HUASH AN LA MONTAÑA DE LOS MÉDIUMS
Existe una antigua leyenda oriental que atribuye a Pangu la creación del mundo. Este ser primordial nació de un huevo cósmico y adquirió una apariencia de gigante. Tras una larga y fatigosa existencia de miles de años terminó con el caos que dominaba el universo. Separó el cielo y la tierra; dividió con su hacha los principios contrapuestos del yin y el yan y, finalmente, se acostó agotado por tan descomunal trabajo. Aquel descanso le llevó a dormirse, pero el sueño reparador concluyó en una plácida muerte. No obstante, el mito dice que ese último suspiro y el colapso posterior de su cuerpo desencadenaron un nuevo proceso creador. Del ojo derecho nació la luna; del izquierdo el sol; de su aliento surgieron el viento y las nubes; la voz dio vida al trueno, mientras que los cabellos se metamorfosearon en constelaciones astronómicas. El resto de su organismo sirvió de materia prima para dar forma concreta a nuestro planeta. Las extremidades establecieron los cuatro límites de la Tierra; la piel el suelo; los huesos y dientes los minerales; el pecho las montañas; las venas y arterias los ríos; el sudor la lluvia y los parásitos cutáneos alumbraron a las diferentes razas de seres humanos.
Otra versión popular de la muerte de Pangu operó como mito fundacional de China por haber sido esa zona geográfica donde el legendario gigante decidió tumbarse. Pues bien, del cadáver de Pangu nacieron las cinco grandes montañas sagradas veneradas por los chinos. El monte Bei-Heng salió de su brazo izquierdo, Nan-Heng del derecho, Song del vientre, Tai de la cabeza y Hua de sus pies. Las cinco montañas o «shan» albergan
Estás leyendo una previsualización, suscríbete para leer más.
Comienza tus 30 días gratuitos