Me dicen Goyo: Biografía de Gregorio Manuel Peralta
Por Juan José Zurro
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Todas las facetas de la vida de Goyo Peralta con el agregado testimonial de su ex esposa Mimí Canevello, su amigos Octavio Andrada y Carlos Capella, su sobrina Liliana Peralta y los periodistas que más los conocieron: Ernesto Cherquis Vialo, Luis Garay, Mario Vitale y Héctor Tito Silva
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Me dicen Goyo - Juan José Zurro
JUAN JOSÉ ZURRO
Me dicen Goyo. Biografía de Gregorio Manuel Peralta
Zurro, Juan José
Me dicen Goyo : biografía de Gregorio Peralta / Juan José Zurro. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Autores de Argentina, 2022.
Libro digital, EPUB
Archivo Digital: descarga y online
ISBN 978-987-87-3463-7
1. Biografías. I. Título.
CDD 920.71
EDITORIAL AUTORES DE ARGENTINA
www.autoresdeargentina.com
info@autoresdeargentina.com
Tabla de Contenido
Agradecimientos
Prólogo
CAPITULO 1
Inicios
CAPITULO 2
Profesionalismo
CAPITULO 3
Conquistando EE.UU.
CAPITULO 4
A las 8 llega Goyo
CAPITULO 5
Tiene que traernos el título…
CAPITULO 6
Volvió el ídolo
CAPITULO 7
Yo soy el campeón
CAPITULO 8
Debuto dentro de poco
CAPITULO 9
La noche de los Peralta
CAPITULO 10
La noche de las cuerdas flojas
CAPITULO 11
Perón y España
CAPITULO 12
Puerta de Hierro
CAPITULO 13
La familia rumbo a España
CAPITULO 14
Exhibición frente a Muhammad Alí
CAPITULO 15
Casi a los 40, sigo volteando muñecos
CAPITULO 16
Desencanto Peronista
CAPITULO 17
Vuelta a Argentina, Rosario y final
Algunos testimonios más
Personas entrevistadas
Algunos datos
Canciones
Obras citadas
Registro de un Campeón
Dedicado al amor de mi vida, María Ximena Uriarte.
A mis hijos Lola y Ali.
A la memoria de mi viejo, Juan José.
Agradecimientos
A mi mamá, María Teresa Massola por estar siempre y luchar por el bienestar nuestro. A mi hermano Avelino, por tu hombría de bien, tus valores y tu dignidad. A mi hermano Juan Enrique por tu bondad y paciencia para conmigo, porque sos una gran persona. A Osvaldo César Guglielmino porque sos un grande de verdad. A la memoria de mis abuelos Nelo Massola y Polola Esaín que me cuidan desde el cielo. A mi Tía Perla Esaín por su gran corazón. A mis tíos Kike y Nelo por transmitirme la pasión por el boxeo y acompañarme siempre. A mi primo Martín Massola, porque sos un guerrero y también sos mi hermano. A Marcela Massolo.
A mi cuñadas Natalia Villamil y Cintia Ramirez. A mis cuñados Ignacio y Santiago Uriarte. A mis concuñadas Analía Rearte y Dana Vena. A mis sobrinos Valentino, Lisandro, Emilia, Camilo y María Paz. A mi ahijada Guadalupe Estruch.
A la memoria de Flori Estruch que siempre estará en mi corazón.
A Mimí Canevello y Liliana Peralta.
A Alex Peralta Carpena, Javi Peralta, Alejandra y Carolina Peralta.
A mis amigos, los que fueron y los que son. A Beti Alegre, a la abuela Mary y a la tía Elina Alegre.
A Eduardo Alegre, Nora Albarracín, Ramiro, Alfonsina y Javier.
A Vero, Pacha,Luli y Berni Valdez. A Germán.
A Rubén Vena, Perla Cejas, Franchu y Maya Vena.
Adolfo y Mónica Iturrieta, Gonzalo y Florencia, Graciela y Polo Rodríguez, Germán Díaz y flia, Julieta, Martín, Gabriel Díaz y flia.
A José Esaín, a Taca y Pipi.
A Stella Apestegui, por ser la mejor profesora que tuve en mi vida.
Gracias por la ayuda y colaboración de Jordan Gallicchio, Raul Cachamai Rivello, Néstor Ronchetti, Andrés Vázquez, Ernesto Cherquis Bialo, Osvaldo Principí, Ezequiel Fernandez Moore, Walter Vargas, Gonzalo Palacio, Carola Fernandez Moore, Mariana Mutti, Biblioteca Ronco de Azul, Hemeroteca Oyhanarte, Diario El Tiempo de Azul, Daniel Puga, Jose Berger, Julio Juarez, Claudia Peralta, Octavio Andrada, Luis Garay, Mario Vitale, Héctor Tito Silva.
Mariano Carrera, Miguel Angel Castellini, Gonzalo Berraondo, Alberto Coca Cola Andrada, Carlos Capella, Raúl Matera (hijo), Analía Dominguez Neira, Pedro Luis Noseda, Roberto Rodriguez, Julio Portales, Estudio Juridico Bogliolo, Juan José y José María Bogliolo, Silvia Fernando, Gustavo Moreno, Hernan Mono Alvarez, Silvio Pantaleon, Turco Chiodi, Esteban Cabe Vallina, Pedro Jubete y Julian Carabajal.
Archivo de Biblioteca Nacional, Jorge Balmaceda y Carla Acosta del Diario El Tiempo de San Juan. Diario La Capital de Rosario, Sebastian Aranda del Diario La Capital de Mar del Plata.
Guillermo García, Mercedes Williams, Graciela Am, Mariano Michelli, Eduardo Negro, Guillermo Cichelli, Matías Gonzalez y Ezequiel Martinez.
Prólogo
Por Ezequiel Fernandez Moore.
Las historias están todas ahí. Basta con abrir los ojos, preguntar y ponerse a escribir
. Escuché el consejo hace ya muchos años. A fines de los ’80, lo llevé a la práctica y escribí Díganme Ringo
, una biografía de Oscar Bonavena. Gracias a Ringo, entre otras cosas, tomé dimensión sobre la importancia, por ejemplo, de Muhammad Alí en la historia del deporte mundial y de la vida social de Estados Unidos. Y gracias a Ringo –todas mis aproximaciones previas al boxeo hasta ese momento habían sido muy críticas- descubrí
también a otros personajes que tenían historias igual de ricas que contar. Uno de ellos, claro, fue Goyo Peralta.
Juan José Zurro abrió los ojos, preguntó y nos regala este libro hermoso del sanjuanino dulce que, aún estando enfermo de paludismo, peleó igual en Perú, porque debía ocho meses de pensión y no tenía dinero ni para pagar los pañales de su hijo. Y que, con los años, llegó hasta el Madison Square Garden, peleó, entre tantos otros, contra Willie Pastrano, George Foreman y Ron Lyle, dio una exhibición con Alí en Barcelona y fue casi siempre crack (así lo define Walter Vargas) en sus 112 peleas como profesional, incluído su célebre duelo de 1965 contra Ringo que reventó la boletería del Luna Park.
Suelo escuchar muchos proyectos periodísticos que, luego, jamás se concretan. Estoy preparando un libro sobre Goyo Peralta
, me confió Zurro hace ya un año, después de una charla en la Universidad de Palermo en la que los estudiantes preguntaron mucho sobre el libro de Ringo. Goyo fue más que un proyecto. Tiene algo de extraordinario ser testigo de una obra desde su inicio. Ver que lo prometido se concreta. Y, más extraordinario aún, ser invitado a formar parte cuando la obra, encima, se llama Me dicen Goyo
, un juego con el Díganme Ringo
. Suelo sentirme algo intruso cuando incursiono en el boxeo, porque dista de ser mi especialidad y porque hay colegas generosos y notables bien cerca, que cuentan como pocos el mundo y el submundo del boxeo. Por eso, gracias infinitas Juan José por invitarme a compartir tu libro.
Zurro recorre, describe, cuenta y reflexiona sobre Goyo. Desde cómo sobrevivió de niño al terremoto de su San Juan natal, trepado a un árbol, hasta aquella pelea con paludismo y, luego, todo el recorrido posterior, con muchas más luces que sombras, pero, fuera del ring, siempre obligado a rearmar economías que jamás se consolidaban, y pese a que Peralta mantuvo calidad y vigencia hasta casi los 40 años. Pese también a enfermedades que obligaron a parates largos. A algunos típicos despojos Made in USA
, a la derrota contra Ringo que le derrumbó la moral, a su distanciamiento final de Tito Lectoure. El Luna Park ya lo había vuelto a ovacionar en su vuelta, dos años después, pero Goyo también terminó peleado con Bonavena, con un cruce violento en un programa de TV, pese a que Ringo le había dado una revancha para que se ganara unos mangos.
Goyo sobrevivió, y hasta dio clase de boxeo, en la derrota contra un Foreman quince años más joven. Y sobrevivió inclusive al inesperado desprecio final de Juan Domingo Perón, al que consideraba casi un padre, al que saludaba con su bata de Argentino y Peronista
y al que había tratado en íntimas reuniones familiares. Se rehízo tantas veces que, ya cerca de los cuarenta años, siguió humillando rivales en España y Alemania. Zurro nos comparte su admiración por Peralta (adiós guerrero
, lo despide a la hora de la muerte). Pero es fiel a la historia, con sus altas y sus bajas. Dándole razón a aquello que alguna vez escribió la fabulosa escritora estadounidense Joyce Carol Oates sobre si el boxeo es una metáfora de la vida. O, acaso, si, como podría sugerirnos Goyo Peralta, es la vida misma la que es una metáfora del boxeo.
Ezequiel Fernández Moores
CAPITULO 1
Inicios
El pequeño Goyo de 8 años miraba desde enfrente de la Iglesia como los novios saludaban. De repente, la tierra se abrió. Era la señal de que comenzaba, en San Juan, el peor terremoto de la historia argentina. Su instinto de supervivencia lo llevó a trepar un árbol. Agazapado entre las ramas pudo salvar su vida.
Intentó como pudo volver a su humilde casa. El paisaje era desolador. Los Peralta perdieron casi todo. El terremoto del 15 enero de 1944 dejó como saldo 10.000 muertos y un enorme porcentaje de viviendas destruidas. La vida del pequeño Goyo cambió para siempre…
Gregorio Manuel Peralta nació el 8 de mayo de 1935 en Villa Concepción, un pueblito situado al sudeste de la capital de San Juan, aunque se crío en Trinidad. En el callejón sin salida de nombre Alaniz estaba el hogar humilde de los Peralta. Su padre Pastor Peralta, riojano, se desempeñaba como policía y su madre, Manuela Miranda, era ama de casa. Los Peralta llegaron a ser 16 hermanos, Goyo era el octavo.
Una frase de su padre marcó el destino deportivo de los hermanos: "A mi el fútbol no me gusta y creo que el boxeo es el único deporte de hombres. En el fútbol hay mala intención".
La frase hizo mella en los niños, tal es así que comenzaron a practicar boxeo entre ellos. Las peleas en el fondo de la casa eran asiduas e incluso Teodora y Dolores, la hermanas mayores de Goyo, boxeaban con ellos. En esa época el juego habitual entre los niños era la rayuela, pero para los Peralta fue el boxeo. Se enguantaban las manos y se trenzaban. A los 8 años, por primera vez, Goyo Peralta se calzó los guantes para boxear con su hermana Teodora. Papá Pastor asistía, entusiasmado, cada vez que Goyo demostraba su agilidad con elegantes y ágiles desplazamientos de piernas y movimientos de brazos y puños. Las instrucciones boxísticas de su papá y de sus hermanos mayores repercutieron en el pequeño Goyo que se mostraba cada vez más apasionado por aprender los conceptos básicos del boxeo.
Pero el terremoto del 15 de enero de 1944 hundió más a los Peralta en la miseria. Los hermanos tuvieron que salir a trabajar: Goyo fue lustrador de zapatos, canillita, mandadero de almacén, vendedor de frutas y barnizador de sillas. Desde el Gobierno Nacional, mediante la gestión de Juan Domingo Perón que se desempeñaba como subsecretario en el Ministerio de Guerra, enviaron mantas y carpas para la población. Seguidamente, el futuro presidente por intermedio de la Secretaria de Trabajo y Previsión, trató de movilizar a mucha gente con el fin de que colaboraran con los sanjuaninos. Distintos artistas de cine, teatro y radio fueron convocados para realizar una colecta por las calles. Eva Duarte se unió a este grupo y participó activamente. El final de la colecta en el Luna Park hizo propicio el encuentro entre Perón y Evita y así, en el medio del desastre y con sentimiento de solidaridad, nació una pareja vital en el desarrollo de la política argentina venidera.
Para Goyo Peralta, un niño castigado por la misera, la llegada de Evita a San Juan con juguetes, frazadas y colchones significó una felicidad absoluta. Pero, además, fue un gesto que marcó la formación de un espíritu solidario y una militancia política, leal, arriesgada y