El Rugido De Los Dioses: Segundo Libro De La Saga Ciudad Madre, Cuna De La Civilización En América
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María Martha Calvo
María Martha Calvo nació en Perú, en 1943. Desde niña recorrió el país al lado de su padre, abogado de profesión, alimentando su fértil imaginación. La riqueza de sus vivencias fueron narradas en interminables cartas, de mínimos detalles. Estas misivas, unidas a su devoción por la lectura, fueron el comienzo de su afición por la narrativa, que posteriormente fue evolucionando a cuentos, relatos y novelas. Siempre ha estado al lado del Perú pese a que vive hace más de veinticinco años en Vancouver, Canadá. Otros libros de la autora: Ciudad Madre, El Parque de los Sueños, Abismos y El Regalo.
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El Rugido De Los Dioses - María Martha Calvo
Copyright © 2018 by María Martha Calvo.
Library of Congress Control Number: 2018911304
ISBN: Hardcover 978-1-9845-5475-8
Softcover 978-1-9845-5474-1
eBook 978-1-9845-5473-4
All rights reserved. No part of this book may be reproduced or transmitted in any form or by any means, electronic or mechanical, including photocopying, recording, or by any information storage and retrieval system, without permission in writing from the copyright owner.
This is a work of fiction. Names, characters, places and incidents either are the product of the author’s imagination or are used fictitiously, and any resemblance to any actual persons, living or dead, events, or locales is entirely coincidental.
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Certain stock imagery © Getty Images.
Rev. date: 09/20/2018
Xlibris
1-888-795-4274
www.Xlibris.com
785592
CONTENTS
Chavín
Prólogo
El Relato De Kusi
El Éxodo
La Madurez
Ninan Iskay
El Relato De Kusi
Tiempo De Tomar Decisiones
Alternativa
La Solución Perfecta
El Relato De Kusi
Chavín
Camino Al Templo
Inefable Hakan
En Busca Del Nuevo Hogar
El Lugar Ideal
El Relato De Kusi
Empieza La Construcción
La Despedida
El Rugido De Los Dioses Segunda Parte
El Relato De Kusi
Postrero Homenaje
La Soledad
El Relato De Kusi
La Feria
Visita De Kitóniro
El Caminante
El Relato De Kusi
Llega Qhari
Un Nuevo Amanecer
El Centro De Retribución
El Relato De Kusi
Volver A Empezar
La Nueva Vida
La Pregunta
Qhari Vuelve
El Rugido De Los Dioses Tercera Parte
Los Recuerdos De Wamán
Providencial Visita
El Traslado
Primer Viaje A Chavín
Nuestra Boda
La Nueva Empresa
La Historia Se Repite
CHAVÍN
Níveas cumbres preguntaron
Y montes umbríos confesaron:
Noche, día, vida, muerte,
Lado a lado convivieron
Y se abrieron las aguas,
Y rugieron los dioses.
Hallaron en las piedras,
Figuras de quimeras,
Jaguares con alas de cóndor,
E imágenes de serpientes
Y se abrieron las aguas,
Y rugieron los dioses.
Al conjuro de lo abstracto
Soñaron lo imposible
Luz, tinieblas, blanco, negro,
Y mágicos picaflores dorados,
Y se abrieron las aguas,
Y rugieron los dioses.
Maria Martha Calvo
De todas las culturas antiguas que admiro
Es la de Chavín la que más me asombra.
De hecho, en ella están inspiradas muchas de mis obras.
Pablo Picasso.
PRÓLOGO
El rugido de
Los dioses
María Martha Calvo
— Wamán, quiero pedirte un favor.
— Dime, kisma.¹
— En mis casi cincuenta años, he experimentado en carne propia casi todo lo que le puede acontecer a un ser humano. He conocido lo que es el amor y también el odio; la felicidad y la desgracia; la abundancia y la miseria, la enfermedad y la salud; la seguridad y el miedo; la vida y la muerte… He tenido un marido al que quise mucho, tres hijos y tres nietos. No es un secreto que con cada día que pasa, mi vejez está más cerca. Mi amado Wayra, ya no está con nosotros y de la dolorosa experiencia que significó dejar atrás nuestro lugar de nacimiento, nuestras identidades, nuestros trabajos, nuestros ancestros, todo lo que forma parte de la historia de una familia solo quedamos tres testigos: tus padres y yo. Asiri y tú eran muy jóvenes para recordar detalles, pero fue un largo período de terribles sucesos que ustedes no van a poder relatar a mis nietos porque los conocen solo a medias. Ellos y su descendencia, cuando nosotros nos hayamos ido, desconocerán su pasado y no me parece justo dejarlos en la ignorancia de unos orígenes de los que deben sentirse muy orgullosos.
— Tienes toda la razón, Kusi, ¿Qué quieres que haga?
—Quiero que, cuando tengas tiempo, hagas uso de tus khipus y empieces a tomar nota de lo que te voy a ir relatando. Así quedará un testimonio que será mi legado para ellos.
—Tu idea me parece excelente, kisma, de esa manera no solo los nietos sino también nosotros, los hijos, conoceremos nuestro pasado y podremos llenar muchos vacios actualmente presentes en nuestra memoria. Como dijiste anteriormente, Asiri y yo estábamos a punto de entrar en la adolescencia y, en esa etapa de la vida, los recuerdos se desvanecen muy pronto. Conforme pasa el tiempo y se presentan nuevas vivencias se va dejando atrás lo ocurrido en la niñez.
Todavía no se ha iniciado la temporada de negocios, pero pronto vendrán días en que no dispondré de un solo minuto. Por el momento, afortunadamente, estoy desocupado; acabo de terminar con los registros de la temporada pasada y podemos comenzar cuando tú quieras. Cuanto antes, mejor.
— Entonces, tan luego pongamos a los niños a dormir la siesta, te espero en el patio, donde la temperatura está muy agradable. Ya se siente la primavera en el aire.
— Ahí nos vemos dentro de unos momentos.
EL RELATO DE KUSI
Primera Sesión
Wamán
K usi, ¿persistes en tu idea de empezar enseguida o has cambiado de parecer? yo comprenderé si prefieres postergar tu narración para dentro de unos meses, cuando estés más sosegada. No hablo por experiencia, porque todavía no me he topado personalmente con la desgracia del modo que lo has hecho tu, pero he oído decir que, con el tiempo, nuestra mente crea una versión modificada de los hechos, de acuerdo a como desearíamos que hubieran sido en realidad, para defendernos de la congoja que nos produce saber que el pasado no vuelve y, la aflicción que antes hacía tanto daño, se torna más soportable y, a veces, hasta placentera al empezar a evocar momentos felices, pero tus heridas aún están muy recientes.
Kusi
No he cambiado de idea, Wamán, mi deseo es empezar cuanto antes. He estado pensando mucho y trayendo a la memoria hechos que creía olvidados así que, si estás dispuesto, ahora mismo comenzamos.
Wamán
Te escucho.
—"Solo tenía tres años de edad cuando mis padres, Illayuq y Quyllur, un día como tantas veces antes, me dejaron encargada a una vecina, se despidieron de mí y fueron a trepar los cerros en busca de frutos, raíces y caracoles. Nunca imaginé que no los volvería a ver, no lo podía saber, a esa edad todavía no se conoce la horrible cara de la muerte…
—Como te decía, mis padres accidentalmente cayeron al fondo de un abismo donde los dos encontraron su fin, pero eso no lo supe hasta mucho tiempo más tarde. Me tocó vivir una época muy cruel, me sentía burlada y traicionada. Por un lado, me invadía la tristeza de no verlos más, los extrañaba enormemente, y por el otro, abrigaba contra ellos un rencor profundo porque no alcanzaba a comprender como habían podido dejarme sola, sabiendo que no tenía a nadie más en el mundo. Llegué a creer que no me querían y por eso me habían abandonado. Ahora sé que los vecinos no me la contaron para ahorrarme una pena más grande pero, quizás hubiera sido mejor saber la verdad, en vez de acumular tanta amargura en mi corazón.
— Las vecinas, amigas de mi mama, se turnaban para tenerme en sus casas unos días cada una, pero no volví a saber lo que era vivir en mi propio hogar hasta que Talla, la madre de Hawka, se enteró de mi desamparo y me llevó a vivir con ellos. Ignoro cómo lo supo solo sé que fui muy afortunada porque mi nueva familia me dio todo el amor que necesitaba para poder desarrollar una existencia normal, al crecer entre sus hijas como una más de ellas. Fueron muy buenos conmigo.
El nombre de la familia era K’anchay y su alcurnia muy superior a la mía —de hecho yo no tenía ninguna— por lo que no podían darme su apellido pero, ya que yo desconocía el de mis padres, te he dicho que era muy pequeña cuando murieron, me proporcionaron uno y, desde ese momento, pasé a llamarme Kusi Wuakcha.²
Mi recién adquirida familia era atípica. En un principio, Hawka fue la única hija, fruto del matrimonio tardío de Talla y Sayri, pero al perecer el hermano de Talla y su mujer, ahogados en una crecida del rio, dejaron en la orfandad a dos bebés: Rimaq, de año y medio y Llasha de pocos meses de nacida. Sin dudarlo, sus tíos las acogieron y criaron junto con su hija, no estableciendo nunca diferencia entre las tres niñas. Hawka, Rimaq y Llasha crecían como tres hermanas hasta que llegué yo y me convertí en la cuarta. Talla se convirtió en mi madre y Sayri en mi padre, Hawka, Rimaq y Llasha en mis hermanas y nunca me sentí diferente, a pesar de su alta ascendencia y mi baja procedencia. Me quisieron y los quise y de no ser porque Talla se empeñó en mantener viva la memoria de mis padres de sangre, los hubiera olvidado casi enseguida, ya te dije que era muy pequeña.
La nuestra fue una infancia normal y feliz. Jugábamos y reíamos, nos peleábamos y amistábamos, como los niños de cualquier familia.
A unas antes y a otras después, a las cuatro nos llegó el momento de casarnos. La estirpe de Hakan y Willka era tan alta como la de los K’anchay y las costumbres, sobre todo entre las familias de los kurakas, cuando iban a dedicar sus hijos al culto, establecían que los matrimonios se celebraran siendo los contrayentes aun niños. Por lo tanto Rimaq y Hakan a los cinco y siete años, fueron los primeros en ser unidos en matrimonio. Hasta el día de hoy recuerdo la tremenda impresión que me causó la deslumbrante ceremonia llevada a cabo con toda la pompa que se usa para las bodas entre los adultos pero que, con todo su aparato, se veía increíblemente falseada. Estoy convencida de que los mismos participantes creían que se trataba de un juego. Por supuesto, al término de la celebración, los flamantes esposos retornaron cada uno a su casa, lo que debe haber reforzado esa impresión. Algo similar ocurrió con Usuy y Hawka: siendo sus padres parientes, concertaron la alianza desde la cuna, como correspondía a la nobleza. Usuy fue iniciado en el estudio de los astros para ejercer con el tiempo el trabajo de los augures y cuando Hawka cumplió trece años y él quince, el kuraka los casó en una ceremonia especial.
Willka, Wayra y yo carecíamos de abolengo, aunque Lasha si lo tenía, por lo tanto al final fuimos los privilegiados que nos casamos con quien quisimos y cuando quisimos. No obstante, a pesar de lo unidas que estábamos y lo mucho que nos queríamos, mis hermanas y yo fuimos obligadas a separarnos por el mismo motivo: ellas se fueron a vivir al centro de la ciudad, muy cerca de la Gran Pirámide, donde les correspondía por su mayor categoría y los cargos de sus maridos, mientras que a mí, como esposa de un simple comerciante, me correspondió vivir en el área más alejada. Sin embargo, nunca tuve motivos de queja. En esa zona encontré excelentes amistades: Yuria, Michiq, Shulla y Nuna, mis vecinas más cercanas pasaron a cubrir el vacío dejado por mis hermanas y fueron tan buenas conmigo como ellas. Nuestros esposos Wayra, Chusku, Usqo, Puriq y Llacsa, también eran amigos entrañables y compañeros de trabajo. Como ellos constantemente estaban de viaje, las mujeres, formamos una asociación para ayudarnos unas a otras. Este apoyo mutuo funcionó muy bien para todas, sobre todo cuando los cambios en el clima empezaron a golpearnos fuerte, pero eso vino después, seguiré con mi relato tratando de que sea lo más ordenado posible para que luego no tengas problemas al descifrar tus Khipus.
Como correspondía a su ocupación principal de comerciante, los jerarcas nos asignaron a Wayra y a mí, un terreno en la periferia de la ciudad. Contaba con una pequeña parcela adjunta, la cual habilitamos entre los dos y cuidamos esmeradamente. La chacrita nos producía zapallo, frijol, tomates, maíz, papa, camote y ají y de ella provenía la mayor parte de nuestro sustento. La ubicación del terreno, cerca al rio, era ideal: estaba rodeado por árboles frutales y un gran árbol de tutumo presidía una esquina. Justo ahí, a su sombra, Wayra construyó nuestro primer hogar donde, debido a su ingenio y arduo trabajo, no faltaba nada, pues nuestro árbol además de proveer a Wayra, con los materiales necesarios para fabricar tazones, ollas, botellas y toda clase de vasijas aprovechando las diferentes formas de sus frutos, nos aliviaba del calor con su sombra. Fuimos muy felices en nuestra primera casita.
Como sabes, Wayra era también un músico notable y fabricante de finos instrumentos que elaboraba con huesos de cóndor, llama, venado o pelícano para conseguir diferentes tonalidades. Los conseguía en trueque en Áspero, donde acudía regularmente junto con tu yaya y otros amigos, casi todos finados ahora, para llevar a cabo su comercio. No pasó mucho tiempo antes de que los dirigentes lo nombraran director del grupo musical selecto que amenizaba las fiestas religiosas en Caral. Muchas veces los dirigentes trataron de hacernos mudar más cerca del centro, pero entre mi negativa a dejar la casita que tanto quería y la mayor facilidad que le ofrecía a Wayra vivir en la periferia para salir en sus viajes de negocios, fuimos aplazando la mudanza y vivimos en nuestro rincón del paraíso por unos cinco años.
Al cumplir nuestro segundo año de casados, para completar nuestra felicidad llegó Asiri. Su carácter fue alegre desde que nació, tenía unos ojos vivarachos que parecían querer abarcarlo todo con una sola mirada; era saludable, ni un solo día estuvo enferma. Cuando llegó la hora de destetarla, empezó