Hacen bien Carmen Ladrón de Guevara y Leyre Iglesias en señalar el doble rasero de consentir a los 44 etarras en las listas de Bildu mientras se pidieron las sales por incluir a uno de los asesinos de los abogados laboralistas de Atocha en una lista de Falange. Pero olvidan lo más importante: lo que cuenta Ynestrillas y los suyos se mide en un escaso millar de votos y por Bildu votan cientos de miles.
Las elecciones municipales son importantísimas. Son las que más afectan a la vida de las personas y las menos susceptibles de ser infiltradas por la ideología. Vuelve a ser ocasión para comparar Madrid, con su chispeante aceptación del comercio y del intercambio –no es solo de dinero sino también de ideas–, y Barcelona, cada vez más cerca de ser una ciudad francesa de provincias.
Algo de elogiar de su ayuntamiento, sin embargo, es el respeto a la trama de la ciudad y al peatón. No sucede en Ámsterdam, donde ha estado de vacaciones y donde ha estado a punto de morir mil veces a manos de las bicicletas.
Se habló de Alfonso Guerra y de la despedida sonrojante de la alcaidesa de El País a Enric González. Se recomendó pasear y el audiolibro de Vida de Arcadio.
Y fue así que Espada yiró.
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