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Ética Profesional
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Ética Profesional

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En la actividad profesional, más que hacer muchas cosas, importa, sobre todo, hacerlas bien. Aunque la competencia técnica constituye la condición necesaria para ser un buen profesional, ella sola no resulta suficiente para la excelencia, ni siquiera a nivel técnico. Pues, cuando aquella competencia técnica adolece del empeño expreso por el buen hacer, estamos ante la falta de sensibilidad hacia la dimensión ética de la profesión. En todo caso, para llevar a efecto un buen ejercicio profesional, se requiere no solo de ciencia y saber, sino también de lucidez y conciencia. Es esta perspectiva la que permite captar, además de la relevancia de lo que está en juego –el bien intrínseco que da sentido, finalidad y propósito a la profesión, y la contribución específica al bien común–, la trascendencia que el buen hacer profesional acaba teniendo en el proceso autobiográfico de configuración de la propia persona.
Todo lo anterior es tenido en cuenta en este libro. Domènec Melé, en línea con los mejores tratados de moral profesional, ofrece un manual adaptado a la sensibilidad de nuestros días, y aporta inestimable valor a quien lo lea, pero, sobre todo, a quien lo aplique en el ejercicio de la profesión.
José Luis Fernández Fernández
Titular de la Cátedra Iberdrola de Ética Económica y Empresarial, Universidad Pontificia Comillas, España, y expresidente del capítulo español de la European Business Ethics Network.
IdiomaEspañol
EditorialEdiciones UC
Fecha de lanzamiento10 mar 2022
ISBN9789561429277
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    Ética Profesional - Domènec Melé

    I.

    FUNDAMENTOS DE ÉTICA PARA LA PROFESIÓN

    CAPÍTULO 1

    DIMENSIÓN ÉTICA DE LA ACTIVIDAD PROFESIONAL

    En este primer capítulo se introduce la ética profesional y su presencia en la actividad profesional. Se analiza el concepto de ética, en la que ocupan un lugar central las disposiciones estables del carácter conocidas como virtudes, las cuales denotan excelencia personal y favorecen un buen comportamiento. La ética incluye también principios y normas de conducta que orientan las acciones para el bien de las personas y de la sociedad.

    CASO INTRODUCTORIO: PAULINA, SUPERVISORA DE ENFERMERAS

    Paulina, a sus treinta y cinco años, era supervisora de enfermeras de traumatología de un hospital privado regentado por una congregación de religiosas. Ocupaba este cargo desde hacía medio año. Paulina amaba su profesión, en la que había progresado mucho. Había realizado varios seminarios de especialización y había pasado por diversos servicios hospitalarios, en los que había aprendido mucho, pero se daba cuenta de que, para ser una supervisora, necesitaba algo más que conocimientos técnicos. Esto se hacía evidente con un problema que tenía que solucionar referente a Faustina, una enfermera de 45 años que apenas llevaba un mes en el servicio de traumatología.

    La incorporación de Faustina

    Faustina tenía diez años de antigüedad en el hospital y había sido trasferida desde otro servicio, al parecer por dificultades en el trato con sus compañeras, con quienes tenía frecuentes riñas. Paulina no tenía nada que decir del trabajo de Faustina. Cumplía todos los protocolos establecidos con puntualidad y eficacia. Sin embargo, le preocupaban sus antecedentes de mal carácter. Pronto llegaron noticias a Paulina de la brusquedad de sus modales tanto con enfermos como con compañeras. Al parecer no consentía que nadie se equivocara, ni que le llevaran la contraria. Respondía con gritos y, alguna vez, incluso con insultos.

    Paulina lo justificaba diciendo que era una buena profesional y que, en un hospital grande como el suyo, siempre habría enfermeras con mejor o peor carácter. Sin embargo, el día anterior ocurrió algo que le invitaba a recapacitar sobre este planteamiento.

    La petición de Joaquina

    Joaquina, una enfermera joven a la que Paulina tenía en gran aprecio, acudió a su despacho, casi llorando, pidiendo que le pusiera en turnos en los que no coincidiera con Faustina, pues se le hacía muy duro trabajar con ella. Reconocía la experiencia profesional de Faustina, pero le disgustaba que la reprendiera frecuentemente con malas maneras.

    - No es que yo no falle nunca, aunque no me faltan deseos de mejorar en mi trabajo, pero hay muchas formas de decirlo, le comentó Joaquina. Y añadió:

    - No ha sido una vez, sino muchas, en un solo mes que está con nosotras. Y lo peor de todo es que ayer me humilló delante de todos recriminando lo mal que estaba haciendo mi trabajo. No ha llegado a insultarme, pero poco le ha faltado. He aguantado hasta ahora, pero ya no puedo más.

    Paulina quedó en pensar el asunto que le había planteado. Al llegar a casa daba vueltas sobre las posibles opciones que podía tomar, tratando de valorarlas².

    Cuestiones:

    •¿Con que problemas se enfrenta Paulina?

    •¿Qué opciones podrías sugerirle?

    •¿Qué recomendarías a Paulina?

    PROFESIONES Y PROFESIONALIDAD

    Las profesiones modernas tienen sus antecedentes en los oficios o trabajos especializados artesanales de la Edad Media en Europa, con sus gremios o agrupaciones de oficios, que después se transfirieron a América. El oficio era tan importante que solía dar entidad a quien lo realizaba e incluso proporcionaba nombre a la propia casa donde solía estar ubicado el taller. Hay colecciones de azulejos que representan un gran número de oficios. La mayoría de ellos ya no existen o son muy raros, como canteros, alfareros, mimbreros (cestería) y boteros (fabricantes de botas de vino). Otros oficios, como el de panadero, zapatero y herrero, han sido sustituidos, en gran medida, por modernos procesos industriales, aunque muchos de ellos perduran con características propias empleando nuevas tecnologías y, a veces, en combinación con procesos industriales de fabricación.

    Los procesos industriales modernos no han eliminado, sin embargo, el trabajo personal especializado. Además, han surgido nuevas especializaciones, con frecuencia unidas a tecnologías innovadoras, que resultan indispensables en nuestros días. Pensemos, por ejemplo, en técnicos especializados en automoción, electrónica, informática y telecomunicaciones. Han surgido también nuevas necesidades en la sociedad derivadas del desarrollo del sector servicios, del cuidado de enfermos y ancianos, o del mantenimiento y desarrollo de nuevas tecnologías, todas las cuales demandan trabajo especializado.

    Diversos autores han señalado distintos aspectos que configuran lo que llamamos profesión. Según Todolí, el sentido actual de la profesión lleva implícitas las ideas de permanencia durante largo tiempo, de retribución para ganarse la vida y de que se trate de un trabajo duradero, pero lo que parece más genuino es el carácter personal y social de la profesión. El carácter personal está implícito en la profesión por cuanto supone ejercitar la personalidad y, en último término, la libertad. El carácter social radica en que la profesión se desarrolla en una sociedad organizada, con múltiples especializaciones, y en beneficio de la sociedad. Subraya también la importancia de ejercer la profesión uniéndola con conceptos como vocación, idoneidad, trabajo en favor del bien común y espíritu de servicio³.

    Peinador, de modo más filosófico, define la profesión como la aplicación ordenada y racional de la parte de la actividad del hombre al conseguimiento de cualquiera de los fines inmediatos y fundamentales de la vida humana⁴.

    Otros autores tienen una visión más estrecha de la profesión, que solo incluye algunas de estas características, al reducir las profesiones a ocupaciones con ciertos rasgos como poseer un código de conducta, servir a un ideal, requerir una educación especializada, pericia en su especialidad y cierto control sobre quienes forman parte de la profesión⁵.

    Recogiendo y ampliando estas aportaciones, cabría señalar tres características generales de toda profesión:

    Ejercicio permanente de una actividad laboral duradera, reconocida públicamente y con cierta utilidad social. El término ‘profesional’ procede de ‘profesar’, que significa justamente dado a conocer a la sociedad. El trabajo profesional se distingue de la actividad ejercida por afición y también del trabajo amateur, de quien cultiva un arte y oficio –también un deporte– sin ser un profesional, es decir, sin tener un reconocimiento público o no estar obligado por las regulaciones que suelen ir asociadas a las profesiones.

    Expectativa social sobre idoneidad para el trabajo a realizar y que será ejecutado con responsabilidad y sentido de compromiso. La sociedad tiene gran necesidad de profesionales competentes y con voluntad de servicio en muchísimas áreas; los reconoce, les exige la debida preparación e idoneidad, y también que lleven a cabo su tarea con responsabilidad y compromiso. La idoneidad profesional exige formación y ser experto en algún ámbito de actividad. Por ello, la idea de profesión suele ir unidad a cierta especialización.

    Recepción de una remuneración razonable por el trabajo efectuado. De ordinario, el trabajo es el modo concreto del profesional de ganarse la vida y sacar adelante la propia familia. La remuneración por el trabajo, ya sea realizado por cuenta propia o ajena, lo distingue también de la actividad de aficionado o amateur .

    A tenor de estas características, podría definirse en pocas palabras al profesional como una persona reconocida públicamente como alguien que trabaja con sentido de responsabilidad en alguna actividad útil para la cual está preparado y por la cual merece una remuneración.

    La capacidad para una profesión y su ejercicio responsable se expresa con el concepto de profesionalidad. La profesionalidad lleva a trabajar bien y con sentido de responsabilidad, lo cual exige preparación y voluntad de actualización, perfeccionando la capacidad profesional a lo largo de toda la vida.

    Trabajar bien consiste en lograr un resultado final satisfactorio tanto por la calidad como por las expectativas del cliente o persona receptora del trabajo.

    Trabajar con sentido de responsabilidad es ser consciente del valor de lo que se realiza y asumir las consecuencias de la actividad profesional. Incluye ser consciente de que con tal actividad se presta un servicio directo a personas que reciben los beneficios de la actividad profesional. Además, en no pocas ocasiones el profesional facilita el trabajo de otros profesionales y estos, a su vez, sirven a otras personas. De este modo, el trabajo realizado con profesionalidad contribuye al bien de toda la sociedad.

    COMPETENCIAS PROFESIONALES Y GENERACIÓN DE CONFIANZA

    Las capacidades para trabajar con profesionalidad suelen denominarse competencias profesionales. Estas competencias permiten al profesional llevar a cabo correctamente las tareas encomendadas. Las competencias profesionales incluyen conocimientos teóricos, habilidades prácticas, buen carácter y capacidad para manejar situaciones problemáticas. En definitiva, son capacidades para trabajar bien, de un modo eficiente y con calidad humana y sentido de responsabilidad. Las diversas competencias pueden agruparse en tres grandes tipos o grupos (Tabla 1.1.):

    Competencias técnicas . Están relacionadas con conocimientos y experiencia adquirida en la formación y la práctica de la profesión que proporcionan habilidades de tipo técnico. Se logran de diversos modos: en escuelas profesionales, en cursos de capacitación o seminarios de especialización, aprendiendo de profesionales experimentados, trabajando con otros, y con el propio trabajo, reflexionando sobre él y aprendiendo de los errores.

    Competencias emprendedoras. Son competencias no estrictamente técnicas relacionadas con la capacidad de afrontar nuevas situaciones problemáticas o retos profesionales valiosos con imaginación, creatividad, determinación y espíritu emprendedor. Incluyen buscar y elegir un lugar para trabajar, tomar decisiones creativas, innovando, y, sobre todo, involucrándose en algún emprendimiento, iniciando un negocio o una empresa.

    Competencias de carácter . Este tercer tipo de competencias están vinculadas a la personalidad y, más concretamente, con las buenas disposiciones permanentes o hábitos del carácter, llamadas virtudes, que facilitan un buen comportamiento ⁶. Las virtudes del carácter ayudan al profesional a tratar a las personas con las que se relaciona como corresponde a su dignidad. Así, la justicia lleva a dar a cada uno lo que le corresponde, la veracidad empuja a ser veraz en las palabras y los hechos, la lealtad a cumplir los legítimos compromisos, etc. Como veremos en el Capítulo 3, también hay virtudes, como el coraje o la moderación, que proporcionan autodominio para actuar debidamente.

    TABLA 1.1. TIPOS DE COMPETENCIAS EN LA ACTIVIDAD PROFESIONAL

    La relevancia de las competencias del carácter, como veremos, se relacionan con la ética y se ponen continuamente de manifiesto en el ejercicio de la profesión. Pongamos un ejemplo.

    Cuando alguien acude a un profesional de reparación de automóviles, espera en primer lugar que sepa hacer bien su trabajo porque tiene competencias técnicas para hacerlo, pero también confía en su honradez. Si el profesional recomienda cambiar algún elemento como la batería, o le sugiere hacer un determinado mantenimiento, se espera de él que diga la verdad: si tal recomendación es realmente necesaria y no un pretexto para cobrarle más. El cliente también tiene la expectativa de que el profesional cumpla lo acordado, en términos de precio y plazo de entrega del automóvil reparado. Si, además de todo ello, el profesional trata al cliente con cortesía y espíritu de servicio, este seguramente saldrá muy satisfecho.

    Como anotación final, digamos que el carácter moral actúa sobre las tendencias innatas de comportamiento incluidas en lo que denominamos temperamento. El carácter, que se va forjando a lo largo de la vida, modera –puliéndolas o amplificándolas– las tendencias espontáneas del temperamento. Temperamento y carácter dan lugar a la personalidad propia de cada persona.

    El comportamiento ético se relaciona con la confianza y la confianza es esencial para la continuidad de la actividad profesional. Deriva de percibir que el profesional trabaja bien y con sentido de responsabilidad, lo cual es favorecido por sus capacidades técnicas y por sus virtudes del carácter, como las recién citadas: veracidad, justicia, cortesía y espíritu de servicio. Cuando el cliente percibe que el profesional ha realizado bien su trabajo, con calidad técnica y honradez, y lo ha tratado bien, muy probablemente deseará volver cuando lo necesite o recomendará aquel profesional a amigos y conocidos.

    En realidad, la confianza no solo es importante para mantener clientes; es también importante para mantener relaciones de cooperación entre compañeros de trabajo, proveedores y otras personas que facilitan el trabajo profesional, y para dirigir empresas⁸.

    EXPERIENCIA MORAL Y ÉTICA PROFESIONAL

    La ética tiene sus raíces en la capacidad humana de discernimiento moral, expresado en la experiencia interior de distinguir entre el bien y el mal, al menos en aspectos muy básicos. Nadie en sus cabales diría, por ejemplo, que calumniar a alguien por odio o para obtener algún beneficio está bien, o que no sea reprobable complacerse torturando a un niño. Pero esta capacidad de discernimiento moral se puede desarrollar y educar y, de hecho, algunas personas la tienen más desarrollada que otras.

    La ética se ocupa precisamente de orientar el desarrollo del discernimiento moral para dilucidar la moralidad de situaciones menos evidentes. La ética contribuye, sobre todo, a actuar bien para desarrollar virtudes. La misma palabra ‘ética’ alude a ello: viene del griego ethicos, que significa perteneciente al carácter y con especial referencia al carácter moral. Así pues, al hablar de virtudes del carácter, en realidad estamos hablando de ética o, por lo menos, de un aspecto fundamental de la ética.

    La capacidad de discernimiento moral es una capacidad típicamente humana. El lenguaje pone de relieve la experiencia interior del sentido moral humano a través de muchas expresiones. Así, por ejemplo, se oye decir: esto es injusto o no hay derecho a que me hagan eso, ha actuado mal, es su deber, me arrepiento de haber actuado así, es una persona muy egoísta, es alguien muy responsable, cuánta maldad hay en su comportamiento. Podríamos continuar, pero lo dicho parece suficiente para poner de relieve la existencia de un sentido moral como expresión de bien y mal, de lo moralmente correcto o incorrecto, y también como valoración de cualidades personales como virtuosas, o todo lo contrario.

    Un aspecto de la experiencia moral tiene lugar al tratar con personas, pues ahí se descubre que son seres semejantes a uno mismo, de donde surge una exigencia interior que empuja a tratarlas como a uno le gustaría ser tratado, si estuviera en su lugar. Esta constatación se ha plasmado en la llamada regla de oro, una de cuyas formulaciones es precisamente esta: trata a los demás como querrías que te trataran a ti si estuvieras en su lugar. La regla de oro, de uno u otro modo, aparece en todas las tradiciones religiosas y sapienciales del mundo⁹. Esto demuestra cierto sentido ético común ampliamente compartido.

    La ética tiene como punto de partida la experiencia moral y se propone sistematizar la moralidad, ayudando a descubrir aquello que nos lleva a florecer o a desarrollarnos como seres humanos. Así pues, la ética orienta nuestros actos para que llevemos una vida humanamente lograda y, con ello, favorece la excelencia o florecimiento humano. La ética se ocupa de los bienes que integran la vida lograda, analiza las virtudes que lo hacen posible y propone principios universales, normas concretas y criterios para orientar un buen comportamiento (volveremos sobre ello en el Capítulo 3).

    Es importante destacar que la ética es inherente a toda la vida humana consciente y libre, una de cuyas manifestaciones es la actividad profesional. Puede, pues, afirmarse que en toda actividad profesional hay una dimensión ética, que se puede ignorar pero no eliminar. Más aún, la ética está en el núcleo de toda actividad profesional, ya que tal actividad la realizan personas y va dirigida a personas que pueden ser tratadas bien o mal.

    Así, la ética profesional no es una ética distinta de la que se ocupa de la vida humana en su conjunto, pero en sus proposiciones considera las características propias de la profesión, reflexiona sobre qué es una acción buena, orienta el modo de vivir las virtudes en el campo profesional y desarrolla normas y criterios a partir de principios éticos generales.

    El objetivo de la ética profesional es sistematizar la experiencia moral que tenemos como humanos, ayudando a descubrir verdaderos bienes, analizando virtudes y proponiendo principios, normas y criterios para orientar un buen comportamiento en el ámbito profesional.

    VIRTUDES Y DEBERES EN ÉTICA PROFESIONAL

    Los filósofos griegos Sócrates, Platón y Aristóteles, cinco siglos antes de nuestra era, iniciaron la reflexión sobre la vida moral y descubrieron la posibilidad de desarrollar capacidades, que llamaron virtudes, que facilitan obrar bien y conducen a una vida lograda y feliz. Su planteamiento distaba de ver la ética como un conjunto de reglas a aplicar para decir si algo está bien o está mal, como ocurre con ciertos planteamientos actuales. Puede afirmarse que su ética era una ética de virtudes.

    Más antigua que esta reflexión es la ética proporcionada por las religiones y tradiciones sapienciales. Todas ellas incluyen normas éticas para la conducta y señalan virtudes a practicar. Recodemos, por ejemplo, los Diez Mandamientos y las virtudes predicadas por los profetas en Israel, como la justicia, la veracidad, la fidelidad y la misericordia. La ética cristiana asume mandamientos y virtudes del Antiguo Testamento y las amplía¹⁰, aunque en realidad más que presentar preceptos y virtudes, propone a Jesucristo como modelo de conducta a imitar, particularmente en el amor a Dios y al prójimo. La Iglesia da continuidad a las enseñanzas de Cristo al tiempo que presta atención a las necesidades de los tiempos, incluyendo cuestiones ético-sociales, desde el Papa León XIII en 1891¹¹, así como aspectos de ética profesional.

    La sabiduría oriental, como la incluida en el hinduismo, el confucionismo y el budismo, incluye también valores, normas éticas y virtudes a practicar que abarcan toda la vida y, por ello, también actividades relativas al trabajo y al comercio.

    En la Edad Media, Tomás de Aquino desarrolló una ética que aunaba la tradición judeo-cristiana y la ética de Aristóteles, dando lugar a una ética de virtudes y preceptos con gran influencia en los siglos posteriores. Vino después una época en la que los filósofos redujeron la función de la ética a proporcionar un conjunto de normas, en forma de deberes, ignorando casi por completo las virtudes. Este planteamiento llegó a ser dominante en el siglo XIX. La ética era, ante todo, deontología, un término con la raíz deon, que en griego significa deber. Este enfoque tuvo gran influencia en la ética de las profesiones emergentes; tanto es así que durante mucho tiempo se habló de deontología profesional y no de ética profesional. La deontología profesional se ocupa de proporcionar un listado de deberes inherentes a la profesión prohibiendo determinadas acciones (engaños, fraudes, sobornos, etc.) o prescribiendo otras (guardar el secreto profesional, denunciar comportamientos impropios, por ejemplo). Desde esta perspectiva, la ética está enfocada a evaluar la aceptabilidad o no de acciones profesionales de acuerdo con los códigos de conducta y a resolver dilemas frecuentes en la vida profesional.

    Todavía hoy perdura cierta concepción de la ética profesional limitada a señalar deberes. Más aún, hay gremios profesionales que establecen códigos de conducta o reglamentos que determinan deberes específicos para cada profesión. Suelen ser códigos razonables que tienen cierta utilidad pero, como veremos en la sección siguiente, tienen serias limitaciones.

    Desde el último tercio de siglo XX se ha recuperado la importancia de las virtudes en la vida profesional más allá de una ética solo de normas¹². Es un enfoque que enfatiza las virtudes y actuar bien en el conjunto de la vida profesional, pero no olvida los deberes éticos profesionales, que hay acciones prohibidas y la necesidad de resolver dilemas cuando se presentan.

    La ética profesional no se reduce, pues, a un listado de deberes. Tienen un sentido más amplio y se ocupa de todo lo relativo a actuar bien y de las virtudes que contribuyen a ello.

    CÓDIGOS DE CONDUCTA PROFESIONAL

    Los códigos de conducta profesional antes citados contienen un conjunto de principios y reglas que especifican lo que se espera que el profesional considere al tomar decisiones. Los códigos de conducta profesional son útiles, al menos por dos motivos:

    Proporcionan una guía sobre lo correcto o incorrecto que orienta las acciones en profesionales con poca formación ética o en situaciones en las que pueden dudar de cómo actuar bien.

    Introducen cierta presión para actuar bien ante compañeros de profesión o, en su caso, de la dirección de la asociación profesional que los haya establecido.

    A pesar de estos beneficios, los códigos de conducta distan de ser un compendio de ética profesional y pueden ser criticados por varias razones:

    Introducen una concepción mecanicista de la ética . Más que preguntarse si una acción está bien o mal, la cuestión es saber si está o no permitida por el código de conducta. Aunque algunos valores o principios éticos pueden reconocerse fácilmente en la mayoría de los códigos de conducta, en la práctica, las reglas a menudo se aplican sin presentar atención a su fundamento ético.

    Los códigos se limitan a reglas para casos frecuentes. Sin embargo, existen situaciones particulares en la práctica en las que las normas rígidas se quedan cortas y surge la duda de si el mejor comportamiento ético es siempre seguir las reglas establecidas. Por otra parte, la vida profesional es muy rica en circunstancias específicas que pueden quedar excluidas del código.

    Los códigos llevan a una visión legalista de la ética . Con frecuencia repiten o amplían preceptos legales, lo cual puede llevar a confundir la ética con un conjunto de reglas, o regulaciones, mientras que la ética es mucho más que normas externas. La conciencia personal apela a descubrir si algo está bien o mal y no solo preguntarse si es legal o está permitido por un determinado código.

    Los códigos ignoran el papel de las virtudes en la vida humana . Reducir la formación ética a conocer y saber aplicar códigos es ignorar la fuerza interior de cada persona para actuar bien: las virtudes, que proporcionan disposiciones estables para un buen comportamiento.

    La efectividad de los códigos es también cuestionable. En este punto entra en juego la motivación para actuar bien. La presión de los compañeros o de alguna asociación profesional puede resultar insuficiente.

    Las deficiencias de una ética reducida a códigos de conducta sugiere la necesidad de recuperar la idea primitiva de ética como algo relativo al carácter moral y el papel central de las virtudes. Aun reconociendo la importancia de los códigos profesionales, que tipifican situaciones frecuentes en cada profesión, conviene insistir en que toda actividad profesional tiene una dimensión ética porque, de una u otra forma, siempre afecta a personas, a quienes se sirve o se perjudica.

    EJERCICIOS

    1. Explica con tus propias palabras qué significa ser profesional y tener profesionalidad.

    2. Considerando una actividad concreta en tu campo de especialización profesional, indica aspectos técnicos y éticos inherentes a ella.

    3. ¿Por qué son importantes las virtudes del carácter en un buen profesional?

    4. Pon ejemplos de los diversos tipos de competencias en tu profesión.

    5. Indica alguna situación en tu ámbito profesional en la que se podría aplicar la regla de oro.

    6. ¿Qué diferencia hay entre experiencia moral y ética?

    7. ¿Cómo definirías el concepto de ética y el de ética profesional? ¿Cómo se relacionan?

    8. ¿Por qué todo trabajo profesional tiene una dimensión ética?

    9. ¿Qué diferencia hay entre ética profesional y deontología profesional?

    10. ¿Por qué cabe afirmar que la ética es algo más que un conjunto de normas?

    11. ¿Cuáles son las ventajas y las limitaciones

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