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Los respiros de un alma
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Los respiros de un alma
Libro electrónico387 páginas4 horas

Los respiros de un alma

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Información de este libro electrónico

El tema central de la Elección impregna una serie de discursos atemporales no ligados a fronteras espaciales precisas, constituyendo un camino en el alma humana que oscila, de principio a fin, en comparaciones similares y en antítesis dialógicas.
Un solo soplo en el que se encierra la vida de cada uno de nosotros y que determina la esencia misma de la vida, un alegórico viaje interior para descubrir lo que siempre hemos sido.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento24 ene 2023
ISBN9798215566183
Los respiros de un alma
Autor

Simone Malacrida

Simone Malacrida (1977) Ha lavorato nel settore della ricerca (ottica e nanotecnologie) e, in seguito, in quello industriale-impiantistico, in particolare nel Power, nell'Oil&Gas e nelle infrastrutture. E' interessato a problematiche finanziarie ed energetiche. Ha pubblicato un primo ciclo di 21 libri principali (10 divulgativi e didattici e 11 romanzi) + 91 manuali didattici derivati. Un secondo ciclo, sempre di 21 libri, è in corso di elaborazione e sviluppo.

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    Los respiros de un alma - Simone Malacrida

    SIMONE MALACRIDA

    Los respiros de un alma

    Simone Malacrida (1977)

    Ingeniero y escritor, ha trabajado en investigación, finanzas, política energética y plantas industriales.

    INDICE ANALITICO

    I

    II

    III

    IV

    V

    VI

    VII

    VIII

    IX

    X

    XI

    XII

    XIII

    XIV

    XV

    XVI

    XVII

    XVIII

    XIX

    XX

    XXI

    NOTA DEL AUTOR:

    Los protagonistas del libro son fruto de la pura imaginación del autor y no corresponden a individuos reales, al igual que sus acciones no sucedieron en la realidad. En consecuencia, cualquier referencia a personas o cosas es pura coincidencia.

    El tema central de la Elección impregna una serie de discursos atemporales no ligados a fronteras espaciales precisas, constituyendo un camino en el alma humana que oscila, de principio a fin, en comparaciones similares y en antítesis dialógicas.

    Un solo soplo en el que se encierra la vida de cada uno de nosotros y que determina la esencia misma de la vida, un alegórico viaje interior para descubrir lo que siempre hemos sido.

    "Hay que amar tanto a Dios para comprender cuán necesario es el mal para tener el bien.

    Dios lo sabe, y yo también lo sé".

    (de la película Il Divo de Paolo Sorrentino)

    I

    Sala A

    ––––––––

    " La mayoría de los hombres son como una hoja seca, que flota en el aire y cae al suelo. Pero otras pocas son como estrellas fijas, que siguen su propio curso preciso, y no hay viento que las toque, tienen en sí mismas su ley y su camino .

    Hermann Hesse

    ––––––––

    El día en que, tras una larga e intensa vida, el señor O habría fallecido, sin el menor presentimiento y sin previo aviso, su esencia fue embelesada por un éxtasis de luz y ondas.

    ¿Donde estoy?

    ¿Cuándo estoy?

    El estaba confundido.

    No reconoció ninguna referencia conocida por él.

    No había arriba ni abajo, derecha ni izquierda, pudiendo flotar y girar libremente en el hiperespacio cósmico que se había abierto según una métrica que, a los ojos de los humanos, parecía esférica, pero sólo por la dificultad de los sentidos en transponiendo las otras dimensiones.

    Un cosmos oscilante indefinido se destacaba a distancias que no eran fáciles de comprender.

    ¿Estaban cerca o lejos?

    ¿Próximo o remoto?

    ¿Pasado o futuro?

    Preguntas sin resolver e incomprensibles.

    Sintió que su espíritu se desprendía, pero su cuerpo seguía firmemente adherido al suelo.

    No estaba muerto.

    Y eso no era ni el más allá ni el Cielo.

    Era un no-lugar situado en un no-tiempo.

    Negación total de toda ley física y todo principio que hemos creado artificialmente para nosotros mismos en el curso de la evolución.

    Tras instalarse, no sin esfuerzo y no sin sentir una extrañeza, regulado como un objeto más y tratado según los cánones de la hospitalidad galáctica, se reveló ante sus ojos (pero todo pudo ser sólo un sueño o una proyección de su mental) una forma conocida, como si alguien o algo quisiera tranquilizarlo.

    Del caos primordial emergió la imagen blanca y marfil de una puerta.

    De esos sin tirador y sin mecanismo de apertura.

    Más que una puerta parecía un muro indefinido, pero el juego de perspectivas daba la sensación de un receso y, por tanto, de una entrada.

    Todavía no se había movido, si es que realmente podía concebir el movimiento.

    No pudo ordenar a las piernas que se enfrentaran y luego caminar.

    Casi fue transportado por una entidad superior justo en frente de la puerta, en la que apareció una nube más oscura, con un efecto de disolución, que gradualmente formó una inscripción.

    Sala A.

    ¿Por qué se decidió un orden alfabético?

    ¿Por qué no numérico que podría ser mucho más ampliable y mucho más universal?

    El alfabeto, además en caracteres romanos, ciertamente no era tan transversal como los símbolos matemáticos dados por los números.

    ¿La naturaleza no sigue criterios matemáticos? Por supuesto.

    Y no tiene nada que ver con el lenguaje.

    O al menos, el lenguaje es el método que usamos para ontologizar, pero es propio de la especie humana.

    Quién o qué creó tal contexto aespacial y atemporal debe haber tenido diferentes formas de comunicación.

    Ahora que se había enterado de la orden impuesta, habría esperado al menos una Sala B, pero no vio ninguna.

    Todos sus sentidos ahora percibían solo este muro.

    Sin moverse, sin haber descubierto aún cómo hacerlo, miró a izquierda y derecha y vio la extensión blanca que se curvaba sobre sí misma.

    Ahora la puerta lo envolvía.

    Entendió cómo era una distorsión del espacio-tiempo.

    Alguien estaba jugando con la gravedad.

    De la misma manera, sin embargo, no sabía cómo acceder al interior, asumiendo que había un concepto de adentro en contraposición a uno de afuera.

    Como no había aperturas ni cierres, puso los ojos en blanco en busca de alguna fotocélula o la más mínima señal diferente.

    No terminó el pensamiento y la puerta desapareció, disolviéndose, abriéndose y rasgándose al mismo tiempo.

    Se recreó un nuevo entorno.

    Tal vez para que se sintiera a gusto.

    Todo blanco, como antes.

    Había dos sillones, blancos.

    Una mesa blanca entre ellos.

    Un reloj sin manecillas y sin números y sobre ellos una serie de esferas idénticas.

    Los contó mentalmente. Eran veintiuno.

    Un número extraño. Ni primo, ni entero en base a dos o diez, ni par, ni que se refiriera a la escansión del tiempo en el sistema sexagesimal oa la división del día en horas o del año en días.

    Probablemente fue su proyección.

    Los seres sintientes, como él los llamaba, habían leído en sus pensamientos la predilección por los tres y por los siete.

    De dos nubes plateadas aparecieron dos figuras con rasgos humanos, un varón y una mujer, ambos vestidos de blanco.

    El hombre de mediana edad tenía tez blanca, cabello negro, barba negra corta y recortada, ojos azules y era de complexión fuerte sin ser alto.

    La mujer parecía más joven, pero no mucho, con el pelo negro lacio hasta el cuello, los ojos del mismo color que los del hombre, la misma altura y con un físico más delgado.

    El hombre vestía traje y corbata con dos zapatos de vestir.

    La mujer con traje de negocios y blusa.

    Toda la ropa era blanca.

    A pesar de la uniformidad del color, los objetos y los contornos se distinguían claramente y no había demasiado brillo.

    Ningún error golpeó los ojos y la mente del Sr. O.

    Nadie había hablado ni se había movido todavía.

    El Sr. O entendió cómo sería incapaz de emitir sonido, ya que no podía articular las cuerdas vocales ni el movimiento de la boca.

    Los dos seres en forma humana se sentaron y comenzaron a hablar, luego de presentarse al Sr. O.

    Ascanio

    Arianna.

    Sus voces tenían un timbre neutro, sin acento ni inflexión dialectal.

    No recordaba nada de lo que el Sr. O había experimentado y experimentado.

    De pie sólo podía escuchar.

    ––––––––

    ASCANIO

    Todo lo que puede declinarse en primeros principios y fundamentos lógicos sólo puede partir del ser.

    Es tangible y real, el símbolo mismo de la vida.

    Es la primera experiencia a la que todos estamos sometidos y es, al mismo tiempo, el principio y el fin de toda acción y de todo pensamiento.

    Es el ser que se manifiesta en la realidad y en el Universo.

    Que el ser existe es un hecho incontrovertible, no hay duda al respecto y ninguna consideración humana puede negar la esencia.

    El no ser es su opuesto y, en completa antítesis, describe la ausencia de todo principio y el triunfo del vacío.

    El ser y el no ser no tienen puntos en común, no se hablan ni se comunican ni interactúan.

    Hay una profunda división en sus conceptos y manifestaciones.

    Todo y nada, plenitud y vacío.

    Eternas antítesis que se persiguen sin punto de mediación.

    ¿A qué debemos el ser?

    ¿Por qué es como es?

    A una manifestación de una voluntad superior ya un designio que trasciende el entendimiento.

    El ser puede ser percibido y creído, pero no entendido.

    Nunca se puede llegar a la plena conciencia de su extensión espacial o temporal, ni se puede experimentar su totalidad.

    Por la limitación y la existencia de fronteras, cada uno puede intuir una pequeña parte del ser, pero uno puede ser testigo de su propia veracidad.

    Depende de todos convertirse en discípulos y testigos de tal milagro.

    Quien lo realiza, debe continuar en la educación de los demás, llevándolos a descubrir caminos minuciosos e intrincados, llevándolos con lógica y fe a la contemplación del ser.

    De manera similar, uno puede tener conciencia de la vacuidad y la nulidad.

    El cero es bien conocido por nuestros sentidos y, por lo tanto, solo necesitamos ampliar este concepto.

    Cuando se trata de la conciencia del ser y del no ser, debe colocarse en la base de nuestra vida y en el fundamento de nuestra rectitud.

    El camino indicado nos permite discernir el bien del mal, lo correcto de lo incorrecto, lo digno de lo impropio.

    Es el camino recto de los sabios.

    A la iluminación del conocimiento le sigue la predicación, que a su vez vuelve a la contemplación.

    Después de haber descubierto la doctrina del ser, hay que volver siempre a ella, como principio último por el que luchar.

    Transcurren siglos de dedicación y grandes sacrificios.

    Estoicos e idealistas, inmanentes y eternos, sólidos y seguros.

    Un lugar de aterrizaje para los justos.

    Una gran lección de vida para todos.

    El ejemplo es lo que importa.

    El ser está en nosotros y se revela en las acciones.

    ––––––––

    Ascanio de repente se quedó en silencio y su voz no reverberó más, como si no fueran ondas reflejadas dentro de la Sala A.

    El señor O no había entendido completamente el significado de todo e incluso habría querido hacer algunas preguntas, pero se le impidió moverse y hablar.

    Vio que Ariadne giraba la mirada y se encontraba con la de Ascanio.

    Estaba lista para dar su opinión.

    ––––––––

    ARIANNA

    Toda la existencia de cada uno, la experiencia de todo ser humano y de todo ser vivo, desde la antigüedad, está ligada a la mutación y al devenir.

    Todo cambia, todo se transforma.

    En todo momento, ya que nada permanece quieto.

    No se puede detener el tiempo, congelar en un solo instante lo que pensamos que es forma y sustancia, y derivar de ello un principio universal.

    Las células se regeneran continuamente, sin parar.

    Es la vida misma, más aún, dado que incluso donde no hay conciencia o forma celular, los átomos individuales y las partículas individuales se recombinan en formas siempre cambiantes y siempre cambiantes.

    El espejo nos confirma estas sensaciones.

    Siempre nos vemos diferentes porque siempre somos diferentes.

    Cada momento está cambiando nuestra apariencia y nuestro carácter.

    En cada instante, la historia cambia.

    El mundo sigue.

    El Universo evoluciona.

    El cambio es una constante universal, inamovible e impostergable.

    Nosotros mismos somos el símbolo del devenir.

    El propósito de cada uno de nosotros no es la conservación etérea del ego, sino la constante transformación en lo que aún no somos.

    Si hay un principio inicial y final, es precisamente el devenir.

    Todo comenzó con un devenir hacia otra forma y otra sustancia y todo terminará en un cambio continuo de cada parámetro.

    El devenir es la dimensión del tiempo, la flecha con la que marcamos nuestras miradas y nuestras experiencias.

    De nosotros depende captar los pasos infinitesimales de una eterna mutación que trasciende nuestra propia realidad porque nunca terminará.

    El devenir es independiente de nuestra presencia.

    No nos pide consentimiento y permiso.

    Se dispara solo, sin necesidad de mecha o estímulo.

    ¿Lo hace por instinto?

    ¿Es por programación?

    ¿Lo hace por una voluntad superior?

    Lo que es seguro es que lo hace.

    Y es tan seguro que se puede probar y reproducir.

    El movimiento eterno del devenir continuo impregna estructuras vivas y cósmicas enteras y somos testigos de esto.

    Cada uno de nosotros puede decir con certeza que hemos visto cambiar las cosas.

    Un color del cielo, la edad de una persona, las ondas del mar.

    Llegar a ser es la experiencia más común para todos.

    El que, a pesar de los milenios pasados, nunca terminará.

    Lo que nos sobrevivirá a nosotros y a todos.

    El devenir es la esencia misma del Cosmos.

    ––––––––

    Arianna terminó su discurso, sin tomar aliento y sin detenerse.

    Ella no se había inmutado ni un ápice, sin moverse.

    Manos fijas a lo largo del cuerpo, cabeza inmóvil.

    Sólo los labios se habían movido y la garganta se había ensanchado ligeramente para dar cabida al aire que, al hacer vibrar las cuerdas vocales, había dado lugar al sonido emitido.

    Por otro lado, Ascanio no se había movido ni interactuado.

    Solo ahora, después de que Arianna hubo terminado, volvió a hablar.

    ––––––––

    ASCANIO

    No se deje engañar, señor O.

    El devenir nunca puede explicar el ego.

    Entonces, ¿qué es la sustancia y la esencia si sigue cambiando?

    ¿No existiría, contradiciendo toda lógica y experiencia?

    Por supuesto, las cosas externas cambian, como es normal.

    Pero es un cambio de ropa que no cambia la esencia misma.

    Puedes parecer joven o viejo, gordo o delgado, alto o bajo, pero sigues siendo tú.

    Así como todo es como es.

    ¿Es una cereza menos cereza si no es roja?

    ¿Está su esencia en el color?

    O si tiene errores, ¿acaso no lo llamamos cereza?

    O si está en el suelo, ¿no es siempre el mismo fruto?

    Sin embargo, en cada una de las condiciones anteriores, es evidente un movimiento de devenir, una evolución de su estado que, sin embargo, no afecta su verdadera esencia.

    Ser cereza no se cuestiona de ninguna manera.

    ¿O el agua no es agua?

    ¿Me estás diciendo que, como las moléculas de agua vagan llevadas por las corrientes y los ríos, es imposible que un mar sea idéntico a sí mismo?

    ¿Qué nos dice la experiencia al respecto?

    Nos dice que hay una esencia que trasciende la apariencia.

    Ese ser está ahí y ningún devenir puede jamás transformar todo en nada y viceversa.

    Ciertamente, las apariencias, las superficies y los contextos cambian, pero no debemos dejarnos engañar por lo que no es importante.

    El ser es indiscutible y contempla también la posibilidad del devenir.

    ––––––––

    En un tono satisfecho, Ascanio recuperó la compostura, después de que su cuello y la arteria carótida se hincharan debido al aumento del flujo sanguíneo.

    Ariadne, para nada intimidada, se preparó para contraatacar, no sin antes unir sus manos frente a ella, colocándolas sobre sus propias piernas.

    ––––––––

    ARIANNA

    ¿Y entonces el ser es indiscutible?

    ¿Y una cereza es una cereza aunque cambie de color?

    ¿Y si cambia de sabor?

    y olor?

    ¿Seguiríamos reconociéndola como una cereza?

    Yo diría absolutamente que no.

    Y si las moléculas de agua estuvieran contaminadas por contaminantes o materiales extraños, ¿el mar sería realmente el mismo?

    Yo diría que no.

    Y en ese punto, ¿dónde termina el concepto de ser mar o ser cereza si la experiencia no es capaz de discernir y catalogar?

    Además, si realmente hay ser y no ser, en constante oposición y sin ningún tipo de comunicación, sería vivir en una realidad dual.

    Una doble realidad de esencia y no-esencia, en la que no sabemos desentrañarnos.

    ¿Cómo distinguir lo que es real de lo que no lo es?

    ¿Cómo contemplar dos mundos separados?

    ¿Existe una concepción similar en nosotros?

    ¿La existencia de dos realidades distintas e incognoscibles?

    En ese caso, significaría admitir la inexistencia total de la universalidad y la unicidad.

    A la inversa, si sólo existiera el ser, todo sería inmutable y eterno.

    Todo esto contrasta con toda posible experiencia humana y viva.

    No es la descripción de lo que realmente experimentamos o de cómo es la realidad que nos rodea.

    Como quiera que lo mires, tendrías paradojas lógicas.

    Dualidad o estática.

    Ambos conceptos son negados por todo.

    No hay prueba tangible de nada, solo una solicitud de creencia en algo que no se puede experimentar y no se puede documentar.

    En cambio, convertirse es la solución.

    Es el devenir lo que hace que todo sea posible y real.

    Es el devenir que explica cómo es el mundo que nos rodea.

    No se deje engañar, señor O.

    Anímate a lo que has vivido en tu larga existencia y libérate de las cadenas que quieren atarte a algo trascendente y metafísico.

    Ser dueño de sí mismo aceptando la lógica del continuo devenir y la inexistencia de paradojas del ser.

    ––––––––

    Los dos se quedaron en silencio y miraron al Sr. O, quien no pudo responder.

    Los había escuchado, incluso con agrado, aunque había tenido ganas de intervenir un par de veces.

    No estaba totalmente de acuerdo con ninguno de ellos.

    Vaciló entre los dos pensamientos.

    Era verdad que el ser es evidente, pero también lo es el devenir.

    ¿Y quién puede decir que es él mismo si siempre cambia?

    Pero, ¿quién puede decir que el cambio cambia la esencia?

    Si realmente tuviera que elegir, habría elegido a Ariadne y el devenir.

    Así había decretado su experiencia y su vida.

    Así fue para él y para sus allegados.

    Quería hacer preguntas.

    Preguntando qué era ese lugar, dónde estaba.

    Quiénes eran y quiénes los seres sintientes.

    ¿Cuál fue el punto de todo esto.

    Pero no pudo, bloqueado completamente por lazos invisibles.

    Ni siquiera era consciente de sí mismo.

    No sentía su cuerpo ni podía entender cómo se veía.

    ¿Estaba elegantemente vestido?

    ¿Qué llevaba puesto?

    ¿Era joven o viejo?

    ¿Y cómo lo juzgaron los seres sintientes?

    Pero entonces, ¿era un juicio o más bien una manera de ponerlo frente a conceptos primordiales?

    No tenía muchas respuestas, de hecho a decir verdad solo se sentía lleno de dudas.

    ¿Qué pasaría ahora?

    ¿Desaparecerían?

    ¿Continuaría el viaje?

    Vio objetos desmaterializarse.

    Primero el reloj, luego las esferas, luego la mesa.

    Sólo quedaban los sillones en los que estaban sentados Ascanio y Ariadne, totalmente inmóviles y silenciosos.

    Que estos eran sus nombres, no lo hubiera jurado.

    Probablemente fueron simplemente dos apelativos puestos allí para impresionar mejor su memoria.

    Estrofa A: dos nombres con las mismas iniciales.

    Conceptos opuestos: una apariencia masculina y femenina.

    Parecía un juego de alegorías para jugar.

    Quizás esa era la verdadera clave de todo.

    ¿Qué podría significar el reloj sin manecillas ni números?

    ¿La vida tal vez?

    ¿Que no decidimos a voluntad ni el principio ni el final ni su duración?

    ¿O, abstrayendo aún más, el tiempo?

    ¿Y las esferas?

    ¿Qué pasa si no es el flujo de eventos?

    ¿O tal vez las personas que han estado a nuestro lado?

    ¿La mesa?

    ¿La certeza de la vida o de las realidades?

    ¿Los sillones?

    Tal vez el hecho de que los grandes pensamientos surjan al desacelerar el ritmo de las acciones humanas, tomándose el tiempo necesario para la meditación.

    ¿Y por qué los rasgos humanos de mediana edad?

    ¿Por qué no ancianos para denotar sabiduría?

    ¿O jóvenes delineando poder y belleza?

    Eran preguntas sin resolver, a las que esperaba dar respuesta tarde o temprano.

    Ansioso por esto, no hubiera querido ver los objetos desvanecerse.

    Los sillones desaparecieron de su vista, al igual que Ascanio y Arianna, imperturbables como si el señor O nunca hubiera estado presente entre ellos.

    No lo habían considerado.

    Tal vez en realidad no existió.

    Tal vez fue solo un fantasma al que se le permitió asistir a una discusión.

    Toda la Sala A desapareció tragada por el lugar atemporal de donde había venido.

    El Sr. O no tenía idea de cuánto tiempo había transcurrido, no había certeza de un flujo y reflujo, faltando por completo tanto una medida como una indicación.

    Se encontró en el mismo estado inicial, catapultado al cosmos oscilante adimensional, esperando ya merced de un evento que tal vez nunca llegaría.

    ¿Qué había aprendido?

    Él aún no lo sabía.

    Se sentía impotente, sometido a lo que no podía controlar.

    ¿Por qué todo se movía así?

    ¿Por qué él?

    ¿Qué hora?

    ¿Y por qué ese discurso sin posibilidad de réplica?

    Quizás se le estaba pidiendo una elección, aunque mental y no explícita.

    Una forma de ser.

    A cómo haría o qué pensaría.

    Él había elegido, sin ser consciente de ello todavía.

    Así pensó el Sr. O.

    ––––––––

    Amar.

    Absurdo.

    Alegoría.

    Ajenjo.

    Area.

    Ajunto.

    Aspereza.

    Agua tranquila del lago.

    Anhelando el gran abismo.

    Afilado mirador.

    Ana lava lana.

    Y cuando el Cordero abrió el séptimo sello, hubo un profundo silencio en el cielo durante media hora. Y vi a los siete ángeles de pie delante de Dios, y les dieron siete trompetas. Y entonces el primer ángel tocó la trompeta, y vino granizo y fuego mezclado con sangre.

    II

    Sala B

    ––––––––

    " El verdadero viaje de descubrimiento no consiste en encontrar nuevos territorios, sino en poseer otros ojos, ver el universo a través de los ojos de otro, de cientos de otros: de observar los cien universos que cada uno de ellos observa, que cada uno de ellos es . "

    Marcel Proust

    ––––––––

    Aún adormilado por los recuerdos y reflexiones que quedaban en él como reminiscencias de un pasado remoto y no como algo que había sucedido unos momentos antes, el Sr. O se encontró flotando en el más absoluto vacío.

    Ya no había forma ni estructura.

    Todo parecía haber desaparecido en una oscuridad eterna e indefinida.

    Sus ojos no podían distinguir nada, ni sus oídos escuchar ningún sonido.

    Intentó inhalar por la nariz, pero ni siquiera parecía haber aire.

    Se sintió mareado, pero pronto se dio cuenta de que no se estaba asfixiando.

    No era consciente de respirar, sentía vacío en sus pulmones y su diafragma inmóvil.

    A pesar de esto, todo su cuerpo se comportó normalmente.

    El corazón late tranquila y regularmente.

    El cerebro procesa los pensamientos.

    El estómago estaba

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