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Diálogo de una prostituta con su cliente y otras obras
Diálogo de una prostituta con su cliente y otras obras
Diálogo de una prostituta con su cliente y otras obras
Libro electrónico160 páginas2 horas

Diálogo de una prostituta con su cliente y otras obras

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Mujeres y sexo, mujeres y amistad, mujeres y sufrimiento: las tres obras recogidas en este volumen exploran el universo femenino en sus facetas más oscuras y misteriosas.
El cuerpo femenino rechaza convertirse en mercancía en el diálogo entre Manila y su cliente que da título al libro: una conversación punzante e irónica en la que la mujer utiliza la única arma que tiene a disposición, la palabra, para poner al desnudo las mentiras del hombre, quien habla de amor y protección, pero solo quiere abusar de su cuerpo.
En Dos mujeres de provincias, dos criadas consumidas por una vida de servidumbre se confían secretos y recuerdos mientras trabajan en la casa de un hombre al que apenas conocen. A medida que las mujeres ahondan en el relato de sus vivencias,van aflorando en la conversación la frustración y la rabia causadas por una existencia consagrada a cuidar y a honrar a los varones.
Una familia de inmigrantes sicilianos protagoniza Los sueños de Clitemnestra. Los episodios de muerte y locura que viven sus componentes oscilan entre la tragedia griega y la violencia urbana e incuban un conflicto mortal entre la madre rebelde, llamada Clitemnestra, y una hija que siente devoción por el padre, la sombría Electra.
Tres historias que sacan a relucir las costuras del patriarcado y ofrecen la mirada de mujeres que lo han sufrido en sus carnes; tres denuncias y una imperiosa invitación a cambiar las reglas de nuestra sociedad.De este hilo conductor que une el presente con el pasado nace un texto en el que la escritora consigue devolver a la santa rebelde las palabras que le censuraron, el protagonismo histórico que le arrebató la figura de Francisco, así como destacar el valor rompedor de su renuncia y de su inquebrantable abnegación.
En esto, de hecho, reside la desobediencia de Clara, retratada por Maraini con delicadeza y complicidad en un libro a veces duro, salpicado de preguntas y reflexiones: en su obstinada insumisión ante las convenciones de una época dominada, al igual que hoy, por el hombre.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento23 may 2022
ISBN9788418481529
Diálogo de una prostituta con su cliente y otras obras

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    Diálogo de una prostituta con su cliente y otras obras - Dacia Maraini

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    Diálogo de una prostituta con su cliente

    PERSONAJES

    MANILA

    CLIENTE

    MANILA  Entonces, ¿qué? ¿Te desnudas?

    CLIENTE  ¡Que no soy una mujer!

    MANILA  No, ya lo veo, que tienes rabo.

    CLIENTE  Pero tú… ¿tú quién diablos eres?

    MANILA  Llevo falda, ¿no lo ves?

    CLIENTE  ¿No serás un travesti? Mira que yo con hombres no quiero nada.

    MANILA  No, tonto, soy una mujer.

    CLIENTE  Las mujeres no se comportan así.

    MANILA  ¿Y cómo se comportan?

    CLIENTE  Con un poco más de coquetería, de garbo, yo qué se… menean la colita, flirtean.

    MANILA  Yo no meneo la colita porque no soy un perro. ¡Desnúdate!

    CLIENTE  Joder, pero es que así me desmoralizas, ¿sabes? ¡Me desmoralizas, me desmoralizas!

    MANILA  Quítate la camisa, para que te vea.

    CLIENTE  ¿Para que veas qué?

    MANILA  Para ver si tienes un buen torso.

    CLIENTE  ¡Pero perdona, aquí el que compra soy yo, no tú!

    MANILA  Claro que eres tú el que compra. Pero a mí me gusta mirar. Yo soy una mirona. ¿Me enseñas el pecho?

    CLIENTE  No tiene nada de especial… Nunca he practicado deporte. Mi madre quería que hiciera piragüismo, pero a mí no me apetecía. ¿Sabes qué dice Pellizzetti? Que en el deporte masculino anida más homosexualidad que en un antro de maricas.

    MANILA  ¿Quién es Pellizzetti?

    CLIENTE  ¿Cómo? ¿No conoces a Pellizzetti? Bueno, claro, tienes razón, no eres más que una pobre puta.

    MANILA  Bueno, ¿qué haces, que no te desnudas?

    CLIENTE  Perdona, pero ¿qué clase de mujer eres tú?

    MANILA  ¿Por qué haces tantas preguntas? Tú compras, yo vendo, zanjemos el trato.

    CLIENTE  El trato es que yo te poseo y tú te dejas poseer.

    MANILA  No. Tú compras, yo vendo, nada más.

    CLIENTE  Pero ¿el qué?

    MANILA  Mi coño.

    CLIENTE  ¡No pronuncies esa palabra, por favor!

    MANILA  ¿Por qué? ¿Te da asco?

    CLIENTE  Delante de mí, por favor… mira, no la digas delante de mí, me da impresión. Le faltas el respeto a tu cuerpo.

    MANILA  Pero ¿qué te pasa? Estamos comerciando, ¿no?

    CLIENTE  Sí, comerciando… pero si tú no cumples con tu parte, yo me aflojo, me vengo abajo, pierdo las ganas.

    Pausa. Manila mira al cliente, que se enrosca un pañuelo alrededor de las sienes doloridas.

    Cliente  ¿Qué? ¿No hablas?

    MANILA  No solo quieres mi coño, también quieres que te dé palique. ¡Que no soy una geisha, oye!

    CLIENTE  Te he pedido que no digas groserías.

    MANILA  ¿Decir coño es grosero?

    CLIENTE  Que no digas esa palabra, por favor. Me pone nervioso.

    MANILA  Pero comprarlo a tanto el kilo no te pone nervioso.

    CLIENTE  Yo pago, ¿entendido? Pago mucho y no quiero oír esas palabras.

    MANILA  Tampoco pagas tanto. Yo vendo mi cuerpo a precio reducido, que incluye el uso de la habitación, de la cama, de las sábanas, del cenicero, de la radio, de la ventana y del váter.

    CLIENTE  Sabes que eres mezquina, ¿verdad? Solo piensas en el dinero. ¿No tienes dentro algo que siente, que sufre, que llora…? ¿No tienes un alma?

    MANILA  Nunca he oído hablar de ella.

    CLIENTE  ¡Qué mala suerte! No se me pasa el dolor de cabeza.

    MANILA  ¿Cuántos años tienes?

    CLIENTE  Veinticinco, ¿por qué?

    MANILA  Hablas como si tuvieras cincuenta.

    CLIENTE  Estoy cansado. No he parado en todo el mes.

    MANILA  ¿Por qué?

    CLIENTE  Pues por las elecciones. ¿Cómo crees que he ganado el dinero para venir aquí?

    MANILA  ¿Y para quién has hecho campaña electoral?

    CLIENTE  ¡Solo falta que ahora tenga que ponerme a hablar de política con una puta!

    MANILA  ¿Eres democristiano?

    CLIENTE  Si dices una palabra más sobre política, me levanto y me voy.

    MANILA  Vale, ya lo pillo… ¿quieres un café?

    CLIENTE  No, quiero descansar. ¿Puedo tumbarme?

    Manila le mira mientras se tumba y, absorto, se pone a fumar. Se dirige al público.

    MANILA  Yo lo miro, lo miro bien, pero que muy bien, de arriba a abajo, porque a mí me gusta mirar, siempre pasa igual: yo miro, vuelvo a mirar y luego, zas, caigo en lo que estoy mirando… ese es el riesgo… a mí el mirar me da un escalofrío, como un chorro de agua en la espalda… llega un punto en que, si sigo mirando, me lanzo, es así, me lanzo a la cosa que miro y desaparezco, caigo hasta el fondo, me voy a pique, nado, corro, me estiro… me digo: soy yo, Manila, estate tranquila… pero no, no soy yo en absoluto, soy la cosa que estoy mirando… por ejemplo, un perro que caga en la acera y el dueño le tira de la correa tan fuerte que casi lo ahoga porque se avergüenza, el imbécil que de repente se ve al perro cagando delante de las tiendas del barrio… una caca blanda, amarilla, como de hígado enfermo, porque como él no tiene tiempo, como él es perezoso, él por la mañana duerme hasta tarde, le da al perro sobras medio podridas y el otro está siempre malo. Ahí está el perro, o sea, Manila convertida en el perro, que permanece encogido y con las patas traseras dobladas, el culo apretado, la cabeza alzada hacia el hombre, y dice: «Espera, amor mío, espera; ¿no ves que estoy cagando?».

    Pausa. El cliente no ha oído nada. Se pone nervioso.

    CLIENTE  Este silencio me pone de los nervios. Pero ¿qué haces? ¿Te has dormido?

    MANILA  No, eres tú el que duerme.

    CLIENTE  Pero tú, pero tú… perdona, tú no eres una prostituta, yo de esto entiendo, tú eres otra cosa, una anormal, una desviada, una actriz, una payasa, no sé qué eres, pero desde luego no eres esa cosa que he comprado para follar.

    Primera interrupción y debate con el público.

    MANILA  Silencio.

    CLIENTE  Pero ¿qué puñetas quieres…?

    MANILA  Me sé mi papel. Es solo que estaba pensando qué quiere decir «entender de prostitutas». (Dirigiéndose a un hombre del público) Perdone, ¿usted entiende de prostitutas? ¿Ha estado alguna vez con una? Según usted, ¿una prostituta se comporta de manera especial, reconocible? ¿En qué consiste?

    Aquí, según las respuestas del público, se desarrolla el debate, que los actores interrumpen con las frases de su texto para recomenzar la actuación.

    CLIENTE  Pero tú, perdona, tú no eres una prostituta, yo entiendo de esto…

    MANILA  Pero ¿qué puñetas quieres tú, se puede saber? ¡Y quítate esa camisa, venga!

    CLIENTE  Pero es que, perdona, así parece que eres tú la que compra y yo el que vende, no me cuadra.

    MANILA  Pues entonces di tú cómo lo hacemos.

    CLIENTE  Hagamos como que nos hemos encontrado por casualidad en el tranvía, yo te he tirado los tejos y tú estás pensando en si traicionar a tu marido o no.

    MANILA  No me apetece. Y, además, yo no tengo marido.

    CLIENTE  Pues haz como que lo tienes, ¿no?

    MANILA  Vamos, que tengo que hacer el teatrillo.

    CLIENTE  No, hombre, ¿qué tiene que ver? Tú solo sígueme la corriente.

    MANILA  Yo no hago el teatrillo. Yo vendo mi coño y basta.

    CLIENTE  ¡Te he dicho que no hables así, me cago en la puta! ¡Me despoetizas!

    MANILA  Tienes unos ojos verdes preciosos. ¿Son verdes o celestes?

    CLIENTE  Bonitos, ¿verdad?

    MANILA  De cuerpo eres poca cosa. O sea, delgaducho. ¿Me enseñas las manos?

    CLIENTE  Me desmontas, joder, me desmontas.

    MANILA  Manos bonitas, señoriales. Está claro que tú, con estas manos, no trabajas. Tú trabajas con la cabeza. Por eso te duele.

    CLIENTE  Es todo un trabajo de cabeza. Y de estómago. Hace falta cuajo.

    MANILA  Y tienes una boca bonita.

    CLIENTE  Me lo dice todo el mundo.

    MANILA  Sonríe un poco… bonitos dientes, no está mal.

    Él sonríe.

    MANILA  Sigue sonriendo… bonita sonrisa. Un poco lúgubre, pero bonita. ¿Cómo te llamas?

    CLIENTE  Bonito esto, bonito lo otro… pero ¿quién de nosotros es el que compra, eh?

    MANILA  Estás forrado, ¿eh?

    CLIENTE  ¿Qué quieres?, ¿que te ponga una tiendecita de recuerdos en el Quadraro?

    MANILA  ¿Tienes una tienda?

    CLIENTE  Mi padre.

    MANILA  ¿Y tú?

    CLIENTE  Estudio. Económicas y empresariales.

    MANILA  Y has ganado dinero con la campaña electoral…

    CLIENTE  Escucha, Manila… Yo, mira, porque no soy un toro bravo, que si no a estas alturas ya te habría lanzado a la cama sin tanto miramiento. A mí me gusta el ser humano, me gusta entender, ver, me gusta que tú seas tú y yo sea yo, no quiero comportarme como una bestia, yo aprecio las buenas maneras; en cierto sentido, soy un caballero.

    MANILA  ¿No serás un fascista?

    CLIENTE  No… yo soy un demócrata… ¿por qué?

    MANILA  Yo no me acuesto con fascistas.

    CLIENTE  Mira que, para ser una puta, eres bastante caprichosa.

    MANILA  ¡Ocúpate de tus asuntos! ¿Entonces, qué? ¿Te la quitas, esa camisa?

    CLIENTE  Yo no me quito nada. Dios, qué dolor de cabeza, ¿tienes una aspirina?

    MANILA  Voy a mirar.

    Coge las aspirinas y le pasa la caja.

    CLIENTE  No, así no.

    MANILA:  ¿Pues cómo?

    CLIENTE  Aquí, en medio de la palma de la mano, así. Yo la recojo con la lengua y siento tu carne… con mi madre siempre lo hago así… Y ella se ríe… porque le chupo la mano… gracioso, ¿no? Me llama cachorrillo. ¿Me haces un masajito en los pies, Manila?

    Manila le coge los pies.

    MANILA  Los pies hablan; cuentan muchas cosas, los pies. Mi abuela decía: mira siempre los pies de un hombre. Si son demasiado pequeños, ni te acerques a él. Si brillan, ni te acerques a él. Si son esqueléticos, ni te acerques a él. Si en cambio huelen mal y tienen cosquillas, entonces cógelos entre las manos, son pies amigos. A ver, ¿te la quitas, esta camisa?

    CLIENTE  Anda, sí… ya está. ¿Qué te parece?

    MANILA  No está mal. Pero eres un poco peludo. A mí los hombres con pelo en el pecho no me gustan. Yo al hombre lo juzgo por el pecho. Si tiene vello, es un hipócrita y un vanidoso. Luego miro la cintura. Y luego el culo. Y al final, la polla. Aunque es la cosa menos expresiva del hombre. Es más, es la más falsa. Porque si os interesa saberlo, la polla nunca dice la verdad. Cuando está hinchada y erecta como amenazante, que parece que te quiera perforar, al final resulta que es una bonachona un poco idiota que con la primera palabra un poco dura se acurruca asustada. Si en cambio es tímida y dulce y está siempre un poco húmeda, que te hace pensar que ni puede ponerse tiesa, hala, resulta que esa es la más alborotadora, la más lista, la que nunca se cansa y de repente te escupe dentro el semen cuando menos te lo esperas y te deja embarazada en un plis plas. Luego están esas pollas melancólicas, largas y estrechas, lisas y calientes, que las coges con la mano y te dices: ¡qué belleza, qué elegancia! Pero luego resulta

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