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Historia De Un Soldado
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Libro electrónico239 páginas3 horas

Historia De Un Soldado

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Germn Becerra Santamara, les relata est novela con un mnimo de ficcin; para hacer ms interesante el cuento. Es una aventura de accin de un soldado de la vida, o del ejrcito, una historia verdadera, de un soldado cualquiera. Esto sucede en los aos sesenta. Todos los jvenes tienen su propia vida, su propia historia, pero no se puede relatar todas. Nos vamos a fijar en la historia del soldado Bermejo Abelardo. Esto no es una obra de literatura, sino una historia verdadera hecha ficcin. Que fue madurando, por muchos aos en la imaginacin del autor, hasta que floreci en un cuento-novela. Y por fin tuvo la disciplina de sentarse a escribirla, para compartir con ustedes, una parte de sus vivencias, y experiencias de juventud; para el agrado de los lectores. Los invito a que lean est historia y espero que la disfruten.

IdiomaEspañol
EditorialiUniverse
Fecha de lanzamiento8 jul 2016
ISBN9781491796665
Historia De Un Soldado

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    Historia De Un Soldado - German Becerra Santamaria

    Copyright © 2016 Germán Becerra Santamaría.

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    ISBN: 978-1-4917-9667-2 (tapa blanda)

    ISBN: 978-1-4917-9666-5 (libro electrónico)

    Fecha de revisión de iUniverse: 07/06/2016

    Other title by the same author:

    Germán Becerra Santamaría

    Rescate en el Salvador

    Diseñador de la Cubierta: Juan Carlos Rodríguez

    Prologo

    Está en la historia de un joven, desentonado fuera de tiempo que, se inscribe para ir al servicio militar obligatorio; del ejército nacional de Colombia. La mayoría de las actividades, son verídicas, los personajes son auténticos, y las historias son verdaderas. Nuevamente la imaginación del autor Germán Becerra Santamaría, les relata está novela con un mínimo de ficción; para hacer más interesante el cuento. Los soldados, la disciplina, la selva, los hechos, y todas las aventuras, son reales, los nombres de los personajes fueron cambiados. La historia de un Soldado puede ser la historia de cualquiera. Un soldado de la vida, o del ejército. Esto sucede en los años 60’s. Todos los jóvenes tienen su propia vida, su propia historia, pero no se puede relatar todas. Nos vamos a fijar en la historia del soldado Bermejo Abelardo. Primer soldado de la cuarta escuadra del primer pelotón de la compañía ‘B’. Segundo contingente del 68 del batallón de infantería #2 Sucre, por ejemplo.

    Los jóvenes de los últimos años de 1960, cuando sucedían tantas cosas alrededor del mundo, incluyendo la revolución de la Habana, Cuba. La subida de Fidel Castro al poder; y el amigo muy admirado entonces, el tal Che Guevara. Para todos los estudiantes y jóvenes en aquel tiempo, este guerrillero era un ídolo. La juventud de esos años, se había convertido en hippies rebeldes. Por la misma razón, era que muchos padres, decidían que sería mejor, que fueran a prestar servicio a la patria, en lugar que se convirtieran en hippies, comunistas, rebeldes.

    Esto no es una obra de literatura, sino una historia verdadera hecha ficción. Que fue madurando, por muchos años en la imaginación del autor, hasta que floreció en un cuento-novela. Y por fin tuvo la disciplina de sentarse a escribirla, para compartir con ustedes, una parte de sus vivencias, y experiencias de juventud; para el agrado de los lectores.

    Les dedico está historia a mis amigos y compañeros de la milicia, dónde quiera que estén. Espero que la disfruten y la compartan con los que les gusta, la lectura.

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    Un autobús viajaba por las carreteras adornadas de fincas y cultivos verdes. El ruido del motor anunciaba que no paraba, a recoger más pasajeros. Porque ya iba lleno. Al principio todo era silencioso dentro del bus, los pasajeros se veían serios y angustiados; porque se dirigían a un destino incierto. Después de un rato continuó el recorrido de la ciudad de Tunja, por una carretera más angosta y solitaria. Con destino final a pocas horas. El vehículo iba lleno de viajeros jóvenes. Desfilaba solitariamente por una carretera destapada. Al estar viajando juntos por tanto tiempo y sabiendo que ya eran los últimos kilómetros que le faltaban por llegar a su destino final. Los jóvenes de apenas 18 y 19 años; se sintieron los dueños del mundo. Y empezó la algarabía, los gritos impacientes, por querer saber más de que es lo que les espera. Gritaban hacían bromas. Chiflaban a las mujeres que pasaban por ahí. El encargado de transportar estos reclutas, no decía, ni hacía nada; simplemente los dejaba sacar toda su vitalidad que tenían, porque al llegar al destino final todo cambiaría. Así fue, cada kilómetro menos, menos era el bulla, se iba apaciguando, y cada vez más tranquilos. Poco a poco aceptaban sus destinos porque sabían muy bien para donde iban y presentían que les esperaba allí. Pero aun así, ni dejaban de estar asustados, o preocupados de su destino final.

    Hasta que apareció un camión de soldados armados, y todos empezaron a hacer mucha bulla jerga y alboroto en forma de saludo a los soldados. Fue hasta que el camión de los soldados se dio vuelta y se puso atrás, para seguir el bus. Los muchachos se asustaron, pensando que se habían enojado por los gritos, pero no fue así; ellos estaban ahí para escoltar lo que faltaba de la jornada. Al darse cuenta de lo que sucedía alguien grito diciendo nos vienen a escoltar, para que no se escape nadie maricas. Estos jóvenes eran los próximos soldados que harían la patria. Los próximos reclutas que van hacia un lugar desconocido. Como cuando el ganado va hacia el matadero. Por eso, al final de la jornada de casi 4 horas de donde venían se les iba apagando, la gritería. Ahora pensaban en lo poderosos que podían ser al recibir sus fusiles e ir a combate a la selva. La imaginación era amplia todos se creían los verracos antes de que llegaran al batallón donde empezaría su entrenamiento todos pensaban que, de inmediato les enseñarían a disparar el fusil.

    Venían jóvenes de todas partes de una pequeña ciudad llamada Duitáma era a principios del año 1968 en esos años se acostumbraba a hacerse redadas. Para escoger jóvenes para el servicio militar que era entonces obligatorio. Usualmente se hacían en las salidas de los cines, de los bailaderos, y otros lugares públicos. La mayoría de ellos tenían miedo a ser reclutados a la fuerza y muchos no salían a ninguna parte por miedo a ser detenidos e incorporados a las filas militares. Se escuchaban muchas historias y barbaridades del trato que les daban a los soldados reclutas. Desde el entrenamiento muy duro hasta que, los hacían comer perro por supervivencia que, los azotaban con látigos y no sé que más cosas decían del servicio militar. Pero la realidad era otra. Los muchachos nunca sabían cuando había redadas. Pero cuando había, se llevaban hasta los ciclistas y jóvenes corriendo maratón, los cuales encontraban en la carretera entrenando.

    En ese bus donde viajaban los futuros soldados de la patria. Venía lleno de jóvenes que iban de diferentes partes del departamento. Campesinos que habían dejado sus cosechas a cargo de sus ancianos padres. Los hijos cabezas de familia, dejando sus trabajos, sus sueños, sus vidas, aunque, hasta ahora era muy poca, por ser jóvenes de apenas 17 a 18 años. Cada uno de ellos tenía una historia, una vida con muchas desdichas. No podríamos contarles la historia de todos, pero si la del joven Abelardo Bermejo. Su nombre cambiaría muy pronto por: soldado Bermejo Abelardo. Primer soldado de la cuarta escuadra del primer pelotón de la compañía ‘B’. Segundo contingente del 68 del batallón de infantería #2 Sucre.

    Abelardo Bermejo un joven de apenas 18 años entonces. No fue agrupado como todos los demás. Este muchacho solitario desempleado, con poco estudio, sin ningún futuro; descendiente de una familia de 8, siendo el quinto de la familia. Decidió acercarse a la puerta de la alcaldía donde en ese momento tenían recluido a los jóvenes que habían agarrado recientemente. Al principio del año 1968 después de las recogidas, era el día del examen médico, antes de llevarlos al batallón determinado. Dónde algunos, los soltaban por alguna falla médica. Los que no pretendían ir a ese tal servicio militar por ser hijos de papi y mami; en este tiempo los padres por proteger a sus críos, le pedían como favor al médico a cargo de los exámenes, dictaminar alguna enfermedad o falla de salud. Por esa razón no podía ir al cuartel. Como muchos decían ‘le untaban la mano’ al médico. Así es como se hacen las cosas en muchos países hispanos. Cuando algún pudiente quiere algo a su favor, pide asistencia a colegas o amigos empleados públicos, para que la balanza se incline a su favor. Esto realmente se llama ‘tráfico de influencias y soborno’. De esta manera defiende a su hijito de no ir al cuartel. Porque creían que el cuartel únicamente es para muchachos de la calle. Pobres o desempleados, jóvenes desechables que van a pelear en la selva por defender al patrimonio de los pudientes. Casi no hace sentido esto, pero así es. Abelardo entonces pregunto al guardia que estaba en la puerta:

    – ¿Qué es lo que pasa allí adentro?

    – Están reclutando soldados para el ejército. - Contesta el guardia.

    – ¿Y estos para dónde van?

    – Para Chiquinquirá.

    – ¿No es allá donde cuidan las minas de esmeraldas?

    – Correcto - dijo el soldado.

    En ese preciso momento fue cuando Abelardo decidió inscribirse voluntariamente. Él no sabía que sería de su vida, que iba a hacer de sí mismo, no tenía plan ninguno para el futuro; así que decidió entrar a darle otro rumbo a su vida.

    – ¿Para dónde va? - pregunta el soldado.

    – Pa’ al cuartel - El soldado lo ve incrédulo y no sabía qué hacer, nunca se había visto en esa situación, de que alguien lo hiciera voluntariamente. Pero sin embargo se hizo para un lado y lo dejo entrar. Allí adentro dio su nombre y apellido antes de pasar al montón de jóvenes desnudos en pleno patio, esperando que les hagan el examen médico para pasar a las filas militares. Eran muchos los conscriptos, encuerados, asustados, los cuales se llevaban para el cuartel ese día.

    Abelardo a los 14 años ya había estado en una escuela militar, para jóvenes de esa edad. Había sido por corto tiempo pero suficiente para haber aprendido varias cosas de la milicia. Fue enviado allá por su madre porque no sabía qué hacer con él después de que acabo la primaria. Al hermano mayor de Abelardo sí, le dieron escuela secundaria o sea bachillerato. Él no entendía porque había tantas concesiones con Javier el hermano tres años mayor de él. La excusa que daba la madre era que Abelardo no era aplicado para estudiar. Que era muy burro, y no le gustaba la escuela. Pero la única razón para Abelardo, es que, querían más a su hermano. Pero la verdadera razón la supo muchos años más tarde Abelardo. Era que Javier el hermano mayor había nacido sietemesino, y un poco lerdo. O sea que el bruto era él, no Abelardo. Constantemente había una competencia por las cosas que había que comprarle a los dos. Porque Javier, siempre lo quería todo para él. Él, si tenía que ir al colegio y estudiar por qué no aguantaba el trabajo a pico y pala. Abelardo no debía ir al colegio porque, él si podía trabajar, el si era fuerte y aguantaba el trabajo rudo. Por eso se quiso inscribirse en el ejército para retirarse de esa competencia que, muy a menudo perdía frente a su hermano. Él pensó que ya sabía un poco de la milicia. Conocía los grados de los oficiales y sub-oficiales. Como cuadrarse frente a un superior. Como hablar, marchar y formar fila. Lo único que no hacían como los soldados, era cargar fusil ni disparar. Pero la disciplina si era de todos los días la levantada temprano en la mañana, trotar y ejercicios.

    En aquella mañana fría cuando el padre de Abelardo, por orden de la mamá lo llevo al Batallón de Artillería N°1 Tarqui en Sogamoso. Ya había averiguado previamente acerca del procedimiento de esa escuela militar. Ya estaba inscrito en el programa. En las afueras de la ciudad de Sogamoso una ciudad cerca de su natal Duitáma. Ahí al pie de un cerro se extendía el batallón protegido por una cerca de alambre en todo el perímetro con varias garitas de guardia alrededor del cuartel, y cada garita permanecían las 24 horas custodiada por un soldado cuidando que no saliera ni entrara nadie de tal institución. Varios edificios de un sólo piso, pintado de blanco y los alojamientos de los soldados en un costado se veían bien uniformados, en otro extremo las oficinas del comando, la enfermería y en el centro el campo de reuniones y entrenamiento para soldados. Al entrar al lado derecho de la entrada estaba un teatro donde presentaban películas a veces. Detrás del teatro había un salón de estudiantes.

    La rutina diaria era: levantada era a las 5:30 de la mañana después de tomar un baño con agua fría. Se ponían el uniforme que constaba de una camisa beige con pantalón café, zapatos tenis y nada más, no armas, no emblemas, no escudos, nada. Tender la cama y asear el alojamiento de camas literas. Todo limpio y ordenado antes de salir con ‘el menaje’ (plato jarro y utensilios) a formar para el desayuno, muy bien formados en línea en perfecto silencio y orden hacia el rancho. (Cocina) Después de tomar un jarrado de chocolate aguado con un pan de desayuno. Pasaban a lavar su menaje y guardarlo nuevamente en el dormitorio y a prepararse para formación del día en la plaza de armas. Como todos los soldados, eso se llamaba formar para relación o algo así. Ahí se distribuían las órdenes del día a los soldados y los jóvenes estudiantes. Para estos últimos eran, los ejercicios diarios trotar por un buen rato gritando y cantando, para llevar el ritmo o compás, un, dos, tres, cuatro, ¿quieren trote? Sí… ¿Están cansados…? No… Un, dos, tres, cuatro…Y así repitiendo lo que cantaba el cabo encargado de los muchachos. Después, ir a un salón de clases y estudiar. Clases varias, como cualquier estudiante. Estos muchachos para este batallón, únicamente significaban unos jóvenes vagos de la calle, sin juicio ni beneficio por ende requerían estudio y disciplina fuerte. En realidad no era el caso de varios de ellos incluyendo a Abelardo. Transcurrían los días y la rutina diaria los estudios, la marcha la formación la disciplina el trote, los gritos. Cuando algo no iba bien el encargado del pelotón de jóvenes les ‘sacaban la leche’, (un término militar que quiere decir agotarlo hasta el cansancio) con ejercicios extremos, corriendo y haciendo saltarines. Es una manera de tenerlos en raya bajo el mismo sistema de acondicionar, que usan para amansar caballos, por medio del lazo y látigo. En el caso de los soldados y estudiantes se usa el cansancio físico. Pero también a veces los golpeaban o los pateaban, o usaban castigos fuera de lo común para dominarlos y tenerlos bajo el mando. En ocasiones, nunca faltan los agravios y las peleas entre compañeros. Esto siempre sucede cuando hay un grupo grande, de hombres jóvenes o viejos, ya sea la escuela o la cárcel y también en un batallón. Se hacían discusiones y altercados por cualquier pendejada. Uno de los estudiantes se llamaba Mario Moreno como el cómico mexicano ‘Cantinflas’ así que Bermejo lo llamo Cantinflas, y se enojo el joven. Tanto que se fueron a los puños, recibiendo Bermejo el primer golpe y claro él se defendió y se formo la contienda. El resto de los estudiantes armaron la gritería y fue así como se dio cuenta el OS oficial de servicio. Vengan para acá estudiantes, ¿así que quieren pelear? Los puso a los dos jóvenes frente a frente cada uno con una mano libre y la otra en el cinturón del otro. Dejando una mano libre, primero la mano derecha, cuando el oficial decía ‘uno’ Bermejo golpeaba a Moreno en el cachete izquierdo, y cuando decía ‘dos’ Moreno devolvía el golpe, y así repetidamente: ‘uno’ clap ‘dos’ clap… Varias veces, ya tenían el cachete rojo cada uno. Aunque Bermejo trato de dar el golpe suave, a ver sí Moreno lo regresaba suave, pero no lo hizo. Hasta le decía con la mirada que lo hicieran pasito. Pero el pendejo quería joder al otro y Moreno daba el golpe duro, sin pensar que también lo iba a recibir duro. Porque cuando Bermejo se dio cuenta que no entendía le soltó el golpe con mayor dureza por tener la mano más grande, casi lo noquea. Así fue contando el oficial varias veces hasta que dijo: Cambien de mano en ese momento se miraron y ahí sí, Moreno dio una mirada como pidiendo piedad. Que no diera los golpes tan duros, y Bermejo ya, entrado en calor también lo miro como diciéndole, pendejo ahora resiste cabrón. Y empezó el conteo: ‘uno’ clap, ‘dos’ clap uno, dos, uno, dos. Hasta que se acabo y quedaron con el cachete bien rojo y el teniente ordeno. vayan a dormir ya y ojala se les quite las ganas de seguir peleando y Mario Moreno y Abelardo Bermejo quedaron como amigos. La variedad de los castigos era según el inventario, de castigos de los oficiales. Porque más adelante en otra ocasión que el oficial de servicio era un capitán. Fue diferente, después de varios días de seguir con la rutina diaria de milicia, disciplina, ejercicios, trote y castigos etc.

    Cuando iban a lavar la ropa porque también tenían que lavar su propia ropa y tendido de cama. Hubo un altercado con uno de los compañeros de nombre Barrera. El tal Barrera se burlaba de los golpazos que le había dado Cantinflas a Bermejo. Lo cual no fue cierto porque los golpes fueron por igual con la diferencia que Bermejo pegaba más duro por tener más fuerza más cuerpo y más grande la palma de la mano. Porque el golpe era con la mano abierta. Pero barreara seguía burlándose y jodiendo a Bermejo. Hasta que este le dijo: ya deje de joder a menos que quiera probar los golpes de él. En ese momento se le cuadro Barrera, y empujo a Bermejo. Este sin esperar, le devolvió la ofensa dándole un golpe; pero éste si fue, con el puño cerrado. Lo hizo parar las patas cuando cayó. Pero cuando se puso en pie no hizo nada, sino que siguieron caminando. Bermejo adelante con la mochila al hombro, con la ropa metida entre la funda del tendido. Por alguna razón Bermejo presintió o quiso mirar atrás a ver qué pasaba con Barrera. Cuando voltio a mirar vio que venía con una piedra en la mano, y con el impulso a darle a Bermejo. ‘Pum’ en toda la parte de atrás de la testa, de inmediato salió la sangre, y se mancho toda la ropa, el tendido y funda, con el rojo de la sangre. Bermejo se puso la mano y se dio cuenta que le abrió la piel de la cabeza. Atolondrado Barrera se asusto y soltó la piedra y Bermejo ayudado por sus compañeros, se lo llevaron de inmediato a la enfermería. Lo sentaron en la silla de curaciones y empezaron a limpiarlo. El capitán O.S. se dio cuenta del problema, y obviamente el resto de los compañeros dijeron que había sido una pelea entre Barrera y Bermejo. Ahí mismo, del menú de castigos, el capitán sacó y uso el más formal, el más natural de los castigos, el que usa el padre de familia en casa, el cinturón, el fuete. Se lo quito y a darle pero duro a Barrera, le dio como 5 fuetazos. Bermejo estuvo mirando a través de la ventana de la enfermería y cuando el capitán acabo con Barrera se dirigió hacia el otro estudiante. Entro a la enfermería preguntando por Bermejo, pero cuando Bermejo se dio cuenta rápido se hizo el dormido por el golpe y empezó a gemir de dolor y tocarse la cabeza. El capitán al ver a Bermejo todo untado y manchado de sangre, bajo

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