Descubre millones de libros electrónicos, audiolibros y mucho más con una prueba gratuita

Solo $11.99/mes después de la prueba. Puedes cancelar en cualquier momento.

365 días con Juan de la Cruz
365 días con Juan de la Cruz
365 días con Juan de la Cruz
Libro electrónico372 páginas7 horas

365 días con Juan de la Cruz

Calificación: 0 de 5 estrellas

()

Leer la vista previa

Información de este libro electrónico

«Esta obra ofrece al lector las palabras de san Juan de la Cruz, sin alteración ninguna. A lo largo de este libro resplandecen de modo especial los poemas de fray Juan, no sólo los que son la base de sus grandes obras: Subida-Noche, Cántico y Llama, sino también la mayor parte de esas otras composiciones que él mismo llama "coplas a lo divino". En este florilegio encontrará también el lector una buena parte de los llamados Dichos de luz y amor; y podrá disfrutar de esos escritos tan carismáticos, que nombramos como escritos breves, y en los que se hallan como sintetizadas tantas páginas del Santo». (De la Presentación de José Vicente Rodríguez).
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento1 jun 2012
ISBN9788428563499
365 días con Juan de la Cruz

Relacionado con 365 días con Juan de la Cruz

Títulos en esta serie (11)

Ver más

Libros electrónicos relacionados

Cristianismo para usted

Ver más

Artículos relacionados

Comentarios para 365 días con Juan de la Cruz

Calificación: 0 de 5 estrellas
0 calificaciones

0 clasificaciones0 comentarios

¿Qué te pareció?

Toca para calificar

Los comentarios deben tener al menos 10 palabras

    Vista previa del libro

    365 días con Juan de la Cruz - José Vicente Rodriguez

    Índice

    Portada

    Portadilla

    Créditos

    Al lector

    Siglas de las obras de san Juan de la Cruz

    Prólogo

    Enero

    Febrero

    Marzo

    Abril

    Mayo

    Junio

    Julio

    Agosto

    Septiembre

    Octubre

    Noviembre

    Diciembre

    Epílogo

    365 días con

    portadilla

    © SAN PABLO 2011 (Protasio Gómez, 11-15. 28027 Madrid)

    Tel. 917 425 113 - Fax 917 425 723

    E-mail: secretaria.edit@sanpablo.es - www.sanpablo.es

    © José Vicente Rodríguez 2011

    Distribución: SAN PABLO. División Comercial

    Resina, 1. 28021 Madrid

    Tel. 917 987 375 - Fax 915 052 050

    E-mail: ventas@sanpablo.es

    ISBN: 9788428563499

    Depósito legal: M. XX.XXX-2011

    Impreso en Artes Gráficas Gar.Vi. 28970 Humanes (Madrid)

    Printed in Spain. Impreso en España

    Al lector

    A mis quince años llegaba yo a Segovia. Comencé mi noviciado de carmelita descalzo y en mi celda me encontré con tres o cuatro libros, alineados en una banqueta. No había mesa ni silla en la habitación. Me sentaba en la cama.

    Eché mano a un libro, un pergamino, y vi que se titulaba: Avisos y sentencias espirituales que encaminan a un alma a la más perfecta unión con Dios en transformación de Amor. Dividido en tres partes. Por el extático y sublime doctor místico el B. P. san Juan de la Cruz, primer Padre de los descalzos de Nuestra Señora del Carmen, y compañero de la seráfica Doctora y Madre santa Teresa mmde Jesús, en la fundación de la dicha Reforma. Con tres tratados espirituales al fin, de autores de la misma Orden. Dedicado al ínclito Patriarca san Joseph. Con privilegio en Barcelona, [1702] por los Padres Carmelitas Descalzos». El ejemplar era una reimpresión autorizada por el Ordinario de Barcelona el 28 de octubre de 1724.

    En la parte baja de la portada, enmarcada en una cenefa, se leía escrito a mano: «Carmen Descalzo de Segovia. Año 1783». Corriendo los años supe que esta anotación era del Padre Manuel de Santa María, historiador y calígrafo excelente.

    Fui pasando hojas y hojas del libro y comenzó a interesarme su lectura. La primera parte recogía los avisos y sentencias de san Juan de la Cruz . Está dividido en 25 títulos («Classe» lo titulan los autores), bien escogidos, el primero de los cuales es la Imitación de Cristo; el segundo, Las virtudes teologales, y así sucesivamente. Los textos correspondientes a los diversos títulos están, generalmente, bien seleccionados

    Esta antología sanjuanista, que cayó tan tempranamente en mis manos, no es, naturalmente, el único libro del género, sino que hay otros cuantos, como puede verse en la Bibliografia Sistemática de Manuel Diego Sánchez, Madrid 2000, nn. 377, 379, 382, 384.

    En las ediciones antiguas de las Obras Completas de Fray Juan: Sevilla 1703, 1711, Pamplona 1774, también están distribuidos los Avisos y Sentencias espirituales de modo parecido, a modo de florilegio.

    Después de haber preparado varias ediciones de las Obras Completas de Juan de la Cruz a lo largo de mi vida, y de los libros sueltos del mismo, y de haber publicado Obras Selectas de San Juan de la Cruz para la BAC, 1999, ¿quién me iba a decir que ahora me iba a ocupar de organizar 365 días con textos de este santo doctor?

    Sin ignorar los florilegios anteriores, es claro que ahora tenemos otra perspectiva de las cosas, otro modo de combinar las ideas; y así, nuestro libro será sí, una antología, pero una antología del siglo XXI. Ofrecemos al lector las palabras de fray Juan, sin alteración ninguna. Palabra de Juan de la Cruz, sí, pero que él supo hermanar y hermosear con la palabra de Dios, que era fuente principal de su magisterio y de su existencia. Dejamos en su traducción sanjuanista tan deliciosa el gran texto de Ezequiel (16,5-14) donde el profeta desarrolla alegóricamente la historia de Israel, anunciando el perdón gratuito y la nueva alianza (véase aquí 12 de junio).

    A quien recorra con ánimo de esponja y despaciosamente las páginas sanjuanistas le viene posiblemente el recuerdo de aquel diálogo que tuvo fray Juan con Magdalena del Espíritu Santo, gran carmelita descalza. Lo cuenta ella, que fue la primera copista de los poemas de fray Juan: «Causándome admiración, dice, la viveza de las palabras y su hermosura y sutileza, le pregunté un día si le daba Dios aquellas palabras que tanto comprendían y adornaban; y me respondió: "Hija, unas veces me las daba Dios, y otras las buscaba yo». Desde entonces ha tenido el santo tantos admiradores y tantos que se han visto cautivados por el embrujo musical de sus poemas. Y desde el «engolosinamiento» de la poesía han pasado a alimentarse de la exégesis dada por el propio poeta.

    A lo largo de este libro resplandecen de modo especial los poemas de fray Juan, no sólo los que son la base de sus grandes obras: Subida-Noche, Cántico y Llama, sino también la mayor parte de esas otras composiciones que él mismo llama «coplas a lo divino».

    En este florilegio encontrará también el lector una buena parte de los llamados Dichos de luz y amor; y podrá disfrutar de esos escritos tan carismáticos, que nombramos como escritos breves, y en los que se hallan como sintetizadas tantas páginas del santo, al propio tiempo que vienen a ser también como esquemas o anticipos de escritos más amplios.

    Guía de lectura

    Abrimos la serie con un Prólogo oracional de Juan de la Cruz.

    A cada mes anteponemos títulos orientadores, unos mejor logrados que otros, ciertamente.

    En enero, el lector podrá entonarse repasando ya desde el principio la historia de la salvación, sacramentada por fray Juan en su gran Romance escrito en la cárcel en versos transidos de sencillez y de inocencia.

    En febrero se abre ante sus ojos lo que son, lo que significan, las dimensiones de la comunión con Dios y vibrará con el alma que suspira continuamente por la fruición eterna y definitiva.

    En marzo nos descubre fray Juan la predilección que tenía, no sólo por la realidad de la unión=comunión con Dios, sino también vemos cómo y por qué le encandilaba la vida teologal. Y cantaba por doquier las excelencias y provechos de las tres virtudes teologales.

    Abril se abre con Oración de alma enamorada y a continuación por esta alfombra se van sucediendo diálogos y más diálogos de enamorados que revelan sus grandes vivencias interiores, y nos hacen ver la psicología y la teología del amor que cultivaba Juan de la Cruz.

    Mayo recoge las ocho canciones de la noche oscura, esquema poético de Subida-Noche. En el camino de la noche oscura se buscan y se encuentran los frutos de la libertad , de esa libertad del espíritu que fray Juan llama «dichosa y deseada de todos» (2N 22, 1).

    Junio arranca con un texto magnífico, proclamando que lo que hace falta para el itinerario espiritual es la vida y la fuerza de «un amor mejor que es el de su Esposo» Cristo (1S 14, 2). Cristo que ya se desposa con el alma el día de su bautismo y que desde ese inicio de gracia va llevando al cristiano a la perfecta alianza con Dios en desposorio y matrimonio con Él.

    Julio nos recrea con el gran mensaje sanjuanista de que la creación entera es una escala espléndida para subir a Dios; escala de amor esta para llegar a Dios «que está en el fin de esta escala, en quien se arrima y estriba» (2N 18, 4). ¿Cómo vive el alma llagada de amor por la epifanía de Dios?

    Agosto inicia con esa plegaria trinitaria y eucarística: que bien sé yo la fonte que mana y corre..., para ir engrosando su corriente con los mil matices oracionales que va esclareciendo el doctor místico.

    Septiembre se engalana con las cuatro canciones de la llama de amor viva, subrayando ya desde los primeros compases que «esta llama de amor es el espíritu de su Esposo, que es el Espíritu Santo» (Ll B, 1, 3), y asistimos en los comentarios a los versos a diálogos de altísima categoría.

    Octubre hace degustar deliciosamente las 40 canciones del Cántico Espiritual, y desde la letra de fray Juan vamos llegando a la letra y al espíritu del bíblico Cantar de los Cantares.

    Noviembre ofrece el Epistolario sanjuanista y al encontrarse el lector con tantas riquezas personales, con tanta sensibilidad humana y espiritual, etc., siempre le renace la pena de tener sólo un tan exiguo número de textos, sabiendo cómo perecieron tantas más cartas por desprecio de los hombres.

    Diciembre presenta el mayor número de textos de los Dichos de Luz y Amor del santo. A1 final, después de la glosa «por toda la hermosura», se enriquece el texto con fragmentos de la canción 36 del Cántico Espiritual: gocémonos, Amado...

    La antología se cierra con un Epílogo, tomado también de esa canción 36. Dado el estilo especial de Juan de la Cruz que se recrea en tantas de sus páginas autocomentándose, le toca al lector estar atento a la palabra poética que va siendo objeto del comentario del místico.

    * * *

    A quienes se quieran alimentar debidamente con los textos de la antología, se les abrirá el apetito para fortalecerse con el pan de las Obras Completas. Resuena todavía en el aire el elogio del P. Nicolás Doria, que vale por una biblioteca entera, cuando dijo: «Las palabras tan altas y tan santas del Padre fray Juan son como pimienta que excitan y abrasan el afecto de quien las oye al amor de Dios» ( BN- Madrid, ms., 12738, p. 711).

    Sus palabras, dadas unas por Dios y buscadas otras por el místico, vienen a ser como tantos otros «granos de pan de vida» (Ll B 3, 7).

    A través de este alimento y de esta «doctrina sustancial y sólida» (Subida-prólogo, 8), entrará el lector en comunicación con el Dios de san Juan de la Cruz que cuida y mima al hombre con orden, suavidad y acomodándose a cada uno de sus hijos (2S 17, 2).

    JOSÉ VICENTE RODRÍGUEZ

    Siglas de las obras de san Juan de la Cruz

    Prólogo

    También, ¡oh Dios y deleite mío!, en estos dichos de luz y amor de ti se quiso mi alma emplear por amor de ti, porque ya que yo, teniendo la lengua de ellos, no tengo la obra y virtud de ellos, que es con lo que, Señor mío, te agradas más que con el lenguaje y sabiduría de ellos, otras personas, provocadas por ellos, por ventura aprovechen en tu servicio y amor en que yo falto y tenga mi alma en qué se consolar de que haya sido ocasión que lo que falta en ella halles en otras.

    Amas tú, Señor, la discreción, amas la luz, amas el amor sobre las demás operaciones del alma; por eso, estos dichos serán de discreción para el caminar, de luz para el camino y de amor en el caminar.

    Quédese, pues, lejos la retórica del mundo; quédense las parlerías y elocuencia seca de la humana sabiduría, flaca e ingeniosa, de que nunca tú gustas, y hablemos palabras al corazón bañadas en dulzor y amor, de que tú bien gustas, quitando por ventura delante ofendículos y tropiezos a muchas almas que tropiezan no sabiendo, y no sabiendo van errando, pensando que aciertan en lo que es seguir a tu dulcísimo Hijo, nuestro Señor Jesucristo, y hacerse semejantes a él en vida, condiciones y virtudes y en la forma de la desnudez y pureza de su espíritu; mas dala, tú, Padre de misericordia, porque sin ti no se hará nada, Señor.

    (D prólogo de Dichos de Luz y Amor).

    Enero

    AMOR «FONTAL», HISTORIA DE LA SALVACIÓN, CRISTO LA ÚNICA PALABRA DEL PADRE

    1 de enero

    Romance sobre el evangelio

    «in principio erat Verbum».

    Acerca de la Santísima Trinidad

    En el principio moraba

    el Verbo y en Dios vivía,

    en quien su felicidad

    infinita poseía.

    Él mismo Verbo Dios era,

    que el principio se decía;

    él moraba en el principio,

    y principio no tenía.

    El era el mismo principio;

    por eso de él carecía;

    el Verbo se llama Hijo

    que de el principio nacía.

    Hale siempre concebido,

    y siempre le concebía;

    dale siempre su sustancia

    y siempre se la tenía.

    Y así, la gloria del Hijo

    es la que en el Padre había,

    y toda su gloria el Padre

    en el Hijo poseía.

    Como amado en el amante,

    uno en otro residía,

    y aquese amor que los une

    en lo mismo convenía

    con el uno y con el otro

    en igualdad y valía.

    Tres personas y un amado

    entre todos tres había,

    y un amor en todas ellas

    un amante las hacía;

    y el amante es el amado

    en que cada cual vivía,

    que el ser que los tres poseen,

    cada cual le poseía,

    y cada cual de ellos ama

    a la que este ser tenía.

    Este ser es cada una,

    y éste solo las unía

    en un inefable nudo

    que decir no se sabía;

    por lo cual era infinito

    el amor que las unía

    porque un solo amor tres tienen,

    que su esencia se decía:

    que el amor, cuanto más uno,

    tanto más amor hacía.

    2 de enero

    De la comunicación de las tres personas

    En aquel amor inmenso

    que de los dos procedía,

    palabras de gran regalo

    el Padre al Hijo decía,

    de tan profundo deleite

    que nadie las entendía;

    solo el Hijo lo gozaba,

    que es a quien pertenecía;

    pero aquello que se entiende,

    de esta manera decía:

    –Nada me contenta, Hijo,

    fuera de tu compañía;

    y si algo me contenta,

    en ti mismo lo quería.

    El que a ti más se parece

    a mí más satisfacía,

    y el que en nada te semeja

    en mí nada hallaría.

    En ti solo me he agradado,

    ¡oh vida de vida mía!

    Eres lumbre de mi lumbre,

    eres mi sabiduría,

    figura de mi sustancia

    en quien bien me complacía.

    Al que a ti te amare, Hijo,

    a mí mismo le daría,

    y el amor que yo en ti tengo

    ese mismo en él pondría,

    en razón de haber amado

    a quien yo tanto quería.

    3 de enero

    De la creación

    Una esposa que te ame,

    mi Hijo, darte quería,

    que por tu valor merezca

    tener nuestra compañía,

    y comer pan a una mesa

    de el mismo que yo comía,

    porque conozca los bienes

    que en tal Hijo yo tenía,

    y se congracie conmigo

    de tu gracia y lozanía.

    –Mucho lo agradezco, Padre–,

    el Hijo le respondía;

    a la esposa que me dieres

    yo mi claridad daría,

    para que por ella vea

    cuánto mi Padre valía,

    y cómo el ser que poseo

    de su ser le recibía.

    Reclinarla he yo en mi brazo,

    y en tu amor se abrasaría,

    y con eterno deleite

    tu bondad sublimaría.

    4 de enero

    Prosigue

    –Hágase, pues –dijo el Padre–,

    que tu amor lo merecía;

    y en este dicho que dijo,

    el mundo criado había

    palacio para la esposa

    hecho en gran sabiduría;

    el cual en dos aposentos,

    alto y bajo dividía;

    el bajo de diferencias

    infinitas componía;

    mas el alto hermoseaba

    de admirable pedrería.

    Porque conozca la esposa

    el Esposo que tenía,

    en el alto colocaba

    la angélica jerarquía;

    pero la natura humana

    en el bajo la ponía,

    por ser en su compostura

    algo de menor valía.

    Y aunque el ser y los lugares

    de esta suerte los partía,

    pero todos son un cuerpo

    de la esposa que decía:

    que el amor de un mismo Esposo

    una esposa los hacía.

    Los de arriba poseían

    el Esposo en alegría,

    los de abajo en esperanza

    de fe que les infundía,

    diciéndoles que algún tiempo

    él los engrandecería,

    y que aquella su bajeza

    él se la levantaría

    de manera que ninguno

    ya la vituperaría,

    porque en todo semejante

    él a ellos se haría,

    y se vendría con ellos,

    y con ellos moraría,

    y que Dios sería hombre,

    y que el hombre Dios sería,

    y trataría con ellos,

    comería y bebería,

    y que con ellos contino

    él mismo se quedaría

    hasta que se consumase

    este siglo que corría,

    cuando se gozaran juntos

    en eterna melodía,

    porque él era la cabeza

    de la esposa que tenía,

    a la cual todos los miembros

    de los justos juntaría,

    que son cuerpo de la esposa,

    a la cual él tomaría

    en sus brazos tiernamente

    y allí su amor la daría;

    y que así juntos en uno

    al Padre la llevaría,

    donde de el mismo deleite

    que Dios goza, gozaría;

    que, como el Padre y el Hijo

    y el que de ellos procedía,

    el uno vive en el otro,

    así la esposa sería,

    que, dentro de Dios absorta,

    vida de Dios viviría.

    5 de enero

    Prosigue

    Con esta buena esperanza

    que de arriba les venía,

    el tedio de sus trabajos

    más leve se les hacía;

    pero la esperanza larga

    y el deseo que crecía

    de gozarse con su Esposo

    contino les afligía;

    por lo cual con oraciones,

    con suspiros y agonía,

    con lágrimas y gemidos

    le rogaban noche y día

    que ya se determinase

    a les dar su compañía.

    Unos decían: ¡Oh, si fuese

    en mi tiempo el alegría!

    Otros: Acaba, Señor;

    al que has de enviar, envía.

    Otros: ¡Oh, si ya rompieses

    esos cielos, y vería

    con mis ojos que bajases,

    y mi llanto cesaría!

    ¡Regad, nubes de lo alto,

    que la tierra lo pedía,

    y ábrase ya la tierra

    que espinas nos producía,

    y produzca aquella flor

    con que ella florecería!

    Otros decían: ¡Oh, dichoso

    el que en tal tiempo sería,

    que merezca ver a Dios

    con los ojos que tenía,

    y tratarle con sus manos,

    y andar en su compañía,

    y gozar de los misterios

    que entonces ordenaría!

    6 de enero

    Prosigue

    En aquestos y otros ruegos

    gran tiempo pasado había;

    pero en los postreros años

    el fervor mucho crecía,

    cuando el viejo Simeón

    en deseo se encendía,

    rogando a Dios que quisiese

    dejalle ver este día.

    Y así el Espíritu Santo

    al buen viejo respondía

    que le daba su palabra

    que la muerte no vería

    hasta que la vida viese

    que de arriba descendía,

    y que él en sus mismas manos

    al mismo Dios tomaría,

    y le tendría en sus brazos,

    y consigo abrazaría.

    7 de enero

    Prosigue la Encarnación

    Ya que el tiempo era llegado

    en que hacerse convenía

    el rescate de la esposa

    que en duro yugo servía

    debajo de aquella ley

    que Moisés dado le había,

    el Padre con amor tierno

    de esta manera decía:

    –Ya ves, Hijo, que a tu esposa

    a tu imagen hecho había,

    y en lo que a ti se parece

    contigo bien convenía;

    pero difiere en la carne

    que en tu simple ser no había.

    En los amores perfectos

    esta ley se requería:

    que se haga semejante

    el amante a quien quería;

    que la mayor semejanza

    más deleite contenía;

    el cual, sin duda, en tu esposa

    grandemente crecería

    si te viere semejante

    en la carne que tenía.

    –Mi voluntad es la tuya–,

    el Hijo le respondía.

    Y la gloria que yo tengo

    es tu voluntad ser mía;

    y a mí me conviene, Padre,

    lo que tu alteza decía,

    porque por esta manera

    tu bondad más se vería;

    veráse tu gran potencia,

    justicia y sabiduría;

    irélo a decir al mundo,

    y noticia le daría

    de tu belleza y dulzura

    y de tu soberanía.

    Iré a buscar a mi esposa,

    y sobre mí tomaría

    sus fatigas y trabajos

    en que tanto padecía;

    y porque ella vida tenga,

    yo por ella moriría,

    y sacándola de el lago

    a ti te la volvería.

    8 de enero

    Prosigue

    Entonces llamó a un arcángel,

    que san Gabriel se decía,

    y enviólo a una doncella

    que se llamaba María,

    de cuyo consentimiento

    el misterio se hacía;

    en la cual la Trinidad

    de carne al Verbo vestía;

    y aunque tres hacen la obra,

    en el uno se hacía;

    y quedó el Verbo encarnado

    en el vientre de María.

    Y el que tenía sólo Padre,

    ya también Madre tenía,

    aunque no como cualquiera

    que de varón concebía,

    que de las entrañas de ella

    él su carne recebía;

    por lo cual Hijo de Dios

    y de el hombre se decía.

    9 de enero

    Del nacimiento

    Ya que era llegado el tiempo

    en que de nacer había,

    así como desposado

    de su tálamo salía,

    abrazado con su esposa,

    que en sus brazos la traía;

    al cual la graciosa Madre

    en un pesebre ponía,

    entre unos animales

    que a la sazón allí había.

    Los hombres decían cantares,

    los ángeles melodía,

    festejando el desposorio

    que entre tales dos había;

    pero Dios en el pesebre

    allí lloraba y gemía,

    que eran joyas que la esposa

    al desposorio traía;

    y la Madre estaba en pasmo

    de que tal trueque veía;

    el llanto de el hombre en Dios,

    y en el hombre la alegría,

    lo cual de el uno y de el otro

    tan ajeno ser solía.

    (Poesías 1)

    10 de enero

    Vemos en la divina Sagrada Escritura que Moisés siempre preguntaba a Dios, y el rey David y todos los reyes de Israel, para sus guerras y necesidades, y los sacerdotes y profetas antiguos, y Dios respondía y hablaba con ellos y no se enojaba, y era bien hecho; y si no lo hicieran, fuera mal hecho, y así es la verdad. ¿Por qué, pues, ahora en la Ley Nueva y de gracia no lo será como antes lo era? A lo cual se ha de responder que la principal causa por que en la Ley de escritura eran lícitas las preguntas que se hacían a Dios, y convenía que los profetas y sacerdotes quisiesen revelaciones y visiones de Dios, era porque aún entonces no estaba bien fundamentada la fe ni establecida la Ley evangélica, y así era menester que preguntasen a Dios y que él hablase, ahora por palabras, ahora por visiones y revelaciones, ahora en figuras y semejanzas, ahora entre otras muchas maneras de significaciones, porque todo lo que respondía, y hablaba, [y obraba] y revelaba, eran misterios de nuestra fe y cosas tocantes a ella o enderezadas a ella; que, por cuanto las cosas de fe no son del hombre sino de boca del mismo Dios [las cuales por su misma boca habla, por eso era menester que, como habemos dicho, preguntasen a la misma boca de Dios]; y por eso los reprehendía el mismo Dios, porque en sus cosas no preguntaban a su boca para que él respondiese, encaminando sus casos y cosas a la fe, que aún ellos no tenían sabida, por no estar aún fundada. Pero ya que está fundada la fe en Cristo y manifiesta la Ley evangélica en esta era de gracia, no hay para qué preguntarle de aquella manera, ni para qué él hable ya ni responda como entonces. Porque en darnos, como nos dio a su Hijo, que es una Palabra suya, que no tiene otra, todo nos lo habló junto y de una vez en esta sola Palabra, y no tiene más que hablar.

    (2S 22, 2-3)

    11 de enero

    Y este es el sentido de aquella autoridad con que comienza san Pablo (Heb l,l-2) a querer inducir a los hebreos a que se aparten de aquellos modos primeros y tratos con Dios de la Ley de Moisés, y pongan los ojos en Cristo solamente, diciendo: «Lo que antiguamente habló Dios en los profetas a nuestros padres de muchos modos y de muchas maneras, ahora a la postre, en estos días nos lo ha hablado en el Hijo todo de una vez». En lo cual da a entender el Apóstol que Dios ha quedado como mudo y no tiene más que hablar, porque lo que hablaba antes en partes a los profetas ya lo ha hablado en el todo, dándonos al Todo, que es su Hijo.

    (2S 22, 4)

    12 de enero

    Por lo cual, el que ahora quisiese preguntar a Dios, o querer alguna visión o revelación, no sólo haría una necedad, sino haría agravio a Dios, no poniendo los ojos totalmente en Cristo, sin querer otra alguna cosa o novedad. Porque le podría responder Dios de esta manera, diciendo: «Si te tengo ya habladas todas las cosas en mi Palabra, que es mi Hijo, y no tengo otra, ¿qué te puedo yo ahora responder o revelar que sea más que eso? Pon los ojos sólo en él, porque en él te lo tengo todo dicho y revelado, y hallarás en él aún más de lo que pides y deseas. Porque tú pides locuciones y revelaciones en parte, y si pones en él los ojos, lo hallarás en todo; porque él es toda mi locución y respuesta y es toda mi visión y toda mi revelación. Lo cual os he ya hablado, respondido, manifestado y revelado, dándoosle por hermano, compañero y maestro, precio y premio. Porque desde aquel día que bajé con mi Espíritu sobre él en el monte Tabor, diciendo (Mt 17,5): «Este es mi amado Hijo, en que me he complacido, a él oíd»; ya alcé yo la mano de todas esas maneras de enseñanzas y respuestas y se la di a él. Oídle a él, porque yo no tengo más fe que revelar, ni más cosas que manifestar.

    (2S 22, 5)

    13 de enero

    Que, si antes hablaba, era prometiendo a Cristo; y si me preguntaban, eran las (preguntas) encaminadas a la petición y esperanza de Cristo, en que habían de hallar todo bien, como ahora lo da a entender toda la doctrina de los evangelistas y apóstoles. Mas ahora, el que me preguntase de aquella manera y quisiese que yo le hablase o algo le revelase, era en alguna manera pedirme otra vez a Cristo, y pedirme más fe, y ser falto en ella, que ya está dada en Cristo. Y así, haría mucho agravio a mi amado Hijo, porque no sólo en aquello le faltaría en la fe, mas le obligaba otra vez a encarnar y pasar por la vida y muerte primera. No hallarás qué pedirme ni qué desear de revelaciones o visiones de mi parte. Míralo tú bien, que ahí lo hallarás ya hecho y dado todo eso, y mucho más, en él.

    (S 22, 4-5)

    14 de enero

    Si quisieres que te respondiese yo alguna palabra de consuelo, mira a mi Hijo, sujeto a mí y sujetado por mi amor, y afligido, y verás cuántas te responde. Si quisieres que te declare yo algunas cosas ocultas o casos, pon solos los ojos en él, y hallarás ocultísimos misterios y sabiduría, y maravillas de Dios, que están encerradas en él, según mi Apóstol (Co1 2,3) dice: «En el cual Hijo de Dios están escondidos todos los tesoros de sabiduría y ciencia de Dios».

    Los cuales tesoros de sabiduría serán para ti muy más altos y sabrosos y provechosos que las cosas que tú querías saber. Que por eso se gloriaba el mismo Apóstol (1Cor 2,2), diciendo: «Que no había él dado a entender que sabía otra cosa, sino a Jesucristo, y a este crucificado». Y si también quisieses otras visiones y revelaciones divinas o corporales, mírale a él también humanado, y hallarás en eso más que piensas; porque

    ¿Disfrutas la vista previa?
    Página 1 de 1