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Cartas al Cielo I: Primera parte
Cartas al Cielo I: Primera parte
Cartas al Cielo I: Primera parte
Libro electrónico788 páginas13 horas

Cartas al Cielo I: Primera parte

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Información de este libro electrónico

Lo recuerdo todo y solo puedo afirmar que la vida es plena cuando amas y te aman.

Durante más de quince años he estado rememorando mi vida y vertiendo en el papel mis alegrías y mis pesares. No me arrepiento de mi vida pasada ni futura, todas mis acciones han sido vividas plenamente. Solo ahora puedo gritar que he amado y he sido amada.

IdiomaEspañol
EditorialCaligrama
Fecha de lanzamiento16 nov 2017
ISBN9788417164676
Cartas al Cielo I: Primera parte
Autor

Ana María Mestres Sánchez

Ana María Mestres Sánchez nació en Monzón, un pueblo de la provincia de Huesca, un 7 de agosto de 1930. Desde muy pequeña supo lo que mejor sabría hacer: escribir. Ese es su DON. Cartas al cielo I y II conforman su primera publicación, su autobiografía, donde vierte sus experiencias, sus sentimientos y, sobre todo, sus pesares. Unos pesares derivados de haber vivido en una época muy dura y llena de prejuicios.

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    Cartas al Cielo I - Ana María Mestres Sánchez

    Cartas-al-Cielo-Icubiertav1.pdf_1400.jpgcaligrama

    Esta es una obra de ficción. Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia. Todos los personajes, nombres, hechos, organizaciones y diálogos en esta obra son o bien producto de la imaginación del autor o han sido utilizados de manera ficticia.

    Cartas al Cielo I

    Primera edición: noviembre 2017

    ISBN: 9788417120870

    ISBN eBook: 9788417164676

    © del texto

    Ana María Mestres Sánchez

    © de esta edición

    , 2017

    www.caligramaeditorial.com

    info@caligramaeditorial.com

    Impreso en España – Printed in Spain

    Quedan prohibidos, dentro de los límites establecidos en la ley y bajo los apercibimientos legalmente previstos, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, ya sea electrónico o mecánico, el tratamiento informático, el alquiler o cualquier otra forma de cesión de la obra sin la autorización previa y por escrito de los titulares del copyright. Diríjase a info@caligramaeditorial.com si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.

    Introducción

    Llorado padre:

    Ante todo, le pido perdón por atreverme a perturbar la paz de su espíritu que creo, y espero, le haya sido otorgada tras el juicio final, cuando delante del supremo Dios y señor nuestro, usted ha rendido cuentas de todo cuanto de bueno y digno sembró en este mundo para merecer la gracia de sentarse a la derecha del Padre. Notorio privilegio que yo, su hija, humildemente me atrevo a rogarle que sea usted mi intercesor ante Dios para que al final de mi estancia en este mundo, logre el bienestar de poder seguir a su lado, igual que de niña siempre lo hice, porque usted fue el freno de mi desbordada fantasía, paño de mis lágrimas, juez de mis actos, pastor en mi largo caminar por este valle y maestro de todas cuantas acciones nobles y meritorias han engrandecido mis cualidades humanas: imperecederos sentimientos, por usted sembrados en la parcela de un alma virginal, donde honestamente han germinado todos los preceptos, dichos y hechos ejemplarizantes que yo practico agradecida y divulgo a los cuatro vientos. Al igual que albergo la esperanza de merecer la ayuda divina, otorgada mediante su intercesión, ahora que en verdad la necesito y espero alcanzar para llevar a buen término la misión encomendada por este sabio psiquiatra, que pacientemente escuchó mis pesares; y estos cual presos amotinados en la cárcel de mi implacable conciencia, salieron a tropel con irrefrenables sentimientos: unieron causas, circunstancias y condenas excesivas… hasta que, ahogada por vital angustia, acabé llorando.

    Vergonzosa situación para mí y manifiesta condolencia por parte de aquel doctor que parecía compartir mi dolor mientras buscaba la manera de apaciguar mi llanto con palabras repetidas e incluso preguntarme si me gustaba escribir. Sin esperar mi conformidad, me propuso que lo intentase a modo de distracción, ya que también esto supondría un antídoto obligado que me desprendería de todo cuanto estuviese escondido en el laberinto de mi mente.

    En verdad, convencida, pensé llevar a cabo esta obligación, más que por tranquilidad moral, con mayor urgencia precisaba descargar el horrendo pecado que ante usted intenté llevar a cabo al comienzo de mi juventud…Y aún después de muchos años, tras la pérdida de mi compañero, me he visto asediada por la misma tendencia, fraguada con mayores resentimientos por el injusto deber de tener que llevar a cuestas aquella carga, y aun hoy sigue esta incubación difícil de frenar, debido a que esta, aflora con tal ansiedad y apabullante premura se amotina con mayor precisión para abrir las compuertas de mis canalizados y lacerantes recuerdos… Más una vez expuestos, con excesiva tristeza, me detengo a zaherirme con verdadera convicción lo que alguien expresó por mí…: «¡Mi vida es un erial/ flor que toco se deshoja./ En mi camino fatal/ alguien va sembrando el mal/ para que yo lo recoja!».

    No obstante, convencida y esperanzada seguiré este proverbial mandato de escribir cuanto recuerde haber vivido, puesto que en el trayecto de mis años he gozado de muchas experiencias, ante las cuales he sentido la necesidad de intervenir, modificar y transfigurarlas. Según mi capacidad sensorial, precisaba allanar las asperezas que a mi paso iban creciendo e intenté arreglarlas a medida de mis deseos… y solo quedar en eso: ¡deseos! Tal como empecé a soñarlos por necesidad imperativa, y hoy por obligación, que poco a poco devano la madeja de mis muchos años guardados… Tal como en este momento noto que se agolpan, para ser los primeros en salir a la luz, con tal apremio, que esto mismo los inmoviliza, asustados e interrogantes…

    Mas un sexto sentido se impone y plantea mi poca experiencia para relatarlos. De momento decaigo, pero al igual me repongo… y como siempre tuve facilidad de soñar despierta, tal como aprendí a través de sus anécdotas y las cartas que usted escribía y enviaba a mamá. Este fue el camino más constructivo para una mente soñadora como la mía, formada a obra y semejanza de la suya. Ante la cual me vanaglorio de: «¡El que a los suyos se parece…/ honra merece!»…

    En verdad le digo, papá, que esta no es la primera vez que he precisado invocar su ayuda ante los avatares de esta vida, que sin consideración a mi edad, antes, después y aun ahora, he sido presa fácil debido a la fragilidad de mis emotividades, muchas veces alteradas, entre dudas y razonamientos hasta empobrecer mi fe, puesta a prueba en iguales circunstancias cuyas secuelas dolientes expuse ante Dios, con la ingenua esperanzada de ser escuchada y con mayor refuerzo me apoyé en usted para que así, entre ambos, fuesen atendidos mis ruegos. Más bien, enmascaradas súplicas de un perdón necesitado para eludir incoherente sinrazones, y más en la soledad de estas altas horas, lloradas bajo el silencio adormecedor de una pausada noche, propicia para que renazcan mis sinceras meditaciones hasta lograr desechar el temor de pecar de irreverente, al pensar infringir las leyes que separan la vida de la muerte… Y si hoy, por necesidad humana, me atrevo a confiar en su siempre dispuesta ayuda, como así espero alcanzarla, sin dudar en recibirla, puesto que su amor hacia nosotros bien lo demostró, aun a expensas de perder la vida en este terrenal camino donde usted hizo méritos y amó al prójimo más que así mismo. También espero y confío me perdone si egoístamente me atrevo a interrumpir su descanso espiritual y tenga a bien escuchar los ruego de esta, su amada hija, que se atreve a invocar su ayuda para limar las asperezas emanadas en este arduo camino, donde siempre precisé aclarar cuantas incertidumbres surgían a mi paso y con ello lograr sosegar mi espíritu que, unido al suyo, espero hallar la fortaleza necesaria para no decaer ante cualquier contratiempo que salga al iniciar el camino que crea más correcto para lograr un equilibrio mental y emocional… «¡¡Ayúdeme, papá!!». «¡Interceda por mi ante Dios!».

    Aunque de momento aquí me tiene, ¡padre mío! Desorientada, afligida y consumida por esta angustia depredadora que nubla por entero mi loco entendimiento hasta desear morir como único recurso, cuando el camino a seguir se estrecha, alarga y las sombras no me dejan ver el final al que voy abocada, e igual que un ciego sin bastón, busco a tientas donde apoyarme para no perderme desorientada en este vacío… A mis sesenta y cinco años de transitar por este mundo, cargada con cuantas vicisitudes pasé… y ahora por obligada necesidad, psiquiátrica: tener que llevar a cabo la misión de explicarlas para que estos doctores logren estudiar a que se debe este desprecio a la vida que me ha tocado vivir… y tantas veces he puesto en peligro…

    Hoy encarecidamente le suplico me perdone; y no crea que esto sea un banal capricho ni tampoco una reflexión impremeditada… Solo es un devastador influjo corrosivo el que me empuja a romper el curso de mi insatisfecho vivir y mucho más cuando los seres más queridos me son arrebatados por el implacable destino, sin compasión alguna… ante el inmenso dolor que me causan unas pérdidas como estas: usted, mamá, mi nieto, adoptado en todos los sentidos… por encima de todo impedimento... Y como si no hubiere sido suficiente, con pocos años de diferencia, el cruel destino me arrebató a mi compañero… y como usted y cuantos me conocieron no lo ignoran y bien saben que Mario ha sido el único amor en mi naciente juventud y la esperanza de toda mi vida cifrada en este gran amor; tristemente ganado, perdido y recordado por esta pobre mujer, desorientada y obligada a continuar por este valle de lágrimas, sin voluntad para sortear los obstáculos y tener que seguir la senda que me falta para completar este viacrucis, sin un asidero capaz de restablecer mi estabilidad emocional, ganada aunque solo sea por el derecho de vivir, o simplemente por ocupar un lugar en este cruel mundo y poder clamar al cielo: ¡Dios!... ¡Dios mío!... ¡Cuán desgraciada me siento, papá!

    Tal vez, a pesar mío, o porque un instinto superior a mi enajenación se impone, logro continuar hacia adelante sin efusión alguna, puesto que detrás de mi sombra, solo existe un tremendo vacío, acompañado por inhumanos resentimientos producidos por muchos que decían quererme cuando solo anhelaban un egoísmo material, tal como en apariencias expusieron con vistas a un futuro determinado… porque todos, mires hacia donde mires «¡Todos barren para sí!», y yo me incluyo y acepto como ley natural, según estas obligaciones conllevan lazos de fraternal cariño y aun sin importar estos, existe la dignidad… carente en muchos cuando el dinero interviene y la ambición aletargada se despierta: aquí es cuando una se da cuenta de que «¡Tanto tienes, tanto vales!»... y para no morir de angustia, humildemente admito mis vivencias y sufrimientos hasta acrecentar mi tremenda soledad… ¡Si, padre mío! ¡Sola! Muy sola, metida en esta tercera edad donde adquiere mayor importancia todo lo creado a nuestro paso, tanto en dar vida, engendrada con nuestra propia vida o dejar constancia de algo que nos enorgullezca por méritos propios…

    Ambas cosas me han sido negadas; una por naturaleza enfermiza y otra por vergüenza e ignorancia. El caso es que pasaré por este mundo sin dejar nada loable y solo seré una rama estéril, aun nacida en el fértil tronco de aquel robusto árbol que tanto parecía prometer en su iniciación y usted anhelaba recoger el fruto de nuevas vidas creadas por mí. Más a pesar de todos mis deseos de superación, solo he logrado valerme de mi fantasía, que de nada me ha servido a no ser por estas últimas cartas enviadas al cielo. Potencial desahogo de un espíritu sentimental y soñador como el mío, obligado a vivir y soñar como justificación necesaria y pretender demostrar que no en balde he ocupado un lugar en este mundo, y no ser solo un visitante que llega y se esfuma sin tan siquiera dejar una pequeña luz entre las sombras donde mis ensueños han permanecido escondidos en espera de un «Aladino» para que, con su lámpara mágica, diese salida a este «genio», expansión de mi alma, posiblemente dotada de una sensibilidad soñadora para que en los momentos más tristes, cuando los avatares de la vida siembran el dolor… tenga fortaleza para superar dignamente estos y cuantos más momentos contradictorios perturben la paz mi espíritu, y en lugar de arremeter contra todos, me ayude a llenar mi desértico camino con los poemas, pensamientos escritos…. más conmovedores e innatos de quienes gozan un privilegio especial, donde «¡Muchos son los llamados y poco los elegidos!». Y si por suerte encuentro esta afinidad y aunque solo sea por un instante, logre vislumbrar la grandeza de un alma gemela como la suya… esto para mí supondrá un hálito de aire limpio que barrerá todas las asperezas que el mundo me impone. ¡Dios, dadme fortaleza para pasar sobre estas, sin culpar a nadie y yo aceptarlas cual una penitencia por mis insensateces…!

    ¡Perdón! Si al exponer lo que siento, intento suspicazmente dirigirme a alguien en particular… Sinceramente confieso que así lo deseo, espero y a la vez evado la tristeza y dolor que esta cobardía me supone, porque siempre creo estar en deuda… y cuanto más doy, más debo…

    Además, soy tan estricta conmigo misma, e igual que pretendo juzgar, me veo reflejada, porque «¡El que mal piensa, mal hace!» y «¡El que mal hace, bien que no espere!» Más como hoy en día se han perdido muchos valores humanos y solo cuenta la atracción del dinero, y más el ganado sin escrúpulo alguno; en estos se rebozan los ambiciosos y carentes de sentimientos, cegados por la hambrienta e insaciable avaricia… Me extraña que después de lograda tanta impudicia… logren descansar tranquilos…«¡¡Fácil engaño, señor…!!». Mas, si se detienen a meditar la destrucción hecha consigo mismo… «¡En qué sucio espécimen se han convertido...y que calificativo esperan merecer…!». ¡¡Qué pena, Dios mío, que tan bajos se crecen… y presumen de lo que carecen!! De verdadero amor al prójimo… y ante esta conjetura, aun amparada por mil razonamientos verdaderos y resentimientos adquiridos por la insensatez de cuantos merecen el atenuante de la perversidad, y aun con esta, no existe justificación alguna, porque gozan de libre albedrío, y este en los momentos más precisos brilla por su ausencia, y así es como, aletargados, se exponen por estar a merced de mayores maestros vengativos: crecientes discípulos que empiezan por saber: ¡oír, ver y no callar cuanto hacen y cobran para aturdirme sin pensar que todos somos necesarios, pero no imprescindibles porque siempre «hay un roto para un descosido»! Pero de todo se nutre la impecable avaricia colectiva…

    Inteligente estratega que por propia conveniencia me induce a pensar: «¡De tal palo, tal astilla!». Vergonzosa heredad u obligada imposición, según el ambiente creado por la fatuidad propia de la ignorancia, apoyada por la impotencia. Esto me obliga a creer lo que alguien, muy allegado a mí, a modo de ensalzamiento halagador. Eso pensé cuando me profetizó ¡que yo era la persona indicada para recoger todo lo que la humanidad deshecha: «¡por inservible, desgastado y maloliente!». ¿Se refería a él? De esto estoy segura porque así lo dejo entrever… y yo traslucir, llevada por una indignación que claramente salta a la vista; y para mayor conformación, sigan el trayecto de estas cartas… y luego hagan una composición de lugar y emitan un juicio…

    De momento, lo acepte cual una prerrogativa compensatoria para eximirme del desahucio que de mi misma naturaleza había contraído, y así empecé a llenarme con cuantos llegaban a mí: cargados con deplorables engaños que yo traté de memorizar con mi cariño y generosidad para hacer más llevadera nuestra estancia en este mundo; pero a medida que estos se ensalzaban, dejaban afluir el amor propio herido y la humildad que creen mancillada…, se despereza… Esto fue el desencadenante de mi buena voluntad: para acarrear con las culpas de todos y ofrecer mi vida a cambio de aquellas que según la edad les quedaba un largo camino; mientras que a mí…, egoístamente y bajo este rehacer la vida que me sobra y la razón de estas cartas, pienso: ¿por qué yo he de pagar los pecados contraídos por otros? «¡Si con los míos tengo más que suficiente!».

    Excusa sin potencial porque cada cual gozamos de libre albedrío, que la mayoría de las veces lo empleamos muy a la ligera y luego según nos sale…, no somos capaces de aceptar los resultados porque no es lo mismo soñar despierto que vivir soñando, porque «¡Obras son amores y no buenas razones!» y también a la sensatez le implicamos como a las monedas que tienen dos caras, y estas son menos inaceptables según la mente que las dirigen… y sin ir muy lejos, con solo escuchar y ver estas leyes consentidas actualmente, sin un palmo de honestidad porque, mires por donde mires, estamos rodeados con iguales ladrones, todos estos un séquitos de aprovechados y desvergonzados que sacan a flor de piel, el mal que la pobreza conlleva… y somos muchos los afectados… ¡¿Cómo puedes consentir, Dios mío, que esta ruindad de satánicos ambiciosos destruyan una creación, muevan las masas… de cuantos la vida les pesa, y esta denigración ciega y enervada hasta el punto de no importar ganar matando, o tener que agonizar malviviendo?! Y como todo tiene un límite y la ambición es ciega y el sainete intercalado en el drama de la vida no es más que una compensación destructiva y aun, mires por donde se mires, la ambición individual pasa a ser colectiva hasta adueñarse del universo. A no ser que acabemos por admitir nuestros mismos convencimientos que solemos creer por descender de nuestros mayores: «¡Tal harás, así recibirás!». Tú, Dios y Señor nuestro, dejas que creamos en las casualidades del que el mundo se sorprende y todos creen ser diosecitos mediocres, empleados por el demonio, y este intercede y hostiga a la soberbia… y por unos cuantos, lo pagamos todos hasta que el cielo se desplome sobre esta tierra y quedemos todos sepultados, como debiste hacer en siglos pasados y así continuarás hasta que logremos merecer y alcanzar el paraíso que nos tienes prometido…

    Humildemente, imploro me disculpe por atreverme a resguardar mi locura apoyada en «¡De poetas y locos todos tenemos un poco!». Dios, perdona a esta imprudente mujer que, para zafar este complejo ignorante, precisa de las obras que los humanos bajo tu predisposición crean a medida que la superación se impone… Basta con solo ver cuánto la televisión va desenterrando de nuestro subsuelo:

    ¡Los maravillosos e incoherentes hallazgos hechos y dejados por mentes más agradecidas y hábiles, sin tasar precio a las horas que nos son regaladas y nosotros faltos de gratitud hemos establecido la materialidad de cuanto nos ha sido dejado en custodia estas divididas, parcelas terrenales, inamovibles!… Y por muchas guerras y pleitos, la base principal no la podrán trasladar, cual un panal de miel, y aun esté precisa de un ambiente propicio….; y yo ahora intento reconocer ¿a qué fin doy cabida a pensamientos tan absurdos que no me conducen a nada, si nada es pensar que mi razón se pierde por los cerros de Úbeda?... Y lo peor de todo es que me complace ponerme en un nivel desconcertante, como si debiera de establecer un reto sin más razón que una sinrazón habituada para complacerme y admitir hasta dónde llega nuestra ineficacia que para ganar malmetemos todo lo edificado, como si los deshechos midieran nuestra potestad destructiva. Y esto me recuerda a aquel rey vanidoso que hacía alarde de sus opulentas vestiduras y quiso saber la sinceridad de su pueblo… y prometió premiar al que más ensalzara estas… y todos exageraban sus ropas hasta llegar junto a un niño, y este se tapó la cara avergonzado al decir que el rey iba desnudo… Mal comienzo para mí al intentar exponer que cuando jugaba y ganaba normalmente me lo llevaba a mi casa para continuar jugando, esto me viene bien para acoplar «¡El que paga y miente, su bolsa lo siente!». Extracto esencial para no caer en mentiras al desarrollar lo que pienso, siento y preciso reconocer a qué se debe este desequilibrio psíquico que me obliga a despreciar mi vida, moralmente puesta en juego ante cualquier imprevisible situación… Y como me he metido en un callejón sin salida, mal comienzo para tratar de persuadir…

    Ante mí, a qué se debe mi desequilibrio mental para perder la razón y buscar la manera de cómo poder evitar esta sinrazón aparentemente capaz de desequilibrar mi mente… y lo más oportuno ha sido este cuento más explícito, unido a mis juegos, como si con ambas paradojas me supusiera más fácil explicar mi absurdo proceder con igual juego de palabras y pensamientos razonados que, bajo mi punto de vista, he logrado una mejor explicación que, más o menos, se ajustan a ideas razonadas y, a la vez, dispares cuando planteo absurdas comparaciones normales: basadas en los juegos de las prendas… fuera cual fuere lo que ganábamos, si era transportable, nos lo llevábamos a nuestras casas para seguir jugando…, y sin embargo, cuando jugábamos a guerras y ganábamos una calle… y por ser estas inamovibles, con una tiza dibujábamos caminos y puentes por debajo de las aceras… Estas se quedaban como estaban, trazadas desde un principio… y esto en el catecismo nos servía de reflexiones comparativas: ¿de qué le sirve al hombre ganar todo el oro del mundo si pierde su alma?

    Así lo fui entendiendo gradualmente mientras que mis juegos crecían según mi imaginación creaba y como más a mano tenía los deshechos que mamá guardaba para los cerdos: una caja y una silla montaba mi establecimiento… ¡Cuán veloz creaba lo visto con cuanto podía coger… e intercambiar! ¡Efusiones de nacientes conceptos donde la necesidad creativa despuntaba, y luego la razón fecundaba…! Maravilloso don si la soberbia no intercede y la humildad se apoyaba… Una vez convencidos según qué aptitudes nos complacían, yo siempre tenía tendencia a rehacer cuanto estaba hecho, porque esto solo era una ayuda… como posiblemente venía arraigada de una indecisión, implicada anteriormente, cual si fuera un añadido absurdo y complementados razonamientos que desde entonces me he quedado, suspendida como si esta idea me taladrara la mente de niña y hoy me pregunto, más confundida, que segura este dispar pensamiento: ¿de qué les sirve a los hombres ganar las guerras entabladas con otros países, si no pueden trasladar el trozo de tierra ganado y quedar como sobre el mapa yo me hacia la composición existente entre España y Portugal, o a la inversa… y fuera de esto todo sigue cual los hombres dividieron… con la ventaja de poder eliminar esta barrera y, de dos países, hacer uno. Absurda definición… que solo los niños y los locos somos capaces de… y ahora preciso…

    Perdonen a esta pobre soñadora… por lo insustancial de sus libres inclinaciones. Equivocó su oficio arquitectónico, y motivada por la incompetencia propia de ser niña, mentalmente disfruté reconstruyendo cuanto estaba hecho, como he dejado entrever en mis atrevidas opiniones divisorias de este suelo inamovible… y mi incultura ha tratado de opinar…Vergonzosa grandilocuencia perdonable que la ignorancia crea y desorbita según esta prepotencia me envanece…

    Lógicamente que en estos interpuestos establecidos por los años y nuevos conocimientos, en todo existe una comparación lógica, aunque descabellada, y más si tomamos en cuenta que mi loca mente incapaz de soportar tanta ignorancia. Prefiero ser amonestada por insolente y, como siempre, es mejor pasar por loca e ilusa antes que por indiferente, puesto que el ridículo enrojece y ante esto evidentemente me acojo al dicho «¡¡Más vale vergüenza en cara que dolor de corazón!!»… Y como no hay ganancias insustanciales, lo único mudable son las leyes, y estas por mucho desear… Si nos atenemos a mirar y comparar, solo prevalece la opinión de unos cuantos alucinados, y estos con su don de palabrería atosigan, metiendo el dedo en la llaga. ¿Quién no despierta sublevada y condolida por la desesperanza y nos agarramos al primer clavo que encontramos a mano…? ¡Muchos solo saben jugar con ventaja y tocan donde más duele, y este dolor es humillante, el cual yo acarreo de modo justificable: «¡No me importa que me llamen loca si las espinas de las rosas en mis manos crecen y me hieren despiadadamente!».

    Mas hoy, vieja, cansada y como quien dice, enajenada y «¡curada de espantos!», me sublevo… Pero sigo en mis trece. Mucho más convencida ahora que la mente alcanza unos grados insospechados y prevé de antemano que seremos cuidados, e incluso guiados por imitados seres metálico… Tras esta triste finalidad, este mundo seguirá cual esta trazado. Pienso: «¡¿de qué le sirve al hombre ganar todo el mundo, si pierde el alma?!».

    Ante esta evidencia, cambio… Ahora, con todo lo que está descubierto según los historiadores, han dejado inscrito como leyenda adaptada, según la cual preludian… Y como todo va en dirección al esquema planificado. Pasaremos por cuantas fases debemos de pasar para establecer lo que esta divinidad creó… Vendrá a ser cual fue trazado y advertido desde el principio, una vez pasada la prueba precisada hasta merecer el paraíso que nos tiene prometido. Esto quedará para la posteridad como las leyendas anuncian… Aunque me veo, y yo misma he ridiculizado por hacer o atreverme a quedar en ridículo…, pero como los doctores así, más o menos, deben de analizar los parámetros de mi enajenación… hasta qué grados podían conducirme… y cuando no estoy muy segura, y ahora repaso lo escrito… solo ruego a Dios que detenga esta degradación de cuanto hago, digo, expongo y medito… y aun avergonzada, recaigo como siempre en desmoralizarme y he de sobreponerme para no caer en tan deplorable final, donde también está incluida mi supervivencia por muy insulsa que esta sea.

    Ahora me he dejado llevar por el atrevimiento de cuanto parece preconizar el futuro; más por miedo que por presunción de saber lo que no sé, y nadie puede privarme de exponer mi desequilibrio mental… Una vez metida en esta torre de Babel, solo espero no desconcertar a estos doctores con estas expansiones, que más de medio mundo está peor que yo debido a que nos hacen comulgar con ruedas de molino: según la potestad, como la originan cuatro desaprensivos que todos vemos y aguantamos pasivamente; así no es de extrañar este otro medio mundo, también creado para servir cual paño de lágrimas, en el que me incluyo y me pregunto: ¿cómo esta situación me supone tan desgarrador desengaño, mayor tristeza y rubor humillante, que más de una vez he llegado al extremo de ofrecer mi vida…? Tonta solución inmerecida porque nadie, ni ahora ni en lo sucesivo, aun por cariño y respeto, merecemos cargarnos con las culpas ajenas…

    Con este ingenuo propósito, se fortalecen mis impulsos… y con estas adheridas muletas, me envalentono y juro no andarme con tapujos, para no ofender a quienes más débiles que yo no merecen…, pero estoy tan herida que este dolor, en lugar de apaciguarse, acrecienta esta situación con mayor inestabilidad ahogada. Que ahora, en este preciso momento de desmoralización y para serenarme, he llamado a mi sobrina… y aún no muy convencida, me detengo a pensar que resquemor me ha llevado a exponer esta serie de sandeces, obligada por esta desconsideración normal en la que hundo…

    Posiblemente esperaba otra reacción, como yo demostraba con la imitación de seguir todas las novedades llegadas, y me atrevo a comparar mis sentimientos impulsivos durante toda mi vida: que al igual precisé desvivirme para que esta hija no encontrara a faltar los artilugios que la juventud precisaba para sus desahogos festivos, llamados «guateques»… que las mentes avispadas introdujeron la modernidad de sencillas fiestas caseras, que siempre en mis tiempos existieron con medios asequibles... Ahora cambia el curso de mis normales contribuciones, como si debiera confesar que gustosamente colaboré y ahora, con tantos años pasados, he recordado al sacar de un cajón los discos que estaban de moda entonces con la intención de… de nada bueno. Solo he meditado que yo en aquel tiempo actué cual madre complaciente y proporcioné estas fiestas para que mi hija, implantada y admitida con todo mi corazón, disfrutara bajo mi suspicaz tutela; con cuántas amigas y amigos esta invitaba… Y ahora noto cómo me remuerde la conciencia.

    Hoy, situación inconcebible que el destino me deparó y sobrecargó en mi inexperiencia, que sin salir de mi ignorancia aniñada y trazada bajo la tutela de un pueblo hermanado con fe y costumbres, mi vida se desarrolló normalmente hasta después de aquella guerra. Grabadas quedaron las secuelas que, desbordadas, me invadieron y desorientaron…

    ¡Perdón porque no sé a qué se debe esta introducción precavida! Como si delante de mí existiese una barrera infranqueable que, obligadamente, debía de cruzar provista de… de no sé qué descargos de conciencia debía de dar cuenta, no solo de mi proceder. Más bien, sobrecargada con cuanto acarreaba el despertar de una vida… normal. Y de pronto, encontrarme ante el pedestal inquebrantable de mis mayores y verles cimbrear, y temer que fuesen arrancados de sus cimientos… Aquella niña, ¡yo!, empecé a sortear cuantas polémicas llegaron a suscitarme ante mi camino en aquellos tiempos revueltos, aun a espaldas de usted.

    Tras la posguerra, hasta nosotros fuimos invadidos y sobrecargados con cuanto, en un remanso renovado con nacientes esperanzas, concebimos y seguimos el camino más afín a nuevas esperanzas… Como mi capacidad sensorial se fue desarrollando según las circunstancias contarían… y por intromisión de malévolas personas…

    Dios, perdóneme mi desequilibrio mental y hacer lo que hice… y como todo fin tiene un principio, aun desordenado, conservo con lucidez este preámbulo, que espero concretar mejor y debidamente una vez logre ordenar mis tiempos. Sin forzarlos, estos se abrirán camino, poco a poco, y bien o mal expondré con la ferviente necesidad de ser entendida… y como carezco de preliminares estudios, de momento me atendré a este comienzo impuesto así de pronto, cual un agónico despertar bajo mi precavida vigilancia. Esta hija pasara las tardes sin envidiar ni se sintiera defraudada…

    Tuve que quitarme horas al descanso, tener que mal comer, llorar y mentir más en defensa de esta y ponerme en situaciones extremas, como acabaré contando cual descargo moral, y al final de esta cruel vida, entre unos y otros, espero un poco de afecto…

    Solo he obtenido una frialdad tan despreciativa e hiriente por parte de mi hermana y la hija de mi compañero, que en verdad acepté como hija propia… y mucho más porque mi situación dio mucho que decir entre los míos por solo enamorarme de aquel, y un instinto maternal me superó cual si preconizara mi esterilidad…

    Todavía ignoro cómo me vi metida en aquel laberinto, y si me detengo a pensar cuándo pretendí meterme a monja en el orfanato, donde una prima de mi tío Ernesto era la madre superiora… Deseo que quedó pendiente después de que esta me envió el santoral de San Vicente de Paúl y una muestra del tejido …

    Perdonen si ya lo he expuesto en alguna de las cartas que ya llevo comenzadas… y por repasarlas, no quedan ni trato de enmendar, porque estos doctores me advirtieron que las escribiese tal cual brotaran…

    Hoy todavía no sé si por enamorarme de un hombre separado, y con aquella niña venía cargada, contraje, unos sacrificios superiores por ambas partes. Y más si me paro a pensar todo cuanto me esperaba de la desunión, porque estas familias contraen una serie de deberes y sacrificios, con principios concebidos y nunca igual compartidos entre estos intermediarios competentes: abogados y jueces normales. Pero nunca son bien admitidos por quienes llevan la batuta, y todos tienen mayor razón para aumentar el precio… ¡Cuanta perversidad contrae el vil metal, Dios mío!

    Dejando a un lado cuántos deberes y obligaciones caen en la víctima propiciatoria, cada cual sabe cuánto le toca vivir entrambos fuegos, difíciles de apagar o alimentar, según el rencor que sobrellevan cual cuerpo del delito, y de cómo estos son aleccionadas, las mayores víctimas, inestables…

    Hoy me rijo cual viven: tener que cambiar de domicilio con dispares costumbres obligadas por las leyes del mundo, inamovible: todo se vende y compra por igual, sin contar con la intervención de unos seres puestos a comodidad de los autores… y en este planeta, todo cae en el lado donde sol más calienta; la mayoría de las veces… No diré más, por propio interés real y por no alimentar más el fuego con las ramas del árbol caído… y arrasar la nueva tierra que, según cómo esté, puede depender la siguiente cosecha. Más vale «¡prevenir que curar!».

    Luego, con solo un poco de dignidad, pensar: «¡no hacer lo que no quisieras que te hicieren!»… Y como en este maldito mundo impera pagar «¡justos por los pecadores…!» Según la ambición que estas situaciones destilan, crecen y avivan la codicia… y esta supervivencia conlleva un precio señalado, aumentado por estas víctimas que, aun rodeadas de todo y mucho más, de lo merecido se anticiparon a recoger el fruto mucho antes de alcanzar la plenitud de su sazón… Me despojaron de cuanto yo les tenía reservado… por ley de mi fraternal cariño, igual lo hubieran recibido todo, e incluso mucho más, con la sola diferencia de poder demostrar lo limpiamente recibido… Con solo un poco de consideración, antes de provocar una situación insostenible… se hubiesen puesto en mí, lugar. Yo no tendría que poner en tela de juicio la ignominia que estos provocaron y, herida en lo más profundo y noble de mis sentimientos, rota de dolor, tuve que defenderme ante muchas y muchos que, supe, fueron víctimas como yo y estos me dieron a conocer lo engañada que yo vivía…

    Prefiero no pensar en lo que me contaron… solo sé que el dolor y pesar que me carcome era haber perdido los mejores años de mi juventud para un final… Solo confesaré que estuve a pocos metros de poder llevar a cabo el peor de los actos, que irremisiblemente hubiese intervenido la justicia del mundo cuando aquel energúmeno, sediento de rabia, intentó abalanzarse… Mas Dios hizo que su misma sed de venganza le cegara y tropezara con una mesita de centro. Desorientado, cayó sobre mí… Ahora que puedo pensar fríamente, pienso que Dios me ayudó para no condenarme con un acto tan vil y cobarde, y dar tiempo a que estos pudiesen redimirse…

    Pero esto no hace mella en seres tan obcecados como son. «¡Pobres humanos que así caminan, falto de amor, fe y caridad, si en esta vida todo termina y el alma sube a la eternidad…!», y todos bien sabemos la verdad, ante la cual rendiremos cuentas, yo con doble motivo, por inspirar tan malas ideas. Estas me llevaron a pensar… Yo solo pensé en la inclemencia humana ante la cual me defendí, ante mí misma sin más alternativa que la verdad, material y física, que entraba en juego, y consulté con un abogado y ante cuánto debía de presentar y exponer: aun con facturas, porque las tengo y como a final de cuentas, ingenuamente, aún creo que una de estas obraran según me oyeron decir «¡repartir…!», y si mucho hable dolida…

    Ahora me detengo a pensar en por qué razón he contado, con mayor precisión me deben no estar encarcelados… Si llego a hacer lo que estaba dispuesta a llevar a cabo cuando, enloquecida, me refugié en el sillón más cercano a la puerta del balcón, entreabierta con mi pie derecho, decidida a tirarme por este, llevada por mi obsesiva determinación, que Dios evitó para no condenarme y a vosotros daros tiempo para enmendaros. Pensad que os aguardaba si logro tirarme…

    Ahora me doy cuenta que de una cosa me he pasado a otra, que también en otro momento aclararé. ¡Cuando en mi corazón cabían todos!… Sin pensar que la soberbia y la envidia pueden ante todos los nobles sentimientos brotados por igual…

    Hoy, tal cual, voy viendo al desnudo que no todos cuantos parentescos me quedan puedan merecerme… Paradójicamente, lo comparo con el fruto nacido de un mismo árbol; no se pueden comparar unos con otros porque sobre estos tiene mucha importancia e influencia según a qué horas les toca el sol y los elementos normales: lluvia, viento y lo que los meses idóneos traen. Todo cuenta para un buen desarrollo en todas estas fases, incluso la recogida con prisas y amontonadas…

    Este vapuleo lo asemejo a nuestra preparación para venir a este mundo, todo depende en qué momento, situación e intención. A mí me acostumbraron a creer lo que mi abuela siempre decía: que los besos eran preludio para traer niños al mundo. Para mí esto fue un tabú… «¡Cómo el miedo guarda la viña!», y yo no estar muy segura de sí un solo beso… Hoy confesaré que un día jugábamos… y como siempre, sus payadas acababan provocando mi llanto… y usted, también como siempre, iba a besarme. Yo, muy indignada, lo rechacé y me aparté gritando que yo no quería un niño porque mi abuela me dijo que los besos traían niños… ¡Bendita inocencia aquella!

    Y aun hoy todavía me conmueve al exponer este hecho y como «¡Genio y figura hasta la sepultura!». En muchas ocasiones salió esta natural virtud hasta que la vida se encargó de aleccionarme con propio entendimiento y vergüenza desfasada… Ahora me detengo a pensar concienzudamente con qué fin me he metido en esta tan insustancial polémica.

    Mejor continuaré que tras aquella situación hipotéticamente, tanto usted como mamá, me tuvieron embelesada, más por la discusión sostenida entre ustedes dos… hasta que lograron ponerse de acuerdo y acabaron con un cuento obligado:

    Usted afirmó que cuando viese pasar a las cigüeñas… Mamá lo interrumpió muy enfadada y corrigió que era mejor no me besara nunca con ningún chico ni… Porque a lo mejor entonces no podría ver el cielo y… Así fue cuando los dos afirmaron una sarta de explicaciones hasta acabar que el tiempo y los años me enseñarían.

    Solo sé que no precisé de mayor explicación, como tampoco en aquel momento me incumbía otra cosa que la intervención de mis teatros e invenciones noveleras, a las que me aficioné con mayor perseverancia al verme rodeada por mis pacientes amigas y el tiempo, que según mi madre, era malgastado. Peso que me quitaba de encima cuando estas admiraban mi memoria… y ahora pienso lo que estas pensarían tras el paso de los años y el peso de cuántas injusticias soporté y callé la mayoría de las veces.

    Ahora en mi vejez, para no estar sola… y como siempre, he de pagar la continuación de mis sueños, con más motivo y mayor felicidad. Muchas admiraban mi memoria, y gracias a esta puedo seguir llenando mi vida con mi vida. Cuanto entre estas me tocó vivir y seguir contando mis vivencias con miedo de ofender a quienes en vedad quise y sigo queriendo por encima de cuanto me despreciaron… Y como también mi abuela predicaba: «¡Que la sangre siempre sería sangre según de qué ser viniese…!». Mas, como mi bajo entender se impone por temor al ridículo, conociendo, como me han hecho conocer, ya que obligadamente, más de uno de mis antepasados saldrán a colación sin que los doctores pretendan…

    Mejor me callaré, puesto que esto es lo que finalmente hago en señal de agradecimiento a quienes perdieron su tiempo para aconsejarme y por respeto hacia mí misma. Espero que nadie olvide que cuanto hacemos, no cae en saco roto y… cada cual lo tome según obran y al final no se lamenten si no reciben mi acostumbrada generosidad…, porque hasta el hierro se resquebraja a puro de golpes…Y si no digo más y me atengo a la verdad, solo les ruego que se pongan en mi lugar y, para que estén tranquilos, me trago mi amor propio herido… Cuando estos deben de pensar que desempeñan una misión necesaria para ganar su porvenir, como todos estamos obligados de hacer y llevar a cabo, dignamente ponerse en lugar de los que cuidan, que se pongan en ser ellos los cuidados… Cuan orgullosos valorarían la intensidad de amor y gratitud que el dolor asistido promueve ante una caricia, un beso o una simple mirada y esta carente vitalidad precisa un «¡Hasta mañana!», aunque de momento me cuesta levantarme para escuchar un solo «¡Buenas noches!» telefónicamente… ¡Si supieran los refuerzos que recobran mis energías con solo aquellas dos palabras, con solo la esperanza de llegar a mañana… No añado más porque todos tenemos un amor propio según creemos merecer y ¡nunca debemos mezclar lo cortes con lo valiente… o lo ganado por servido! Bajeza de seres inocuos que, simplemente por ocupar un vacante en este mundo, según la cual debemos contraer la misión a desempeñar: hagámoslo sin vanidad, y mucho menos, con soberbia e indignación lo que Dios nos tiene predestinado… Y si no estamos conformes, miremos alrededor y según veamos, tanto lo bueno como lo malo, sopesemos la carga que sobrellevamos. Y procuremos enmendamos porque todo depende de cuanto sea aún, una simple recriminación promovida por la soberbia… y por creernos únicos para servir al prójimo, y aun implicar a nuestra familia. ¿Cómo pretendemos hacer nuestro cometido superior a nuestro grado, inculto, en según qué deberes nos vemos obligados y con qué predisposición moral lo hacemos?… Tengamos un acto de contrición y humildemente nos pongamos a dispersión de subsanar cuantas iniquidades promovemos, sin darnos cuenta de que ,a causa de este endemoniado carácter, nuestra imponente soberbia se alimenta hasta llegar a usarla delante de quieres no nos atrevemos a advertir… y solo con esto nos hacemos cómplices de cuánto dolor pueden llegar a sufrir los seres que más queremos y en quienes depositamos la continuidad de nuestra influyente saga, huellas que queremos prevalezcan con honorabilidad cuantos siguen con verdadera nobleza y cariño… Cual estos nuevos seres se hacen dignos de continuar la saga de quienes nos dieron tan esenciales virtudes para ser extendidas he implantadas. Y por algo será… y ante esta incógnita cada cual dignamente cumplamos lo que nos dictan desde el Más Allá, cómo debe de ser, y tal como todo está establecido desde el comienzo, hemos de seguir pausadamente con todos los sinsabores, vengan de quienes vengan, digan… que malas raíces conlleva quien solo cree merecer gratitud de cuanto estos reciben más de lo que hacen… Solo que mediten y no crean que por aguantar cuanto podemos aguantar, e incapaces de menospreciar… y demostrar la sencillez del alma, se crean insustituibles por lo que una calla, y con educación y delicadeza intenta hacerse entender y con doble sentido expongo: «¡¡Si porque te ves querida, haces de mí lo que haces, piensa que Dios no es tan viejo porque todos los años nace!!».

    Esta falta de humildad cuenta mucho sobre quienes creen ser unos superdotado por tener un pronto donde la soberbia se apoya… «¡Cuán engañados viven precisamente cuando se sienten más sinceros por saber defenderse sin prever que esta desfachatez consentida indulgentemente se debe a la extrema educación moral de personas más inteligentes, de las cuales debemos de aprender cómo viven y la tranquilidad que irradian sus actos!». Y por desgracia: «¡son muchos los llamados y pocos los elegidos!"… Con solo uno basta para limpiar nuestro camino y confiar que este don otorgado por nuestra sinceridad.

    No me inquieta el sueño precisado, porque todo tiene precio y valoración real y de esta concesión protectora depende el premio o castigo…y luego, más adelante, no se sorprendan si mi voluntad queda anulada, porque soy buena pero no tonta, y siempre hay medios para desenmascarar a muchos desaprensivos que logran embadurnar muchos sentimientos puestos en mi protector humano por decisión Divina… para que Juan Manuel, una de las mejores personas que Dios puso en mi camino y, aunque le cuesta mucho creer mi exaltación, y esto no es óbice para que serenamente respete mis ideales y se tome la molestia de encauzar mis obligaciones materiales.

    Mis deberes están supeditados a «¡Al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios!» y «¡No solo de pan vive el hombre!». Y yo tuve la suerte de venir a este rincón del mundo para que la maldad humana me dejase vivir una sencilla existencia, cuya base principal era amar y ser amada, y paso a paso más se clarificaba cuál era la determinación Divina: este, mi adoptado hijo espiritual, y no por este calificativo me llamen loca, aunque sí engrandecida, porque no sé cómo pagar estas atenciones, cuidados y vigilar quiénes entran en mi casa… y a través de mi cariño consintió y respetó mi idealización de vivir mi vejez con quien gasté mi juventud, explicada con tal excelso cariño que este creyó que yo era correspondida a obra y semejanza mía comparada con toda clase de veneración y seguridad, tal cual yo la pintaba… y aún con cuantos escollos esta vida, me planteo…

    No hace ni una semana que este se lamentaba de aquella trágica situación mientras preparaba la declaración de la renta, maravillado por merecer una devolución de… De no sé por qué esto me tenía sin cuidado… y lo que más me pesa es no haber dispuesto todo lo mío para que aquella ingrata gozase de lo que yo ahora gozo de cuanto trabaje ante la ley del mundo.

    No soy ni soltera ni casada ni viuda…, y esta me expuso que me casase con el tío Pablo, enfermo terminal, del que más adelante expondré su procedencia… y como aquel que dice «no está el horno para bollos», solo tomé a mal que conociéndome como esta me conocía, cómo fue capaz, ni tan siquiera pensar, que la paga aun para mí sola fuera excesivamente incontable. ¡Jamás me uniría a un hecho tan ruin…! Y para mí incluso tan deshonesto y bajo… ¡¿En qué clase de rapiña se había convertido aquella niñita por la que perdí mi niñez?! Lloré lágrimas de sangre, y mucho más cuando la misma familia me puso al corriente de unas malas actuaciones. ¡¡Dios mío, perdónanos a todos cuantos en un mal momento tuvimos que escuchar…, y mayormente, a aquellas que corroboraron lo que ni imaginado jamás de los jamases me hubiese gustado escuchar! Y ¡mátame, Señor! Si yo por amar, simplemente amar al hombre que me enseñó a sufrir por amar con tanta sinceridad a un ser bueno como este, al cual me sentí como llamada… por ti, Dios mío.

    Y en el transcurso de mi vida, cuanto hice era tal cual lo tenías dispuesto por la infinidad de veces que diste a conocer que tus imposiciones venían trazadas desde el comienzo de mi entrada al mundo hasta el final… Y, como todo cuanto expongo, lo dejo todo bien reflejado para comprobar… ¡Cómo me gustaría conocer que yo fui atando cabos! Como todo salta a la vista y si leen mis Cartas al cielo.

    Aun con la poco de sensibilidad que tengan para imaginar, jamás logré pensar. Lo que más me hiere es lo mala que creyó que yo era para llegar a aquellos extremos. Y cuando me venga a mano… uno a uno enumeraré cuánto le pagué… Qué ciega estaba, Dios, para no darme cuenta en qué se había convertido aquella niña que rompió el curso de mis estaciones de niñez, pubertad, juventud… y casi vejez. ¡¿Cómo pudo confundir un cariño obligado con la indecencia del egoísmo…?! ¿Y como tú, Dios mío, pudiste consentir semejante ultraje…? Perdóname si cansada expondré en estas cartas en las que realmente explicaré cuál fue mi vida, mas por tonta, preciso vengarme de a los que permití que, unas y otra cuantas más, se aprovecharan, y aún se aprovechan. Tan poca consideración merezco… y si para esto nací, encima condéname por querer quitarme esta ignominiosa vida… y cómo ahora, llevada por tan terrible verdad, aún dejas que me sigan masacrando los que tan impúdicamente me siguen insultando, porque se murió la gallina de los huevos de oro…

    Cómo se rebelarán cuando edite estas cartas que a través de estos comencé a escribir cuando me prometieron «el oro y el moro», y gracias a las buenas personas que junto a mi compañero conocí tanto en Barcelona como aquí, en Cervera. Muchos ya no están por haber cumplido el cupo de los años… Por suerte, me queda el joven JuaN Manuel, hoy jubilado del banco. Como estas son las normas…de esta entidad, ahora me dedica su tiempo y, como siempre, me descarga de números y cuanto preciso para seguir viviendo… y con esta despreocupación tengo espacio para llenar de buenos y malos recuerdos, obligación impuesta por los psiquiatras, de los que tampoco están los iniciales.

    De seguir viviendo, cuánto preciso llenar las horas pasadas para acompañar este presente en el que mis fuerzas anímicas y mi memoria me congratula delante de este y de Susana, que se maravilla y yo me sorprendo cuando esta, sin premeditación, me ha mostrando cuanto debo de exponer aún, por muy doloroso que sea, y tomen ejemplo quienes, envenenados por la envidia, sean secuaces adversos, porque todos valoren según puedan… y como lo hecho, hecho está, allá cada cual que se atreva a juzgar el mal ajeno…

    Yo me tomaré un descanso y repasaré cuanto llevo escrito, decidida a poner punto final, porque se me cae la cara de vergüenza cuando todas mis amistades no dicen lo que piensan por cariño y yo debo de dar fin, y punto y aparte; y a la vez que los complazco yo descansaré por el deber cumplido, aunque sinceramente no sé si podré vivir sin esta balsámica terapia, compañera de tantos años. Y como ahora han aparecido como por arte de magia, en este mueble escritorio comprado cuando yo ejercí de costurera en la casa de la calle de Francoli en 1950, cuando mis primeros pinitos de escritora compensaban las horas bajas de un vivir en soledad…

    Todo cuanto he detallado en estas Cartas al cielo, donde se divide mi vida real con mis sueños procesados. Era la cárcel y el patíbulo de mis sueños, poemas y novelas, con principio y sin final, que mi mente fraguaba… Todo quedaba cual papelera. Estos cajones guardaban, porque me faltaba valor para romperlos… y tras los cambios de domicilio, este mueble ocupa el rincón desde la pared de la ducha hasta mi mesa escritorio y no se ha movido desde el primer día que entramos a vivir en este pueblecito. Este es el cuartito de los recuerdos, amado y llorado. Después de tanto sacar y meter cuanto precisaba diariamente, este mes de mayo de 2017 me quedé anonadada, y a Dios pongo por testigo y a Susana que estaba presente, y vio lo que vio y cogió de este mueble, lleno de todo cuanto dejé en suspenso.

    Alguna vez comenté por comentar cuando una gran amiga, esposo e hijos me preparaban una vivienda en Caracas junto a ellos para que yo escribiera mis novelas y sueños… Si Susana lo puso en duda, fue lo primero que esta carta salió, acompañado de mis dibujos de niña, enmohecidos y malolientes, con manchas herrumbrosas.

    Las cartas de amor escritas por mi compañero, desparecidas hasta entonces y las respuestas dadas por mí, que naturalmente debían estar guardadas en casa de sus padres, que era donde este y su hija vivían. En aquel entonces, permanecieron fuera de mi alcance y como de golpe no me siento capacitada para explicar tan extraño suceso, ni aún pensarlo detenidamente. Mentir no es mi costumbre y que duden de cuanto expongo tampoco lo admito, ni aun de niña admitía que se dudara de cuanto decía… y este juicio y pundonor, aun a riesgo de salir perjudicada, no daba mi brazo a torcer.

    Ahora no se qué camino seguir ante un hecho, tan extraordinario como real, y esta era la segunda vez que me sucedía cuando escribí mi novela ¡Así son las cosas! Y creo haber explicado en una de estas cartas, que no me atrevo a exponer, y como son tantas las veces que las releo y arreglo, solo espero a lo que me dijeron quienes iban a meditarlas, que según viesen, comentarían directamente conmigo.

    Yo en bastante lío me he metido, y como no pretendo venderlas, sino dejarlas a mi sobrina Gema, lo mismo que a Susana le dejaré mis poemas y ambas hagan lo que gusten en honor a mi memoria. ¿Cómo seguir por este camino? Se nublan mis ojos y mi corazón se encoge cual un perrito asustado…

    Completaré que con la llegada de estos tantos años desechados, escritos en prosa y versos, ignoro en qué lugar recóndito y sucio permanecieron escondidos, porque con la llegada de estos papeles, facturas que yo pagué de la casa de mis padres, ignoro quién de las tres fue la cabecilla de tan ignominiosa maldad cuando yo soy la única quien no tengo nada de estos, y solo me trajeron la lámpara del comedor que mi padre compró cuando nació mi hermana Gema, hoy sin la corona de las lágrimas que llenaban el contorno de esta. ¿Qué arpía pudo nacer de ustedes para provocarle tanta maldad y envidia que hasta quisieron quitarme el marco de plata, celebración de las bodas de plata de ustedes que yo les regalé a todas?

    Y hoy, al rememorar cuanto mis hermanas pudieron llegar a odiarme… y entre estos papeles también están las veces que pagué a abogados falsos, que solo arregló, honradamente, mi nieta Laura y ser verdad, que ya lo cuento en estas cartas, que entre estos papeles salen cuantas mentiras me hicieron pagar hasta ofrecerme que viviese en casa de mis padres y cada mes pagara diez mil pesetas a cada una de estas, que eran igual de malvadas. Con la llegada de estos papeles ha entrado una invasión de mosquitillas, como nacidas en un sitio muy húmedo y sucio, pavesitas que la suciedad, humedad, ambiente propicio para el aumento de estas, y nos ha costado mucho eliminar y yo admitir. ¡Dios mío, qué pretendían de mí si entre estas lo hubiesen comentado? Yo he llegado a pensar que debían de tomarme por tonta o ambiciosa a muy caro precio cuando he sido la única que, cuanto tengo, aparte de lo que a todas nos tocó por igual, con la cabeza muy alta, lo gané con el sudor de mi frente, extremados sacrificios y buenas personas fuera de mi entorno familiar me aconsejaron. A estos les debo mi actual forma de vivir y a don Juan Manuel Jordana Orpella, gestor del B.B.V.A., sin engaños, mentiras y trafaleos.

    Aquí, en este pueblo de Cervera, pueden dar referencias de cómo he sido y soy. No me ha tocado la lotería, solo en un banco me tocaron las tres letras, y como soy sincera sin límites y no tengo nada de qué avergonzarme a no ser querer morir.

    Ahora, tras escribir mi paso por este mundo y cómo nací, debía llevarlo escrito en la cara para que solo mi familia fueran mis depredadores por ocupar un espacio que yo misma siento inmensa pena de ocupar por las cosas que me suceden, me traen y me llevan, o el destino me ha deparado. Mentiría si no creyese en Dios y de que todo cuanto me sucede, depende de mi extraño nacimiento…, aunque bien pensado, como todo tiene una razón de ser, estar y seguir… cual perturbadora conclusión atribuida obligadamente por cuanto me sucede y con la solución al alcance, todo depende de la fijada idea impuesta por la ignorancia y mi exceso de imaginación por buscar cuantas coincidencias podrían desvelar esta emanación espiritual que llena mis horas bajas, y entre sueños sigo desorientada y perdida en este mundo que por irreflexiva ante una realidad tan deplorable e ignominiosa.

    Voy dando tumbos desagradables, incoherentes determinaciones, y nefastas infiltraciones me traen y me llevan sin más razón con sembradas mentiras o casualidades que para mayor inri hasta la madre de la hija de mi compañero, me propuso buscar a este (y acabaré loca de verdad). Cuántas impudicias me propuso. Incluso mi hermana Carmen me propuso que me casase con el tío Pablo y así cobraríamos las dos…

    Mejor lean mis Cartas al cielo y cuanto en estas expongo cual confesión obligada como en realidad son… Y en verdad, más descorazonada por inesperadas tras la muerte de mi compañero, cuando creí que estos consejos eran para que no me quedase tan sola y abatida entre estas cuatro paredes, y mi vehemencia buscaba la manera de compensar esta trágica pérdida… En mi mente no cabían las muestras de gratitud que ofrecía a cambio de una fugaz esperanza lo suficientemente deseada en un momento como aquel, que me había quedado sola y estaba segura que esta, si en aquel momento de espera me pide la vida… la vida, muerte, cielo y tierra estaba dispuesta a darle por tomarse la molestia de pensar en mi futuro, como tantas veces habíamos propuesto, y en aquel momento no lo hubiese aceptado por estar tan candente mi dolor, aunque mi vehemencia alocada empezó a buscar cómo pagar tan desmedido cariño hasta darme cuenta de la vileza y mala intención con la que pretendía engañarme. Posiblemente, por celos, porque aun ahora, después tres años enteros con sus meses semanas, días y horas de llevar tan cruel desengaño, las circunstancias imprecisas me han rodeado y me rodean, como la mayoría que carecen de dignidad porque sus actos, a la corta o la larga, salen como son… y lo dan a entender. Con mala intención, egoístamente, nos inducen a hacernos creer que si nos llamaran al despertar de cada día, y posiblemente, me sentiría egoístamente querida. Esto me ayudaría a reponer nuevas energías y confianza, según la soledad de una noche, como infinidad de noches mal descansadas…

    Posiblemente, esto me ayudaría a aumentar mis gratificantes dádivas y como el miedo cierra muchas determinaciones, hoy ya tengo mal cuerpo, influida por cuanto me callo. Tonta de mí, me dejo llevar de suposiciones desagradables que, para no amargarme, me he impuesto la obligación de releer tal cual debo para aligerar este desmedido preámbulo… y como las cartas llevan muchos años escritas, no creo rehacerlas con los desmedidos sentimientos. Encarecidamente, como espero y creo que escuetamente narro los días vividos y cuantos sucesos y alternativos hechos más o menos están constatados como realmente pasaron y vividos lo mismo que las noches rezábamos por la vida de mi padre, expuesta diariamente a un saqueo o bombardeo ante el cual por nosotras exponía su vida para que tuviésemos donde pernoctar y siguiésemos junto al frente de los rojos, donde este servía de conductor para llevar a las gentes donde abiertamente se desencadenaban las peores contiendas establecidas por los dos bandos, experiencias que durante toda mi vida narré y mis amigas admiraban lo que mi mente aumentaba como buena narradora… Ahora reservo y solo me atengo a pensar cuánto imaginativamente mis padres, ante cualquier excepcional capricho, se relamían y exageraban que se les hacía la boca agua y tenían que tragar las babas antes se les escurrieran por la comisura de los labios. ¿Por qué ahora este inciso llena mi mente?...

    Aquí cambiaba el tema de los recuerdos y entonces salían a colación mis antepasados con aquel mote: ¡Pizcas!, como decía mi abuelo de muy distinta manera cuando siempre repetía la misma retahíla… Y si en muy distintas ocasiones, alguien lee mis escritos o les permiten escuchar mis poemas, acabarán embelesados y hasta con lágrimas en sus ojos. Todas mis oyentes solían decir «¡mecachis en la mar salada… cuanto expones no tienen ni una pizca de desperdicio!».

    No había otra intención en ellas, que no fuese la congratulada y exagerada intención cual explayaban, sin pensar ni remotamente en el mote que le dispensaron a mi abuelo y solo rompían a reír cuando yo lo puntualizaba. Y entonces, como se suele decir, caían en el meollo, que aun sin saberlo, se tapaban la boca cuando yo me daba por enterada. Y como también aprendí de mi familia y, como siempre, son dos lados distintos para mayor equilibrio según sus menesteres implicaban:

    Por la parte de mi abuela materna, aun sirviendo en altas casas tuvieron que ir a colegios experimentados, de donde salieron dos hermanas y tías nuestras: una, Adela y otra, Juana, institutrices; y estas dos ejercieron en la preparación de los hijos de Bermúdez, dueño del Banco de Santander… y mi abuela fue ama de llaves de la residencial casa de los condes de Güell en Barcelona y, para mayor ensalzamiento, la hermana Inés, mayor que mi abuela. Yo, desde muy pequeña, besaba su estampa y le contaba mis frecuentes dolores de vientre, y por esto y cuántas veces guardaba cama.

    Mamá para distraerme me dejaba su caja de metal de galletas y en esta guardaba todos sus tesoros: cartas de mi padre, una patitas secas de pájaro y varias plumas azules, un monederito; y en especial, la estampa de mi tía Inés, que era la confidente de mis males y mi paño de lágrimas, que

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