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El gran secreto de Sherlock Holmes y su lucha contra la organización
El gran secreto de Sherlock Holmes y su lucha contra la organización
El gran secreto de Sherlock Holmes y su lucha contra la organización
Libro electrónico285 páginas3 horas

El gran secreto de Sherlock Holmes y su lucha contra la organización

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Sherlock Holmes tenía otros motivos para enfrentarse a James Moriarty y se encontraba tras la pista de Irene Adler, quien conoce su gran secreto. Aunado a esto, la Sra. Watson cuenta con otra familia, los Swindhit, quienes han generado una tensa relación entre el Dr. Watson y su esposa, agravada por la conducta imprudente del famoso detective. Por ende, Sherlock Holmes estaba obsesionado con liquidar al jefe máximo de la organización, James Moriarty, detener a Irene Adler y desenmascarar a esos extraños familiares de la Sra. Watson, mientras que el Dr. Watson sufre de una extraña enfermedad neurológica incurable.

Entonces, ¿qué pasó antes y después de la falsa muerte de Sherlock Holmes? A pesar de sus limitaciones, el Dr. Watson va narrando una gran historia que incluye: otras fugas de Irene Adler, amante secreta de Sherlock Holmes y conocida como la condesa del crimen, detalles sobre los Swindhit y la organización, la desaparición y el regreso de la misteriosa Sra. Watson, y la posible revelación del gran secreto de Sherlock Holmes, lo cual ha hecho temblar y sufrir demasiado al famoso detective...

Por supuesto, Sherlock Holmes, quien trabajó tres años encubierto como Sigerson, luchando contra los Swindhit y la organización, luego de su magistral regreso enfrenta descomunales retos: proteger su oscuro secreto ante las amenazas de Irene Adler, lograr el retorno de la Sra. Watson y acabar con la todopoderosa organización, la cual constituye la mayor amenaza para los gobiernos europeos, dirigiendo negocios ilegales y financiando al crimen organizado, a lo largo y ancho del mundo.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento29 jun 2022
ISBN9781005510022
El gran secreto de Sherlock Holmes y su lucha contra la organización
Autor

Rolando José Olivo

RolandoJOlivo@gmail.com Instagram: @rolandojolivo Systems Engineer with 3 postgraduate degrees: Master's Degree in Applied Economics, Diploma in General Management and Specialization in Management of Social Programs (Summa Cum Laude). Work experience in companies in the oil sector, occupying these positions: Planning and Logistics Manager, Project Coordinator, Financial Advisor and Consultant. Consultant in the economic and financial area. Writer of books on economics, management, self-help, novels and Christianity, among others.

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    El gran secreto de Sherlock Holmes y su lucha contra la organización - Rolando José Olivo

    1. La extraña enfermedad del Dr. Watson

    ¡Muy buenos días! Para quienes no me conocen, soy el médico John Watson, también llamado Dr. Watson. En un maravilloso día del año 1888 o 1889 me casé con la Sra. Mary Morstan, ahora conocida como la Sra. Watson. No puedo acordarme del día ni del mes, ni del año exacto, solo recuerdo algunos felices momentos de esa impresionante celebración. Esto me daba tanta vergüenza que no se lo comentaba a mi esposa, y amablemente, cada año, el apreciado Sherlock Holmes me lo recordaba justo una semana antes para que pudiera preparar la fiesta y comprarle un merecido regalo. Además, el excepcional y fiel detective me dijo que yo sufro de una extraña y desconocida enfermedad degenerativa, la cual solo podrá ser diagnosticada y curada en el futuro lejano, tal vez décadas después de mi muerte. Así mismo, otros médicos y pacientes me han comentado que mi mirada es muy rara, con escasos gestos, y parezco Frankenstein o un hombre de piedra. A veces cojeo, me cuesta mucho disimular esto ante la Sra. Watson, y tampoco entiendo por qué no puedo sentarme derecho, parece que pierdo el equilibrio de un lado, y casi siempre me dan ganas de meter la mano derecha en el bolsillo. Nuevamente, el magistral Sherlock Holmes me ha dicho que esos son síntomas de la rara enfermedad mental, y que algún día podría perder la mayor parte de mi preciada memoria, y por esto, aunque de manera cínica, mi amigo detective espera que yo fallezca antes de perder mi consciencia.

    Volvamos con la agradable, simpática y querida Sra. Watson. A veces se me olvida su nombre y apellido de soltera. ¡Menos mal que casi siempre me acuerdo de mi glorioso apellido! Además, no habrá problemas si lo olvido, ya que el mismo está escrito en mi agenda, en varios de mis apuntes y en algunas notas que amablemente Sherlock Holmes me ha entregado constantemente.

    También me di cuenta que ciertos hechos emocionales o algunos que generan grandes preocupaciones no son afectados por esta extraña e incurable enfermedad. Por esto, recuerdo que el padre de mi mujer, el Sr. Arthur Morstan, experto militar, muy apreciado y respetado por las autoridades británicas, falleció en trágicas circunstancias. Además, hace mucho tiempo atrás, la madre de mi querida esposa murió trágicamente. No me pregunten su nombre ni el apellido porque no los puedo recordar. Además, pese a que mi mujer me ha dado múltiples detalles sobre el deceso de sus padres, tampoco puedo acordarme de los pormenores de estos tristes eventos.

    Como conté anteriormente, cuando faltaban escasos días para celebrar nuestro aniversario de bodas o el cumpleaños de mi esposa, gentilmente mi amigo detective me lo recordaba. Lo anotaba en un papel, que escondo en el bolsillo derecho de mi chaqueta favorita. Si ese día no puedo acordarme de los detalles importantes, ante las preguntas de mi mujer y otros invitados, pido permiso para ir al baño, y leo rápidamente la nota, de manera escondida.

    ¡Menos mal que el maleducado e inoportuno Sherlock Holmes no me delataba! Me siento como un gran privilegiado, ya que el excéntrico, loco y casi psicópata, Sherlock Holmes, me defiende incesantemente y protege mis secretos íntimos. No sé qué tipo de relación es esta… De lo único que estoy seguro es que el trastornado Sherlock Holmes solo respeta y admira a tres individuos en este mundo, a mí, a la Sra. Watson y a otra persona.

    Por supuesto, yo no soy el primer favorito. Nuestra extraña relación es de amistad, casi somos hermanos, digan lo que digan las malas lenguas, más bien, para alivio mío y de la Sra. Watson, la persona más apreciada, querida y amada por este detective es la única mujer que ha podido engañarlo: Irene Adler o la Sra. Irene Norton.

    Incluso me percaté de lo mucho que Sherlock Holmes ama a Irene Adler… Todavía no sé cómo… Parece que mi enfermedad degenerativa me potencia otras partes del cerebro, o estoy contagiado por las increíbles habilidades deductivas de Sherlock Holmes, o tal vez él sea un gran maestro, que me ha ayudado a madurar y comprender lo difícil que es la vida, y cómo analizar y deducir la compleja conducta humana, prestando atención a pistas relevantes.

    Por ahora, olvidémonos del famoso Sherlock Holmes. Creo que me extendí demasiado con mis comentarios. Mi principal interés se centra en mi relación con la amable Sra. Watson. Ella es una gran dama, muy alegre, emotiva y optimista. Casi siempre está dispuesta a apoyarme, a pesar de mi mal comportamiento cuando no puedo tolerar a las personas fastidiosas, sean pacientes, vendedores o cobradores, y que debido a mis múltiples obligaciones y la necesidad de esconder mi referida enfermedad, casi nunca estaba en la casa para acompañarla y atenderla.

    Muchos creen que ella no tiene familia. Pero… Todos tenemos familia, así contemos con allegados en el otro extremo del planeta.

    Desde la época de nuestro matrimonio, aparecieron unos tíos lejanos, el Sr. y la Sra. Swindhit. Sus historias son insólitas. Ellos vivieron la mayor parte de su vida de casados en Egipto y la India, pero no conocen los idiomas de esos países y nunca pudieron explicar bien cuáles eran sus negocios, aunque supuestamente vendían todo tipo de mercancías. Sherlock Holmes los insultó una vez, tildándolos de ladrones, estafadores y falsos familiares, que solo acudieron a nuestra boda para empezar lucrativos negocios. En aquella ocasión, la Sra. Watson estalló en lágrimas, le gritó al inoportuno detective y confirmó que ellos se comunicaban regularmente, la habían ayudado económicamente tras la muerte de su madre y luego de la desaparición de su padre regresaron a Londres para seguirla apoyando. O de otra manera: ¡Ellos nunca la dejaron sola! ¡Eran unas excelentes personas que colaboran incondicionalmente con sus familiares!

    Por supuesto, el suspicaz Sherlock Holmes no quedó convencido con la defensa a la familia Swindhit, y a partir de ese entonces fue considerado como un individuo desagradable y no confiable en ese círculo familiar.

    Ahora bien, sinceramente, a mí no me importaba si los Swindhit eran o no familiares biológicos de la Sra. Watson. En la práctica, durante muchos años, ellos han sido parte de la única familia de mi esposa. Cuando era soltera, la ayudaron muchísimo, pagando sus estudios y gastos personales, sin recibir nada a cambio. Incluso, la Sra. Watson me ha dicho que el Sr. Swindhit y su difunto padre eran socios de un negocio de venta de tabacos. No recuerdo cuantas veces ella me lo contó, pero si me acuerdo que Sherlock Holmes cree que ellos se apoderaron de las acciones de su padre y para disimular sus fechorías, ayudaron a la Sra. Watson con una ínfima parte de las ganancias de esa empresa.

    A pesar de mis limitaciones neurológicas, todavía recuerdo aquella fuerte discusión con el indiscreto y a veces malintencionado y malagradecido detective, cuyo nombre y apellido afortunadamente nunca se me olvidan. ¡Menos mal que el altercado no fue en nuestra casa! ¡Este fue en el apartamento del ingrato de Sherlock Holmes! ¡Sí! ¡En el 221B! ¿Lo perciben? A veces tengo momentos de lucidez y puedo recordar hechos importantes… ¡Y dichosamente la Sra. Watson no supo de esta conversación! ¡Menos mal que pude convencer al terco de Sherlock Holmes, quien se entromete donde no lo llaman, para que no hablara con mi mujer, hasta que contara con las pruebas! Pero… ¡No sé hasta cuándo se mantendrá callado! ¡Él quiere ir a Egipto, la India, Australia y Brasil para conseguir los registros mercantiles de las compañías de los Swindhit! Pero… ¡Él no está capacitado física y mentalmente para esos grandes viajes! ¡Él no es Marco Polo ni Cristóbal Colón, ni un experto viajero que puede dar la vuelta al mundo en ochenta días! Sin embargo… Posiblemente, ¡He pensado que algún día tendré que acompañarlo a otros países! Espero que me entiendan… ¡No sé si me explico bien! Como esta preocupación era tan grande, no me podía olvidar de este delicado asunto, y si pasaban algunos meses, debería acompañar y auxiliar a mi gran amigo, quien nunca desiste cuando enfrenta una gran obsesión.

    También me angustiaba lo siguiente: ¿Cómo le explicaría esto a la Sra. Watson? Tal vez ella nos acompañe. Pero… ¡Mantener a Sherlock Holmes con la boca callada es un gran reto! Además… En aquel entonces, ¡estaba convencido que la Sra. Watson sospechaba de ese proyecto! En su último cumpleaños, ella me dijo: ¡No se te ocurra ir sin mí! ¡Vamos a escoltar a ese detective loco alrededor del mundo!

    Nuevamente, pese a mi enfermedad degenerativa, que no parece tan grave como lo sospecha Holmes, o apenas la misma se encuentra en sus primeras etapas, sí recuerdo fielmente los detalles que les he contado. Tanto es así que a veces paso noches sin dormir, inmerso en grandes preocupaciones, y tengo que disimular que estoy dormido para evitar las sospechas de la querida Sra. Watson.

    Ciertamente, los problemas con la familia Swindhit eran más graves de lo que Uds. creen. Ellos, quienes al principio no parecían malas personas, a pesar de las críticas de mi mejor amigo, me consideraban como un arrogante e irresponsable que imita y defiende a un fanfarrón engreído, el cual se cree el mejor detective del mundo, y le han sugerido a mi mujer que no pierda tiempo en una relación amorosa sin futuro, y pida el divorcio lo antes posible, porque si ella quedaba embarazada no podría huir de esta relación, y si luego lo hiciera sería catalogada como la gran villana que separó a un hijo de su padre, por el resto de su vida.

    Reconozco que he fallado en este matrimonio, casi nunca estaba en nuestra casa, ya sea porque debía atender enfermos, salvar vidas, estar atento ante cualquier emergencia médica, e incluso darle apoyo emocional y médico a mi apreciado y excéntrico amigo, casi un familiar más, Sherlock Holmes, y además, debía ocultar mi extraña enfermedad. A veces, cuando regresaba a mi hogar, incluso trayendo el dinero para los gastos del mes y algunos regalos para otros familiares de la familia Swindhit, ya voy a aclarar que esto constituye una parte de mis grandes problemas, la otrora amable Sra. Watson me gritaba: ¡Irresponsable! ¡Tú crees que yo no sé que a veces ni vas al consultorio para estar más tiempo en el apartamento de ese desquiciado! ¡Tú actúas así hasta cuando tienes presuntas emergencias médicas durante algunas noches! ¿Acaso Uds. duermen en la misma cama? ¿Cuál es tu relación con ese loco y maleducado que no respeta a mi familia? ¿Por qué no lo abandonas? ¿Por qué él no se busca otro médico? Con mucha paciencia y controlando mi mal carácter, le recordaba a la Sra. Watson que Sherlock Holmes no es únicamente mi amigo, más bien, él es un paciente especial, quien está bajo un tratamiento psicológico especial, por órdenes de la Reina de Inglaterra, y obviamente, no podía traicionar la confianza de su Majestad, quien estaba muy agradecida con este detective y esperaba seguir contando con su colaboración para seguir luchando contra la creciente delincuencia.

    No obstante, la Sra. Watson, influenciada por la familia Swindhit, nunca quedaba convencida por mis explicaciones, que eran las mismas, una y otra vez, pero por lo menos, después de desahogarse se tranquilizaba y no me expulsaba de nuestra casa. Aunque ella tenía otra poderosa razón para no disolver nuestro matrimonio, la cual voy a explicar muy pronto.

    Con respecto a la familia Swindhit y los problemas que me causaban, agravados por la conducta imprudente, aunque en mi defensa, por parte de Sherlock Holmes, realmente, ellos no eran solamente dos: tienen cinco hijas, consideradas como primas o hermanas por la Sra. Watson, todas casadas, y en total poseen catorce hijos. Las hermanas, cónyuges e hijos han vivido en varios países, antes de mudarse a Londres con los dos abuelos, y únicamente dos esposos hablan bien el inglés, pero con un acento raro.

    Según Sherlock Holmes, quien analizó sus extrañas vestiduras, costumbres y maneras de hablar, ellos eran muy unidos, no tenían residencias fijas y vivían en algunos períodos en Egipto, la India, Australia y Brasil, dependiendo de los ciclos de los negocios, y los dos que hablaban un inglés medianamente aceptable son australianos.

    Insisto, no me importaba mucho el tamaño de la familia ni dónde ellos vivían antes de mudarse a Londres, ni sus nacionalidades, pero alertado por Sherlock Holmes, me empezó a preocupar que sus negocios pudieran ser ilegítimos, y que hayan extendido una red de tráfico de bebidas prohibidas y estupefacientes por algunas naciones. Además, varias veces, ellos han reflejado cierto temor por las autoridades policiales, y observaban con recelo al enigmático Sherlock Holmes.

    Paradójicamente, los Swindhit eran ciudadanos sencillos que no ostentaban estilos de vida lujosos. Pero… ¡Había una excepción! De allí provienen los problemas con ellos, tal como vengo avisando… Su principal exigencia, la cual se convirtió en una grave problemática para mí, es la conmemoración de los cumpleaños y aniversarios de bodas de toda la familia. ¡Sí! ¡Toda la familia! ¡Cada año ellos celebran los cumpleaños y los matrimonios de todos los miembros! ¡Con lujosas y costosas fiestas! Estoy llegando al punto… Aquí vienen los problemas y mis horribles preocupaciones…

    En estas colosales y faraónicas fiestas, tal vez envidiadas por la Realeza británica, es obligatorio traerle un regalo al cumpleañeros y en caso de celebración de matrimonio, uno a cada cónyuge. En mi caso, si es un cumpleaños, debo contribuir con dos regalos al cumpleañero, uno mío y el otro de parte de la Sra. Watson, y si es el aniversario de una boda, yo y mi esposa debemos presentarnos con cuatro regalos, dos para cada cónyuge.

    ¡Ahora entienden por qué la querida Sra. Watson, tan aficionada a estas grandes fiestas, no me abandonaba!

    Por supuesto Sherlock Holmes sabía que estos compromisos eran demasiado exigentes para mí. Hábilmente y con esa rapidez que lo caracteriza, como si visualizara los números y sus operaciones en fracciones de segundos, mi querido y problemático amigo, quien en el fondo estaba preocupado por mi situación de codependencia con los supuestos estafadores y las fatales consecuencias emocionales, un día me dijo: Son dos abuelos, diez cónyuges, sin contarlos a Uds., los Watson, y catorce niños. Por lo tanto, mientras todos estén vivos y no nazcan otros nuevos miembros, cada año se celebrarán veintiséis fiestas de cumpleaños y seis por conmemoración de bodas, o treinta y dos fiestas anuales con treinta y ocho regalos, veintiséis para los afortunados cumpleañeros y doce para los felices esposos. Sin embargo, él también señaló: Mi apreciado Watson… Esto es por una parte, como tú también pagas los obsequios de la Sra. Watson, en total son setenta y seis regalos que los Watson les dan a los Swindhit cada año. ¡Qué estafa! ¿Puedo pedirles a los Swindhit que me adopten y me incluyan en la lista de cumpleañeros?

    ¡Qué ironía! Esta fue una de las pocas veces que pude reírme de un chiste de Sherlock Holmes. Como conozco muy bien al intrépido y detestable detective, sé muy bien que él preferiría morir antes de integrarse a una familia de delincuentes.

    Y por supuesto, Sherlock Holmes también dedujo que la Sra. Watson estaba inconforme con mi compleja relación con él, que parece más familiar que profesional y de amistad, y por mis largas ausencias de nuestra casa. El brillante detective continuó con su análisis confirmando que mi mujer no me había dejado porque yo siempre iba a esas magníficas fiestas y llevaba los respectivos regalos.

    Además, Sherlock Holmes, quien se sabe de memoria todas las fechas de nacimiento y de matrimonio de los Swindhit, y los nombres y apellidos completos de todos los miembros del clan, me recordó su sensacional descubrimiento de hace meses atrás, que terminó en una acalorada discusión con los abuelos del grupo, quienes negaron esa suposición: hay cinco niños adoptados porque dos parejas tienen problemas de fertilidad y no pueden concebir hijos.

    Así mismo, como no entendía bien las cuentas sobre el número de regalos, en otra ocasión, viendo mi cara extrañada, amablemente, el famoso detective volvió a hacer las explicaciones en un pizarrón:

    En aquel día, aunque comprendí las figuras y cálculos elaborados por el genial artista y matemático Sherlock Holmes, me sorprendí porque él se quedó viendo fijamente la pizarra. A continuación, el detective dijo: ¡No me queda duda que este es un grupo criminal! ¡No son una verdadera familia! Antes que preguntara, cómo él sabía que no vislumbraba sus razonamientos, el hábil Sherlock Holmes expresó: Querido Watson, Ud. ve la tercera y cuarta familia, la cuarta está bien, tienen un niño adoptado, pero la tercera no… ¡Nadie adopta cuatro hijos! Lo reconozco… ¡Me equivoqué antes! La tercera pareja no tiene problemas de fertilidad y no son cónyuges… Si fueran una pareja ya hubieran tenido al menos un hijo legítimo… El supuesto esposo es viudo y posee dos hijos… Y la mal llamada esposa es separada o divorciada y tiene dos hijos de su matrimonio anterior… ¡Este es un matrimonio falso, por conveniencia! Cuando vaya al exterior, voy a pedirles a las autoridades civiles las partidas de nacimiento y matrimonio de todos ellos… ¡Pueden haber más sorpresas!

    Pese a sus objeciones a estas prácticas de regalos y su sospecha que los mismos eran después vendidos para lavar dinero, lo cual también era otro objetivo de las fiestas, sorprendentemente, era habitual que Sherlock Holmes, una semana antes de alguna de estas celebraciones, me diera un papel con la fecha, nombre del cumpleañero o de los esposos, y los regalos que entregamos el año o en años anteriores, aspirando que yo no me olvidara de adquirir los obsequios ni comprara regalos repetidos, y pudiera asistir a ese magno evento, sin ser regañado por mi mujer ni despreciado por los Swindhit.

    ¡Admiro la increíble inteligencia y racionalidad de Sherlock Holmes! Él es frío, insensible y calculador, y a pesar de su mal carácter y deficiencias emocionales, una vez que está relajado, tal vez fumando, bebiendo o drogándose, elabora unos planes perfectos. En fin, al igual que mi persona, la Sra. Watson es una víctima de los Swindhit, y en ese sentido, me daba la impresión que Sherlock Holmes buscaba proteger mi matrimonio a toda costa, y al mismo tiempo, confundir a los supuestos estafadores hasta que él pudiera ir a otros lugares del mundo, con el propósito de desenmascararlos y llevarlos ante la justicia.

    No obstante, acertadamente Sherlock Holmes me indicó varias veces que teníamos que apurarnos en nuestra travesía alrededor del mundo, porque yo iba a entrar en bancarrota si seguía pagando esos costosos obsequios.

    Además, astutamente Sherlock Holmes buscó la manera de no darles regalos a esa gente. ¡Claro! Él es soltero, no tiene familia. Y… ¡No tiene por qué comportarse bien ante los Swindhit!

    En un cumpleaños de un sobrino de mi mujer, lamentablemente no me acuerdo de la fecha ni quien fue el homenajeado, aunque me parece que por la cara de indignación de la madre del niño, su padre no estaba en esa reunión, el imprudente Sherlock Holmes se presentó sin regalo, se burló cruelmente del cumpleañero, no se excusó ante los presentes por su mala educación, bebió demasiado, contó chistes groseros, insultó a los supuestos tíos de mi esposa o abuelos-jefes de la tribu y terminó cayéndose a golpes con uno de los supuestos cuñados de mi mujer. Obviamente, Sherlock Holmes posee una fuerza excepcional y a pesar que ganó la pelea, imitando el estilo de uno de los mejores boxeadores del país, tuvo que retirarse, siendo mal visto por casi todos los asistentes. Todavía recuerdo su cínica

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