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La aventura del hurto de la Corona de San Eduardo
La aventura del hurto de la Corona de San Eduardo
La aventura del hurto de la Corona de San Eduardo
Libro electrónico72 páginas55 minutos

La aventura del hurto de la Corona de San Eduardo

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En Londres transcurría una espléndida y majestuosa Navidad, típica de la era victoriana. Érase el 21 de diciembre de 1894, mientras Sherlock Holmes y el Dr. Watson desayunaban, ellos recibieron la visita del jefe de Scotland Yard, Lestrade y Patterson, y el genial detective ni siquiera se imaginaba que enfrentaría el caso más relevante de su carrera, y que a la vez, Irene Adler consumaría un golpe maestro contra la realeza británica.

Al respecto, la joya más valiosa de la familia real, la Corona de San Eduardo, fue hurtada de la Torre de Londres y queda poco tiempo para impedir que la misma sea llevada al continente europeo y permitir que la Reina pueda exhibirla durante el desfile del día 24.

Contenido:

Primera parte, un hurto inconcebible
Segunda parte, la frenética búsqueda de la Corona
Tercera parte, la recuperación de la Corona

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento1 nov 2022
ISBN9781005045104
La aventura del hurto de la Corona de San Eduardo
Autor

Rolando José Olivo

RolandoJOlivo@gmail.com Instagram: @rolandojolivo Systems Engineer with 3 postgraduate degrees: Master's Degree in Applied Economics, Diploma in General Management and Specialization in Management of Social Programs (Summa Cum Laude). Work experience in companies in the oil sector, occupying these positions: Planning and Logistics Manager, Project Coordinator, Financial Advisor and Consultant. Consultant in the economic and financial area. Writer of books on economics, management, self-help, novels and Christianity, among others.

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    La aventura del hurto de la Corona de San Eduardo - Rolando José Olivo

    Primera parte, un hurto inconcebible

    Buenos días. Les habla el Dr. Watson y con cierto asombro y escepticismo escribí esta gran historia, sin estar seguro, en principio, de poder publicarla. Tal como lo he mencionado en otras ocasiones, muchas veces Scotland Yard y la oficina del servicio secreto no me dejan divulgar algunas aventuras de Sherlock Holmes, considerando asuntos de interés nacional y que diversos detalles de estas fechorías y sobre la identidad de peligrosos criminales no pueden ser revelados porque causarían conmoción y angustias innecesarias a los ciudadanos, quienes no perciben que en algunas épocas, Londres y algunas ciudades del continente europeo se han convertido en telarañas del crimen organizado, controladas por la temible organización. Incluso tanto han sido los esfuerzos de las agencias de seguridad por preservar un falso clima de seguridad y minimizar sus derrotas frente a la organización, que algunas historias de Sherlock Holmes solo las he podido publicar diez o quince años después que ocurrieron los lamentables hechos. Incluso este hurto, considerado como secreto de Estado, al inicio fue silenciado y todavía no sé si estos acontecimientos podrán ser revelados a las próximas generaciones. ¡Imagínense que se roban la joya más valiosa de la Corona británica! ¿Qué pensarán los ciudadanos sobre el desempeño de las instituciones policiales? Y… ¿Si la joya hubiera aparecido en algún lugar de Europa? ¿Qué pensarían los ciudadanos sobre la responsabilidad de la familia real? ¿Acaso la Reina hubiera quedado obligada a renunciar? Tomando en cuenta que esa joya es la más valiosa de todas, su valor es incalculable y nadie puede pagarla, Sherlock Holmes dijo: ¡Este es un robo para acabar con el gobierno británico! ¡Este es un crimen con implicaciones políticas! ¡Solo una dama es capaz de esta barbaridad! Sé quién es la ladrona y espero hallar esa Corona a tiempo…

    En esa ocasión, anhelaba que la Corona de San Eduardo fuera encontrada lo antes posible y también aspiraba que Sherlock Holmes estuviera equivocado, ya que había muchos delincuentes peligrosos dispuestos a llevarse las joyas de la familia real, pero, al vislumbrar el motivo de ese hurto, la manera como fue efectuado y la percepción que solo una persona resentida con los reyes europeos estaba detrás de este impresionante delito, las evidencias apuntaban hacia Irene Adler. Dentro de mí, no quise reconocer esa triste realidad, aunque raramente Sherlock Holmes se equivoca y esta no fue la excepción.

    Ahora bien, este relato es sumamente importante y de antemano sé que mi amigo Sherlock Holmes anotó los detalles relevantes en su índice personal, una magnífica enciclopedia recopilada por la máquina humana más prodigiosa de esta era moderna. Sin embargo, no tengo acceso a este archivo porque Sherlock Holmes y su hermano Mycroft se niegan a prestármelo sin darme mayores explicaciones. Aunado a esto, debido a mis graves problemas de memoria, exacerbados por la extraña enfermedad degenerativa que me afecta y he mencionado en otras ocasiones, me encuentro con el ineludible deber de escribir este relato antes de que se me olviden los detalles significativos.

    ¡Por supuesto! Me disculpan, estimados lectores, a pesar que no lo reconocí en otras oportunidades, posiblemente, esta es la más importante e impactante aventura de Sherlock Holmes en los últimos años del siglo XIX, considerando que si no se hubiera recuperado esta joya de la Corona, lo cual se logró por la astucia y las increíbles habilidades de Sherlock Holmes, este hurto hubiera sido devastador para la moral del pueblo británico y sus efectos habrían superado las atrocidades cometidas por Sebastian Moran, los hermanos Moriarty, los Swindhit, los Windshill y otros peligrosos criminales.

    Por una parte, quedé sumamente complacido porque el audaz detective, quien se merece las máximas condecoraciones que puede recibir un ciudadano británico, resolvió el caso, dejando boquiabiertos a los agentes de Scotland Yard y a su jefe máximo Rudolf Shrubth, acérrimo enemigo del famoso detective, y por la otra, nuevamente quedé frustrado porque desde el principio Sherlock Holmes tenía la razón: la Corona de San Eduardo fue robada por la mejor ladrona del continente europeo, a quien considero como la maldita mujer, los oficiales la llaman la condesa del crimen, y mi querido amigo siente cierta admiración por ella y la recuerda como la dama de oro. Aunado a esto, el desenlace de este episodio no fue totalmente favorable, debido a que la infame Irene Adler logró otro de sus objetivos ocultos, siendo este hurto más una distracción que una verdadera amenaza.

    Insisto, tuve muchas dudas al escribir esta historia porque la noticia del hurto de la Corona de San Eduardo fue escondida por razones obvias, no sabía cuando publicar este relato,

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