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El Estacazo
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Libro electrónico480 páginas7 horas

El Estacazo

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Conozca un poco más de esta hechicera región española llamada Cataluña.

En los últimos años han sucedido una serie de acontecimientos en Cataluña, portando consigo excesivos signos de un confusionismo insultante que, evidentemente, han llegado a molestar. En esta obra solo pretendo mostrar una imagen clara y alegre de esa Cataluña que todos queremos, haciendo un repaso a su historia, y una crítica a quienes la mancillan.

IdiomaEspañol
EditorialCaligrama
Fecha de lanzamiento1 mar 2018
ISBN9788417426996
El Estacazo
Autor

Rosendo Muñiz Soler

Rosendo Muñiz Soler nació en Barcelona en el año 1957. Se considera un autor autodidacta al que le gusta citar la novela histórica, siempre refrendada en acontecimientos o personajes catalanes o que hayan tenido relevancia en esta comunidad o en España.

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    El Estacazo - Rosendo Muñiz Soler

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    Esta es una obra de ficción. Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia. Todos los personajes, nombres, hechos, organizaciones y diálogos en esta obra son o bien producto de la imaginación del autor o han sido utilizados de manera ficticia.

    El Estacazo

    Primera edición: marzo 2018

    ISBN: 9788417321192

    ISBN eBook: 9788417426996

    © del texto:

    Rosendo Muñiz Soler

    © de esta edición:

    , 2017

    www.caligramaeditorial.com

    info@caligramaeditorial.com

    Impreso en España — Printed in Spain

    Quedan prohibidos, dentro de los límites establecidos en la ley y bajo los apercibimientos legalmente previstos, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, ya sea electrónico o mecánico, el tratamiento informático, el alquiler o cualquier otra forma de cesión de la obra sin la autorización previa y por escrito de los titulares del copyright. Diríjase a info@caligramaeditorial.com si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.

    Capítulo 1

    Iniciando el cuento de nunca acabar

    A Fabián Canals i Bernoles lo conocí hace ya unos cuantos años en un bar que hay muy cerca del edificio barcelonés de correos allá por las inmediaciones del puerto, porque me enfrenté con él nada menos que en una partida de futbolín. A partir de ahí se cernió entre nosotros una amistad que se ha ido manteniendo de por vida. Siempre hemos coincidido en infinidad de pareceres políticos, sociales e incluso culturales, y por supuesto nos hemos debatido haciéndole la corte a unas cuantas cervezas.

    Fabián es uno de los once mil taxistas de Barcelona que con su licencia de propiedad, le dan tonalidad a la Ciudad Condal con unos autos pintados con esos colores tan llamativos como son el negro y el amarillo. Es decir, en Barcelona un taxi se ve a la legua, del mismo modo que siempre nos sirve de resarcimiento cuando advertimos en un dibujo o en una fotografía, representado uno de esos originales vehículos que pronto nos acomodan en la escena.

    Fabián no está casado, pero hace muchos años que vive con su pareja. Ella es una muchacha encantadora que por la razón que sea, coexiste últimamente un tanto asustada y atemorizada por todo lo que está ocurriendo en Cataluña. Esto que a más de uno nos podría quedar registrado como óbice de mofa, no es lo mismo cuando discurre por el caletre de una persona como es el caso de Cristina, que trabaja de funcionaria en la administración catalana.

    Una de las muchas ocasiones en que tomé un par o tal vez más cervezas charlando con Fabián, me comentó muy así por encima esos temores de su compañera, y escudriñándose en mi cualidad de escritor, me pidió si la podría resarcir con la firme intención de dejar reflejado en unos cuantos alegatos, todo ese sentir pavoroso que estaban padeciendo principalmente muchos de los miembros que trabajaban como funcionarios en la administración pública catalana. Lógicamente me ofrecí a aceptar esta propuesta, entre otras cosas porque yo soy el primer interesado en poder evidenciar de alguna manera, todo el arbitrio descompensado y desmesurado que estamos padeciendo por parte de las autoridades locales en Cataluña, empezando innegablemente por su administración central, o llámese la Generalitat.

    —Bien, yo he dejado aquí apuntado que tú te llamas Cristina Folguera i Parcerises. Tienes cuarenta y tres años, estás juntada en pareja, no tienes hijos y trabajas como funcionaria en algún despacho que no termino de determinar, de los que componen el complejo administrativo de la Generalitat de Cataluña. Para no terminar de despistar al posible lector, le indico que estás operando en las oficinas que componen el enmarañado del Parlamento de Cataluña sito allí en el parque de la Ciudadela.

    —Todo ello con mucha cautela señor Rosendo. Bien sabe usted que cómo se entere de nuestras conversaciones el hombre del gorro de lana, peligra enseguida mi puesto de trabajo. De momento lo único que pretendemos, es dar una visión global de todo cuanto está pasando por esta Cataluña que no puede ser más deprimente.

    —Te entiendo perfectamente Cristina. Intentaré ser muy cauto, y está claro que omitiré todo aquello que en un momento dado te pueda comprometer.

    —Yo ya ve usted que no pretendo hablar para nada de esas pagas que hace tanto tiempo que nos debe la Generalitat a todo el equipo de funcionarios, del mismo modo que no voy a hacer una crítica anímica de esas cantidades de dinero que cobran los peces gordos de la política, ni tampoco toda esa impresionante cohorte de altos cargos en distintos departamentos públicos, que también se embolsan montos económicos verdaderamente esperpénticos. Mi única intención es en principio poder dar una descripción globalizada de lo mal que se están haciendo las cosas por Cataluña, del mismo modo que desenmascarar esta mofa displicente en que se ha convertido el desprecio hacia la democracia española, que es lo que por lo visto pretende lograr a toda costa este sublimar antojo independentista que se ha despertado por toda la geografía catalana. Como soy totalmente consciente de que esto no es más que una farsa mal elucubrada, es por eso por lo que quiero contar con usted para a través de sus escritos, podamos ir describiendo toda esta infamia de denuestos.

    —En eso estamos de acuerdo, porque por lo menos compartimos las mismas reflexiones iniciales. Partiremos de la base que hay un elemento que luce un gorro de lana tal vez para sentirse algo más progresista, que es el que por lo visto se ha propuesto amargaros la existencia a todos los funcionarios que pululáis por los despachos de los distintos departamentos de la Generalitat catalana. Creo recordar y si no me corriges, que en la actualidad participáis del funcionariado de la Generalitat un total de ciento treinta y pico mil personas.

    —Así es.

    —Bien, pues en atención a este sorprendente número de funcionarios, empezaremos a ir poniendo todo lo que nos pueda caber en este libro que nos hemos propuesto escribir.

    —Tampoco se crea que somos tantos funcionarios —me decía muy persuadida Cristina—. Si lo mira fríamente, Cataluña es la Comunidad Autónoma que dispone de menos funcionarios autonómicos por habitante. Constituimos un ocho por ciento de la población activa, muy por debajo de una Extremadura que se regocija de un funcionariado autonómico que representa un diecinueve por ciento de su población activa, o una Andalucía o las mismas dos Castilla, que configuran un quince por ciento.

    —Caramba que cifras más sorprendentes. Debo admitir que desconocía por completo todos estos guarismos, y por lógica sus inventarios.

    —Son números que tal vez no vengan al caso con la polémica que nosotros pretendemos presentar en nuestro libro. Pero bueno, aún así tampoco está de menos que usted lo reseñe como algo más.

    —Por eso no te preocupes Cristina. A bien seguro que en nuestras charlas irán saliendo más datos curiosos que iremos reflejando en nuestro libro a medida que vayan apareciendo. Toda información siempre es exigua para aquel que precisa un poco del saber.

    —Bueno, no le diré que no le haya quedado bastante elegante esta frase que acaba de presagiar.

    —Improvisación, como casi todo lo que iremos escribiendo por aquí. Si al final le gusta al editor, eso será lo que habremos ganado.

    —Entonces adelante. Prosigamos.

    Así de decidida era esta Cristina, que era verdaderamente una mujer asustada y atemorizada por ese hombre del gorro de lana que los tenía a todos acojonados en cada uno de los departamentos públicos que controlaba la Generalitat de Cataluña. Ahora vamos a aprovechar este libro para saber un poco quién era este individuo que tanto mandaba, y que gustaba de lucir siempre un curioso gorro de lana como si se tratara de un chaval en el patio de un colegio presto para jugar una partida de aquellas del churro, media manga, manga entera o mangotero.

    Y ya para empezar le comunico al lector que mi amiga Cristina Folguera i Parcerises en realidad no se llamaba así. Utilicé este nombre precisamente porque a deseo expreso de ella, prefirió que resguardara su identidad con el compromiso claro de poder evitar a toda costa, que aquel denodado hombre del gorro de lana se pudiera enterar en alguna ocasión de cuáles podían ser sus verdaderas intenciones. Era evidente que ante una situación así, su trabajo como funcionaria podía estar sentenciado a un despido improcedente, y de esta manera Cristina se vería obligada a tener que catar el insípido carné del paro, más toda la vida azorada y de mal gusto que acompaña después. Ante la duda, me rogó muy encarecidamente que me escudara muy mucho de utilizar su nombre para nada. No cal que explique que su pareja mi amigo Fabián Canals i Bernoles, tampoco se llamaba así. Por eso me gustaría que el lector que con un poco de suerte vaya a continuar leyendo este libro, parta de la base que se está introduciendo en un señuelo de lo más procesado.

    —Entonces por lo que me venías contando, tú llevas trabajando me dijiste desde el año…

    —Mil novecientos noventa y ocho —me adelantaba Cristina— entonces todavía estaba de presidente el honorable Jordi Pujol.

    —Sí, creo recordar que estuvo en el puesto hasta el año dos mil tres que perdió las elecciones Convergència Democrática, y ganaron los socialistas poniendo de presidente a Pascual Maragall.

    Exacto. Así fue. Maragall mantuvo su cargo solo tres años, y entonces se puso de presidente el que estaba de alcalde de Cornellà de Llobregat que era el también socialista y además cordobés, que se llamaba José Montilla Aguilera. Ahí le dejo también el segundo apellido de ese Montilla. Eso para que vea lo bien que me acuerdo de todo lo que se ha venido cociendo por los patios internos de la Generalitat.

    —Todo esto nos vendrá muy bien para escribir este libro.

    —En eso estamos.

    —Valga la redundancia —le decía yo verdaderamente complacido—. Entonces si entraste como funcionaria en el año mil novecientos noventa y ocho, eso significa que llevas ejerciendo como empleada pública de la Generalitat la soberana cifra de diecinueve años.

    —Así es. Como comprenderá no me apetece para nada tirar tantos años de sacrificio por la borda de ningún barco.

    —Eso lo comprendo. ¿Siempre estuviste en el mismo departamento?

    —No. Primero entré como auxiliar para complementar las gestiones de oficina en el departamento de enseñanza, y de allí me trasladaron a la demarcación de territorio y sostenibilidad. Al año pasé directamente a la oficina anti fraude de Cataluña donde estuve tres años más, y después cuando ganó Pascual Maragall, me destinaron al departamento de Medio Ambiente en el edificio de la Diagonal que está casi a la entrada de Barcelona. Cuando volvió a ganar las elecciones autonómicas Convergència, que se puso al frente del ejecutivo el Artur Mas, le hablo de finales del año dos mil diez, fue cuando me destinaron a los despachos que tienen los diputados en el Parlamento catalán, y allí estoy ejerciendo desde entonces.

    —Una cutícula muy interesante —le decía yo por salir un poco al paso.

    —Interesante sí, pero casi mejor que no la describa. A ver si por esta tontería me va a descubrir el hombre del gorro de lana.

    —No lo creo —.intentaba aducir yo—. Lo primero es que el hombre del gorro de lana no sabe para nada que tú y yo estemos hablando de lo que sea. Y lo segundo es que imagino que los pasos que has ido dando tú dentro de la administración catalana, serán muy similares a los que han efectuado muchos de tus compañeros.

    —Sí, eso sí.

    —Entonces tranquila.

    Era importante andarse con pies de plomo cuando se hablaba con Cristina. De una manera totalmente imperceptible, no podía evitar ponerse nerviosa cuando departíamos en sí de lo que fuera, que pudiera estar relacionado con su situación profesional. Daba la impresión de ser óbice permanente para acabar en cualquier momento dándose un auténtico batacazo. Era una pena tener que observar a un funcionario de la administración pública fuera del orden que fuere, percibiendo lo que tenía que estar pasando por esas desapacibles insuficiencias que iba sobrellevando, todo por culpa de la prepotencia de sus próceres más inmediatos.

    Y entre estos preclaros de tan baja estopa, resaltaba ese individuo que por lo visto gustaba de ataviarse con un gorro de lana, dando una inicua sensación de asemejar un joven hacendoso. Algo que contrastaba evidentemente con la imagen real que exponía ese impúdico de la naturaleza que de una manera realmente improcedente, había llegado a alcanzar la temeraria edad de sesenta y nueve años bien cumplidos. En definitiva, que en realidad lo que debería de tratarse del prototipo de individuo presto a ataviarse con una pajarita luciendo un traje de astracán bien perfilado, y que pudiera hacer sus visitas más recapituladas en su relación con el personal subalterno que controlaba, en este caso se camuflaba tras el gorro de lana de un personaje que pretendía ofrecer una imagen más lisonjera, quedando acosado en lo más remiso de lo irresoluto. Pero por lo visto la vida está bastante plagada de individuos de esta estirpe que en vez de mostrar sus propias equidades, prefieren ir prometiendo ese espacio de sordidez, que en el fondo todo lo que consigue es ir amedrentando a todos los subordinados que han de aguantar sus puntillosas peroratas.

    Y esto era lo que verdaderamente estaba sufriendo mi nueva colega Cristina, que además y partiendo de esta engorrosa pirámide, se disponía a irme confesando todas las peripecias que de una forma un tanto exotérica, se oían comentar o tal vez dilucidad por los pasillos de la misma administración catalana. Pasillos realmente intocables, pues por allí andaba el hombre del gorro de lana con otros más de su estimada ralea, que en un aire de grandeza mal compartida, difundían el pánico y otras ofensivas ante un personal subalterno que a duras penas podía hacer algo más, que permanecer invariablemente callado.

    Hablamos de en lo que se había convertido ese espacio político definido en los esquemas de un país democrático, que dentro de una Constitución aprobada por una mayoría de españoles en el año mil novecientos setenta y ocho, reflejaba en sus párrafos que España era una nación compuesta por una serie de Comunidades Autónomas, donde cada una de ellas podía desarrollar toda la gestión que considerara oportuna para poder participar de un costumbrismo, unas tradiciones o unas cualidades, que las caracterizaran para ser en un momento determinado, incluso algo diferenciadas en lo que por lo menos a hábitos u usanzas se pudiera referir. Todo este cómputo de elaboración miscelánea que ofrecía la nación española a través de esa Constitución tan bien consolidada, es lo que había dado pie de una manera totalmente exotérica, a que el gobierno catalán hubiera pretendido alzarse en armas ideológicas para organizar una auténtica verborrea, encaminada a convertir la comunidad autónoma de Cataluña, en una nación totalmente independiente del reino que la amparaba, que en este caso era el de España.

    —Entonces y hablando en plata —iba yo explicándome— el ambiente que estáis viviendo dentro de los espacios internos de la Generalitat, según me vienes contando es de auténtico espanto.

    —Así es señor Rosendo. Todavía me atrevería a decir que me quedo corta diciendo que es un régimen de terror. Eso es lo que yo definiría así haciendo un repaso somático de la historia, como un auténtico politburó.

    —Bueno, como imagino que te estarás refiriendo al ruso, solo decirte que hasta aquí te entiendo. Desde un punto de vista etimológico está claro que se entiende por buró además de un pequeño escritorio, a los órganos dirigentes de algunas asociaciones, principalmente las políticas. De ahí que podamos entender como politburó, al comité central que componía la máxima representación de los líderes de los distintos departamentos comunistas en la antigua Unión Soviética.

    —Muy bien explicado —me decía Cristina complacida— pues eso es lo que tenemos en la Generalitat de Cataluña. Una especie de Comité Central del que participan los líderes de los distintos departamentos públicos que van configurando el esquema de esa Cataluña independiente que pretenden vendernos. Como en el fondo no tienen muy claro el apoyo popular de que pueden disponer para lograr poner en marcha esa Cataluña desligada que tanto auspician, es por eso que todo lo rigen implantando una auténtica dictadura dentro del contexto global del gobierno que ellos dirigen, y por eso también, lo primero que hacen es acojonarnos a todos los funcionarios. Y es precisamente aquí donde está jugando un papel principal este personaje que le digo le gusta de lucir un gorro de lana.

    —Voy pillando la honda. Nos encontramos ante un tiparraco que se las quiere dar de jovenzuelo, que omite el uso del traje típico con americana que luce cualquier político, y que a la hora de la verdad no demuestra más que ser una especie de frustrado de la política, que todo lo arregla exponiendo arengas que ya no convencen a nadie.

    —Eso es lo triste señor Rosendo, que esas tristes arengas sí convencen a su progenitor el presidente señor Puigdemont, del mismo modo que a toda la cohorte de diputados o gente de grandes emporios representativos, que al igual que el de la gorra de lana, están tan sobornados económicamente, que cualquier ultraje a los trabajadores por injurioso que parezca, para ellos es agua bendita. A ver si logro explicarme algo mejor. Ellos, todos juntos, toda esta pandilla de líderes independentistas, se ponen al unísono de acuerdo en todo aquello que comulgue con esos acuerdos que son capaces de adoptar cuando se reúnen en ese Comité Central de ese Politburó que estábamos enunciando, porque persiguen precisamente esa misma filosofía que en su momento siguieron los líderes de la fenecida Unión Soviética. Es lo que en pocas palabras se podría definir en un todo es válido, si responde a mis intereses.

    —Me gusta esta conclusión que acabas de describir: Todo es válido si responde a mis intereses —me repetía yo por lo bajini—. En efecto, esto es lo que están haciendo. Y lo hacen así porque la fuerza de todo este montaje que definen como el Prucés, la tiene precisamente el buque estrella del independentismo catalán, que es ese partido que en su momento parieron Francesc Maciá con Lluís Companys, y que lo bautizaron como la Esquerra Republicana de Catalunya. Partido que empezó con un empuje separatista propiciado por su creador Francesc Maciá, pero que con los años, y más desde la dictadura franquista, fue adquiriendo una serie de connotaciones marxistas hasta llegar a ser lo que es ahora, un partido de orientación totalmente comunista siempre embriagado de ese sentimiento marxista que tanto parecía caracterizar a la antigua URSS.

    —No le voy a decir que no tenga usted bastante razón en este planteamiento que bosqueja. Aunque me permito recordarle que ahora en medio de todo este embrollo también está la CUP. A esos también es interesante tenerlos en cuenta.

    —Y es verdad Cristina, pero aunque no te lo creas, estos dan bastante menos miedo. Te lo digo en el sentido de que ahora hacen lo que hacen, o dicen las chorradas que llegan a decir, porque lograron en las últimas elecciones autonómicas participar de la tremenda confusión que había, y sacaron diez diputados. En las próximas elecciones autonómicas que se celebren en Cataluña, si logran cuatro diputados ya se podrán dar con un canto en los dientes. Con una base ideológica tan pobre como la que disponen, es imposible que la gente crea en ellos.

    —Ojalá tenga usted razón, aunque no se crea que las tenga yo todas conmigo.

    —Tú tranquila. Ahora el problema real está en que el Artur Mas con su Convergència se ha unido a un deplorable grupo semi comunista como es la Esquerra Republicana de Cataluña. Esto sí que es realmente embarazoso. No solo ha logrado cargarse su propio partido Convergència, en el que había miles de catalanes que confiaban, sino que además le ha dado ala ancha al republicano del Junqueras para que Esquerra Republicana sea la auténtica dueña de esta sensación de pavor que estamos padeciendo en Cataluña, vosotros los funcionarios los primeros. Que este endriago del gorro de lana, a bien seguro es un acérrimo de estos republicanos de Esquerra.

    —No sé bien dónde estaba situado al final el hombre del gorro de lana. Algo me dice que estuvo en Convergència, pero tampoco se lo puedo asegurar.

    —Por algún partido se habrá tenido que presentar por Gerona para ser elegido en la agrupación del Junts pel SI.

    —Sí, claro. Aquí participó poniéndose en la lista de Gerona como el número uno. Era en la coalición del Junts pel SI. Se lo digo porque en esta coalición iban unidos los de Convergència con los de Esquerra Republicana.

    —Sí, esto ya lo sé. Bueno, el caso es que se presentó, ganó, y ahora anda haciendo el volatinero por los pasillos de la Generalitat, y además por lo que voy deduciendo, acojonando a todo el funcionariado.

    —Así es. De hecho tampoco es la primera vez que ha participado de la política electoral.

    —¿Quieres decir que ya se había presentado otras veces?

    —Por lo que he ido indagando de él, sí. Por lo menos otra vez. Fue en concreto en el año mil novecientos ochenta. Existía entonces una formación política de carácter independentista que se acababa de constituir ese mismo año ochenta con el nombre de Nacionalistes d’Esquerra. Era una agrupación de la que participaban partidos como Bandera Roja o el Partido del Trabajo, ambos de conocida tradición marxista y leninista. Estaba también el PSAN o lo que se definía como el Partit Socialista d’Alliberament Nacional dels Països Catalans, que aunque era de un claro matiz marxista, también era verdad que siempre se había manifestado como una organización preparada para reivindicar permanentemente una independencia para Cataluña.

    —Esto también es verdad.

    —Puede que sea verdad, pero aún así mire usted en que mezcolanza política se introducía el hombre del gorro de lana para participar de la política, entrando a formar parte de una lista electoral que se presentaba a las elecciones autonómicas que se celebraron en aquel año mil novecientos ochenta. De hecho eran las primeras elecciones autonómicas que se encomiaban en Cataluña y en toda España tras la muerte del dictador Franco.

    —Muy cierto. E imagino que no saldría elegido en aquella ocasión.

    —Imagina usted bien. Esas elecciones las ganó Jordi Pujol con su joven Convergència, gracias al apoyo que le ofreció en aquellos momentos el Heribert Barrera que era entonces el líder de la Esquerra Republicana.

    —Recuerdo estos aconteceres.

    —En fin. El caso es que fue en este partido que le estaba comentando, el Nacionalistes d’Esquerres, donde se inscribió el hombre del gorro de lana. No consiguieron sacar un solo diputado. Si le apetece ponerlo en su libro, ya puede usted apuntar que solo lograron sacar cerca de cuarenta y cinco mil votos, o lo que representaba un cómputo de un uno coma sesenta y seis por ciento de incidencia, que eso equivalía a lo que equivalió, a no obtener ni un solo diputado.

    —Entonces el hombre del gorro de lana se comió un torrado por lo que veo.

    —Él y todos los que se presentaban. Si las listas suelen ser de cincuenta, usted imagine el resultado del hombre del gorro de lana que iba el que hacía número diecisiete.

    —Me lo imagino. Como imagino también el destino de ese embaucador partido.

    —El partido fue mal evidentemente. Sobre todo a partir de este desastroso resultado. Aún así todavía tuvieron las santas pelotas de presentarse a las elecciones generales de España celebradas en el mes de octubre del año mil novecientos ochenta y dos. Le hablo de aquellas primeras elecciones que ganó el Felipe González por mayoría absoluta presentándose con el Partido Socialista Obrero Español.

    —También lo recuerdo.

    —Bien, pues en esta ocasión esa formación catalana de Nacionalistes d’Esquerra por donde me parece que ya no andaba el hombre del gorro de lana, sacó unos treinta mil votos, por lo tanto tampoco ningún diputado. Y después se volvieron a presentar en las siguientes elecciones autonómicas de Cataluña que se celebraron para el año mil novecientos ochenta y cuatro, y aquí aún sacaron menos votos que en las celebradas en el año ochenta. Por lo tanto se volvieron a quedar sin ningún diputado. En general todo un fracaso.

    —Y que lo digas. ¿Al final cómo quedó esa formación política?

    —Quedó que se tuvo que deshacer. Estaba muy claro que ahí no había nada que hacer. El hombre del gorro de lana del que seguiremos hablando, en esos tiempos cantaba y tocaba el piano.

    —Muy bueno. Esto se pone interesante.

    —Ya hablaremos. Ya verá que tendremos mucho de qué hablar.

    —Entonces lo dicho, esto se pone inquietante —le decía yo que también me iba animando.

    —Y del partido Nacionalistes d’Esquerra, —me seguía explicando Cristina— solo decirle que al final se tuvo que disolver. Esto ocurría en el año mil novecientos ochenta y cuatro. Aún así, un año después se volvieron a reorganizar constituyendo lo que se definió como L’Entesa dels Nacionalistes d’Esquerra, que era una agrupación formada por antiguos militantes de la desaparecida Nacionalistes d’Esquerra, y algunos miembros que se definían como renovadores, que pertenecían al partido Esquerra Republicana de Catalunya.

    —Es decir un poco más de lo mismo —le confería yo.

    —Sí, evidentemente. Un intento de no darlo todo por perdido. Esta nueva formación se presentó a las elecciones generales de España del año ochenta y seis. Como ya prácticamente no existían aquellos añejos partidos marxistas que en su momento fueron el Partido del Trabajo o Bandera Roja, ahora esta nueva formación se unía al Partit Socialista Unificat de Catalunya y al Partit Comunista Catalá, es decir, que seguían en la misma tónica que era unir el sentimiento independentista catalán, con un marxismo que curiosamente cada vez iba estando más pasado de moda. Ha sido precisamente esa extraña mezcolanza ideológica, la que más me ha llamado a mí la atención en todos estos movimientos independentistas catalanes.

    —Por eso no te preocupes. Incluso en la actualidad siguen con esa misma empanada. Solo tienes que mirar la ideología que profesa la Esquerra Republicana de Catalunya que ahora lidera el Oriol Junqueras.

    —Bueno, en eso tal vez discrepe yo un poco. A mí no me parecen tan comunistas los de Esquerra Republicana.

    —Y tal vez no lo sean, pero lo que está claro es que parecer, bien se le parecen —miraba yo de aclarar.

    —Yo los relaciono un poco con la actitud que adoptaron los socialistas en su momento, de apostar más por una social democracia al estilo europeo, que por las líneas marxistas que emanaba la URSS. Ellos lo que pasa, es que siempre mantienen a ultranza esa línea de sentirse por encima de todo republicanos.

    —Puede ser que tengas razón. No obstante entre la gente que ha regido los destinos de esa agrupación política, ha habido un poco de todo. Unos cuantos de sus líderes en importancia sí que han militado en filas marxistas, o por lo menos en el PSAN, que ya hemos dicho era de línea independentista para Cataluña, pero también de connotaciones marxistas o comunistas. Eso en cuanto a lo que a personajes o militantes de ese partido se refiere. En cuanto a estrategia, es lo que estamos todo el rato hablando, siempre se han acogido o juntado con grupos comunistas o de tendencia marxista para poner en marcha cualquier intención independentista para Cataluña. De hecho también les gusta mucho alzar el puño en alto.

    —Sí, eso sí.

    —Cada vez que han pretendido presentarse en alguna elección, se han unido con grupos comunistas. Ahora llevan unos años participando solos como Esquerra Republicana, pero yo soy más de la opinión de aplicar aquello de que El que tuvo retuvo.

    —Hombre, visto así no le diré que no. También si lo analizamos un poco fríamente, uno de los fundadores de Esquerra que fue Lluís Companys, era un republicano totalmente convencido que comulgaba plenamente con las filosofías de los grupos de izquierda.

    —En efecto, y precisamente el partido que dirigía Lluís Companys cuando se fundó Esquerra Republicana de Catalunya en el año mil novecientos treinta y uno, que era el Partit Republicá Català, había sido una organización que se había integrado en su momento dentro de la Internacional Comunista. Esto ocurrió en el año mil novecientos veinte. Es verdad que entonces no dirigía esa formación política Lluís Companys, pero volvemos a lo de siempre, El que tuvo, algo retuvo.

    —Desconozco bastante esta historia —me decía algo confundida Cristina.

    Tal vez esta fuera la alocución que yo deseara escuchar, que Cristina me comunicara que desconocía un poco la historia de Cataluña. De esta manera me permitía manga ancha para poder ir expandiéndome en esos temas que de siempre me ha gustado usar. En esa Cataluña complicada con esos carices separatistas que tan de moda se estaban poniendo, era algo inevitable en cualquier conversación tener que recurrir bastante a la historia, y no precisamente a la más remota, si no que en este caso la premura apelaba a participar de hechos dogmáticamente más coetáneos. Por tanto había tema suficiente para ir explayándose un poco en el coloquio que habíamos iniciado.

    —Es un poco la historia del Partit Republicá Catalá que dirigía Lluís Companys cuando lo fusionó con la organización Estat Català que controlaba Francesc Macià, para crear esta Esquerra Republicana de Catalunya que hoy pretende hacerse cargo de los destinos de la suerte catalana —empecé explicándole.

    —Sí, lo del partido sí que lo conocía. Donde me despisto es en eso que me ha dicho que se agruparon con la internacional comunista.

    —Esto ocurría en el año mil novecientos veinte. El Partit Republicá Catalá lo dirigía entonces el tarraconense Marcelino Domingo i Sanjuán, que era un periodista y también maestro de firmes connotaciones socialistas. Tal vez por eso vio interesante integrar ese partido dentro de los esquemas que entonces enunciaba esa internacional comunista conocida como la Tercera Internacional. Tras esa maquinación ideológica que pretendía engendrar la internacional comunista, se encontraba nada menos que el líder soviético Lenin, y en general todos los representantes de las distintas facciones que configuraban lo que se denominaba como la línea de los bolcheviques, o dicho de otra manera, el engranaje de lo que era el Partido Comunista de la Unión Soviética. Ese Politburó que me citabas antes. Te recuerdo que estamos hablando de mil novecientos veinte, que hacía tan solo tres años que había triunfado en Rusia eso que ellos definían como la Dictadura del Proletariado. Era cuando se hablaba de anular el sistema capitalista creando la república internacional de los Soviets, algo como me imagino pretenden hacer ahora los políticos catalanes con esto del Prucés, donde por supuesto anda nuestro amigo del gorro de lana.

    —Sí, eso sí es más o menos así.

    —Bueno, pues lo que te contaba. Como ves hasta el mismo Companys desde sus orígenes por mucho que fuera republicano, también se había dejado seducir un poco por todo aquello del comunismo.

    —Nunca hubiera pensado que Companys pudiera ser comunista.

    —Y muy posiblemente directamente no lo era, pero de una forma indirecta si sentía una cierta afinidad por todo ese embrollo que en su momento representó sobre todo para la militancia de izquierda, cualquier formación que se preciara de ser seguidora de aquella apología que se enunciaba como la Dictadura del proletariado. Valiente antagonismo. Me refiero que para una persona con un par de dedos de frente, quedaba muy claro que una dictadura siempre era una dictadura, fuera ésta del color que fuera.

    —Visto así, es verdad —me complementaba Cristina.

    —Yo esto lo hago simplemente por ir hilvanando los orígenes de esta formación política que se denominaba Esquerra Republicana de Catalunya, que nos guste más o nos guste menos, hoy es la responsable de todos estos triquimanejes que se están produciendo en los ambientes políticos catalanes cuando nos quieren imponer ese separatismo que afortunadamente, la mayoría de los catalanes no lo quiere para nada.

    —Comparto bastante todo lo que ahora me está diciendo.

    —Y siguiendo con la cronología de Lluís Companys, de todos es sabida y conocida la gran proximidad que tuvo sobre todo ejerciendo como abogado para defender las causas anarco-sindicalistas, que éstos evidentemente no comulgaban para nada con las dictaduras comunistas.

    —Pero también eran de izquierdas.

    —Sí, pero otro tipo de izquierda. Los anarco-sindicalistas eran una izquierda reivindicativa en pro de obtener beneficios para la clase obrera. Me refiero a que no aprovechaban esa coyuntura para sacar tajada política en su beneficio, algo que es muy propio de todos los grupos de izquierda pinten sus anagramas como los quieran pintar.

    —Estamos de acuerdo.

    —Companys era un republicano al que le gustaba definirse de izquierdas, por eso no miraba con desagrado todo lo relacionado con aquella ambigua dictadura del proletariado. Pero sobre todo se sentía muy atraído por el sentir anarquista que comulgaba en una lucha sin precedentes encuadrada dentro de los páramos de la izquierda, pero alejada de cualquier despotismo por interesante que pareciera. Tampoco descartaba nunca Companys acceder y colaborar con otras organizaciones republicanas de España, fueran éstas del orden que fueran. Era verdad que tenía mayor prioridad por las posturas que se manifestaran más de izquierda, y evidentemente con las que anduvieran mezcladas con planteamientos de tinte marxista.

    —Claro. Le voy entendiendo.

    —Companys siguiendo su instinto republicano se unió en plena dictadura del general Primo de Rivera a una institución que se definía como la Alianza Republicana, que era una asociación política de la que participaban las principales organizaciones españolas entre las que destacaban el Partido Republicano Radical que dirigía Alejandro Lerroux, que curiosamente se definía como anti catalanista. Estaba también el Partido Republicano Democrático Federal, que era el que en su momento fundara el histórico Pi i Margall, que la verdad es que tenía poca militancia. También estaba en esa formación el denominado como Grupo de Acción Republicana, que lo dirigía Manuel Azaña. Con todas estas formaciones políticas, participaba el Partit Republicá Catalá dirigido por Lluís Companys.

    —Eso quiere decir que en aquellos años de la segunda república, Lluís Companys no era para nada un separatista.

    —En aquellos años no. Companys era un republicano de izquierdas que lo único que quería es lo que pretendían la mayoría de los españoles, que era acabar con la monarquía que entonces representaba el rey Alfonso XIII, para instaurar en España una república. Y cuando digo en España, ya lo estoy diciendo bien, en España.

    —¿Entonces a qué se han debido tantos cambios?

    —Los cambios se deben muchas veces, a cómo se van desarrollando los acontecimientos. Te estaba diciendo que Lluís Companys en plena dictadura de Primo de Rivera, se había adherido con su partido al grupo español de Alianza Republicana. Esta organización se hizo famosa en la historia de España, porque fue la que se reunió el día diecisiete de agosto del año mil novecientos treinta en San Sebastián, que ya había saltado del poder el dictador Primo de Rivera, y se reunieron para poner en marcha toda la estrategia que se tendría que desarrollar para lograr acabar con la monarquía del rey Alfonso XIII, y poner en marcha el funcionamiento que pudiera concebir un estado republicano para toda España.

    —Y allí por lo que me imagino, estuvieron representados todos estos grupos republicanos que me ha citado antes.

    —Esos y alguno más. Estaba también en esa reunión la Derecha Liberal Republicana, que la representaba el jurista cordobés Niceto Alcalá Zamora, y después un grupo de Cataluña que se denominaba Acció Catalana, que la dirigía el abogado barcelonés Manuel Carrasco i Formiguera.

    —No conocía para nada esta formación catalana que me está explicando.

    —Tampoco viene al caso. Era una agrupación de carácter republicano que estaba formada por gente que provenía de las juventudes nacionalistas de la Lliga Regionalista, y también por antiguos miembros de un grupo ya desaparecido que se denominaba Unión Federal Nacionalista Republicana, y por algunos intelectuales que se sentían republicanos independientes. Todo este cotarro lo dirigía el abogado democristiano barcelonés Manuel Carrasco i Formiguera, que había estado militando en las juventudes nacionalistas de la Lliga. Bueno, y para no extenderme, te diré que en esa reunión de San Sebastián estuvo también una representación del partido político que dirigía el ex militar Francesc Macià, que era ese grupo que ya sabes que se llamaba Estat Català. Ellos también estuvieron en aquella reunión pro república que se celebraba en San Sebastián. Y esto te lo digo únicamente para poner un poco en duda todo ese sentimiento separatista que ahora nos pretenden vender. Es verdad que en esos años se pretendió activarlo, pero de lo de entonces a lo que se pretende ahora, hay sin lugar a dudas un impresionante abismo.

    —Entonces sigamos hablando, que me gusta todo esto que me está comentando —me increpaba ansiosa Cristina.

    Realmente resulta ser siempre algo muy indagador, pero cuando se recurre a la historia en general, se entra en un parámetro de curiosidades que llegan a llamar objetivamente la atención. Era un poco lo que le estaba ocurriendo a Cristina conmigo, que de una manera un tanto ensayista, se estaba quedando transportada con todo cuanto yo le iba explicando. Por lo tanto continué con mis narraciones.

    —Te estaba diciendo que Companys se había unido a la agrupación republicana española que se definía como Alianza Republicana. En esos días, el que había estado dirigiendo el Partido Republicano Catalán que ahora controlaba Lluís Companys, me refiero al tarraconense Marcelino Domingo, como quiera que estaba muy imbuido por las ideas socialistas, aprovechó estas sacudidas de movilización republicana para fundar su propio partido político que lo definió como el Partido Republicano Radical Socialista. Continuó manteniendo muy buenas relaciones tanto con Lluís Companys, como con la militancia de su Partit Republicá Catalá. Marcelino Domingo dejándose llevar por las pautas que incautaba su nuevo partido republicano, intentó destacar por encima de todo apuntalando un anticlericalismo precoz, y terminó exponiendo sus pretensiones por alcanzar un estado de bienestar que estuviera provisto de unos servicios encaminados a solventar el cumplimiento de los derechos sociales, del mismo modo que auguraba por emplazar una democracia liberal que estuviera regida por una Constitución. Esto te lo estoy explicando Cristina, porque Marcelino Domingo determinó un manifiesto presentando estos cotejos ideológicos que tanto le gustaba amparar, y ete aquí que la persona que se le adhirió fue precisamente su buen colega Lluís Companys.

    —Nuevamente estábamos alejados de cualquier finalidad separatista.

    —De momento.

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