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Mi vida con un psicópata
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Libro electrónico139 páginas2 horas

Mi vida con un psicópata

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Información de este libro electrónico

Lo que no te mata te hace más fuerte.

Pasar por una relación tóxica te puede hacer mucho daño emocionalmente, puedes perder tu identidad e incluso el control sobre tu vida. Sin embargo, puedes decidir entre quedarte lamentando lo ocurrido o empezar de nuevo.

He crecido y cambiado a través de la introspección, y aunque ha sido muy difícil plasmar mis vivencias y tener que perdonarme por tantas equivocaciones como cometí, también ha resultado ser terapéutico.

IdiomaEspañol
EditorialCaligrama
Fecha de lanzamiento28 ene 2021
ISBN9788418500688
Mi vida con un psicópata
Autor

M.S. León

M.S. León nació al sur de España. Aunque estuvo viviendo en varias ciudades andaluzas y otras comunidades autónomas durante el trascurso de su vida, es en el sur donde reside actualmente. Estudió dos grados superiores: en la rama sanitaria y del bienestar integral. A lo largo de su vida ha ejercido como profesional sanitaria en hospitales y centros de salud. Con el nacimiento de sus hijos decide hacer un paréntesis en su vida laboral y dedicar su tiempo a ellos. En la actualidad se encuentra preparando oposiciones y haciendo cursos de formación complementaria a su profesión.

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    Mi vida con un psicópata - M.S. León

    Mi vida con

    un psicópata

    M. S. León

    Mi vida con un psicópata

    Primera edición: 2020

    ISBN: 9788418500138

    ISBN eBook: 9788418500688

    © del texto:

    M. S. León

    © del diseño de esta edición:

    Penguin Random House Grupo Editorial

    (Caligrama, 2020

    www.caligramaeditorial.com

    info@caligramaeditorial.com)

    Impreso en España – Printed in Spain

    Quedan prohibidos, dentro de los límites establecidos en la ley y bajo los apercibimientos legalmente previstos, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, ya sea electrónico o mecánico, el tratamiento informático, el alquiler o cualquier otra forma de cesión de la obra sin la autorización previa y por escrito de los titulares del copyright. Diríjase a info@caligramaeditorial.com si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.

    Dedico este libro con todo mi cariño a mis hijos,

    familiares y amigos, porque siempre han estado ahí

    para apoyarme, animarme y porque sin ellos,

    no me habría atrevido a escribir sobre mi vida.

    Queridos lectores

    Espero que el contenido de este libro os ayude en vuestras vidas. Es el relato de mi propia experiencia con todas las vicisitudes y avatares en manos de una persona con personalidad psicopática y rasgos narcisistas.

    «El conocimiento es poder, la ignorancia nos pone en peligro».

    Qué diferente es la vida de cuando somos pequeños a cuando nos hacemos adultos. Aún tengo reminiscencias de cuando jugaba con mis amigas, hacíamos teatros, bailábamos, y jugaba a la rayuela durante largas horas. No tenías que responsabilizarte de tantas obligaciones como ocurre cuando dejas de ser un/a niño/a. Todo era jugar, hacer las tareas del colegio y ver la televisión. Vas creciendo y, según lo que has ido viviendo y presenciando en el hogar familiar, se va forjando tu forma de ser, tus miedos, inseguridades, inquietudes… Todas estas vivencias son las que forjarán nuestro carácter y quiénes seremos como adultos/as el día de mañana.

    «Nada en la vida es casual, todo pasa por algo».

    Hay quienes piensan que un psicópata es un asesino en serie, un Hannibal Lecter, y no es así, ya que hay muchas formas de matar y una de ellas es emocionalmente. Estas personas te consumen poco a poco, son auténticos depredadores humanos, vampiros energéticos, te dejan sin energía cual vampiro, te drenan la sangre y terminas convirtiéndote en una muerta en vida. Así es como me he sentido cuanto más tiempo pasaba con mi pareja psicópata.

    Antes de conocerlo, tenía una vida bastante normal. Estaba estudiando y, siempre que podía, salía con mis amigas del barrio. En una ocasión, conocimos a tres chicos. Me estoy remontando, en estos momentos, a más o menos dos años atrás a cuando conocí a mi pareja. De los tres chicos que conocimos, dos eran hermanos y el tercero era amigo de ellos. En nuestro caso ocurría lo mismo, yo salía con dos hermanas. Estos chicos eran bastante guapos y demasiado atractivos. No sé por qué, en esa época me llamaba bastante la atención un buen físico en un hombre, es lo normal cuando eres tan jovencita. Tengo que decir que hoy en día no me pasa lo mismo. Considero que el físico es la carta de presentación, sin embargo, la persona es un cúmulo de cualidades, y hay muchas que superan el ser guapo o guapa, como la bondad, la inteligencia, el ser ocurrente o gracioso/a, la empatía, la honestidad… Cualidades que, sin duda, son más valiosas aún, o al menos después de lo que me ha tocado vivir, así es como lo considero en mi opinión.

    Por aquel entonces, a las tres nos gustaba el mismo, el amigo de los dos hermanos. Trabajaban en una compañía de telefonía fija muy importante por aquel entonces, e incluso creo que la única que había. Las llamadas no eran gratis como ahora e incluso había bastantes cabinas de teléfono. El caso es que este chico empezó a llamar con mucha frecuencia a la menor de las dos hermanas, que era la menos agraciada de nosotras físicamente. El caso es que este chico la llamaba gratis todos los días y hablaba largo y tendido con ella. Mi amiga se estaba ilusionando muchísimo y su hermana y yo pensábamos que él estaba también por ella de igual manera.

    En una ocasión que salimos, empezó a coquetear conmigo y, la verdad, no entendí que hiciese eso cuando a quien llamaba y con quien hablaba era con ella, a mí no me había llamado ni una sola vez. No había habido nada entre ellos, de hablar no pasaban. Ese día me dijo que quien le gustaba era yo. Me quedé un tanto extrañada y sinceramente no lo creí. Cuando le dije que pensaba que quien le gustaba era mi amiga, me dijo que no estaba loco para poner los ojos en ella. Aún entendí menos su comportamiento, porque no comprendía el porqué de llamarla tanto a ella si no le gustaba en vez de a mí. Me dijo que le había pasado como al pastor y al lobo, que ahora que iba en serio conmigo, no me lo creía. El caso es que se lo conté a su hermana y me dijo que se lo iba a contar a ella, que no estaba bien ir ilusionando a la gente y luego darle el palo. Tenía toda la razón. Al final, ninguna se quedó con él. Creo que aquí fue donde me escapé de una relación que podía haber sido también poco conveniente, de haber aceptado volver a verlo. No me gustó nada lo que le había hecho a mi amiga.

    Los hombres o las mujeres que utilizan este tipo de juegos o estrategias, con no sé qué finalidad macabra y que van haciendo daño de manera gratuita ilusionando a las personas, no son convenientes para una relación.

    No sé por qué nos sentimos atraídas por este tipo de personalidades, e incluso a ellos/as les pasa lo mismo. Personas que son egoístas, en el caso de las personas con trastornos de personalidad, se sienten atraídas por personas que tendemos a darnos a los demás, es el caso de los codependientes.

    Todos los psicópatas son narcisistas, pero todos los narcisistas no son psicópatas.

    Quiero dejar claro que me refiero en masculino al psicópata para no tener que estar constantemente haciendo alusión a ambos géneros, sin embargo, también hay mujeres con este trastorno.

    Voy a empezar contando mi vida remontándome a la niñez, e iré avanzando y centrándome más después en el tema principal en cuestión.

    Vengo de una familia numerosa, donde mi padre narcisista y mi madre codependiente nos educaron. Las personas con trastornos de personalidad y codependientes suelen actuar como una especie de imán entre ellos, se atraen mutuamente. El síndrome del imán humano es un libro que explica muy bien este tipo de relaciones.

    Mi madre era una mujer empática, hablo en pasado porque por desgracia ya no está con nosotros. Anteponía las necesidades de los demás a las suyas y eso para la triada oscura —psicópatas, narcisistas y sociópatas— es fundamental a la hora de elegir una pareja, ya que ellos saben leer las vulnerabilidades y carencias afectivas de las personas a la perfección.

    Quien haya leído sobre este tipo de relaciones quizá pueda entender a qué me refiero.

    Hemos sido educados sin inteligencia emocional, como si de dos niños adultos se tratase. Mi padre, aunque estaba siempre en casa cuando no estaba en el trabajo, era un padre ausente. No era una persona comunicativa con quien poder hablar de lo que te preocupase, porque estaba tan ensimismado en sus historias que no se percataba de nada de lo que sintieses, tampoco es que le importasen mucho nuestras preocupaciones. Con frecuencia decía que era el número uno y, en efecto, lo era, primaba su egoísmo, como suele ocurrir en este tipo de personalidades tóxicas. Educaba solo a base de gritos y si tenía que agredirte, también lo hacía. Controlaba todo lo que estuvieses haciendo y si se partía un vaso u ocurría cualquier accidente sin importancia, te increpaba de una manera desmesurada, con insultos que incluso socavaban tu autoestima, además de estar recordándote ese episodio durante muchísimo tiempo. No te permitía errar en nada, ya que creía que él no lo hacía nunca. No asumía sus errores, y si de tratar llevarle la contraria eras capaz, te soltaba una buena reprimenda. Te dejaba claro que en próximas ocasiones no se te ocurriría hacerlo más.

    En más de una ocasión aparecía borracho por casa y a nosotros nos tocaba aguantar sus malos modos y el ponerse tan pesado. Aunque algunas veces la bebida le hacía el efecto contrario, se comportaba de manera más violenta y agresiva que estando sobrio. No era algo que ocurriese habitualmente, pero en ocasiones lo hacía.

    Con mi madre no era diferente a nosotros, ella soportaba humillaciones, desaires y malos modos y, en muy pocas ocasiones, alguna muestra de cariño. Sin embargo, quien permite el abuso, bien sea emocional o físico, en mi opinión, también es cómplice del mismo. Ella era la primera que le temía y no se atrevía a encararse con él. En parte, la entendía; una persona tan agresiva y con tan poca capacidad para razonar no era fácil de sobrellevar. Era un analfabeto emocional. No entender ni tener la capacidad de saber cómo puede sentirse una persona, de conectar con ella para comprenderla, es duro para quien soporta todo esto. Hablo por experiencia, porque no entiendes el comportamiento de las personas con trastornos de personalidad hasta que lees sobre su problema. La desconexión emocional que padecen es bestial.

    Mi madre era todo lo contrario a él: una mujer buena, abnegada, complaciente y siempre entregada a su casa y a sus hijos, se conformaba con muy poco y siempre anteponía a los demás antes que a ella misma. En casa no paraba un instante, y si tenía que llevarte al médico por algún padecimiento, la pobre se quedaba dormida en la sala de espera. Éramos muchos en casa y si no estaba enfermo uno, lo estaba el otro, y ella era quien se encargaba de todos nosotros. Las malas noches las pasaba en vela con quien en ese momento necesitase controlarle la fiebre o cualquier malestar que tuviéramos. Mi padre no la ayudaba absolutamente en nada, porque consideraba que era su obligación y no la de ambos.

    Os cuento parte de la historia de mi vida familiar para que podáis entender por qué hay veces en la vida en la que repetimos o vamos buscando este mismo escenario o persona similar al padre que tuvimos. Nos resulta familiar este tipo de comportamientos y, aunque no son para nada funcionales, podemos caer en relaciones disfuncionales o muy perjudiciales para nuestro bienestar emocional.

    Nunca lamentes lo bueno que has hecho por los demás, no pierde su valor por el hecho de no ser valorado.

    Era por el mes de julio del año 1989 cuando fui a pasar unos quince días de vacaciones a casa de mi hermana la mayor, en una ciudad costera de Andalucía. Ella vivía allí con otra hermana nuestra más joven, así que por aquel entonces éramos tres en el piso. Íbamos a la playa los días laborables y los fines de semana salíamos por la noche a tomar algo y bailar un rato. Mi hermana la mayor era

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