo de batalla donde muchos ciudadanos y niños perdían la vida en esta lucha territorial. —Mira; yo estoy convencido que diga, lo que diga, Carlos D Ramírez está conmigo, porque él sabe que tiene un compromiso con esta ciudad. Yo sé que si él me despide será por presión de segundas personas por que Carlitos es un hombre de los buenos, yo entiendo su punto. —La última vez que lo vi en el café Borgia ya no era el director del periódico, salía para la isla a testificar en el juicio que se llevaba a cabo en Puerto Rico por la muerte de dos jóvenes en el Cerro Maravilla. Se creía que habían muerto entrampados por las fuerzas de seguridad de la policía de Puerto Rico. Quien según fuentes secretas de Manuel De Dios Unanue estaban envueltas en la seguridad de los envíos gigantescos de cocaína, que pasaban por la isla rumbo a N.Y. por el cartel de Cali, quienes sabían que el poseía pruebas contundentes que había un eslabón entre los carteles y los altos mandos de la policía de la isla, así sello su muerte. Dos semanas más tarde varios sicarios lo asesinan en un restaurant en Queens, en El Mesón Español. Por orden del cartel de Cali comandado por uno de los hombres más peligrosos del Narcotráfico Latinoamericano. Pasaron muchos años, y estos dos hombres murieron; a Manuel De Dios Unanue se le dedico un parque en Queens, y a Carlos Ramírez una Avenida y una sala en las nuevas instalaciones de el diario La Prensa. Esta es la historia de uno de sus reporteros policiacos de la calle, quien sufrió un ataque de pánico y se refugió en una Iglesia de Filadelfia. Donde estuvo escondido cinco largos años para salvar su vida. Pues él también recibía mensajes en su grabadora amenazándolo de muerte, y cortarlo en pedazos y regarlo por toda la ciudad de N.Y. sabía que él estaba en la lista negra de los sicarios colombianos. Espero ser lo más fiel en la narrativa original quitando lo que sea para proteger la fuente. Trabajaremos el periodista y el escritor en una mágica narrativa artesanal, y el máximo exceso de imaginación con tal de lograr una escena perdida u olvidada o borradas por el tiempo. Penetraremos a la profundidad de las mentes atormentadas de los narcotraficantes más temidos en toda la historia. Con sólo mencionar el nombre de Juan Manuel De Dios Unanue los narcotraficantes temblaban, se atormentaban de una manera horrenda al extremo que no podían concentrarse en nada. Ni siquiera en sus actividades sexuales y sentían culebras en el estómago después que cenaban, vomitando el verde de las tripas en los baños de la discoteca Chibcha donde era el punto de reunión de los poderosos del narcotráfico neoyorquino, aquí se destapaban botellas de cientos de dólares. Estos poderes los produce la fuerza de la palabra que es la espada mágica, el arma maestra. Pienso que el lector tiene todo el derecho de saber sobre los hechos. Haremos lo imposible, lo inalcanzable por hacerle justicia a los que arriesgaron sus vidas, a los que murieron por lo que creían que era lo correcto. Puso su vida para salvar las generaciones nuevas. Su cruzada lo hizo inmortal.

    Muchas son las imágenes de este periodista que me asaltan la memoria, releo sus crónicas y editoriales en las empolvadas páginas de la colección de el Diario La Prensa, colocadas en formas muy desordenadas, en una sala contigua a la redacción de Varick, se me repite en escenas distintas, en rasgos dispersos de su misma figura, en la agudeza y osadía de sus ideas que me golpean como si de repente se hubiera incorporado del sueño que duermen en los anaqueles. Lo recuerdo, como aquella primera vez, fue un miércoles de junio. Una tarde que llovía plomizo turbio, en toda la ciudad de Nueva York. Entonces se había anunciado ya su fracaso en la guerra contra las drogas, y dejando libre el terreno a los carteles colombianos, que se disputaban ferozmente a sangre y fuego el principal mercado mundial de la cocaína.

    Lo encontré sentado en su despacho, con aire adolescente, como relajado cuando todavía no tenía ninguna razón para imaginarme en él aquel punto de tensión áspera que solía poner delante de la mayoría de la gente. Me pareció un hombre sencillo, frágil y de personalidad indefinida. Leía los periódicos vespertinos y me miró, por encima de su lentes de montura escogida, un tanto indiferente como acostumbra la gente en Nueva York por la prisa del trabajo; empezamos a hablar,

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