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Sherlock Holmes descubre los secretos de la riqueza
Sherlock Holmes descubre los secretos de la riqueza
Sherlock Holmes descubre los secretos de la riqueza
Libro electrónico90 páginas58 minutos

Sherlock Holmes descubre los secretos de la riqueza

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Después del magistral regreso de Sherlock Holmes y finalizados los casos de los asesinatos de Ronald Adair y Raschy Cooper, así como la confirmación de la desaparición del heredero de Alsacia, el famoso detective recibe un extraño regalo de una editorial: la novela de Frankenstein, la cual lee ávidamente en apenas dos noches, pero la misma tiene un mensaje oculto que puede dar lugar a una nueva investigación.

Un valioso libro, Los secretos de la riqueza, del cual solo existe un ejemplar, fue hurtado de la caja fuerte, en la oficina del editor, y persiste el peligro que este sea plagiado y vendido como un best seller internacional, en Europa y América, mientras que la editorial no tiene maneras de probar que es la dueña de los derechos de propiedad intelectual.

Contenido:

Primera parte, Sherlock Holmes se obsesiona con Frankenstein
Segunda parte, el hurto de un valioso y único libro
Tercera parte, los secretos de la riqueza

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento12 sept 2022
ISBN9781005683450
Sherlock Holmes descubre los secretos de la riqueza
Autor

Rolando José Olivo

RolandoJOlivo@gmail.com Instagram: @rolandojolivo Systems Engineer with 3 postgraduate degrees: Master's Degree in Applied Economics, Diploma in General Management and Specialization in Management of Social Programs (Summa Cum Laude). Work experience in companies in the oil sector, occupying these positions: Planning and Logistics Manager, Project Coordinator, Financial Advisor and Consultant. Consultant in the economic and financial area. Writer of books on economics, management, self-help, novels and Christianity, among others.

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    Sherlock Holmes descubre los secretos de la riqueza - Rolando José Olivo

    Primera parte,

    Sherlock Holmes se obsesiona con Frankenstein

    Esta historia transcurrió durante la última semana de junio de 1894. ¡Qué época tan inoportuna para dedicarnos a este tipo de trabajo! Voy a seguir con las explicaciones… Buenos días. Soy el Dr. Watson, médico, investigador, asistente, biógrafo y escritor de las aventuras del sensacional Sherlock Holmes. Sigo con mis problemas de memoria, derivados de una extraña enfermedad incurable, diagnosticada únicamente por mi amigo detective. Aunque la misma, no me ha impedido dedicarme a mis arduas labores e incluso tengo demasiados asuntos que me preocupan intensamente. Aunado a esto, sigo profundamente afectado y sorprendido, no sé cómo expresar esto de manera precisa, pero espero que me entiendan. Hace dos meses, Sherlock Holmes volvió del más allá, no obstante, él nunca estuvo muerto y engañó a casi todo el mundo, incluyéndole a mí y a varios oficiales de Scotland Yard. Insisto, la sensación de volver a tener algo prácticamente irrecuperable es indescriptible para la mente humana. Mis pensamientos son muy confusos. Por una parte, he estado sumamente alegre y optimista, gran parte de mis inmensas preocupaciones desaparecieron, y recobré los ánimos y las fuerzas para seguir viviendo. Y por otro lado, en el fondo de mi mente, sentía cierta decepción y amargura. ¿Cómo es posible que mi amigo detective me haya traicionado y hecho sufrir de esa manera? Y no fue por pocos días ni meses. ¡Este luto duró tres años! Mientras que su hermano, Mycroft y otros agentes de la oficina del servicio secreto, incluyendo a la Sra. Watson, sí conocían la verdad. Una y otra vez, me sentía como un tonto útil o un peón de complicados juegos políticos. Por supuesto, el audaz Sherlock Holmes me explicó la situación sobre su seguridad personal, pero no quedé convencido, y al igual que en otras ocasiones, percibía que la relación entre el psiquiatra o médico y el paciente se había invertido, y yo era una víctima de las magistrales maquinaciones e insólitos planes de Sherlock Holmes, siendo una especie de convaleciente que él manejaba a su voluntad.

    Volviendo con la reflexión inicial: ¿por qué esos días eran tan inadecuados para abordar una nueva investigación? Esto se debía a que, además de mi delicado estado emocional, afectado por mi enfermedad neurológica y las locuras de mi amigo detective, recientemente habíamos trabajado en dos asesinatos, además de conocer otro lamentable fallecimiento, el del honorable Ronald Adair, explicado en La aventura de la casa deshabitada. En ese sentido, el jefe de partido liberal, el parlamentario Raschy Cooper fue liquidado durante la noche del 23 de mayo. Afortunadamente, el genial detective resolvió ese caso en pocas horas. Y presenciamos la extraña muerte de Godfrey Norton, el poderoso testaferro de la organización y dueño de Alsacia, un suicido acaecido el 11 de junio, que dentro de la mente conspiradora de mi amigo detective fue clasificado como asesinato y crimen sin resolver.

    Por supuesto, pese a mis limitaciones, sigo escribiendo las historias de este gran detective y los dos últimos casos, los estoy recopilando en una extensa novela titulada: El gran secreto de Sherlock Holmes y su lucha contra la organización. Y como es de esperarse es mi responsabilidad contar los sucesos de esta última semana de junio.

    Además de todas estas preocupaciones, que me robaban el sueño, persistía otro elemento adicional. ¡La mujer! Obviamente, en la extraña muerte de Godfrey Norton, de alguna manera, su entonces esposa, Irene Adler, quien se escapó la noche antes de ese supuesto suicidio, estuvo involucrada. En ese momento, mi principal angustia era que Sherlock Holmes, tal vez la más potente máquina pensante de todos los tiempos, había involucionado. Ya no la llamaba la mujer, más bien la admiraba y deseaba estar cerca de su adversaria, a quien incluso persiguió infructuosamente en Escandinavia, mientras estuvo oficialmente desaparecido. Primero, le dio el apodo de condesa del crimen, luego reconoció que ella es la dama de oro, digna de ocupar el cargo de cualquier reina europea. No obstante, la última vez que Irene Adler se fugó, le dejó una carta a Sherlock Holmes, en la habitación del hotel que compartía con su esposo, exigiendo que no molestaran a sus amigos mafiosos y amenazando con divulgar su secreto.

    Desde ese momento, he notado a mi amigo Sherlock Holmes, sumamente nervioso y obsesionado en encontrar a Irene Adler, lo antes posible. Su pasión era tan grande, que cada vez que el célebre detective leía noticias criminales de los diarios europeos, no dudaba en relacionarla con esos casos y muchas veces, él me ha pedido acompañarlo para ir a buscarla al continente. También me ha confesado que así como el fallecido profesor James Moriarty tenía poderes mentales extraordinarios, iguales a los suyos, él concluyó que la dama de oro posee una chispa, la cual no es despreciable, de esas increíbles facultades psíquicas y mentales.

    Resumiendo, estoy afectado por un problema neurológico, el cual no

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