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Historias de Sherlock Holmes e Irene Adler
Historias de Sherlock Holmes e Irene Adler
Historias de Sherlock Holmes e Irene Adler
Libro electrónico394 páginas4 horas

Historias de Sherlock Holmes e Irene Adler

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Dr. Watson confiesa lo siguiente:

“Habiendo fracasado en mi objetivo de acabar con Irene Adler, ya que no hay maneras de capturarla ni hacer que Sherlock Holmes desista de su obsesión con ella, decidí recopilar las aventuras más importantes en las que ellos participaron, esperando que algún día haya justicia e Irene Adler pague por sus crímenes, o ella o alguno de sus herederos (si es que existen), al menos devuelva gran parte de esa inmensa fortuna, adquirida ilegalmente.

Estas son las historias que estoy presentando: El asalto a la joyería Phenix, Sherlock Holmes descubre los secretos de la riqueza, El hermano ilegítimo del conde de Ducadia, La extraña muerte de Irene Adler al chantajear a Sherlock Holmes, La aventura del hurto de la Corona de San Eduardo, El juicio a Sherlock Holmes y El matrimonio secreto de Sherlock Holmes e Irene Adler y otros tres casos.”

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento14 nov 2023
ISBN9798215921524
Historias de Sherlock Holmes e Irene Adler
Autor

Rolando José Olivo

RolandoJOlivo@gmail.com Instagram: @rolandojolivo Systems Engineer with 3 postgraduate degrees: Master's Degree in Applied Economics, Diploma in General Management and Specialization in Management of Social Programs (Summa Cum Laude). Work experience in companies in the oil sector, occupying these positions: Planning and Logistics Manager, Project Coordinator, Financial Advisor and Consultant. Consultant in the economic and financial area. Writer of books on economics, management, self-help, novels and Christianity, among others.

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    Historias de Sherlock Holmes e Irene Adler - Rolando José Olivo

    Estimados lectores.

    Buenos días. Soy el Dr. Watson. Es conveniente que les aclare algunos aspectos que he mencionado en ciertos ensayos, aunque a la fecha no los he publicado todos, y tampoco puedo recordar exactamente lo qué escribí en cada historia, ya que sufro de una extraña enfermedad mental que afecta mi memoria, la cual mantengo en secreto, porque mi licencia médica sería suspendida y tal vez mi amigo Sherlock Holmes, al no poder disfrutar de mis atenciones, sería encerrado en una institución psiquiátrica.

    Lamentablemente, Sherlock Holmes es un paciente especial que está bajo mi cuidado, por órdenes de la Reina. Él sufre de varios traumas emocionales, provenientes de su niñez y adolescencia, se aísla de las personas, y busca refugio en sus vicios, bebiendo, comiendo y fumando, y en su ingrata profesión, estando obsesionado con restablecer la justicia, ayudar a las víctimas y castigar a los peores criminales. Esto último es muy positivo ya que él ha conseguido un sentido a su vida y se ha vuelto un ciudadano ejemplar, al servicio de la sociedad.

    No obstante, sus relaciones con las mujeres son complejas. Por una parte, las trata muy bien y se comporta como un verdadero caballero, y por la otra, sé que odia a su madre (antes no sabía por qué) y desprecia a las mujeres, pero, descubrí su gran secreto familiar y no puedo revelarlo por el momento, aunque las pistas se encuentran en mi texto apócrifo El gran secreto de Sherlock Holmes y su lucha contra la organización. En fin, estos traumas y rasgos de su personalidad explican por qué él no puede amar a ninguna mujer y ha decidido no casarse.

    Aunque reconozco que me equivoqué. Cuando el joven Sherlock Holmes fue derrotado por Irene Adler, en marzo de 1888, en Un escándalo en Bohemia, pensé que él había decidido no burlarse de las mujeres y tratarlas con más respeto, pero, en aquel entonces, no comprendía que esa era una extraña relación de amor y odio entre ambos. ¡Más amor que odio! ¡Los sentimientos son mutuos!

    Sin embargo, Irene Adler, quien odia a la nobleza europea y conoce sus secretos íntimos, es una extorsionadora que ha humillado a muchos nobles del continente y de mi patria, y ha sido considerada como la mejor ladrona de Europa. Tal vez es una de las mujeres más ricas del mundo. La han llamado la condesa del crimen y la viuda negra (posiblemente, ella es responsable de la extraña muerte de su esposo Godfrey Norton, un suicidio que es considerado asesinato por parte de Sherlock Holmes, los detalles están en El gran secreto de Sherlock Holmes y su lucha contra la organización). Pero, lo digo con rabia y frustración, Sherlock, quien a veces es su cómplice, la llama la dama de oro, poniéndola en un pedestal y considerándola como una reina europea.

    Esa maldita mujer ha sido una pesadilla para nosotros. Muchas veces Sherlock Holmes ha involucionado y ha caído en peores estados emocionales por culpa de ella. El problema es que Irene Adler (el verdadero apellido es Adair) es tan hábil como Sherlock, siempre está un paso por delante de él y sabe que ejerce sus encantos sobre él. Por eso, muchas veces la he querido muerta. Mycroft Holmes y Mary Morstan, en algunas ocasiones, también han compartido mis preocupaciones.

    Habiendo fracasado en mi objetivo de acabar con Irene Adler, ya que no hay maneras de capturarla ni hacer que Sherlock Holmes desista de su obsesión con ella, decidí recopilar las aventuras más importantes en las que ellos participaron, esperando que algún día haya justicia e Irene Adler pague por sus crímenes, o ella o alguno de sus herederos (si es que existen), al menos devuelva gran parte de esa inmensa fortuna, adquirida ilegalmente.

    Estas son las historias que estoy presentando: El asalto a la joyería Phenix, Sherlock Holmes descubre los secretos de la riqueza, El hermano ilegítimo del conde de Ducadia, La extraña muerte de Irene Adler al chantajear a Sherlock Holmes, La aventura del hurto de la Corona de San Eduardo, El juicio a Sherlock Holmes y El matrimonio secreto de Sherlock Holmes e Irene Adler y otros tres casos.

    Finalmente, pueden decirme que soy un ingrato. Supuestamente, Irene Adler le salvó el pellejo a Sherlock Holmes (casi declarado culpable del supuesto asesinato del profesor James Moriarty), pero, se darán cuenta de mis dudas… ¿Acaso ella estuvo ahí? Y si me preguntan si al final Sherlock se casó o no con ella, o si ese matrimonio clandestino es válido, prefiero dejar que el tiempo me dé más evidencias…

    Dr. John H. Watson.

    Londres, 01 de enero de 1908.

    Primera década del siglo XX.

    2. El asalto a la joyería Phenix

    Oficialmente, no escribí esta historia de manera separada, más bien la misma es parte de El gran secreto de Sherlock Holmes y su lucha contra la organización. Permítanme decirles que fui un imbécil, pensando que podía capturar a Irene Adler. Después de la muerte de Sherlock Holmes descubrí, de una manera traumática, que mi esposa, Mary Morstan, quien fue a Suiza después de ese horrible acontecimiento, es agente de la oficina del servicio secreto. En mi presencia, ella negoció con el coronel James Moriarty, y a cambio de su libertad nos dijo donde se encontraba Irene Adler.

    Participé en esa operación de captura, pero ella ya sospechaba de nosotros. ¡Ah! Y antes de que se me olvide ¿Quiénes son los Swindhit? Ellos son un grupo criminal poderoso, la mano derecha de la organización y los esbirros del fallecido profesor Moriarty. Algunos de ellos son familia de Mary Morstan. Ella, trabajando de manera infiltrada, fue quien acabó con esa banda, lo cual está narrado en El gran secreto de Sherlock Holmes y su lucha contra la organización.

    Ahora sí voy con el relato…

    En aquella mañana del día 25 de mayo de 1891, apurado y sin prestarle atención al radiante amanecer y majestuoso paisaje que contemplé maravillado por varios días, volví a ver la hora en mi reloj, y la anoté en la agenda: 7:00 de la mañana. ¡Qué tiempo tan exacto! ¡Sherlock Holmes lo hubiera asociado con los siete días de la semana! En pocos minutos, la Sra. Watson se despertó, se vistió y terminó de empacar sus cosas. No obstante, era obvio que nuestros caminos se iban a separar. No sabía hacia dónde se dirigía ella ni me lo iba decir, mientras que yo tenía que regresar a Londres para intentar rehacer mi vida sin la compañía de Sherlock Holmes.

    Pese a mi extraña enfermedad mental, ese fue uno de los instantes que no olvido. Puede ser por el antes y el después. Recuerdo que anteriormente reflexioné sobre la difícil conversación con la Sra. Watson, de la noche previa, y en cuanto a lo que sigue, voy a contarlo.

    ¡Por cierto! No olviden que soy el Dr. Watson, y a pesar de mis limitaciones neurológicas, sigo capacitado para narrar esta interesante historia.

    Ahora bien, en aquella mañana, la Sra. Watson estaba casi lista para abandonar el hotel y yo preparaba el desayuno. Inesperadamente, el Sr. Emnhil Graham, con la educación que lo caracterizaba, le dio dos golpes suaves a la puerta, y cuando la abrí, él nos saludó cordialmente. Lo noté un tanto nervioso, con una pequeña caja en la mano derecha, y antes que le preguntara por el motivo de su visita, él se me adelantó y expresó:

    -Hay un individuo en la recepción que quiere hablar con el Sr. o la Sra. Watson.

    Mi esposa expuso:

    -¡Ya nos vamos!

    -¡No podemos recibir más visitas!

    -¿Por qué no le dijo que se fuera?

    -¡Esas eran mis instrucciones!

    -¡No más visitas en esta última semana de estadía!

    El portero replicó:

    -Es un coronel del ejército británico.

    -Me dio esta caja de zapatos…

    Rápidamente y de manera instintiva, la Sra. Watson procedió a quitarle la caja al Sr. Emnhil Graham, quien no tuvo tiempo de reaccionar frente a este gesto de mala educación. Ella tiró la tapa de la caja al piso, y vimos con asombro su contenido… ¡Un zapato con un diamante amarrado en una trenza! ¡Indudablemente ese calzado era de Sherlock Holmes! Casi todos sus zapatos son iguales…

    No disimulé mi sonrisa y sentí una inmensa satisfacción, ya que como lo expliqué, anteriormente había deducido que el detective amarraría esa joya a uno de sus calzados. Aunque nunca imaginé que el zapato con el diamante aparecería de esa forma. Pensé: Sherlock Holmes… ¿Por qué hiciste esto? Me hubiera gustado tenerlo delante de mí y lanzarle unos golpes a ese insolente e inoportuno…

    La Sra. Watson estaba muda y no podía creer lo que sus ojos le revelaban. Daba la impresión que ella se iba a desmayar o sufriría de un ataque de pánico. No estaba en sus cabales ni preparada emocionalmente para enfrentar esta situación.

    Le pregunté al portero:

    -¿Cómo se llama el militar?

    Emnhil Graham contestó:

    -Es el coronel James Moriarty, hermano del profesor que falleció con Sherlock Holmes.

    Sin esperar la respuesta de la asombrada Sra. Watson le dije al cordial portero:

    -¡Disculpe la mala educación de la Sra. Watson!

    -Ella está angustiada por otros problemas más graves…

    -Sr. Emnhil Graham, por favor, permita que el caballero Moriarty venga a nuestra habitación.

    -¡No nos vamos hoy!

    -Le avisaré sobre nuestra nueva fecha de partida al final de esta reunión.

    -Y creo que debemos reservarle una habitación, a nuestro distinguido invitado, el coronel James Moriarty.

    -Le confirmo después de esta reunión...

    Un tanto extrañado, el portero preguntó:

    -Dr. John Watson, ¿Ud. lo conoce?

    Contesté de manera antagónica:

    -¡Sí!

    -Y no…

    -Leí uno de sus telegramas y le debo un gran favor. Considéreme como el buen samaritano, quien paga los gastos de una persona que ha sufrido mucho.

    Mientras el portero se retiraba y la Sra. Watson permanecía sentada en la pequeña mesa que utilizábamos para desayunar, examinando el precioso diamante, y esperando la visita de este enigmático personaje, yo seguía reflexionando, y considerando la posibilidad que los dos archirrivales, Sherlock Holmes y James Moriarty, siguieran con vida.

    Previamente, señalé que cada día se iba engranando otra pieza del rompecabezas, pero esta vez quedé perplejo y desconcertado. Era como si este juego, armado en un 60%, hubiera caído al suelo, y luego de reconstruirlo en un 30%, sorprendentemente de la nada aparecieron otras piezas desconocidas y no contaba con ideas de cómo ensamblarlas. Por supuesto, ¡todo esto era culpa de Sherlock Holmes! Y como acertadamente piensa la Sra. Watson: ¡Vivo o muerto, Sherlock Holmes causa demasiados problemas!

    De antemano, yo sospechaba por qué venía el hermano del difunto profesor Moriarty. No era cuestión de reclamar únicamente por esa muerte, lo cual era una táctica para distraer y luego plantear otras demandas, más bien, la entrega del diamante, planificada por Sherlock Holmes, era parte de una estrategia para que el criminal negociara con el gobierno británico.

    Sin embargo, el coronel James Moriarty era el nuevo emisario y embajador de estas poderosas bandas criminales y su visita no auguraba buenas noticias… Incluso, por los gestos de Emnhil Graham, él estaba dispuesto a llamar a los jefes policiales, pero no había pruebas para detener al rudo militar.

    Ciertamente, la Sra. Watson estaba visiblemente molesta porque di permiso para que el mafioso y mano izquierda del fallecido profesor Moriarty se reuniera con nosotros. Ella quería esconderse debajo de una de las camas o en el balcón, pero yo la detuve, y le dije que esta reunión entraba dentro de los parámetros de los insólitos planes de Sherlock Holmes, quien debió enviarle esa caja a uno de los Moriarty, días antes de morir.

    La Sra. Watson reflejaba una cara de susto y yo no disimulaba mis preocupaciones. Aunque era indispensable hablar con el coronel Moriarty e intentar resolver y engranar parte del complejo rompecabezas, que tal vez Sherlock Holmes dedujo antes de visitar los majestuosos páramos suizos. No me quedaba duda que Sherlock Holmes, de manera cínica, planificó hasta el último detalle, incluyendo este encuentro.

    Además, recordé que Sherlock Holmes, antes de venir a Suiza me habló sobre el siniestro profesor James Moriarty. Lo describió como el Napoleón del crimen y la mente maestra que dirige la delincuencia en la sombra, ocupándose de varios negocios ilegales como: falsificaciones, robos y asesinatos. Dio a entender que su poder va más allá de los Swindhit y que podría ser el jefe máximo de la organización. Antes que me pregunten: ¿Qué es la organización? No es fácil responder esto. Aunque es común que las bandas criminales compitan y luchen por sus territorios, las que están establecidas hacen pactos con otras y forman alianzas, siendo células distintas que aparentan ser una sola organización. O sea que el jefe de facto de los principales jefes criminales, en Gran Bretaña y Europa, fue el fallecido James Moriarty. Además estos grupos también intervienen en otras actividades lucrativas: lavado de dinero, contrabando, tráfico de licores y estupefacientes, prostitución, secuestros y venta ilegal de órganos. Si Sherlock Holmes tenía razón, entonces, los Swindhit le rendían cuentas al desaparecido profesor James Moriarty. Y otros como Irene Adler y Godfrey Norton se integraron a la organización, buscando su protección y oportunidades de hacer nuevos negocios.

    Todavía seguía pensando. En escasos minutos, nosotros vimos al coronel James Moriarty, un hombre alto, flaco, bien vestido, con sus lentes y una elegante chaqueta azul, conocido por dirigir la estación de ferrocarriles, al oeste de Inglaterra, por más de quince años. No obstante, recuerdo que en más de una ocasión, Sherlock Holmes me advirtió que los trenes eran utilizados para llevar mercancías ilegales. Él inició la conversación:

    -Sr. y Sra. Watson, ¡esta no será una reunión agradable ni una visita de cortesía!

    -¡Qué impotencia!

    -¡Qué rabia y dolor siento!

    -¡Estoy muy disgustado por la muerte de mi honorable hermano!

    -¡Sherlock Holmes es un calumniador que engañó a mi distinguido hermano, que en paz descanse!

    -¡Lo difamó ante los jefes policiales!

    -¡Y después le tendió una trampa!

    -Sherlock Holmes lo esperó para asesinarlo...

    -¡Hubiera preferido que el detective siguiera con vida para enjuiciarlo! Pero… ¡Conozco muy bien a los policías!

    -¡Jamás acusarán a Sherlock Holmes!

    -¡Prefieren manchar la memoria de mi estimado hermano, que en paz descanse!

    -¡Sherlock Holmes era un psicópata asesino!

    -¡Y Uds. lo tratan como un héroe!

    -¿Sabían que mi ilustre hermano es miembro honorario de la Real Academia de las Artes y era candidato para ser nombrado caballero por Su Majestad?

    -Pero… ¡Uds. insisten en considerarlo como un delincuente!

    -¡Mis abogados están evaluando demandar a las autoridades en los tribunales europeos!

    -¡Haré hasta lo imposible para que se restituya el honor de mi querido hermano muerto!

    -¡Casi un santo!

    A pesar que el coronel James Moriarty, un criminal hipócrita que intentaba salvar el honor de su familia, se encontraba disgustado porque Sherlock Holmes descubrió a su hermano y luego fue copartícipe de su fallecimiento, interrumpí la conversación con delicadeza y profunda educación, haciéndole señas a la Sra. Watson para que no le contestara. Valientemente, tomé la palabra:

    -Estimado coronel James Moriarty…

    -Leí su telegrama anterior.

    -¡Entiendo su posición!

    -De parte de Su Majestad y el gobierno británico le damos el sentido pésame. Lamentamos su profunda pérdida y se agradecen los servicios prestados por la familia Moriarty a la Corona y a Gran Bretaña.

    -Por favor, ¡cálmese!

    -Vamos a hablar con franqueza…

    Mientras el militar se sorprendía por estas palabras conciliadoras, decidí enviarle un duro e inesperado golpe, tal como me lo enseñó Sherlock Holmes, ya que una vez que el otro captura nuestra atención y baja sus defensas, podemos contraatacar. Viéndolo fijamente a la cara le dije:

    -Es cierto que el chismoso de Sherlock Holmes ha presentado acusaciones contra su hermano, sin mostrar pruebas, y se lo ha dicho a varias personas, incluyéndome a mí y a algunos jefes policiales.

    -También escribió sus imputaciones en algunas cartas.

    -¡Comprendo su posición de argumentar que hay difamación!

    -Pero… Tanto Scotland Yard como la oficina del servicio secreto han confirmado varias de las denuncias de Sherlock Holmes y poseen pruebas de algunas actividades ilegales de James Moriarty y sus socios.

    -¡Efectivamente o elemental!

    -El profesor Moriarty era el jefe de la organización…

    -Si Ud. lo desea…

    -¡Puede ir a Scotland Yard o al servicio secreto a constatar las evidencias!

    -Nosotros lo acompañaremos…

    -Además, ¿dónde consiguió el zapato de Sherlock Holmes y el diamante de la criminal Irene Adler?

    El coronel James Moriarty se quedó pensando por varios segundos, que parecían eternos. Obviamente, él sabía que su hermano estaba descubierto, sus esfuerzos de intimidación no iban a funcionar y debía tomar decisiones difíciles para evitar su eventual captura. De la misma manera, este militar, un hábil negociador, que acompañaba a su hermano cuando él compraba inmuebles y terrenos, había considerado este escenario, y hábilmente expresó:

    -Sr. y Sra. Watson, ¡sé hasta dónde quieren llegar!

    -Pero… ¡No vine únicamente a discutir!

    -Como gesto de buena fe, traje el calzado y el diamante que Sherlock le envió a mi hermano, con esta carta, la cual leo: Profesor James Moriarty, conozco sus técnicas criminales y que Ud. me viene siguiendo, he sufrido tres atentados de su parte, como respuesta aquí tiene un zapato mío y el diamante de Irene Adler, venga por mí, y le entregaré el segundo diamante, a cambio de su rendición incondicional. Sherlock Holmes, el mejor detective del mundo.

    -¡Ahora entienden!

    -¡Sherlock Holmes le tendió una trampa a mi hermano!

    Inmediatamente, la Sra. Watson decidió que era el momento oportuno para intervenir y comenzó a hablar:

    -Coronel James Moriarty…

    -¿Irene Adler poseía dos diamantes parecidos?

    -¿De dónde vienen?

    El militar replicó:

    -¡Sí!

    -Son dos joyas exóticas, provenientes del sur de África…

    -Son propiedad de la Corona española.

    -Mi hermano era un coleccionista y quería devolverlas a los reyes de España.

    -También quería entregar a Irene Adler.

    -Pero… ¡Como siempre! ¡El desgraciado Sherlock Holmes frustró sus planes!

    En parte, el coronel James Moriarty había logrado sus objetivos porque estaba tratando de reivindicar el nombre de su hermano o que su mala imagen pasara al olvido, y protegerse de futuras investigaciones. Por supuesto, era obvio que él podría entregar a otros miembros de la organización, si lo dejaban trabajar en paz.

    Más calmada, y viendo fijamente al militar, la Sra. Watson continuó con la conversación:

    -Coronel James Moriarty…

    -¿Qué es lo que Ud. quiere?

    -¿Trajo una propuesta?

    Los ojos del coronel James Moriarty se alumbraron y su mirada cambió de dirección, empezó a ver el techo y después a nosotros. Antes nos estaba esquivando visualmente, y en pocos segundos, él expresó:

    -¿Uds. quieren a Irene Adler?

    -¡Sé donde está!

    -¡Con este diamante pueden apresarla!

    La Sra. Watson volvió a hablar:

    -¿Y qué quiere Ud. a cambio?

    El coronel James Moriarty respondió:

    -¡Qué cesen las investigaciones contra mi familia!

    -Un reconocimiento póstumo de Su Majestad a la memoria de mi hermano.

    -Y…

    -¡Qué pueda seguir con mis negocios de ventas de licores y otras mercancías!

    Casi instantáneamente, la Sra. Watson, que conocía la posición del servicio secreto y los márgenes que contaba para negociar, contestó:

    -Podemos dejar que James Moriarty descanse en paz. ¡Protegeremos su honor! Cualquier documento con pruebas en su contra será archivado y clasificado como confidencial.

    -La segunda solicitud queda negada.

    -¡No podemos interferir en las decisiones de la Reina!

    -Y la única manera que Ud. siga libre con sus negocios es que se mude a un país oriental.

    -¡Allá puede distribuir todo el opio que quiera!

    -Y nosotros no lo sabremos ni no nos interesará saberlo…

    -¡Debe abandonar Gran Bretaña y el continente europeo!

    -¡Estas son las condiciones!

    -¿Las acepta o rechaza?

    A mí me daba pena y no me parecía ético que se le estuvieran dando oportunidades a un delincuente para que siguiera perjudicando a la humanidad. Sin embargo, el mundo se manejaba de una manera perversa, cruel, despiadada e inhumana. Todo era cuestión de intereses. Por una parte, al servicio secreto no le interesaba seguir investigando al fallecido James Moriarty ni dar detalles de sus actividades criminales. Tampoco le importaba que un país lejano, fuera de la comunidad europea y del dominio británico, quedara inundado de droga, en fin, eso era asunto de aquellas autoridades. Y por la otra, el militar quería restaurar el nombre de su hermano y seguir dedicándose a sus negocios ilícitos.

    El coronel James Moriarty aceptó este trato y reveló la ubicación de Irene Adler:

    -Apartamento 221A, Baker Street, Londres.

    Inmediatamente, exclamé:

    -¡No puede ser!

    -¡Ella estuvo espiando a Sherlock Holmes!

    -Pero, ¡él nunca la vio!

    El coronel James Moriarty aclaró:

    -Se acaba de mudar…

    -¡Deben apurarse!

    -Ella abandonará esa residencia en algunas semanas. Ha interrogado a colaboradores de los Swindhit. Está buscando ambos diamantes en Londres y no me sorprende que haya entrado en el apartamento vacío de Sherlock Holmes, evadiendo la protección policial.

    De repente, me acordé de las famosas palabras de un autor contemporáneo. En ese sentido, si se quiere esconder algo muy bien, hay dos opciones: o se coloca en un lugar lejano e inalcanzable, o en un sitio cercano y tan obvio que no despertará sospechas. Ciertamente, el segundo caso correspondía a la estrategia de Irene Adler. ¡Nadie se imaginaría que ella era la nueva vecina del apartamento que era de Sherlock Holmes!

    El coronel James Moriarty no era una persona confiable, pero el origen de esta negociación y la probable captura de Irene Adler se debían nuevamente a la proactividad de Sherlock Holmes, quien seguía dictando el curso de los acontecimientos. Aunque había un gran problema: yo era la persona ideal para ir al apartamento del detective, sin despertar sospechas. Obviamente, la oficina del servicio secreto seguiría requiriendo mi apoyo para apresar a esta criminal, conforme a la voluntad de Sherlock Holmes, y en defensa de los intereses del gobierno de Gran Bretaña.

    Me sentí halagado porque iba a participar en una gran misión: el arresto de Irene Adler. En esa ocasión, la Sra. Watson no debía exponerse ni regresar a Londres, pero ella era una de las pocas personas que podía identificarla. Pensé: ¡Elemental! ¿Por qué no deduje esto antes?

    Concluida la reunión, el coronel James Moriarty se despidió y abandonó el hotel, dirigiéndose a Londres.

    Ese mismo día, antes de dormir, recordé que la Sra. Watson me contó que hubo intentos de quemar nuestra casa y el apartamento de Sherlock Holmes. En principio, al igual que mi esposa, creía que estos hechos eran una venganza de los Swindhit, quienes habían descubierto la identidad de la Sra. Watson. Pero… ¡Esa no era la realidad! Si Sherlock Holmes hubiera estado con nosotros lo habría deducido antes… Los malhechores no querían quemar esas viviendas… Más bien, estos fueron actos para distraer a los agentes de la ley el orden, mientras que Irene Adler o sus cómplices las registraban y buscaban los diamantes. Después de estas reflexiones le dije a mi querida y enigmática mujer que su identidad estaba a salvo, aunque ella no estaba convencida de esto.

    Al cabo de otros días, mi esposa partió con destino desconocido, pero justo antes de irse, mientras estaba en el baño, logré revisar unos documentos en su cartera y me di cuenta que primero iba a Noruega y luego a Londres.

    Y por instrucciones de la oficina del servicio secreto, tuve que esperar unos días hasta que me confirmaran que era seguro regresar a Londres. Posteriormente, volví al apartamento de Sherlock Holmes.

    Como era mi costumbre, para llevar un control de las fechas, las registraba en mi agenda, después de leer algún periódico londinense. Mi primera anotación de la misión fue la siguiente: Primer día de la operación: 11 de junio de 1891, hay mucha gente que entra y sale de esa residencia. El cartero me dijo que la nueva dueña vende joyas. Ella no sale ni para el mercado. Su mayordomo y el chofer se encargan de las diligencias. No se sabe nada de su esposo.

    Los otros días fueron parecidos. Entraban y salían personas del apartamento 221A para comprar y vender artículos de lujo. En uno de esos días, un oficial de Scotland Yard, con falsa identidad, ingresó a esa residencia, y le ofreció unos diamantes a la propietaria. De la misma manera, él la identificó: alta, no tan blanca, pelo negro demasiado enrollado, con una cara hermosa, mandíbula muy alargada, gestos finos y vestida de negro con su anillo de casada. Esta era la descripción de Irene Adler o la Sra. Norton que Sherlock Holmes había proporcionado a las autoridades, similar a la recopilada por otras agencias de seguridad europeas. Adicionalmente, ella rechazó las joyas que traía el oficial y le hizo

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