Descubre millones de libros electrónicos, audiolibros y mucho más con una prueba gratuita

Solo $11.99/mes después de la prueba. Puedes cancelar en cualquier momento.

Elias Tajeda Chavarín
Elias Tajeda Chavarín
Elias Tajeda Chavarín
Libro electrónico180 páginas2 horas

Elias Tajeda Chavarín

Calificación: 0 de 5 estrellas

()

Leer la vista previa

Información de este libro electrónico

No es la historia del hijo del gran líder, político, pastor o religioso que hereda la fama, poder o iglesia de su padre. No, no es esa la historia. Tampoco la del hijo del ministro que por el éxito, reconocimiento y fama de su apellido pudo estudiar en el extranjero ilustre profesión o carrera, teoría, disciplina, ciencia, teología o divinidad y que hoy se jacta de combatir a Satanás y su reino con términos, frases, anécdotas, datos, nombres y distinción léxica extraordinaria. No, no es la biografía pulida que da fama, como tampoco se trata de uno que recibe títulos honoríficos, sino la del más ignorante, la del oyente de la Palabra, la del más repudiado y la del más desvalido. La del loco desparramado que tiene mente de niño, que habla, vive y juega como inocente chaval de campo. Más bien es la de uno como tú o como yo, el de la faena diaria, de hambres y desalientos, de soledad e incomprensión infinita, la del recién convertido que corre con pasión, porque su pecho de paloma ama, llora y sufre por las almas perdidas." Es la biografía novelada de un " don nadie".

IdiomaEspañol
EditorialJ. GUMVAL
Fecha de lanzamiento27 sept 2021
ISBN9798201216528
Elias Tajeda Chavarín

Relacionado con Elias Tajeda Chavarín

Libros electrónicos relacionados

Biografías y memorias para usted

Ver más

Artículos relacionados

Categorías relacionadas

Comentarios para Elias Tajeda Chavarín

Calificación: 0 de 5 estrellas
0 calificaciones

0 clasificaciones0 comentarios

¿Qué te pareció?

Toca para calificar

Los comentarios deben tener al menos 10 palabras

    Vista previa del libro

    Elias Tajeda Chavarín - J. GUMVAL

    A MANERA DE ISAGOGE

    Respecto a los Elías como el de esta emotiva y cautivante novela, ¿qué tienen estos hombrecillos de Dios que tanta furia desatan en su derredor?, ¿qué los hace tan peligrosos como para que los hombres de la sociedad en la que nacen intenten afectarlos a toda costa?, ¿por qué esos empolvados personajes son tan despreciados por sus generaciones? ¿Por qué la mayoría de los Elías del mundo son siempre llevados al extremo de la presión social, en muchos casos aún al de la decapitación como a un tal Juan bautista?

    Desde Elías Tisbita, el personaje bíblico, parecieran una constante incómoda para la sociedad, de ahí que el mundo los desprecia y usa el poder para denostarles, aniquilarles la inocencia, esa venida de su fe, que les da superioridad moral y una perturbadora ética protestante.

    En la actualidad, como antes, hay personajes que se asemejan a esos Elías de la historia humana, siempre sufriendo el desprecio, la insidia, la injuria y la mentira que se convierten en herramientas para derrumbarlos, acabarlos, donde el que tiene el poder lo usa para extinguirlos, invisibilizarles, sacarlos de la luz y llevarlos a socavón del abandono.

    Pero se puede decir, de alguna manera, que a lo más que llegan los mundanos, es a maltratar sus ropas humanas, desgarrar sus carnes y deshacer sus pechos con el hacha abusiva del odio, mas nunca logran detenerlos, pues esos personajes están locos, tan apasionadamente dementes que abruman con sus ideales, viven absorbidos por una pasión enervante que provoca la furia en los que les conocen, ya que son de abrumadora honestidad, verticalidad y sinceridad latente en los asuntos más delicados del pecado indicado por su Dios. Hay un rechazo espontáneo a tales personajes por la claridad con la que comunican sus pensamientos, en un aura de humildad que ofende al truhán y al sucio de corazón.

    Los Elías de la historia humana curiosamente les encontramos en franca contradicción con el contexto social en el que crecen. Es común verlos llevados al extremo de la depresión y la miseria, tal pareciera que están sellados para sufrir y ser menospreciados por otros, como si tuvieran como destino el ser siempre arrojado a fosos y mazmorras para evitar que griten, que hablen y se desarrollen.

    Esos miserables heraldos saben producir miedo cuando apuntan con el dedo, incomodidad en los oyentes involuntarios, pues no pueden echar mentira, crean desasosiego en cada movimiento que llevan a cabo, sobre todo si señalan los pecados del género humano.

    Sin verdaderamente desearlo estos hombrecitos de Dios se debaten en luchas y resistencias que a los ojos de los individuos normales son locuras y extremos innecesarios. Les cortan los pies y siguen caminando, les trozan la lengua y siguen gritando, los matan y siguen viviendo. Tal parece que nada puede detener al que decide vivir gritando las virtudes de su locura: las de su propio Salvador que también fue vilmente asesinado.

    Esta humilde historia es el apólogo de la vida de un individuo común, aquel de todos los días, el de ropa sencilla y modesta, quien, levantado y rescatado por Dios, ahora es barro que pasa por el horno del dolor sometido a la fuerza de su destino y no se queja ante los hombres, pero con constancia férrea, en el extremo de lo ascético, gime ante su Creador, ya bien desde el desierto, desde su cueva o en su caso desde su triste soledad y miseria. No es un rey en su castillo medieval, sino un vasallo sin riqueza económica ni cultural que lucha contra el mal; no es un caballero de alta alcurnia o juez de la Corte en birrete y toga, sino un tunante, vagabundo y juglar que grita desde el piso de un parián como si fuera pódium y desde el púlpito como si fuera plaza. No es un prolífero reformador intelectual que produce ideas y derecho, sino un autodidacta asiduo de la Palabra que está plasmada en un antiguo libro de pasta usada que casi se deshace de tanto escudriñarlo; es un leyente solitario al que irónicamente muchos llaman analfabeto. No es fundador de institutos de educación humana, sino un hombre sencillo que levanta horcones y ramajales para fundar misiones en las barriadas pobres de los pueblos y ciudades de su mundo, donde la única aportación intelectual lo es el grado tercero de primaria. No es la vida del gran orador retórico o la del virtuoso de la música, sino la del predicador tunante y la del cantante a capela que tiene como única virtud el hecho verdadero de que ha sido conquistado por la gracia del Dios en el que cree.

    Su vida es gris, opaca. No cuelga su foto en oficinas educativas o lugares de reunión, ni su nombre está petrificado en paredes o muros, no hay libro que hable de él, no hay discurso que lo mencione ni obra artística que lo haga saber al mundo. No es la novela de un héroe de soberbia estatua ecuestre, sino la historia del campesino corriente que come frijol, calabazas, quelites y verdolagas. No es la historia del hijo del gran líder, político, pastor o religioso que hereda la fama, poder o iglesia de su padre. No, no es esa la historia. Tampoco la del hijo del ministro que por el éxito, reconocimiento y fama de su apellido pudo estudiar en el extranjero ilustre profesión o carrera, teoría, disciplina, ciencia, teología o divinidad para jactarse de que combate a Satanás y su reino con términos, frases, anécdotas, datos, nombres y distinción léxica extraordinaria. No, no es la biografía pulida que da fama, como tampoco se trata de uno que recibe títulos honoríficos, sino la del más ignorante, la del oyente de la Palabra, la del más repudiado y la del más desvalido. La del loco desparramado que tiene mente de niño, que habla, vive y juega como inocente chaval de campo. Más bien es la de uno como tú o como yo, el de la faena diaria, de hambres y desalientos, de soledad e incomprensión infinita, la vida del recién convertido que corre con pasión, porque su pecho de paloma ama, llora y sufre por las almas perdidas. Quien, a pesar de cinco, diez, veinte, cincuenta o cien años, sigue creyendo y viviendo como aquel que apenas ayer se convierte al evangelio, que detrás de su rostro golpeado y cansado vive el niño del primer amor creyente. De este tipo de Elías es la historia, quien aun cuando lo intente no tiene ninguna posibilidad de ser Pastor en una iglesia económicamente próspera, quien se ha de conformar con la difícil iglesia empobrecida de una colonia popular o la rural abandonada, llena de las carencias del desierto, valle o la solitaria miseria. Allá en la periferia, en la orilla, fuera de la rueca de la civilización estudiosa, en tanto la generación de los hijos del viejo general se pasean cándidos por las ciudades, quienes para este momento ya le ganaron la carrera, pues en tanto él se debate en el campo de hostilidades, ellos brincan en el seguro cuartel del aula y el recreo, estos últimos hijos del fuerte militar vitalicio buscan de libro en libro las experiencias de otros para vivirlas en sus mentes y discursos, nunca en la vida diaria.

    La fuente de estas humildes letras es un tal Elías Tajeda Chalvarín, que en vez de Elías más se acomodaría su nombre a E…líos por los constantes embrollos en que se ve inmiscuido; y de su apellido, en vez de Tajeda, más pareciera decir Tragedia y lo de Chalvarín se aprecia en su sonido por sí solo un toque pintoresco y cómico que lo hace sui géneris.

    No es diferente a los otros que la historia ha parido, es uno más en el devenir del género humano, es otra voz que clama en el desierto, que come saltamontes y miel silvestre, envuelto en tiras de cuero y sobre todo que grita con denuedo lo que cree, sin importar el poder de los que no creen y lo rechazan. Su apariencia proletaria no evita que le broten ademanes corporales que delatan su pasado pecaminoso, que, aunque nada tiene que ver con su presente, de pronto no los logra controlar, lo cual será filosa navaja al detectarlo su mundo eclesiástico que lo presionará y le ocasionará problemas en su vida. Sospecharán de él y harán de su existencia un blanco perfecto para hablar de su persona de forma burlesca y burda.

    Vale aducir que igual es controvertido por sus arranques de cantor lírico, también es parlante, narrativo y en muchas de las ocasiones inspirado. Alocado, despistado, triste, aventurero y descuidado. No le importa la molestia de aquellos que lo critican. Si le dan el púlpito lo toma con determinación inaudita e inmediatamente brota de él un mar de consejos y vivencias único, hermoso e inspirante. Su boca habla lo que de la Biblia entiende, pero lo hace extasiado, ido al infinito, transportado al cielo, pues cree lo que grita, está demente, es un loco feliz. Aquel personaje ajado pregona y detona en brincos extasiados por amor a su Señor, al mismo tiempo en que corre de una vivencia a otra, llenas todas de Espíritu. No le importa la inteligencia, aunque la desea, no es trascendental para él la homilética, aunque la procura y no se detiene en la hermenéutica, pero lo intenta, lejos está de centrar sus discursos en tales técnicas, más bien se dirige al viento, como viendo al Invisible. Es por ello que su imperfecto y desquiciado pregón narrativo choca en todo momento con el razonamiento humano que lo critica y procura aniquilarle su felicidad.

    Mirar la figura del vocinglero, caminar con él un mendrugo de su vida resulta en ello inevitable descubrir que emana de su pecho indio un amor diferente, lleno de sencillez y humildad, que no es jactancioso ni vanidoso, nunca se burla de la gente, calla cuando otros hablan y grita cuando todos callan. Es frecuentemente humillado y atacado con mentira, pero se refugia en la paciencia, esa imperturbabilidad del que espera en su Dios, precisamente en los momentos de crisis, cuando ruge la rabia en contra de su persona, son esas virtudes las que lo hacen indiviso y lo sostienen en la brecha. Este personaje es polvo de la calle, trajina a pie cuando todos corren en grandes propulsores por el viento y sonoros motores por la tierra, se desgarra predicando a un mundo que no desea oírlo. Es que el Dios de este campesino se hace notar con poder inusitado en algún momento de la racha en la que brega y cuando esto acaece es entonces que es escuchada la voz del evangelio que publica a los cuatro vientos cardinales.

    J. Gumval es un conocedor profundo del alma de sus personajes, esta novela de corte dramático, lo hace con una brillantez inusitada, desde una perspectiva objetiva y abrumadoramente atrayente, desde la vida del personaje novelado que presenta en esta historia, a un tal ELÍAS TAJEDA CHALVARÍN, basada en hechos sorprendentes que atrapan de principio a fin y no deja respiro por su drama y dolor descrito. Los ELÍAS son una realidad en una parte de la sociedad que cree en Dios y lo promueve entregando todo y recibiendo muy poco o nada de este mundo en el que nacen y mueren, con un aparente sin pena ni gloria, pero profunda y especialmente convencidos de que recibirán las preseas eternas del Salvador que predicaron.

    CAPÍTULO PRIMERO

    UN NIÑO HA NACIDO EN SATAYA

    La década de los cuarenta es testigo de su nacimiento. El nascituro pateaba desde el vientre como desesperado por nacer, ya no deseaba nadar, quería correr, quería volar, desde antes de respirar oxígeno buscaba la puerta de salida desesperadamente.

    Lo observa venir al mundo la miseria y la tristeza. Desde su aparición es notoria su figura flaca y huesuda, parece hecho de lodo, su piel es tierra mojada untada en su carne.

    Sataya del municipio de Navolato, Sinaloa, recibe al que en el futuro será el despistado predicador que sembrará la Palabra de su Dios, sin que el siseo lo mate y sin que el rechazo constante lo derrote, en un medio hostil que lo perseguirá todos los días de su vida.

    Brota de las entrañas de su madre sin haber sido deseado, de repente fue depositada su vida por Dios en el vientre destinado de Dolores Chalvarín en una noche de pasión con el soldado.

    Corre presuroso el año de 1942, ya las lluvias han mojado la tierra de Sataya, el quelite se asoma tierno, en tanto la verdolaga va esparciendo sus alas. Los pastos verdes de la temporada son feliz deleite de vacas, burros y caballos, aquella escena de ganado comiendo queda cautiva en las ligeras fotos que toma el cielo con sus relámpagos en el ciclo de aquel año. Sin embargo, doña Dolores Chalvarín no contempla lo que la lluvia trae esta temporada, pues los síntomas la sacuden, se han iniciado sus contracciones de parto. Es a Elías al que le toca venir al mundo.

    La ocasión no es para menos, es la de otro nacimiento en el rancho, murmullos y quejidos brotan del cuarto de Dolores, en tanto afuera una hornilla arde masticando leña. El sinuoso vapor salido de los trapos mojados con agua hervida se estira por el viento al ser tomados con apuro por una mujer que los lleva corriendo hacia adentro. Allá una anciana güera sinaloense de ojos rasgados, rostro silente y sereno, contenta hace los trabajos de parto. Allí está a la luz de dos cachimbas de flama danzante Dolores Chalvarín con sus piernas abiertas pujando y llorando porque está en ese momento brotando de ella misma el fruto que Dios puso en su vientre aquel año.

    ¡Un hermoso alumbramiento!

    Cruje la vida y aparece el primer llanto en la garganta del nostálgico llorón de Sataya, en el mismo momento en que nace, la luz de la luna y las estrellas bajan y se incrustan por los huecos del petate ahumado que servía de techo, compartiendo con la luz artificial del hombre el placer de iluminar el nuevo nacimiento.

    -¡Ha sido varón!, ¡ha sido varón! -fue el comentario de la partera quien salió a dar la noticia.

    En el catre viejo yace agotada la esposa del soldado, a su lado el fruto de sus entrañas, moreno y orejón, con piel arrugada y rostro chupado, con ojos cerrados y

    ¿Disfrutas la vista previa?
    Página 1 de 1