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Libertad Cabrera
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Libro electrónico71 páginas1 hora

Libertad Cabrera

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Toda una vida desgranada en un secuencia de cuentos, algunos breves otros sorprendentes. Por qué no pensar que la vida de todos es solo un cuento que nos vamos contando en relatos cotidianos, algunos de ellos, mera justificación de nuestros errores. LIBERTAD CABRERA es la historia de una mujer que decide hacerse cargo de su vida , luego de constatar que estaba viviendo una mentira. Se trata de una secuencia vivencial que podría ser la vida de cualquier mujer que un día decide hacer un borrón y cuenta nueva y se atreve a rebelarse, a pensar con cabeza propia, a conocerse y simultáneamente y sin pudor ni miedo, se lanza a explorar el mundo y sus misterios, sus mentiras, sus prohibiciones. Es el itinerario transformador de una mujer que esta dispuesta a pagar el precio de su libertad y con esa decisión, se atreve a tomar las riendas de su vida en sus manos, llevando su vida hasta el límite de lo permitido para descubrir con alegría que la vida comienza, en el límite de lo prohibido.

IdiomaEspañol
EditorialChamalú
Fecha de lanzamiento24 jun 2019
ISBN9780463469392
Libertad Cabrera

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    Libertad Cabrera - Chamalú

    LIBERTAD

    CABRERA

    Luis Espinoza

    (CHAMALÚ)

    ISBN:

    Primera parte

    EL BESO

    En otoño, ocurrió un viernes, la clase práctica de ecología los llevó a un parque natural; estudiaron la fragilidad del ecosistema bajo aquel frondoso árbol. Él la miró durante toda la clase, igual que todo ese mes; intentó hablarle, nunca le dio la oportunidad, su amiga tenía prisa. Apareció sola, caminando hacia la salida. Rosario no tenía prisa, regresaba a casa sin apuro. Sintió pasos a su lado, vio su perfil de reojo, apuró el paso. Era inútil.

    - ¿Qué quieres? -reaccionó con enfado aparente, pues en el fondo, le gustaba su presencia-.

    - ¿Puedo acompañarte? -preguntó, con visible rubor.

    - No necesito compañía, conozco el camino perfectamente -mintió-. Él se dio cuenta.

    Un árbol, unos pajarillos cantando, una mano fuerte y temblorosa, unos labios descubriendo los míos, mariposas volando dentro del cuerpo..., no recuerdo más. ¡Mamá!, ¿me entiendes?, ¡no recuerdo más! -gritó Rosario.

    - ¿Estaré embarazada? -pensó esa noche-. A la mañana siguiente, llamó, muy temprano, a su amiga.

    - Tranquila Rosario -respondió ella- es imposible embarazarse con un beso.

    LA RECÁMARA

    Ocurrió en las vacaciones del primer año. Mi padre aún vivía en casa. Para no bailar en la fiesta de invierno (era muy tímida entonces), volví a casa temprano. Esa noche ingresé sin anunciarme, mis padres estaban en su habitación. Me recosté en silencio sobre mi cama, no tenía sueño. Resolví soñar despierta. Mis sueños, me llevaban a todas partes; nada más estar sola, comenzaba a soñar. Todo comenzó con un grito de mi madre y luego un gemido y otro. Mi padre comenzó a hablar, decía cosas que no entendía, su tono revelaba cansancio creciente. Noté que no estaban hablando. ¿Qué harán entonces? -pensé-. Quise salir y llamar a su puerta, no pude precisar qué pasaba; de pronto, un grito de mi padre, me alarmó en extremo. Retornó el silencio. No sé si fue breve o extenso. Mi confusión era amplia. Mi padre era fuerte e impulsivo, vestía impecablemente, gustaba del buen vino, era enérgico, casi severo, su bigote bien cuidado delataba su carácter.

    Casi nunca tenía tiempo para mí, excepto cuando yo cometía algún error; entonces me sentaba en la silla especial y me hablaba amenazador. Alguna vez, mi mejilla comprobó la dureza de sus manos. Quería amarle como a un padre. Sólo salía temor de mí.

    Me acosté confundida. ¿Será que los adultos discuten así? La noche era profunda, como la pesadilla que luego viví.

    Al día siguiente, quise aclarar mi confusión.

    - Mamá -pregunté durante el desayuno, luego que mi padre saliera al trabajo-, anoche vine temprano y escuché sonidos extraños en la habitación de ustedes, que... Sentí la bofetada de siempre, lacerando mi rostro.

    - ¡Maleducada! -gritó mi madre-. ¡Es una falta de respeto andar escuchando a escondidas lo que hacen los demás!

    - Mamá, yo lo escuché todo desde mi habitación -respondí llorando.

    - ¡Mala hija! -continuó gritando repetidas veces-, ¡debería avergonzarte preguntar esas cosas! Ayer tu padre y yo tuvimos una discusión, desordenamos la habitación y cuando tu llegaste, la estábamos ordenando, ¡nada más!, ¿comprendes?, ¡nada más!; ¿acaso no sabes que odio a tu padre?

    Me sentí intrusa, humillada. Vi cómo mi curiosidad se convertía en miedo. Desde esa noche, el silencio en casa perforaba mis oídos, mientras mi cabeza se quedaba pensando lo que no pude entender.

    EL PROBLEMA FUE EN CASA

    Era invierno. La noche venía con prisa. El retorno a casa era un itinerario peatonal vespertino. Un viento frío acompañaba los atardeceres, generalmente nublados.

    Ese día, mi amiga tenía cita con el médico. Regresaba sola, había pocos transeúntes. Pensaba en la próxima vacación invernal, tenía ganas de viajar con mi amiga. Las montañas cubiertas de nieve, ejercían en mí una fascinación especial.

    De pronto, al pasar por un portal, una mano sale de la penumbra y agarra mi brazo con fuerza. Casi al mismo tiempo, siento que otra mano cubre mi boca, impidiéndome incluso respirar. Sin comprender lo qué pasaba, alcanzo a ver un hombre corpulento, casi mayor. Me tira del brazo con fuerza, colocando mi cuerpo tembloroso, contra el portal. Intenta abrir. Estaba cerrado. No se da por vencido.

    - No se te ocurra gritar, porque te mato -balbuceó tartamudeando-. Voy a dejarte libre la boca y caminarás a mi lado, como si fuéramos amigos. Si te portas bien, no te pasará nada malo.

    Volvimos a la calle, estaba desierta. Apareció un auto. Todo parecía normal. Siguió su camino. Me empujó al siguiente portal. Intentó abrir. También estaba cerrado.

    - ¡Maldición! -gruñó-. ¿Dónde habrá un portal abierto?

    Reponiéndome de mi temor, comencé a hablar.

    - ¿Adónde me lleva, señor? -pregunté mirándole por primera vez a los ojos.

    Bajó la mirada. Volvimos a la calle. Su mano, comenzó a reducir la intensidad con que aprisionaba mi brazo.

    - ¿Qué quiere hacer? -volví a preguntar-. Ya estamos llegando a mi casa.

    Aquel dato generó en él confusión. Apareció otro auto en la calle. Aproveché la circunstancia para soltarme del brazo y correr. No sé si me seguía, sentía sus pasos, su brazo atrapándome,

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