Johnny Weissmüller
Imposible pensar en el nadador olímpico que se convirtió en estrella del cine interpretando la encarnación más icónica de uno de los personajes más famosos de la novela de aventuras sin que automáticamente acuda a la memoria del aficionado al cine la imagen de su versión de Tarzán de los Monos. Ambos, Weissmüller y Tarzán, fueron precursores de muchas de las características que habían de definir a los superhéroes del cómic y el cine posteriormente. La primera aparición del rey de la selva se produjo en un número de la revista pulp All Story Magazine publicado en octubre de 1912. Su primera adaptación al cine, protagonizada por Elmo Lincoln, se estrenó en 1918. Las primeras historietas de Tarzán en viñetas, dibujadas por el maestro del cómic Harold Foster, comenzaron a publicarse en varios periódicos estadounidenses en enero de 1929.
Reparemos en que todo ello es muy anterior a la creación del primer superhéroe del cómic, Superman, creado por Jerry Siegel y Joe Shuster en 1939. Años antes, en 1932, Johnny Weissmüller ya había debutado como el Tarzán cinematográfico más destacado
Fueron por tanto el Tarzán de Edgar Rice Burroughs y Weissmüller, su más popular encarnación cinematográfica desde 1932 hasta el momento actual, precursores del concepto de superhéroe que hoy conquista la pequeña y la gran pantalla, además de constituirse en una figura central de la cultura popular.
Por lo que se refiere a Weissmüller, su ingenua interpretación del personaje de Burroughs, destinada a conquistar audiencias para todos los públicos y ser apta para la explotación comercial cinematográfica para toda la familia, se alejó notablemente del personaje de las novelas originales.
El Tarzán de Burroughs nunca fue un “niño grande” y el concepto que tenía su padre literario del “noble salvaje” incluía asesinar, si es preciso con garras y dientes, al enemigo, simio, gorila, felino o humano; tender trampas mortales a los nativos de la zona para estrangularlos con una cuerda desde un árbol; ligar en su adolescencia con simias peludas de la misma tribu de grandes simios en la que había sido criado y educado como una de Jonathan Swift, como de hecho había tomado más que prestado el argumento de de Rudyard Kipling como punto de partida de sus historias; someter y liderar tribus guerreras nativas y llegado el caso hacer que se enfrenten a muerte entre ellas; participar en la Segunda Guerra Mundial; descubrir un lugar en el que todavía habitan dinosaurios y otro en el que ha sobrevivido una colonia de la antigua Roma; sestear sobre el lomo de un elefante mientras el resto de los personajes las pasan canutas, y, eso sí, sobre todo: intentar que no secuestren a su compañera humana, Jane, inclinación persistente en todos los antagonistas humanos o simios que se cruzan en su camino.
