Descubre millones de libros electrónicos, audiolibros y mucho más con una prueba gratuita

Solo $11.99/mes después de la prueba. Puedes cancelar en cualquier momento.

La frontera que separa sus labios de los míos
La frontera que separa sus labios de los míos
La frontera que separa sus labios de los míos
Libro electrónico496 páginas8 horas

La frontera que separa sus labios de los míos

Calificación: 5 de 5 estrellas

5/5

()

Leer la vista previa

Información de este libro electrónico

Después de su último desengaño amoroso, Valeria se promete no volver a caer en el error de fijarse en otro hombre como su ex. Ya ha tenido suficiente con las consecuencias de haber estado con un tipo duro con fama de rompecorazones.
Una noche, después de una situación tensa y peligrosa, Valeria volverá a encontrarse con el mejor amigo de su ex, Jorge, el rey indiscutible de todo lo que ella quiere olvidar y alejar de su vida.
Jorge Novoa es la definición de riesgo, de poder, de misterio, de seducción y de determinación. En Vallecas todos saben quién es y, por eso mismo, nadie en su sano juicio se atrevería a meterse con él o con los suyos. El deporte y su familia mueven su vida, y cree que, gracias a las peleas clandestinas, podrá salir de ese agujero negro en el que está metido. Cuando su mejor amigo, al que considera un hermano, le pide que contrate a su ex para que trabaje en el gimnasio familiar de Jorge, él accede sin pensar siquiera en las consecuencias. Pero ver a Valeria todos los días le hará recordar algo que pensaba que tenía olvidado.
Él era todo lo que Valeria no quería en su vida.
Ella era la única mujer que estaba vetada para Jorge.
Descubre esta intensa, seductora, ardiente e intrigante historia de amor en la que la acción, la amistad, la creencia en el destino y la búsqueda personal llevarán a Valeria y a Jorge a plantearse si vale la pena traspasar sus propios límites y si realmente están a salvo de enamorarse.
¿Y si lo que más deseas en el mundo es justo lo que te has prohibido?
IdiomaEspañol
EditorialZafiro eBooks
Fecha de lanzamiento29 jun 2022
ISBN9788408260035
La frontera que separa sus labios de los míos
Autor

Loles López

Loles López nació un día primaveral de 1981 en Valencia. Pasó su infancia y juventud en un pequeño pueblo cercano a la capital del Turia. Con catorce años se apuntó a clases de teatro para desprenderse de su timidez, y descubrió un mundo que le encantó y que la ayudó a crecer como persona. Su actividad laboral ha estado relacionada con el sector de la óptica, en el que encontró al amor de su vida. Actualmente reside en un pueblo costero al sur de Alicante, con su marido y sus dos hijos. Desde muy pequeña, sus pasiones han sido la lectura y la escritura, pero hasta el año 2013 no se publicó su primera novela romántica. Desde entonces no ha parado de crear nuevas historias y espera seguir muchos años más escribiendo novelas con todo lo necesario para enamorar al lector. Encontrarás más información sobre la autora y sus obras en: Blog: https://loleslopez.wordpress.com/ Facebook: @Loles López Instagram: @loles_lopez

Lee más de Loles López

Autores relacionados

Relacionado con La frontera que separa sus labios de los míos

Títulos en esta serie (100)

Ver más

Libros electrónicos relacionados

Romance contemporáneo para usted

Ver más

Artículos relacionados

Categorías relacionadas

Comentarios para La frontera que separa sus labios de los míos

Calificación: 4.833333333333333 de 5 estrellas
5/5

6 clasificaciones0 comentarios

¿Qué te pareció?

Toca para calificar

Los comentarios deben tener al menos 10 palabras

    Vista previa del libro

    La frontera que separa sus labios de los míos - Loles López

    9788408260035_epub_cover.jpg

    Índice

    Portada

    Sinopsis

    Portadilla

    Cita

    Prólogo

    Capítulo 1

    Capítulo 2

    Capítulo 3

    Capítulo 4

    Capítulo 5

    Capítulo 6

    Capítulo 7

    Capítulo 8

    Capítulo 9

    Capítulo 10

    Capítulo 11

    Capítulo 12

    Capítulo 13

    Capítulo 14

    Capítulo 15

    Capítulo 16

    Capítulo 17

    Capítulo 18

    Capítulo 19

    Capítulo 20

    Capítulo 21

    Capítulo 22

    Capítulo 23

    Capítulo 24

    Capítulo 25

    Capítulo 26

    Capítulo 27

    Capítulo 28

    Capítulo 29

    Capítulo 30

    Capítulo 31

    Capítulo 32

    Capítulo 33

    Capítulo 34

    Capítulo 35

    Capítulo 36

    Capítulo 37

    Capítulo 38

    Capítulo 39

    Capítulo 40

    Capítulo 41

    Capítulo 42

    Capítulo 43

    Capítulo 44

    Capítulo 45

    Capítulo 46

    Capítulo 47

    Capítulo 48

    Capítulo 49

    Epílogo

    Epílogo II

    Agradecimientos

    Biografía

    Referencias de las canciones

    Créditos

    Gracias por adquirir este eBook

    Visita Planetadelibros.com y descubre una

    nueva forma de disfrutar de la lectura

    Sinopsis

    Después de su último desengaño amoroso, Valeria se promete no volver a caer en el error de fijarse en otro hombre como su ex. Ya ha tenido suficiente con las consecuencias de haber estado con un tipo duro con fama de rompecorazones.

    Una noche, después de una situación tensa y peligrosa, Valeria volverá a encontrarse con el mejor amigo de su ex, Jorge, el rey indiscutible de todo lo que ella quiere olvidar y alejar de su vida.

    Jorge Novoa es la definición de riesgo, de poder, de misterio, de seducción y de determinación. En Vallecas todos saben quién es y, por eso mismo, nadie en su sano juicio se atrevería a meterse con él o con los suyos. El deporte y su familia mueven su vida, y cree que, gracias a las peleas clandestinas, podrá salir de ese agujero negro en el que está metido. Cuando su mejor amigo, al que considera un hermano, le pide que contrate a su ex para que trabaje en el gimnasio familiar de Jorge, él accede sin pensar siquiera en las consecuencias. Pero ver a Valeria todos los días le hará recordar algo que pensaba que tenía olvidado.

    Él era todo lo que Valeria no quería en su vida.

    Ella era la única mujer que estaba vetada para Jorge.

    Descubre esta intensa, seductora, ardiente e intrigante historia de amor en la que la acción, la amistad, la creencia en el destino y la búsqueda personal llevarán a Valeria y a Jorge a plantearse si vale la pena traspasar sus propios límites y si realmente están a salvo de enamorarse.

    ¿Y si lo que más deseas en el mundo es justo lo que te has prohibido?

    La frontera que separa sus labios de los míos

    Loles López

    Quiero estar contigo, es tan simple y tan complicado como eso.

    C

    HARLES

    B

    UKOWSKI

    Y cuando vi su sonrisa, lo supe. Esa era la sonrisa que quería ver siempre al despertar durante el resto de mi vida.

    M

    ARIO

    B

    ENEDETTI

    Prólogo

    Jorge

    —Eh, ¿a dónde vas, Jorge? Lucho está al llegar —me dice David cuando comienzo a alejarme de la barra donde estamos anclados desde que hemos pisado este local.

    —Tengo que hacer una llamada. No tardo.

    Vuelvo a mirar el móvil para ver de nuevo que mi madre ha intentado contactar conmigo tres veces seguidas. Acelero el paso para salir de este pub lo antes posible y así poder hablar con ella de inmediato, pues tanta insistencia por su parte solo puede significar una cosa: problemas.

    Nada más traspasar la puerta de la calle, mi hombro impacta contra alguien y, en un acto reflejo, cojo del brazo a esa persona para poder estabilizarla. Al levantar la mirada del teléfono, unos ojos marrones, grandes, curiosos y provocadores me reciben atónitos.

    —¿Estás bien? —pregunto soltando a la chica, después de comprobar que está equilibrada.

    La veo sonreír de una manera amplia, sin complejos, arrugando la nariz y achicando esa mirada que no aparta ni un instante de mí. Y, joder, no estoy acostumbrado a que me miren de esa forma directa, sincera, como si no me temiera o, tal vez, no me conociera y, solo con esa pequeña acción, consigue que le preste toda mi puta atención.

    —Sí, sí. Pero ¡menudo meneo me has dado! —Su voz clara, potente, pronunciando esa frase con un tono divertido y socarrón, consigue que me fije en que no posee un acento marcado, por lo que no puedo saber si es de aquí o de otro lugar de España.

    —Perdona, estaba pendiente del móvil y no te he visto.

    —No sé si te perdonaré —comenta con guasa, algo que provoca que sonría ligeramente—. Me lo voy a tener que pensar…

    —No te he visto antes por el barrio.

    —Así me lo pones muy difícil para perdonarte —replica con picardía y, joder, no sé qué es lo que tiene, pero me incita a querer saber más y a no poder desviar mis ojos de cada puto gesto que hace—, porque yo sí que te he visto.

    —¿Dónde?

    —Uf, si te lo dijera, perdería toda la gracia, ¿no? —indica alzando una ceja y provocando que mi polla se endurezca de golpe con esa acción tan inocente.

    Hostias… ¿Cuánto tiempo ha pasado sin que una chica me llame la atención de esta manera tan contundente?

    Demasiado, maldita sea.

    —Ey, Jorge —oigo a Lucho, quien me da una amistosa palmada en la espalda, pero no puedo apartar la vista de esta chica, de su mirada astuta sin complejos, ni de su expresión altiva, ni de su larga melena castaña que cae como una cascada por su atlético cuerpo enfundado en un sugerente vestido rosa que se amolda a cada una de sus provocativas curvas—. ¿Están estos dentro?

    —Sí, ahora voy yo —respondo con desgana sin mirarlo, ya que toda mi atención la tiene ella, que vuelve a sonreír de esa forma que podría admirar todos los condenados días de mi vida.

    En ese momento, el teléfono que tengo todavía en la mano comienza a sonar, recordándome lo que iba a hacer antes de chocarme con ella, y maldigo por dentro que sea ahora y no en otro momento. Acepto la llamada sin poder dejar de mirarla porque me es imposible evitarlo, ¡hostias!

    —¿Vas a estar dentro? —le pregunto, y alza las cejas de un modo picaresco, atrevido, algo que provoca que todavía esté más pendiente de cada uno de sus movimientos.

    —Jorge —oigo la voz procedente de mi móvil—, ¿estás ahí?

    —Un segundo —le digo a mi madre, incapaz de dejar de contemplar a esta chica.

    —Me temo que sí —susurra ella arrugando la nariz y acercándose un poco a mí, por lo que puedo oler la suave fragancia de su perfume e incluso me imagino cómo sería hundir mis manos en su larga melena, para buscar esos turgentes labios que lleva pintados de un fucsia brillante y tentador… para después perderme en sus ojos, en ese brillo atrevido y en algo que no logro identificar, pero es adictivo, ya que no consigo despegar mis ojos de ella, aunque quiera.

    —¿Te vas a quedar en la puerta todo el rato, Valeria? —oigo cómo le pregunta una chica más alta que ella, acercándose donde estamos todavía parados, y repito su nombre en mi cabeza para que no se me olvide cuando vuelva a tenerla delante de mí…, algo que haré en cuanto termine de hablar por teléfono.

    —Entra tú, ahora voy —dice mientras le guiña un ojo a su amiga, que me observa sin disimular lo poco que le gusto, una reacción a la que estoy mucho más que acostumbrado. Por eso me extraña que Valeria siga hablando conmigo con esa espontaneidad digna de premiar, sin achantarse, ni siquiera tenerme cierto respeto o mostrar indecisión.

    —Jorge, ¿me estás haciendo esperar por una chica? —plantea mi madre molesta al otro lado de la línea.

    —Un segundo —le pido a esta—. Voy a hablar por teléfono un minuto y luego te busco para… indemnizarte por los posibles daños de nuestra terrible colisión.

    —Sí, deberíamos firmar un parte de accidente, no sé si podré volver a levantar el brazo después de esto —suelta con gracia para después volver a mostrarme una amplia sonrisa que me azota sin compasión, removiendo algo en mi interior que ni siquiera sabía que existía; luego me guiña un ojo y entra en el pub contoneando su increíble culo.

    Jo-der…

    No aparto la mirada de su cuerpo, de su manera de andar, de cada paso que da hasta que Valeria desaparece de mi campo de visión, sin girarse ni una sola vez para comprobar que la estoy mirando, como si no le importase o supiera que lo estoy haciendo. Y solo entonces, cuando la pierdo de vista, comienzo a alejarme de la entrada para que el ruido de la música no interfiera en la conversación.

    —Dime, mamá.

    —Al fin, hijo —contesta visiblemente molesta—. Te he llamado para preguntarte si tu hermana te había dicho si iba a llegar tarde, pero he tenido que esperar tanto para hablar contigo que acaba de aparecer.

    —¿Acaba de aparecer? —repito mirando la hora—. Esta no es su hora de llegada.

    —¿Y cuándo has llegado tú a tu hora? Anda, anda… —replica risueña—. A ver si las reglas las tienen que acatar los otros y para ti la libertad total… Claro que sí, hombre —añade, fiel defensora de mi hermana. De repente se queda callada porque irrumpe el sonido del timbre de la puerta. Justo después oigo cómo abre y…—. Mierda…

    —¿Qué ocurre? —Aprieto los puños sintiendo cómo un nudo de nervios se instala en la boca de mi estómago al advertir complicaciones en su tono de voz.

    —¿No os alegráis de verme?

    Esa voz áspera, rozando la ronquera, me llega con total nitidez y cierro los ojos un segundo mientras aprieto el móvil más de lo necesario intentando calmarme, porque no tengo dudas de quién acaba de llegar.

    —Jorge… —dice mi madre con un hilo de voz, y no me hace falta más para saber lo que me está pidiendo sin ni siquiera verbalizarlo.

    —Voy para allá —anuncio mientras corto la comunicación, para después girarme hacia el pub donde sé que me espera Valeria, esa chica con una de las sonrisas más increíbles que he visto en mi jodida vida.

    Dejo escapar el aire con frustración al tiempo que niego con la cabeza, esperando volver a encontrármela en otro momento para poder retomar lo que ni siquiera he tenido la oportunidad de empezar. Comienzo a correr en dirección a mi coche, subo rápidamente y conduzco como un loco hasta la casa donde viven mi madre y mi hermana, sintiendo cómo todo da vueltas y la rabia se me agolpa en cada poro de la piel. Aferro con fuerza el volante, notando cómo mis puños ya se están preparando para cualquier posible desenlace.

    Acelero cada vez más, desesperado por llegar, maldiciendo sin cesar mi jodida vida.

    Cinco meses después

    Valeria

    Me quedo quieta sin importar el frío que hace en esta noche de mediados de marzo, mirando cómo se aleja después de haber destrozado mi corazón sin impunidad, deshaciendo las ilusiones que tenía puestas en esa relación y tirándolas a la basura como si no valiesen nada. Noto cómo en mi garganta se acumula la furia, la frustración, el dolor y, sin poder evitarlo, de mis labios sale un pequeño quejido, un lamento compungido que anuncia las lágrimas que empiezan a brotar de mis ojos. Mientras tanto, aprieto los puños frenando todo mi ser, que anhela correr tras él; sin embargo, me quedo donde estoy, observando cómo desaparece de mi vista.

    No soy de las que corren detrás de nadie y mucho menos de las que lloran sin consuelo por culpa de un hombre, pero esta vez todo es distinto.

    Sigo de pie en medio de la calle, observando por dónde se ha ido sin titubear, sin ni siquiera mirar atrás, como si fuera un lastre o no fuera lo suficientemente buena como para echarme un último vistazo. De pronto, el sentimiento de arrepentimiento me sorprende, provocando que me lleve una mano a la boca para frenar un alarido de impotencia, de rabia, de dolor, que podría alertar a los vecinos, algo que no deseo hacer, como tampoco comportarme como no soy. Me ha costado muchos años ser así como para que se vaya todo al traste por un tipo al que no le importo. Me llevo la mano que tengo libre al abdomen para sentirme más reconfortada o, tal vez, para darme las fuerzas que necesito.

    Si él hubiese aparecido…

    Si no me hubiese acercado a preguntar…

    Si no fuera tan impulsiva y enamoradiza, esto no habría pasado, pero ahora… ¿cómo voy a deshacer mis malas elecciones?

    No… Ahora me toca lidiar con el resultado de cada paso que he dado y que me ha llevado a este lugar y a esta situación, a sentirme perdida. Pero todos nos tenemos que perder en alguna ocasión para volver a encontrarnos.

    Tomo una bocanada de aire intentando tranquilizarme.

    Sé sin duda que esta mala experiencia, este fracaso que se suma a mi historial amoroso fallido, no va a lograr que deje de pensar que el amor existe, porque yo… Una vez lo sentí, una vez lo viví, aunque haya pasado mucho tiempo desde entonces…, tanto que en ocasiones me parece más un dulce sueño que un recuerdo vivido.

    Me obligo a darme la vuelta, a caminar en dirección a mi casa, tomando una decisión que sé que no será fácil, primero por mis fieles ideales que me han arrastrado a este desastroso final, es cierto, pero también por los pocos recursos de que dispongo. Sin embargo, ahora me tengo que centrar en lo que de verdad es importante. No es por capricho, sino por supervivencia, por necesidad.

    Esta vez empezar de cero será distinto, pero no tengo miedo de reiniciar de nuevo mi vida, como tampoco de volver a intentarlo, de volver a enamorarme, de volver a cerrar los ojos y dejarme llevar, aun a riesgo de perderlo todo y acabar otra vez con el corazón roto. Pero aprendí hace años que es mejor que te lo rompan a que se convierta en piedra por sobreprotegerlo. Hay que vivir sin limitarse, sin miedos, pero no puedo cometer el mismo error de nuevo. A partir de hoy, seré más astuta y me olvidaré de fijarme en los tipos duros con fama de rompecorazones. Porque una cosa es abrir el corazón al amor y otra ofrecérselo al primer carroñero que se te cruce.

    Si un tipo parece un rompecorazones es que, en definitiva, lo es y nada, ni nadie, lo podrá hacer cambiar. Por eso quedan totalmente descartados de futuros amoríos.

    ¡Ya he quedado escarmentada!

    Capítulo 1

    Siete meses después

    Valeria

    —¡¿Qué?! —grito mientras me acerco al oído de Almudena y esta, simplemente, se ríe, lo que provoca que se le acentúen los hoyuelos de sus mejillas, haciendo que haga lo mismo.

    —Que si quieres beber algo, sorda —me repite en el mismo tono y acercándose a mí para que pueda oírla por encima de la alta música electrónica que abotarga todos mis sentidos.

    —¡Sí y unos tapones para los oídos también! —contesto, y veo cómo saca la lengua y pone los ojos en blanco como si estuviese K. O., algo que me ocurre a mí. Después comienza a gesticular mientras me señala la barra, dándome a entender que nos vamos a acercar hasta ella.

    Dos minutos después estamos de vuelta en el epicentro de esta angosta y oscura sala, tomándonos lo que nos hemos pedido como mejor podemos, ya que los saltos y movimientos espasmódicos de toda esta gente que nos rodea no facilita esta sencilla operación. Enseguida, harta de hacer malabares y temer por mi Coca-Cola o mi ropa, opto por tomármela de golpe y así evitar mojarme. Con el largo vaso de tubo vacío en la mano, sintiendo cómo el gas me hace encoger la nariz para aliviar así el picor de las burbujas, me concentro en intentar llevar el ritmo de estos forofos de la música electrónica que nos rodean, entre los que no me incluyo, e incluso puedo asegurar que Almu tampoco…

    Pero aquí estamos…, dejándonos los oídos, intentando mimetizarnos con el ambiente sin tener ni idea de cómo se baila este ritmo frenético y, cómo no, buscando a la causante de que estemos esta noche de sábado aquí… sin dejar de estar pendiente, claro está, de cierta recién estrenada universitaria que, en cuanto se ha enterado de a dónde íbamos, se ha apuntado sin dudar y ha aprovechado para quedar aquí con dos de sus nuevas amigas, con las que estaba, hace unos minutos, bailando a unos cuantos pasos de distancia de nosotras.

    —¡Ahí está! —suelta con emoción Almu, y veo cómo empieza a mover la mano de derecha a izquierda para que la susodicha repare en nosotras.

    —Ve con ella, voy a echarle un ojo a mi hermana. La he perdido de vista desde hace unos minutos… —le digo pegándome a su oreja para que me pueda oír.

    —¡Deja que la pobre disfrute! —me suelta aproximándose también a mí y enarco una ceja negando con la cabeza.

    —Si yo la dejo disfrutar, pero en mi punto de mira —replico, provocando que mi amiga comience a carcajearse—. Además, cuando la tenga localizada, aprovecharé para salir a que me dé un poco el aire.

    Almudena duda un segundo en si dejarme sola o no, para después asentir y dirigirse dando saltos —para no desentonar con el ambiente o por pura dicha de haberla encontrado— hasta esa joven de cabello rosa que acaba de sonreír al verla.

    No puedo evitar fijarme en cómo Almu abraza sin dudar a esa chica, con esa espontaneidad desbordante y sin complejos de la que soy fan absoluta. Desvío la mirada de ellas dos para comenzar a caminar lentamente, intentando encontrar a mi hermana; sin embargo, no la veo, ni a ella ni a sus dos amigas. Al final, opto por salir a la calle después de haber echado un vistazo por el concurrido local, por si les ha dado por salir y estoy haciendo la panoli procurando dar con ellas entre tanto salto y empujón… Mientras me dirijo hacia la salida, aprovecho que paso cerca de la barra para dejar el alargado vaso. Subo un tramo de escaleras para alcanzar la calle, donde el fresco viento de esta noche de finales de octubre me recibe y, al girar la cabeza hacia la izquierda y centrar mi atención allí, la veo, con sus amigas. Están apoyadas en la pared de este club nocturno, hablando. Suspiro, mucho más tranquila, mientras doy unos cuantos pasos para alejarme del sonido amortiguado de esa música, y también de ellas; acabo dejándome caer contra un coche con la esperanza de que pasen las horas rápido…

    Me siento fuera de lugar, como si salir de fiesta no me llenara tanto como antes y me resultara agotador. Alzo la cara para ver las estrellas que se distinguen de manera tímida en el cielo despejado de nubes y hago un gesto de resignación al echar de menos poder contemplarlo en todo su poderío, sin polución, y quedarme embelesada al apreciar la increíble luz plateada que contrasta con la oscuridad del firmamento.

    Pero es lo que tiene vivir en la capital de España… Algo que elegí hace años por voluntad propia y de lo que no me arrepiento lo más mínimo, aunque a veces añore los beneficios de residir en un pueblo pequeño, como, por ejemplo, hoy…

    De repente, el sonido de una botella al precipitarse al suelo provoca que salga de mis pensamientos y busque rápidamente a mi hermana con la mirada. Supongo que, desde que se mudó conmigo hará unas semanas para empezar sus estudios universitarios, estoy un pelín obsesionada por su bienestar. Pero es algo normal, ella está acostumbrada a lidiar con la tranquilidad de un pueblecito donde todos se conocen y no con el ajetreo sin fin que puede haber en Madrid. Sin contar, además, que mis padres me han pedido que esté pendiente de ella como si fuera su guardiana…

    —Mierda —susurro al ver cómo un tipo comienza a caminar en dirección a ellas después de haber estampado contra el asfalto un botellín vacío de cerveza, y por la pinta que lleva… me pongo en alerta sin moverme aún. Tampoco quiero avergonzar a mi hermana, sobre todo cuando todavía no ha ocurrido nada…

    El tipo en cuestión empieza a hablar con ellas hasta que se centra en Rony… La postura de su cuerpo, sus gestos y cómo se mueve me indican que está intentando seducirla, ya que sus palabras no las puedo oír, pues el sonido de la música del club amortiguada junto con el de los coches que pasan por esta zona lo impiden, y mucho menos puedo apreciar la expresión de su cara desde donde estoy, puesto que él me da la espalda y solo puedo ver a mi hermana, que sonríe entre tímida e incómoda. El tipo da un paso más hacia ella. Rony mira hacia el suelo. Las amigas dan un paso hacia un lado, separándose de mi hermana, visiblemente nerviosas e incómodas, como si no supieran qué hacer en una situación como esa. El desgraciado le pone una mano encima y… No sé cuándo he dado orden a mis pies para que se muevan, pero, cuando quiero darme cuenta, estoy a mitad camino de ella, por lo que por fin puedo oír lo que hablan.

    —Eres preciosa, muñeca —dice él poniéndole un mechón de cabello detrás de la oreja, provocando que Rony se muestre todavía más incómoda y yo esté todavía más furiosa.

    —Eh… Gracias, pero, como te he dicho, estoy con mis amigas —susurra mi hermana.

    —Podemos pasarlo tan bien juntos…

    —Lo siento, pero yo…

    —No te hagas la estrecha, muñeca. He visto cómo me mirabas… Imagínatelo: tú, yo y las estrellas cubriéndonos. Puedo ser tu caballero negro, el que te dé todo lo que sé que estás deseando —comenta dando otro paso más hacia ella para así rodear su cintura y estrecharla contra su cuerpo.

    —Suéltame —pide mi hermana muy bajito, colocando sus manos sobre el torso de este para apartarlo, incómoda, nerviosa, pero sobre todo asustada.

    —Sé que lo estás deseando, muñeca, y yo, joder, estoy ansioso por comerte entera.

    —¡¡Eh!! —le grito a pocos pasos, harta de ver cómo Rony se va encogiendo atemorizada, sintiendo cómo mi corazón está al borde de salirse de mi pecho y cómo mi cuerpo se pone rígido, intentando controlar el miedo que siento, sobre todo para que él no lo note.

    En ese instante el tipo se gira hacia mí y veo su osadía, el peligro que rezuma de sus pupilas, la embriaguez que destila en sus movimientos y, aunque su gélida mirada grisácea ha provocado que la sangre se me helara, también ha conseguido a la vez que mi ser se prepare, especialmente cuando he reconocido su rostro repleto de tatuajes macabros. Trago saliva procurando que no aprecie el temor que siento al saber de quién se trata, que no perciba ninguna debilidad o inseguridad por mi parte al reconocerlo, aunque jamás hayamos intercambiado una palabra, pero supongo que él también estará acostumbrado a ese efecto en los demás. Tolo es inconfundible, y mucho más si te mueves por círculos similares a los suyos, como lo es también la fama que lo sigue allá donde vaya. Por eso mismo, porque sé quién es, siempre lo he evitado. Hasta hoy…

    —¿Me lo dices a mí? —suelta prepotente, algo que comprendo. Nadie en su sano juicio le hablaría como lo estoy haciendo yo y sé que estoy metiéndome en la boca del lobo, pero, aunque sepa que estoy cometiendo la mayor estupidez de mi vida, es mi hermana.

    —¿Es que no te has enterado de que quiere que la sueltes? —pregunto alzando la cara, para que no tenga dudas de que no me achanto delante de él, aunque ahora mismo mi instinto de supervivencia esté tirándose del pelo, mientras corre en círculos, al ver lo que estoy haciendo.

    Todos mis sentidos están centrados en él, que sigue pegado a Rony como si fuera una asquerosa y nauseabunda lapa, aunque creo que las lapas son incluso mejores que este repugnante tío, así que termino de caminar los pocos pasos que me quedan para plantarme delante de Tolo.

    —¿Quién coño eres tú? —suelta frunciendo el ceño sin dejar de mirarme hosco y sin apartarse de Rony, que ha comenzado a temblar…, no sé si aliviada de verme o más asustada por eso mismo.

    —Quiero que la sueltes ya —exijo apretando los dientes y los puños, alzando la barbilla hacia él, demostrándole que no le temo, aunque ahora mismo mi cuerpo se esté erizando por tenerlo delante. He optado por no responder a su pregunta, pues, aunque yo sí sé quién es, es normal que él no tenga ni idea de quién soy.

    Se me queda mirando perplejo, como si no comprendiese la razón por la cual una mujer —o sea, yo— está encarándose con él, sin importar la pinta —y fama— de camorrista peligroso que tiene, ni siquiera los tatuajes que salpican su cara, que le añaden, incluso, más peligrosidad, o hasta su manera de vestir: de negro, con esa ajada chupa de cuero y esas cadenas plateadas que cuelgan del bolsillo de su pantalón y de su cuello, y que tintinean con cada movimiento que hace. Después dirige el rostro hacia mi hermana, que está mordisqueándose el labio inferior, perturbada por esta tensa situación, algo que provoca que apriete todavía más los puños y note cómo las uñas se me clavan en la piel.

    Esto va a acabar mal, lo sé…

    —Me gustan más jovencitas, no te lo tomes a mal, mujer —dice canalla mirándome de nuevo—. Aunque, si quieres, cuando termine con ella, podría hacerte un favor… —añade con soberbia para después girar de nuevo la cara hacia mi hermana y aproximarla a tan solo unos centímetros de la de ella—. ¿Por dónde íbamos, muñeca?

    —La muñeca te la voy a romper yo como no la sueltes de una puta vez —gruño harta de que me subestimen por ser, precisamente eso, una mujer, pero todavía más cansada de que haya tíos como él por el mundo, tíos que se crean con derecho a hacer lo que les dé la gana, sin importar nada más que su voluntad.

    Vuelve a girar la cabeza hacia mí, ahora dibujando una sonrisa diabólica, para después apretar más a Rony contra su cuerpo, logrando lo que quiere: provocarme. Tomo una decisión apresurada, sin barajar pros y contras, porque no hay tiempo para hacerlo y solo ansío liberar a mi hermana de este tipejo, sin importar qué me ocurra a mí.

    —Atenta, Rony —anuncio sin dejar de mirarlo a los ojos, pendiente de todos sus movimientos, esperando a que ella se prepare para lo que está a punto de suceder.

    Este sonríe de esa manera chulesca, sabedor de lo temido que es por estos barrios, como si se creyese que con eso bastará para detenerme, pero cuando tomo una decisión voy a por todas, aunque sepa que va a acabar mal.

    —Te estás metiendo con quien no debes… Si fueras lista, darías media vuelta y te largarías por donde has venido, mujer —me advierte despectivo y enarco una ceja al barajar las escasas posibilidades de que salga bien de la idiotez que estoy a punto de cometer. Soy una kamikaze, lo sé—. No quiero perder el tiempo contigo cuando tengo cosas más placenteras que hacer con esta preciosidad.

    —Una —digo hastiada de tanta charla absurda mientras mi puño impacta en su nariz, provocando que este la suelte para llevarse la mano, en un acto reflejo, a esa parte dolorida de su cuerpo mientras sus ojos se abren más por la sorpresa al no esperarse esa reacción por mi parte—, dos —añado elevando la rodilla para impactar contra sus pelotas, provocando que se arquee hacia delante, jadeando de dolor— y tres —remato mientras cojo de la mano a mi hermana y comenzamos a correr en dirección opuesta a donde está ese impresentable farfullando contra mí todas las palabras malsonantes que se sabe.

    Y son muchas.

    De repente, cuando solo hemos podido alejarnos un par de pasos de ahí, oigo un frenazo brusco muy cerca de donde estábamos, un grito de mujer me hace dirigir el rostro en esa dirección y simplemente veo cómo un hombre sale apresuradamente del coche para correr detrás de Tolo que… ¡¡nos está persiguiendo!!

    —Mierda —protesto sin soltar a Rony para correr más rápido mientras esta me mira aterrorizada.

    —Valeria.

    —No mires atrás —le pido al tiempo que la cojo con fuerza del brazo para que no se tropiece y noto cómo comienza a aflojar el paso por los malditos tacones que lleva puestos esta noche.

    Trago saliva esperando, deseando, rogando, una escapatoria, sino… esta noche acabará peor que mal.

    Capítulo 2

    Valeria

    De pronto, el sonido de unos golpes, un grito femenino, unas maldiciones por lo bajo y varios insultos consiguen que me gire de nuevo sin dejar de correr. Observo cómo el hombre del coche desvía un puñetazo que Tolo le lanza, para después darle un derechazo que logra que este caiga al suelo; luego se acerca donde está tumbado el canalla.

    No me lo puedo creer… ¡¡Lo ha detenido!! Y, joder, por poco me pongo a reír como una histérica al ver que Tolo sigue tirado en el suelo. Dejamos de correr cuando me aseguro de que estamos a salvo y que el otro tipo que ha noqueado a Tolo no está interesado en nosotras. Nunca se sabe; sé que soy precavida de más si está mi hermana en la ecuación, pero prefiero no fiarme de nadie y mucho menos en lugares como este.

    Desvío la mirada hacia Rony, que se lleva la mano al pecho, respirando sin resuello por la carrera que nos hemos metido, sin dejar de presenciar la escena que tenemos a unos cuantos metros de distancia, para después percatarme de cómo sus dos amigas corren hasta donde estamos.

    —Tííaa —gimotea la del pelo castaño mientras abraza a Rony visiblemente nerviosa—, hemos pasado tanto miedo…

    —Menos mal que estaba mi hermana cerca. Cuando la he visto… ¡Uf! Por poco me echo a llorar de alegría —susurra Rony sin dejar de temblar, y giro la cabeza para ver cómo ese chico que ha salido del coche coge de la pechera a Tolo, que sigue tumbado en el suelo, y le dice algo a la oreja, para luego dejarlo caer de malas maneras y levantarse de ahí con autocontrol y una seguridad aplastantes… como si fuera normal en él liarse a hostias con cualquiera que se le cruce por delante.

    —¿Ella es tu hermana? —dice su otra amiga, y me fijo en que es la rubia de rostro redondo que no recuerdo cómo se llama. Me mira con curiosidad y sonrío confirmándole que así es—. ¡Joder, qué suerte tenéis Nerea y tú! Las dos con hermanos mayores y yo… con una hermanita mocosa de once años fan de Roblox… —se queja y sonrío al ver el mohín de disgusto que hace.

    —Nerea, ¿estás bien? —La voz grave, rasgada y varonil dirigida a nosotras provoca que busque con la mirada su procedencia para contemplar al hombre que ha salido del coche para ayudarnos y que está acercándose a nosotras.

    Trago saliva inconscientemente cuando me doy cuenta de que el tipo que ha derribado a Tolo como si fuera un muñeco es, nada más y nada menos, que… ¡Jorge Novoa!

    ¡Mierda!

    Siento cómo se me encoge el estómago, cómo se me cierra la garganta y todo lo de mi alrededor gira a una velocidad de vértigo simplemente al reconocerlo. Intento que no se me note que me afecta tenerlo delante después de tanto tiempo sin coincidir con él en ningún lugar, algo de lo que sé que soy responsable directa, porque en los últimos meses me he movido por diferentes ambientes para poder evitar toparme con alguno de su grupo. Hasta hoy…

    Esto es algo que debería haber sospechado cuando hemos llegado a este club, pero he pensado, ilusa de mí, que no tendría tanta mala suerte…

    Pues sí, la tengo y por partida doble.

    «Yu-pi.»

    Aprovecho que lo tengo delante para recordar la armonía de sus facciones, cómo su nariz recta señala hacia sus gruesos, mullidos y definidos labios. ¡Jamás he visto una boca como la suya! Tan sugerente, tentadora, como si gritara a los cuatro vientos los increíbles besos que puede llegar a dar. Eso llamó mi atención la primera vez que lo vi, antes incluso de nuestro primer y accidentado encuentro en la puerta de aquel pub. Su rostro cuadrado, su mandíbula marcada con una tenue barba de dos días y su mirada letal crean una combinación perfecta de peligrosidad y seguridad que lo hace atractivo. No. Atractivo se queda corto para definir a Jorge, él es mucho más que eso. Lo hace irresistible, tentador y una locura para los sentidos, y él, por supuesto, lo tiene más que asumido. Alto, rondará perfectamente el metro ochenta e incluso puede que lo supere, de complexión fuerte, sin llegar a ser un amasijo de bultos exagerados como el muñeco Michelin. Sus brazos desnudos al aire, gracias a la camiseta de manga corta negra —aun haciendo fresco— que lleva entallada a su fibroso cuerpo, me confirman lo que ya sabía: que estoy delante de un tipo al que le gusta el deporte. Eso no me extraña, pues sé que su familia es propietaria de un gimnasio en el barrio. Pero, además de estar en buena forma, sabe cómo noquear a ese desgraciado que por poco nos coge para…

    ¡Es mejor ni siquiera pensarlo!

    —Sí, estamos bien, Jorge —dice la amiga de Rony, la del cabello castaño y preciosos ojos de un color aceitunado, sin dejar de sonreír—. Cuando he visto que ese tipo no se marchaba… he llamado a mi hermano por teléfono —nos explica, y asiento al entender la razón por la cual, nada más salir del coche, se ha dirigido hacia Tolo sin ni siquiera dudar. Entonces me fijo de nuevo en esa chica, en Nerea, que resulta que es su hermana. ¡Creía que era hijo único!—. Aunque, claro, no sabía que vendría tu hermana a romperle la nariz. ¡Ha sido brutal!

    —¡Más que brutal! ¿Has visto cómo le ha dado un rodillazo en todos los huevos? —interviene la amiga rubia, y las tres comienzan a asentir emocionadas.

    En ese momento, Jorge repara en mí, como si no se hubiese dado cuenta de que estaba en este pequeño grupo, frunce el ceño de manera imperceptible, asiente y traga saliva, provocando que la nuez suba y baje por su fuerte cuello de una manera demasiado erótica para una acción tan común, aunque no me extraña porque él es así.

    Jorge es el erotismo en estado puro y supongo que se deberá a su fama de tío problemático, a ese afán por mostrarse inalcanzable para todos y, cómo no, a ser el rey indiscutible de todos los tipos duros y seductores de Vallecas.

    —¿En qué hostias estabas pensando para venir aquí sin avisarme? —pregunta Jorge con rotundidad fijando la mirada en su hermana, y esta, nerviosa, se muerde el labio—. Joder, Nerea, si lo hubiera sabido, hubiese estado por aquí y nadie os habría molestado.

    —Lo hemos planeado a última hora… Rony venía con su hermana y… hemos decidido acercarnos también —comenta con dulzura.

    —Podrías haberme llamado por teléfono antes de venir para que estuviera atento. Espero que esto no se vuelva a repetir —la riñe displicente para después girarse en cuanto oye cómo alguien lo llama. Levanta el brazo para saludar y vuelve a girarse hacia su hermana, centrando la vista solo en ella—. Me quedaré hasta que os vayáis. No os preocupéis que no os volverá a molestar nadie —añade con seriedad. Se da media vuelta sin decir nada más y se dirige hasta unos tipos que lo están esperando cerca de la entrada.

    Me quedo mirando su espalda ancha, su cintura estrecha, sus piernas largas, fuertes, potentes, y esa manera de caminar como si supiera que es intocable.

    Dejo escapar el aire por mis labios al darme cuenta de, sin ser familia, lo mucho que Jorge se parece a…

    Detengo de raíz mis pensamientos al percatarme de que he estado a punto de nombrarlo, aunque fuera solo en mi mente, y muevo enérgicamente la cabeza para desecharlo por completo.

    Me prometí que no volvería a pensar en él jamás y mucho menos volver a decir su nombre, aunque Jorge me lo haya recordado. Pero ¿cómo no lo iba a hacer? Él fue en cierta manera el causante de mi desastrosa decisión, de que me acercara donde, ahora lo sé, no debía y que me dejara arrastrar por algo que debería haber parado de cuajo.

    —¡¡Dios mío, Nerea!! —exclama Rony extasiada mientras se cuelga del brazo de su amiga y, sin darse cuenta, me ayuda a que me centre en el momento, dejando atrás el pasado—. ¿Por qué no me habías dicho que tenías un hermano tan tan guapooooo?

    —Uf, ¡¡noooo!! —exclama Nerea con hastío—. ¿Y soportar a otra amiga colada por él? Mejor que no, gracias, y más te vale fijarte en otro chico y no en Jorge. No quiero más dramas en mi vida cuando os deis cuenta de que mi hermano pasa olímpicamente de vosotras porque, según

    ¿Disfrutas la vista previa?
    Página 1 de 1