Hay que insistir: el encuentro de la vicepresidenta Díaz con el presunto delincuente Puigdemont es lo más grave que ha ocurrido en la política española en las últimas décadas. Frente a ello, la reacción de la oposición es desmoralizadora. “Anomalía democrática”, ¡“bochorno”!, lo llamó Feijóo.
No digamos la reacción del periodismo, para el que después de las primeras portadas, levemente escandalizadas, y tan solo tres días después, la noticia ha desaparecido, empeñado en cumplir aquella teoría de Lorenzo Gomis (el presente es lo que se comenta).
¡No! No soltará este perro el tobillo. Sobre la reunión falta por saber, por ejemplo, qué tuvo que ver el presidente del Gobierno. Falta que Feijóo –líder gallego– exprese con contundencia qué va a hacer al respecto. Y falta lo más importante: un proyecto serio de revolución cultural para desprestigiar el nacionalismo.
Cómo encajar ahí el asunto de las lenguas, arrogancia fantasmal, ahora que en el Congreso se usará pinganillo. Otitis, tínitus y esquizofrenia, es lo que nos espera esta legislatura.
En ella no será diputada Meritxell Batet, quien debería dar explicaciones más contundentes que esas livianas “razones personales”, siquiera por el millón de catalanes que votó por ella el 23J.
Ahora que la jauría mujeril quiere apropiarse del cadáver aún templado de María Jiménez, se hizo elogio de su talento y su talante, esa voz y esa desvergüenza, tarareando En la oscuridad, que contiene uno de los versos más turbadores que pueden oírse: “Mi cuerpo que desnudo es cosa tuya”.
También se dio la bienvenida a la nueva editorial Ladera Norte, ya en librerías.
Y fue así que Espada yiró.
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