365 días con Juan de la Cruz
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365 días con Juan de la Cruz - José Vicente Rodriguez
Índice
Portada
Portadilla
Créditos
Al lector
Siglas de las obras de san Juan de la Cruz
Prólogo
Enero
Febrero
Marzo
Abril
Mayo
Junio
Julio
Agosto
Septiembre
Octubre
Noviembre
Diciembre
Epílogo
365 días con
portadilla© SAN PABLO 2011 (Protasio Gómez, 11-15. 28027 Madrid)
Tel. 917 425 113 - Fax 917 425 723
E-mail: secretaria.edit@sanpablo.es - www.sanpablo.es
© José Vicente Rodríguez 2011
Distribución: SAN PABLO. División Comercial
Resina, 1. 28021 Madrid
Tel. 917 987 375 - Fax 915 052 050
E-mail: ventas@sanpablo.es
ISBN: 9788428563499
Depósito legal: M. XX.XXX-2011
Impreso en Artes Gráficas Gar.Vi. 28970 Humanes (Madrid)
Printed in Spain. Impreso en España
Al lector
A mis quince años llegaba yo a Segovia. Comencé mi noviciado de carmelita descalzo y en mi celda me encontré con tres o cuatro libros, alineados en una banqueta. No había mesa ni silla en la habitación. Me sentaba en la cama.
Eché mano a un libro, un pergamino, y vi que se titulaba: Avisos y sentencias espirituales que encaminan a un alma a la más perfecta unión con Dios en transformación de Amor. Dividido en tres partes. Por el extático y sublime doctor místico el B. P. san Juan de la Cruz, primer Padre de los descalzos de Nuestra Señora del Carmen, y compañero de la seráfica Doctora y Madre santa Teresa mmde Jesús, en la fundación de la dicha Reforma. Con tres tratados espirituales al fin, de autores de la misma Orden. Dedicado al ínclito Patriarca san Joseph. Con privilegio en Barcelona, [1702] por los Padres Carmelitas Descalzos». El ejemplar era una reimpresión autorizada por el Ordinario de Barcelona el 28 de octubre de 1724.
En la parte baja de la portada, enmarcada en una cenefa, se leía escrito a mano: «Carmen Descalzo de Segovia. Año 1783». Corriendo los años supe que esta anotación era del Padre Manuel de Santa María, historiador y calígrafo excelente.
Fui pasando hojas y hojas del libro y comenzó a interesarme su lectura. La primera parte recogía los avisos y sentencias de san Juan de la Cruz . Está dividido en 25 títulos («Classe» lo titulan los autores), bien escogidos, el primero de los cuales es la Imitación de Cristo; el segundo, Las virtudes teologales, y así sucesivamente. Los textos correspondientes a los diversos títulos están, generalmente, bien seleccionados
Esta antología sanjuanista, que cayó tan tempranamente en mis manos, no es, naturalmente, el único libro del género, sino que hay otros cuantos, como puede verse en la Bibliografia Sistemática de Manuel Diego Sánchez, Madrid 2000, nn. 377, 379, 382, 384.
En las ediciones antiguas de las Obras Completas de Fray Juan: Sevilla 1703, 1711, Pamplona 1774, también están distribuidos los Avisos y Sentencias espirituales de modo parecido, a modo de florilegio.
Después de haber preparado varias ediciones de las Obras Completas de Juan de la Cruz a lo largo de mi vida, y de los libros sueltos del mismo, y de haber publicado Obras Selectas de San Juan de la Cruz para la BAC, 1999, ¿quién me iba a decir que ahora me iba a ocupar de organizar 365 días con textos de este santo doctor?
Sin ignorar los florilegios anteriores, es claro que ahora tenemos otra perspectiva de las cosas, otro modo de combinar las ideas; y así, nuestro libro será sí, una antología, pero una antología del siglo XXI. Ofrecemos al lector las palabras de fray Juan, sin alteración ninguna. Palabra de Juan de la Cruz, sí, pero que él supo hermanar y hermosear con la palabra de Dios, que era fuente principal de su magisterio y de su existencia. Dejamos en su traducción sanjuanista tan deliciosa el gran texto de Ezequiel (16,5-14) donde el profeta desarrolla alegóricamente la historia de Israel, anunciando el perdón gratuito y la nueva alianza (véase aquí 12 de junio).
A quien recorra con ánimo de esponja y despaciosamente las páginas sanjuanistas le viene posiblemente el recuerdo de aquel diálogo que tuvo fray Juan con Magdalena del Espíritu Santo, gran carmelita descalza. Lo cuenta ella, que fue la primera copista de los poemas de fray Juan: «Causándome admiración, dice, la viveza de las palabras y su hermosura y sutileza, le pregunté un día si le daba Dios aquellas palabras que tanto comprendían y adornaban; y me respondió: "Hija, unas veces me las daba Dios, y otras las buscaba yo». Desde entonces ha tenido el santo tantos admiradores y tantos que se han visto cautivados por el embrujo musical de sus poemas. Y desde el «engolosinamiento» de la poesía han pasado a alimentarse de la exégesis dada por el propio poeta.
A lo largo de este libro resplandecen de modo especial los poemas de fray Juan, no sólo los que son la base de sus grandes obras: Subida-Noche, Cántico y Llama, sino también la mayor parte de esas otras composiciones que él mismo llama «coplas a lo divino».
En este florilegio encontrará también el lector una buena parte de los llamados Dichos de luz y amor; y podrá disfrutar de esos escritos tan carismáticos, que nombramos como escritos breves, y en los que se hallan como sintetizadas tantas páginas del santo, al propio tiempo que vienen a ser también como esquemas o anticipos de escritos más amplios.
Guía de lectura
Abrimos la serie con un Prólogo oracional de Juan de la Cruz.
A cada mes anteponemos títulos orientadores, unos mejor logrados que otros, ciertamente.
En enero, el lector podrá entonarse repasando ya desde el principio la historia de la salvación, sacramentada por fray Juan en su gran Romance escrito en la cárcel en versos transidos de sencillez y de inocencia.
En febrero se abre ante sus ojos lo que son, lo que significan, las dimensiones de la comunión con Dios y vibrará con el alma que suspira continuamente por la fruición eterna y definitiva.
En marzo nos descubre fray Juan la predilección que tenía, no sólo por la realidad de la unión=comunión con Dios, sino también vemos cómo y por qué le encandilaba la vida teologal. Y cantaba por doquier las excelencias y provechos de las tres virtudes teologales.
Abril se abre con Oración de alma enamorada y a continuación por esta alfombra se van sucediendo diálogos y más diálogos de enamorados que revelan sus grandes vivencias interiores, y nos hacen ver la psicología y la teología del amor que cultivaba Juan de la Cruz.
Mayo recoge las ocho canciones de la noche oscura, esquema poético de Subida-Noche. En el camino de la noche oscura se buscan y se encuentran los frutos de la libertad , de esa libertad del espíritu que fray Juan llama «dichosa y deseada de todos» (2N 22, 1).
Junio arranca con un texto magnífico, proclamando que lo que hace falta para el itinerario espiritual es la vida y la fuerza de «un amor mejor que es el de su Esposo» Cristo (1S 14, 2). Cristo que ya se desposa con el alma el día de su bautismo y que desde ese inicio de gracia va llevando al cristiano a la perfecta alianza con Dios en desposorio y matrimonio con Él.
Julio nos recrea con el gran mensaje sanjuanista de que la creación entera es una escala espléndida para subir a Dios; escala de amor esta para llegar a Dios «que está en el fin de esta escala, en quien se arrima y estriba» (2N 18, 4). ¿Cómo vive el alma llagada de amor por la epifanía de Dios?
Agosto inicia con esa plegaria trinitaria y eucarística: que bien sé yo la fonte que mana y corre..., para ir engrosando su corriente con los mil matices oracionales que va esclareciendo el doctor místico.
Septiembre se engalana con las cuatro canciones de la llama de amor viva, subrayando ya desde los primeros compases que «esta llama de amor es el espíritu de su Esposo, que es el Espíritu Santo» (Ll B, 1, 3), y asistimos en los comentarios a los versos a diálogos de altísima categoría.
Octubre hace degustar deliciosamente las 40 canciones del Cántico Espiritual, y desde la letra de fray Juan vamos llegando a la letra y al espíritu del bíblico Cantar de los Cantares.
Noviembre ofrece el Epistolario sanjuanista y al encontrarse el lector con tantas riquezas personales, con tanta sensibilidad humana y espiritual, etc., siempre le renace la pena de tener sólo un tan exiguo número de textos, sabiendo cómo perecieron tantas más cartas por desprecio de los hombres.
Diciembre presenta el mayor número de textos de los Dichos de Luz y Amor del santo. A1 final, después de la glosa «por toda la hermosura», se enriquece el texto con fragmentos de la canción 36 del Cántico Espiritual: gocémonos, Amado...
La antología se cierra con un Epílogo, tomado también de esa canción 36. Dado el estilo especial de Juan de la Cruz que se recrea en tantas de sus páginas autocomentándose, le toca al lector estar atento a la palabra poética que va siendo objeto del comentario del místico.
* * *
A quienes se quieran alimentar debidamente con los textos de la antología, se les abrirá el apetito para fortalecerse con el pan de las Obras Completas. Resuena todavía en el aire el elogio del P. Nicolás Doria, que vale por una biblioteca entera, cuando dijo: «Las palabras tan altas y tan santas del Padre fray Juan son como pimienta que excitan y abrasan el afecto de quien las oye al amor de Dios» ( BN- Madrid, ms., 12738, p. 711).
Sus palabras, dadas unas por Dios y buscadas otras por el místico, vienen a ser como tantos otros «granos de pan de vida» (Ll B 3, 7).
A través de este alimento y de esta «doctrina sustancial y sólida» (Subida-prólogo, 8), entrará el lector en comunicación con el Dios de san Juan de la Cruz que cuida y mima al hombre con orden, suavidad y acomodándose a cada uno de sus hijos (2S 17, 2).
JOSÉ VICENTE RODRÍGUEZ
Siglas de las obras de san Juan de la Cruz
Prólogo
También, ¡oh Dios y deleite mío!, en estos dichos de luz y amor de ti se quiso mi alma emplear por amor de ti, porque ya que yo, teniendo la lengua de ellos, no tengo la obra y virtud de ellos, que es con lo que, Señor mío, te agradas más que con el lenguaje y sabiduría de ellos, otras personas, provocadas por ellos, por ventura aprovechen en tu servicio y amor en que yo falto y tenga mi alma en qué se consolar de que haya sido ocasión que lo que falta en ella halles en otras.
Amas tú, Señor, la discreción, amas la luz, amas el amor sobre las demás operaciones del alma; por eso, estos dichos serán de discreción para el caminar, de luz para el camino y de amor en el caminar.
Quédese, pues, lejos la retórica del mundo; quédense las parlerías y elocuencia seca de la humana sabiduría, flaca e ingeniosa, de que nunca tú gustas, y hablemos palabras al corazón bañadas en dulzor y amor, de que tú bien gustas, quitando por ventura delante ofendículos y tropiezos a muchas almas que tropiezan no sabiendo, y no sabiendo van errando, pensando que aciertan en lo que es seguir a tu dulcísimo Hijo, nuestro Señor Jesucristo, y hacerse semejantes a él en vida, condiciones y virtudes y en la forma de la desnudez y pureza de su espíritu; mas dala, tú, Padre de misericordia, porque sin ti no se hará nada, Señor.
(D prólogo de Dichos de Luz y Amor).
Enero
AMOR «FONTAL», HISTORIA DE LA SALVACIÓN, CRISTO LA ÚNICA PALABRA DEL PADRE
1 de enero
Romance sobre el evangelio
«in principio erat Verbum».
Acerca de la Santísima Trinidad
En el principio moraba
el Verbo y en Dios vivía,
en quien su felicidad
infinita poseía.
Él mismo Verbo Dios era,
que el principio se decía;
él moraba en el principio,
y principio no tenía.
El era el mismo principio;
por eso de él carecía;
el Verbo se llama Hijo
que de el principio nacía.
Hale siempre concebido,
y siempre le concebía;
dale siempre su sustancia
y siempre se la tenía.
Y así, la gloria del Hijo
es la que en el Padre había,
y toda su gloria el Padre
en el Hijo poseía.
Como amado en el amante,
uno en otro residía,
y aquese amor que los une
en lo mismo convenía
con el uno y con el otro
en igualdad y valía.
Tres personas y un amado
entre todos tres había,
y un amor en todas ellas
un amante las hacía;
y el amante es el amado
en que cada cual vivía,
que el ser que los tres poseen,
cada cual le poseía,
y cada cual de ellos ama
a la que este ser tenía.
Este ser es cada una,
y éste solo las unía
en un inefable nudo
que decir no se sabía;
por lo cual era infinito
el amor que las unía
porque un solo amor tres tienen,
que su esencia se decía:
que el amor, cuanto más uno,
tanto más amor hacía.
2 de enero
De la comunicación de las tres personas
En aquel amor inmenso
que de los dos procedía,
palabras de gran regalo
el Padre al Hijo decía,
de tan profundo deleite
que nadie las entendía;
solo el Hijo lo gozaba,
que es a quien pertenecía;
pero aquello que se entiende,
de esta manera decía:
–Nada me contenta, Hijo,
fuera de tu compañía;
y si algo me contenta,
en ti mismo lo quería.
El que a ti más se parece
a mí más satisfacía,
y el que en nada te semeja
en mí nada hallaría.
En ti solo me he agradado,
¡oh vida de vida mía!
Eres lumbre de mi lumbre,
eres mi sabiduría,
figura de mi sustancia
en quien bien me complacía.
Al que a ti te amare, Hijo,
a mí mismo le daría,
y el amor que yo en ti tengo
ese mismo en él pondría,
en razón de haber amado
a quien yo tanto quería.
3 de enero
De la creación
Una esposa que te ame,
mi Hijo, darte quería,
que por tu valor merezca
tener nuestra compañía,
y comer pan a una mesa
de el mismo que yo comía,
porque conozca los bienes
que en tal Hijo yo tenía,
y se congracie conmigo
de tu gracia y lozanía.
–Mucho lo agradezco, Padre–,
el Hijo le respondía;
a la esposa que me dieres
yo mi claridad daría,
para que por ella vea
cuánto mi Padre valía,
y cómo el ser que poseo
de su ser le recibía.
Reclinarla he yo en mi brazo,
y en tu amor se abrasaría,
y con eterno deleite
tu bondad sublimaría.
4 de enero
Prosigue
–Hágase, pues –dijo el Padre–,
que tu amor lo merecía;
y en este dicho que dijo,
el mundo criado había
palacio para la esposa
hecho en gran sabiduría;
el cual en dos aposentos,
alto y bajo dividía;
el bajo de diferencias
infinitas componía;
mas el alto hermoseaba
de admirable pedrería.
Porque conozca la esposa
el Esposo que tenía,
en el alto colocaba
la angélica jerarquía;
pero la natura humana
en el bajo la ponía,
por ser en su compostura
algo de menor valía.
Y aunque el ser y los lugares
de esta suerte los partía,
pero todos son un cuerpo
de la esposa que decía:
que el amor de un mismo Esposo
una esposa los hacía.
Los de arriba poseían
el Esposo en alegría,
los de abajo en esperanza
de fe que les infundía,
diciéndoles que algún tiempo
él los engrandecería,
y que aquella su bajeza
él se la levantaría
de manera que ninguno
ya la vituperaría,
porque en todo semejante
él a ellos se haría,
y se vendría con ellos,
y con ellos moraría,
y que Dios sería hombre,
y que el hombre Dios sería,
y trataría con ellos,
comería y bebería,
y que con ellos contino
él mismo se quedaría
hasta que se consumase
este siglo que corría,
cuando se gozaran juntos
en eterna melodía,
porque él era la cabeza
de la esposa que tenía,
a la cual todos los miembros
de los justos juntaría,
que son cuerpo de la esposa,
a la cual él tomaría
en sus brazos tiernamente
y allí su amor la daría;
y que así juntos en uno
al Padre la llevaría,
donde de el mismo deleite
que Dios goza, gozaría;
que, como el Padre y el Hijo
y el que de ellos procedía,
el uno vive en el otro,
así la esposa sería,
que, dentro de Dios absorta,
vida de Dios viviría.
5 de enero
Prosigue
Con esta buena esperanza
que de arriba les venía,
el tedio de sus trabajos
más leve se les hacía;
pero la esperanza larga
y el deseo que crecía
de gozarse con su Esposo
contino les afligía;
por lo cual con oraciones,
con suspiros y agonía,
con lágrimas y gemidos
le rogaban noche y día
que ya se determinase
a les dar su compañía.
Unos decían: ¡Oh, si fuese
en mi tiempo el alegría!
Otros: Acaba, Señor;
al que has de enviar, envía.
Otros: ¡Oh, si ya rompieses
esos cielos, y vería
con mis ojos que bajases,
y mi llanto cesaría!
¡Regad, nubes de lo alto,
que la tierra lo pedía,
y ábrase ya la tierra
que espinas nos producía,
y produzca aquella flor
con que ella florecería!
Otros decían: ¡Oh, dichoso
el que en tal tiempo sería,
que merezca ver a Dios
con los ojos que tenía,
y tratarle con sus manos,
y andar en su compañía,
y gozar de los misterios
que entonces ordenaría!
6 de enero
Prosigue
En aquestos y otros ruegos
gran tiempo pasado había;
pero en los postreros años
el fervor mucho crecía,
cuando el viejo Simeón
en deseo se encendía,
rogando a Dios que quisiese
dejalle ver este día.
Y así el Espíritu Santo
al buen viejo respondía
que le daba su palabra
que la muerte no vería
hasta que la vida viese
que de arriba descendía,
y que él en sus mismas manos
al mismo Dios tomaría,
y le tendría en sus brazos,
y consigo abrazaría.
7 de enero
Prosigue la Encarnación
Ya que el tiempo era llegado
en que hacerse convenía
el rescate de la esposa
que en duro yugo servía
debajo de aquella ley
que Moisés dado le había,
el Padre con amor tierno
de esta manera decía:
–Ya ves, Hijo, que a tu esposa
a tu imagen hecho había,
y en lo que a ti se parece
contigo bien convenía;
pero difiere en la carne
que en tu simple ser no había.
En los amores perfectos
esta ley se requería:
que se haga semejante
el amante a quien quería;
que la mayor semejanza
más deleite contenía;
el cual, sin duda, en tu esposa
grandemente crecería
si te viere semejante
en la carne que tenía.
–Mi voluntad es la tuya–,
el Hijo le respondía.
Y la gloria que yo tengo
es tu voluntad ser mía;
y a mí me conviene, Padre,
lo que tu alteza decía,
porque por esta manera
tu bondad más se vería;
veráse tu gran potencia,
justicia y sabiduría;
irélo a decir al mundo,
y noticia le daría
de tu belleza y dulzura
y de tu soberanía.
Iré a buscar a mi esposa,
y sobre mí tomaría
sus fatigas y trabajos
en que tanto padecía;
y porque ella vida tenga,
yo por ella moriría,
y sacándola de el lago
a ti te la volvería.
8 de enero
Prosigue
Entonces llamó a un arcángel,
que san Gabriel se decía,
y enviólo a una doncella
que se llamaba María,
de cuyo consentimiento
el misterio se hacía;
en la cual la Trinidad
de carne al Verbo vestía;
y aunque tres hacen la obra,
en el uno se hacía;
y quedó el Verbo encarnado
en el vientre de María.
Y el que tenía sólo Padre,
ya también Madre tenía,
aunque no como cualquiera
que de varón concebía,
que de las entrañas de ella
él su carne recebía;
por lo cual Hijo de Dios
y de el hombre se decía.
9 de enero
Del nacimiento
Ya que era llegado el tiempo
en que de nacer había,
así como desposado
de su tálamo salía,
abrazado con su esposa,
que en sus brazos la traía;
al cual la graciosa Madre
en un pesebre ponía,
entre unos animales
que a la sazón allí había.
Los hombres decían cantares,
los ángeles melodía,
festejando el desposorio
que entre tales dos había;
pero Dios en el pesebre
allí lloraba y gemía,
que eran joyas que la esposa
al desposorio traía;
y la Madre estaba en pasmo
de que tal trueque veía;
el llanto de el hombre en Dios,
y en el hombre la alegría,
lo cual de el uno y de el otro
tan ajeno ser solía.
(Poesías 1)
10 de enero
Vemos en la divina Sagrada Escritura que Moisés siempre preguntaba a Dios, y el rey David y todos los reyes de Israel, para sus guerras y necesidades, y los sacerdotes y profetas antiguos, y Dios respondía y hablaba con ellos y no se enojaba, y era bien hecho; y si no lo hicieran, fuera mal hecho, y así es la verdad. ¿Por qué, pues, ahora en la Ley Nueva y de gracia no lo será como antes lo era? A lo cual se ha de responder que la principal causa por que en la Ley de escritura eran lícitas las preguntas que se hacían a Dios, y convenía que los profetas y sacerdotes quisiesen revelaciones y visiones de Dios, era porque aún entonces no estaba bien fundamentada la fe ni establecida la Ley evangélica, y así era menester que preguntasen a Dios y que él hablase, ahora por palabras, ahora por visiones y revelaciones, ahora en figuras y semejanzas, ahora entre otras muchas maneras de significaciones, porque todo lo que respondía, y hablaba, [y obraba] y revelaba, eran misterios de nuestra fe y cosas tocantes a ella o enderezadas a ella; que, por cuanto las cosas de fe no son del hombre sino de boca del mismo Dios [las cuales por su misma boca habla, por eso era menester que, como habemos dicho, preguntasen a la misma boca de Dios]; y por eso los reprehendía el mismo Dios, porque en sus cosas no preguntaban a su boca para que él respondiese, encaminando sus casos y cosas a la fe, que aún ellos no tenían sabida, por no estar aún fundada. Pero ya que está fundada la fe en Cristo y manifiesta la Ley evangélica en esta era de gracia, no hay para qué preguntarle de aquella manera, ni para qué él hable ya ni responda como entonces. Porque en darnos, como nos dio a su Hijo, que es una Palabra suya, que no tiene otra, todo nos lo habló junto y de una vez en esta sola Palabra, y no tiene más que hablar.
(2S 22, 2-3)
11 de enero
Y este es el sentido de aquella autoridad con que comienza san Pablo (Heb l,l-2) a querer inducir a los hebreos a que se aparten de aquellos modos primeros y tratos con Dios de la Ley de Moisés, y pongan los ojos en Cristo solamente, diciendo: «Lo que antiguamente habló Dios en los profetas a nuestros padres de muchos modos y de muchas maneras, ahora a la postre, en estos días nos lo ha hablado en el Hijo todo de una vez». En lo cual da a entender el Apóstol que Dios ha quedado como mudo y no tiene más que hablar, porque lo que hablaba antes en partes a los profetas ya lo ha hablado en el todo, dándonos al Todo, que es su Hijo.
(2S 22, 4)
12 de enero
Por lo cual, el que ahora quisiese preguntar a Dios, o querer alguna visión o revelación, no sólo haría una necedad, sino haría agravio a Dios, no poniendo los ojos totalmente en Cristo, sin querer otra alguna cosa o novedad. Porque le podría responder Dios de esta manera, diciendo: «Si te tengo ya habladas todas las cosas en mi Palabra, que es mi Hijo, y no tengo otra, ¿qué te puedo yo ahora responder o revelar que sea más que eso? Pon los ojos sólo en él, porque en él te lo tengo todo dicho y revelado, y hallarás en él aún más de lo que pides y deseas. Porque tú pides locuciones y revelaciones en parte, y si pones en él los ojos, lo hallarás en todo; porque él es toda mi locución y respuesta y es toda mi visión y toda mi revelación. Lo cual os he ya hablado, respondido, manifestado y revelado, dándoosle por hermano, compañero y maestro, precio y premio. Porque desde aquel día que bajé con mi Espíritu sobre él en el monte Tabor, diciendo (Mt 17,5): «Este es mi amado Hijo, en que me he complacido, a él oíd»; ya alcé yo la mano de todas esas maneras de enseñanzas y respuestas y se la di a él. Oídle a él, porque yo no tengo más fe que revelar, ni más cosas que manifestar.
(2S 22, 5)
13 de enero
Que, si antes hablaba, era prometiendo a Cristo; y si me preguntaban, eran las (preguntas) encaminadas a la petición y esperanza de Cristo, en que habían de hallar todo bien, como ahora lo da a entender toda la doctrina de los evangelistas y apóstoles. Mas ahora, el que me preguntase de aquella manera y quisiese que yo le hablase o algo le revelase, era en alguna manera pedirme otra vez a Cristo, y pedirme más fe, y ser falto en ella, que ya está dada en Cristo. Y así, haría mucho agravio a mi amado Hijo, porque no sólo en aquello le faltaría en la fe, mas le obligaba otra vez a encarnar y pasar por la vida y muerte primera. No hallarás qué pedirme ni qué desear de revelaciones o visiones de mi parte. Míralo tú bien, que ahí lo hallarás ya hecho y dado todo eso, y mucho más, en él.
(S 22, 4-5)
14 de enero
Si quisieres que te respondiese yo alguna palabra de consuelo, mira a mi Hijo, sujeto a mí y sujetado por mi amor, y afligido, y verás cuántas te responde. Si quisieres que te declare yo algunas cosas ocultas o casos, pon solos los ojos en él, y hallarás ocultísimos misterios y sabiduría, y maravillas de Dios, que están encerradas en él, según mi Apóstol (Co1 2,3) dice: «En el cual Hijo de Dios están escondidos todos los tesoros de sabiduría y ciencia de Dios».
Los cuales tesoros de sabiduría serán para ti muy más altos y sabrosos y provechosos que las cosas que tú querías saber. Que por eso se gloriaba el mismo Apóstol (1Cor 2,2), diciendo: «Que no había él dado a entender que sabía otra cosa, sino a Jesucristo, y a este crucificado». Y si también quisieses otras visiones y revelaciones divinas o corporales, mírale a él también humanado, y hallarás en eso más que piensas; porque