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Umrao Jaan Ada. La cortesana de Luknow
Umrao Jaan Ada. La cortesana de Luknow
Umrao Jaan Ada. La cortesana de Luknow
Libro electrónico328 páginas4 horas

Umrao Jaan Ada. La cortesana de Luknow

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Publicada en 1899, Umrao Yan Ada, la cortesana de Lucknow fue incluida en 1970 por la UNESCO en su Colección de Obras Representativas de la literatura universal, y siempre ha sido en la India un hito de la cultura popular. Bollywood la ha llevado al cine en varias ocasiones, la última en 2006.

Con estas «memorias» de una elegante cortesana –tal vez inspirada en un personaje real-, Mirza Muhammad Hadi Ruswa escribió la primera novela en urdu (la lengua hablada entre la población musulmana del norte de la India y Paquistán). Umrao, la protagonista, cuenta cómo de niña fue raptada y vendida a un burdel, donde recibió una exquisita educación en las artes de la poesía y la danza, y cómo luego prosperó su carrera, entre sultanes y nababs, bandidos y molvis, amantes y confidentes, y rodeada de otras cortesanas, algunas más hermosas que ella, algunas más «pervertidas». Cuando la juventud y los placeres ya han pasado, recuerda con dulce nostalgia lecciones de amor («Se puede querer inteligente o tontamente») aprendidas en noches de intimidad, aventuras galantes, anécdotas cómicas e historias de honor, celos y engaños. Entreverada de reflexiones históricas y observaciones punzantes sobre las relaciones entre hombres y mujeres, la novela es además una vibrante recreación de Lucknow, la capital artística y cultural del norte de la India en los siglos XVIII y XIX.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento25 mar 2013
ISBN9788484288527
Umrao Jaan Ada. La cortesana de Luknow
Autor

Mirza M. Hadi Ruswa

Mirza Muhammad Hadi Ruswa, nació en Lucknow en un año clave para la historia india, 1857, el año del motín o la primera guerra de independencia india, que supuso, además, el final del Imperio Mogol. Como era la costumbre de su época, recibió la educación en su casa y fue discípulo del poeta Dabir. Trabajó como profesor de matemáticas, ciencia, filosofía y traductor. Escribió poemas y tres novelas de calidad, la más famosa de ellas es la que publicamos ahora.

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    Umrao Jaan Ada. La cortesana de Luknow - Mirza M. Hadi Ruswa

    Epub cover

    Índice

    Introducción

    [Prólogo y mushaira]

    Capítulo I

    Capítulo II

    Capítulo III

    Capítulo IV

    Capítulo V

    Capítulo VI

    Capítulo VII

    Capítulo VIII

    Capítulo IX

    Capítulo X

    Capítulo XI

    Capítulo XII

    Capítulo XIII

    Capítulo XIV

    Capítulo XV

    Capítulo XVI

    Capítulo XVII

    Capítulo XVIII

    Capítulo XIX

    Capítulo XX

    Capítulo XXI

    Capítulo XXII

    Capítulo XXIII

    Capítulo XXIV

    Capítulo XXV

    Capítulo XXVI

    Glosario

    Notas

    Créditos

    ALBA

    Introducción

    Mirza Muhammad Hadi Ruswa (1857-1931) nació en Lucknow en un año clave para la historia india, 1857, el año del motín, o la primera guerra de independencia contra los ingleses, que fue duramente reprimido por éstos y supuso el fin del Imperio mogol, el cierre de la Compañía de las Indias Orientales y el dominio directo de la India por parte del gobierno británico.

    Como era costumbre en su época, Ruswa recibió las primeras enseñanzas de árabe y persa de su padre, y posteriormente estudió en la famosa escuela La Martiniere. Desde muy joven escribía poemas y fue discípulo del poeta Dabir. Pero, además de la literatura, le interesaban la química, la alquimia y la astronomía.

    Trabajó dos años en Kabul como empleado del servicio de ferrocarriles. Posteriormente volvió a Lucknow y fue profesor de matemáticas, ciencia, filosofía y lengua persa; más tarde enseñaría en el Departamento de Traducción de la famosa Universidad Osmania de Hyderabad. En su faceta literaria, escribió poemas, tres novelas de calidad, entre las cuales la más famosa es Umrao Yan Ada, además de otras novelas de menor categoría, y tratados filosóficos y religiosos.

    Su vida no carece de detalles novelescos ya que tuvo una relación con una mujer anglo-francesa llamada Sofía, nacida en Lucknow. En una ocasión la acompañó a Bombay, donde aprovecharon para visitar la ciudad, pero un día ella desapareció dejándole una carta en la que comunicaba que había tenido que marcharse a París para cobrar una herencia y que volvería al cabo de dos o tres meses. Ruswa la esperó, y durante un tiempo se cartearon, pero al final ella nunca regresaría. Tras esta relación compuso un masnavi (una forma poética de origen persa, consistente en una serie indeterminada de dísticos, de tema heroico, religioso o romántico), el Masnavi del llanto de Ruswa.

    Umrao Yan Ada se publicó en 1899, y se considera la primera novela en urdu. El urdu es una lengua indoeuropea que nació en la India como fruto de la presencia islámica en este país. Tiene una gran influencia del persa, y como éste utiliza la escritura nastaliq, una variante de la escritura árabe. Se habla prácticamente en todo el norte de la India así como en el estado de Andhra Pradesh, situado en el sur; tras la partición, fue adoptada por Paquistán como lengua oficial. Si se contabilizan sus hablantes junto con los del hindi, su lengua hermana, es la cuarta lengua más hablada del mundo.

    El inicio de la novela en urdu, propiciado por la difusión de la imprenta, el nacimiento de la prensa y el desarrollo de la educación, es en la India mucho más tardío que en Europa. El antecedente cultural es el dastán persa, la narración oral de historias fantásticas de gran extensión en las que el narrador hacía alarde de sus dotes para la oratoria, embelleciendo el lenguaje al máximo. Estas características perduran en los primeros intentos de novela en urdu, pero la singularidad de Umrao Yan Ada reside en que es la primera obra que se aleja del relato de hechos fantásticos típicos del dastán para retratar fielmente la vida de una cortesana de la época.

    En ella se relata el encuentro, supuestamente real, del autor con una cortesana o tawaif en la ciudad de Lucknow. Tras la insistencia del autor, ella accede a relatarle su historia.

    Anteriormente al desarrollo de la novela en la literatura urdu el género por excelencia era la poesía, que heredó de la tradición persa sus temas y formas y alcanzó un alto grado de refinamiento. Era habitual la celebración de mushairas o veladas poéticas en las que los asistentes recitaban sus últimas composiciones. En esta obra, el encuentro del autor con la protagonista se produce en el marco de una de estas veladas, y posteriormente se nos describe con detalle cómo transcurre una de ellas.

    A pesar de que esta parte inicial es completamente independiente del relato, constituye una de las mejores descripciones que existen en la literatura urdu de tales reuniones, por lo que el lector curioso podrá disfrutar al adentrarse en este cuadro de un mundo ya desaparecido, al menos en su forma tradicional. De las dos ediciones inglesas de la obra que existen, en una se omite por completo esta sección ofreciendo apenas un brevísimo resumen, y en la otra se eliminan algunos pasajes. Nosotros, sin embargo, hemos creído imprescindible, y un acto de justicia tanto con el autor como con el lector, ofrecer la obra completa incluyendo esta sección. Aunque el relato propiamente dicho comienza en el primer capítulo y se podría iniciar la lectura de la obra en él, creemos que estos preliminares serán un complemento muy enriquecedor para todo lector inquieto. En ellos el autor describe los preparativos de la velada, refleja la cultura extremadamente refinada de los asistentes y ejemplifica los diferentes tipos de poesía que se recitaban o cantaban, desde la más arcana a la más soez. El género poético por excelencia en las mushairas es el gazal, que consiste en una serie de dísticos, entre cinco y doce, con la particularidad de que cada uno de ellos constituye una unidad de sentido sin relación con el resto, lo que hace que su significado se halle muy condensado y sea a veces voluntariamente ambiguo. También encontramos en esta sección un ejemplo de nazm, un tipo de poema más extenso que, frente al gazal, guarda una unidad temática. Este nazm en concreto ofrece un contrapunto al refinamiento de los gazales haciendo una burla de los poetastros y su camarilla de aduladores.

    Tras la descripción de la mushaira comienza el relato en sí, narrado por la protagonista. La importancia de esta obra radica en que, lejos de reducirse al relato de la vida de una cortesana, es el reflejo directo de una sociedad en un momento clave de la historia india. No en vano su historia comienza con los siguientes versos:

    Dígame, ¿qué historia desearía usted escuchar?

    ¿La de mi vida o la del mundo que me tocó habitar?

    La novela transcurre en un período que se extiende aproximadamente de 1840 a 1870. Ésta es una época de decadencia y resquebrajamiento del Imperio mogol, ya en este momento reducido al entorno de Lal Qila (el Fuerte Rojo, la residencia imperial en Delhi). Esta decadencia había comenzado con el último gran emperador mogol, Aurangzeb (1618-1707). A su muerte se suceden numerosas revueltas e invasiones, como la de Nadir Shah en 1739, que condujo a una gran masacre en Delhi. El miedo y la inseguridad unidos a la decadencia del Imperio llevaron a muchos artistas que vivían en el entorno de la corte a trasladarse a la Lucknow de los nababs, donde en este momento la cultura urdu alcanzaría su punto culminante.

    Lucknow era la capital de Avadh, una de las provincias del Imperio mogol. Con la decadencia de éste, se hizo más difícil el control de las zonas más alejadas, por lo que en 1722 los mogoles establecieron como gobernante de la región a Saadat Jan, con el que se iniciaría la dinastía de los nababs de Avadh. En un principio la capital se hallaba en Feizabad, pero posteriormente, en 1775, el nabab Asaf-ud-Dola la trasladó a Lucknow. En 1772 los ingleses designaron un «residente» en la corte de Avadh, lo que les permitió ir interfiriendo poco a poco en la política de la región.

    Para comprender mejor la novela es importante tener en cuenta que los nababs eran de origen persa y pertenecían a la rama chií del islam, predominante en Persia (frente a la mayoría suní de la India), por lo que todos sus ritos influirían en la vida cultural y religiosa de Lucknow. Los chiíes son los seguidores de quienes en las luchas por el poder que se desencadenaron a la muerte de Mahoma defendieron a su yerno Alí y posteriormente a su hijo Husein, que fue martirizado en la batalla de Kerbala, en 680. En el mes musulmán del Muharram se rememora el martirio del imán Husein con procesiones –en las que a menudo se practica la autoflagelación–, reuniones en las imambaras (edificios donde se celebraban ex profeso tales reuniones) y composiciones poéticas y cantos especiales en los que se evocan los hechos ocurridos en la batalla de Kerbala con el objeto de arrancar lágrimas a los oyentes. En esta novela encontramos numerosas referencias a tales ritos, ya que la protagonista es una especialista en este tipo de composiciones.

    Umrao Yan Ada se desarrolla durante el reinado del último nabab de Avadh, Wayid Alí Shah, famoso por ser mecenas de poetas y músicos, por componer música y poesía, y escribir obras de teatro popular en las que él mismo representaba la figura de Krishna. Aunque habitualmente se le ha considerado culpable de la decadencia de Lucknow por su afición a la vida disipada y a las cortesanas, es probable que esta visión negativa del soberano tuviera origen en los propios ingleses, por lo que en los últimos tiempos se está revalorizando su figura y prestando una mayor atención a su contribución al mundo de las artes.

    La Lucknow de esta época era y sigue siendo el paradigma de la exquisitez, hasta el punto de que, como explica Umrao en el relato, el mero hecho de que un poeta se añadiera el gentilicio de Lucknow al nombre incrementaba considerablemente su prestigio. Era un mundo altamente refinado y sofisticado, entregado a los placeres –las cortesanas, las veladas poéticas, las funciones de música y danza–, pero que interiormente se estaba desgajando. Esta sofisticación y decadencia están maravillosamente reflejadas en las películas del director indio Satyajit Ray El salón de música (1958) y Los jugadores de ajedrez (1977).

    En esta época era habitual que los gobernantes y las familias adineradas enviaran a sus hijos a los kothas o burdeles para que aprendieran buenas maneras de las cortesanas, que eran mujeres que habían recibido una educación exquisita, especialmente en música, danza y poesía. De hecho, ciertos géneros artísticos, como la danza kathak –que se ha relacionado con el flamenco, por la importancia que tienen en ella los complicados movimientos de los pies– pervivieron en este entorno. A lo largo de la obra queda reflejada la excelente educación que recibe Umrao, ya sea en el terreno de la literatura, campo en el que estudia las principales obras árabes y persas, como en la música, y vemos cómo se educa en un ambiente tan cultivado en el que la propia madame, Janam, es capaz de poner en entredicho las enseñanzas del ustad o maestro de música.

    Los ingleses, sin embargo, no veían con buenos ojos esta atmósfera disipada de la corte y los sucesivos residentes informaron al gobierno británico de la decadencia del gobierno de Avadh. En 1856, con la vaga excusa de mal gobierno, la Compañía comunicó al nabab que la provincia de Avadh había sido anexionada por los ingleses. El nabab se retiró a Matia Burch, una zona a las afueras de Calcuta en la que recrearía una pequeña Lucknow, mientras su madre partió rumbo a Londres, con la intención de que el gobierno británico revocara su decisión. Finalmente, sus intentos serían infructuosos y moriría en Francia en su viaje de regreso a la India.

    En 1857 se produjo el motín y, a raíz de éste y de las consiguientes represalias de los ingleses, muchas ciudades, entre ellas Lucknow, fueron devastadas. El fin del Imperio mogol y de la corte de los nababs, así como la política deliberada de occidentalización llevaba a cabo por los ingleses, supuso el fin drástico de toda una forma de vida.

    Ruswa refleja en su novela todas estas circunstancias con un estilo vivaz no exento de humor, desde la introducción y el encuentro del autor con la protagonista en la mushaira, pasando por su rapto a manos de unos malhechores y su posterior venta a un kotha y su educación como cortesana, hasta la segunda parte del relato, donde nos llegan ecos de la revuelta.

    A lo largo de toda la obra, Umrao Yan, en su condición de mujer pública (frente a un universo femenino recluido en la zenana, la zona de la vivienda reservada a las mujeres), es un eje perfecto a través del cual entramos en contacto con todas las capas sociales, desde el ladronzuelo hasta el nabab, pasando por el maestro de música y poesía, y nos ofrece un fresco extraordinario de esta cultura en vías de extinción que era la Lucknow de mediados del siglo xix. Gracias a la novela podemos asomarnos a una mushaira, conocer la educación literaria y musical de la época, escuchar las reflexiones de la protagonista sobre su modo de vida, y asistir a las celebraciones religiosas y a algunas formas de entretenimiento de la época, como una tarde en el campo o un paseo por una feria.

    Asimismo resultan interesantes las reflexiones que hacen el autor y la protagonista sobre diversos temas como las mujeres virtuosas y las meretrices, la ventaja que ofrece a la cortesana el hecho de tener un hombre a su lado, el poder de ellas sobre sus admiradores, las diferencias entre el sultanato y el gobierno inglés, los consejos finales de Umrao Yan a otras cortesanas, o su defensa de las virtudes de la novela frente a otros géneros, que demuestra la plena conciencia del autor de estar practicando un género nuevo en la literatura india.

    La obra está escrita en primera persona, utilizando el esquema del relato dirigido a un interlocutor, en este caso, Mirza Ruswa, alter ego del autor Mirza Muhammad Hadi Ruswa. En ella se suceden las afrentas, los asaltos, los reencuentros inesperados, las referencias históricas, las descripciones líricas y los pasajes cómicos, como el encuentro de Umrao con el molvi, en el que queda clara su superioridad intelectual, o las maldades de Bismillah con su viejo amante. Todas ellas están salpicadas por los comentarios del interlocutor, y por los versos del autor, puestos en boca de diversos personajes. Estos versos, aun sin ser el mejor ejemplo de la poesía urdu (Ruswa era un poeta menor), sirven para mostrar la cotidianidad e importancia de la poesía en la sociedad indoislámica de la época.

    En cuanto a la historicidad de la protagonista, es una cuestión que sigue debatiéndose. Hay autores que defienden que fue un personaje real, y esta teoría podría verse apoyada por la alusión velada que hacen el interlocutor y la protagonista a algunos conocidos comunes, así como por el hecho de que haya varias ciudades indias que afirmen albergar la supuesta tumba de la protagonista. La obra alcanzó gran fama desde su publicación hasta el punto de que ha sido llevaba varias veces al cine, una en Paquistán y dos en la India, la última de ellas en 2006.

    A través de sus páginas, el lector se adentrará en una época de la cultura india aún prácticamente desconocida en España, quizá con la extrañeza y el asombro propios del explorador de un mundo nuevo, pero con la satisfacción del hallazgo de la riqueza de la cultura indoislámica, que sin duda para él evocará la propia fusión islámica que se produjo en la península ibérica y de la que nosotros mismos somos producto.

    Para la presente versión castellana hemos utilizado la edición urdu de Educational Publishing House (Aligarh, 2008). El texto se ha dividido y numerado en capítulos, según la tradición editorial moderna. En las últimas páginas el lector podrá encontrar un glosario con los términos en urdu que se repiten a lo largo del libro.

    ROCÍO MORIONES ALONSO

    [Prólogo y mushaira]

    Innumerables historias agradables recuerdo,

    mas ahora son solo un preludio a la tristeza del duelo.

    Queridos lectores:

    El origen de este relato se remonta a hace unos diez o doce años, cuando un amigo mío que vivía en las afueras de Delhi, el munshi[1] Ahmad Husein sahab[2], vino a pasar una temporada en Lucknow. Aquí alquiló una casa en la zona del Chowk[3], cerca de la casa de Syed Husein, en la que a menudo se reunían por las noches muchos caballeros y pasaban allí el tiempo en animada conversación. El munshi sahab era un gran entendido en poesía, y en ocasiones también él recitaba poemas con bastante estilo, pero lo que más le gustaba era escuchar a los demás, por eso normalmente nuestras tertulias giraban en torno a la poesía. En la habitación contigua a la suya vivía una cortesana. Sin embargo, su estilo de vida era muy distinto al de otras cortesanas y prostitutas. Nunca se la veía asomada al balcón, ni tampoco iba nunca a visitarla nadie; las puertas de su casa permanecían día y noche cubiertas por cortinas, y la salida que daba al Chowk estaba siempre cerrada. Había otra puerta que daba a la calle que era la que utilizaba la criada para entrar y salir. Si no fuera porque de vez en cuando por la noche se oía a alguien cantar, no me habría imaginado que ahí vivía alguien. En la habitación en la que nosotros nos reuníamos, había una pequeña ventana que comunicaba con aquella otra estancia, pero estaba cerrada.

    Un día estábamos allí reunidos, como de costumbre, y uno de los presentes recitó un gazal[4], que fue elogiado por los demás. A continuación recité yo un verso y entonces, de aquella ventana surgió una voz que exclamó: «¡Vah, vah!»[5]. Todos nos quedamos en silencio y dirigimos la mirada hacia allí.

    Munshi Ahmad Husein dijo:

    –No está bien elogiar a escondidas. Si realmente aprecia la poesía, venga aquí con nosotros.

    Como no hubo respuesta alguna, yo continué recitando versos y olvidamos lo ocurrido. Al cabo de un rato se presentó una criada que después de saludar preguntó:

    –¿Quién es Mirza Ruswa?

    Los demás le indicaron que era yo, y entonces la criada me dijo:

    –La señora desea verle.

    –¿Qué señora? –dije yo.

    La criada respondió:

    –Me ha pedido que no revele su identidad. Usted me dirá.

    Yo estaba dudando si acompañar a la criada y los demás comenzaron a bromear:

    –Vaya usted, ¿por qué no? Debe de ser alguna antigua conocida suya, para que lo requiera de esa manera.

    Justo cuando estaba cavilando quién sería esa persona que me llamaba con tal confianza, me dijo la criada:

    –Señor, la señora lo conoce a usted muy bien; por eso me ha enviado.

    Así pues, no me quedó más remedio que ir.

    Al entrar y ver de quién se trataba exclamé:

    –Pero ¡si es Umrao Yan quien vive aquí!

    Ella me respondió:

    –¡Ay, Alá! ¡Me tenía usted completamente olvidada!

    –¿Cómo iba a saber yo que ahora vivía aquí recluida?

    –A veces oía su voz, pero no tenía el valor de llamarlo. Hoy, en cambio, me emocionó tanto el gazal que recitó usted que no pude evitar elogiarlo. Cuando uno de los asistentes me pidió que saliera, me sentí muy avergonzada y pensé que lo mejor era guardar silencio, pero el corazón no me obedecía. El resto de la historia ya la conoce. Perdóneme usted. Recite otra vez aquellos versos.

    –Ni la voy a perdonar, ni le voy a recitar de nuevo esos versos. Si le gusta la poesía, venga con nosotros.

    –No tengo el menor inconveniente, pero quizá al anfitrión o a algún otro caballero mi presencia le resulte molesta.

    –Pero ¿cómo puede pensar eso? En ese caso, ¿por qué la iba a haber invitado a asistir? Es una reunión informal cuyo encanto se verá realzado por su presencia.

    –Está bien. No obstante, confío en que no sea demasiado informal.

    –No, aparte de mí, no hay nadie que la vaya a tratar con excesiva confianza. ¿Por qué no viene ahora mismo?

    –Pero ¡mire qué aspecto tengo ahora!

    –Bueno, no se trata de ningún muyra[6]. No es más que una simple reunión. Venga usted.

    –¡Ay, Mirza! No se le puede llevar la contraria. Está bien, vaya yendo usted que ahora iré yo.

    Me marché y al cabo de un rato, tras haberse peinado, recogido el pelo y cambiado de ropa, se presentó Umrao Yan.

    Yo había elogiado ante los demás presentes su exquisito gusto poético y su maestría en el terreno de la música, por lo que todos estaban ansiosos por escucharla. Cuando llegó, establecimos que cada uno recitaría sus composiciones y que ella también lo haría. En resumen, que fue una velada muy agradable. A partir de aquel día, Umrao Yan solía venir muchas noches y se quedaba con nosotros una o dos horas. A veces recitaba poemas y otras veces cantaba, pero los invitados siempre quedaban fascinados. A continuación voy a describir aquí una de esas mushairas[7]. En aquellas veladas no había nada establecido, ni tampoco se invitaba a mucha gente. Se trataba simplemente de reuniones de amigos que recitaban los últimos gazales que habían compuesto.

    ¡Oh, Ada[8] !Los secretos de mi corazón, ¿a quién desvelar?

    Pasé toda mi vida en un continuo vagabundear.

    –¿Qué le puedo decir, Umrao Yan sahiba? Este dístico[9] final que ha recitado es realmente apropiado. ¿No sabe alguno más?

    Umrao Yan me respondió:

    Taslim[10], Mirza sahab. Le prometo que solo recuerdo el verso inicial que recité antes y este verso final que acabo de recitar. No sé de cuándo es ese gazal. ¿Cuántas cosas se pueden retener en la memoria? Además, perdí mi maldito cuaderno en el que anotaba los versos.

    Entonces el munshi sahab preguntó:

    –¿Cuál era el dístico inicial? Yo no lo he oído.

    A lo cual yo le respondí:

    –Es normal que no lo haya oído usted ya que estaba ocupado organizando la velada.

    Realmente el munshi sahab había preparado aquella velada con sumo cuidado. Era un día de verano. Dos horas antes del atardecer rociaron la terraza con agua para que el suelo estuviera fresco por la noche. Sobre él extendieron alfombras que a su vez cubrieron con sábanas nuevas blancas. Sobre las albardillas colocaron vasijas nuevas llenas de agua adornadas con flores aromáticas y copas de barro. También llevaron hielo. Dispusieron pan[11] blanco enrollado en forma de pirámide, en grupos de siete, en recipientes de papel cubiertos por una tela roja previamente impregnada del perfume de hierbas aromáticas. Pusieron un poco de tabaco de mascar aromático en bandejas. Decoraron las huqqas[12] enrollando en ellas guirnaldas de flores, sobre las cuales rociaron agua. Aquella noche brillaba la luna, por lo cual no había sido necesario preocuparse demasiado por la iluminación y únicamente había un farol en forma de loto con luz blanca que era el que se iba pasando de un contertulio a otro para marcar así el turno a los recitadores. A las ocho de la tarde empezaron a llegar los invitados: Mir sahab, Aga sahab, Jan sahab, Shej sahab, el pandit[13] sahab, etc.

    Primero ofrecieron

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