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La Princesa Sabrina
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Libro electrónico112 páginas1 hora

La Princesa Sabrina

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Sabrina, una nia princesa vive muy feliz con su padre el Rey Will en el reino de Breterya, hasta que un da todo cambia por la aparicin de Arktai, un hechicero malvado antiguo enemigo de rey cuyas oscuras intenciones son destruir el reino y llenarse de poder.

La princesa junto con sus amigos debe pasar peligros inimaginables para poder revertir el hechizo en el que ha cado su padre.
IdiomaEspañol
EditorialPalibrio
Fecha de lanzamiento21 ago 2015
ISBN9781506507095
La Princesa Sabrina
Autor

W.A. WALLS

W.A. Walls. Nacido en Paraguay en 1976. Doctor en bioquímica por la Universidad Nacional de Asunción, con especialización en hematología clínica laboratorial. Aficionado a la lectura y a la investigación histórica y científica. wawalls@hotmail.com

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    La Princesa Sabrina - W.A. WALLS

    Copyright © 2015 por W.A.WALLS.

    Número de Control de la Biblioteca del Congreso de EE. UU.: 2015912980

    Todos los derechos reservados. Ninguna parte de este libro puede ser reproducida o transmitida de cualquier forma o por cualquier medio, electrónico o mecánico, incluyendo fotocopia, grabación, o por cualquier sistema de almacenamiento y recuperación, sin permiso escrito del propietario del copyright.

    Esta es una obra de ficción. Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia. Todos los personajes, nombres, hechos, organizaciones y diálogos en esta novela son o bien producto de la imaginación del autor o han sido utilizados en esta obra de manera ficticia.

    Información de la imprenta disponible en la última página.

    Fecha de revisión: 12/08/2015

    Palibrio

    1663 Liberty Drive

    Suite 200

    Bloomington, IN 47403

    720017

    A mis Hijos …

    Mi razón de vivir, mis tesoros, y mi fuente de inspiración. Los amo infinitamente…

    El Autor.

    Hace mucho mucho tiempo…..en un Reino lejano, llamado Breterya, en una época de leyendas, hechiceros y criaturas fantásticas, existía un joven rey… el rey Will.

    Que gobernaba una vasta tierra en paz y felicidad, un reino con un próspero poblado en él.

    El rey Will era sabio, noble y el más justo que jamás haya existido. El pueblo lo adoraba y gritaban su nombre cuando el aparecía por la ciudad…

    Él quería mucho a su reino, sin embargo, nada le importaba más que su pequeña hija…la princesa Sabrina de tan solo 9 años, hermosa, alta y delgada, con el cabello castaño lacio y brilloso, que caía cubriendo sus hombros, de piel blanca con suaves mejillas rosadas, unos labios rojos como pétalos de rosas, unos enormes ojos oscuros y profundos.

    Ella era lo que más amaba en el mundo. Sabrina ocupaba toda su vida y siempre que no estuviera ocupado con algunos quehaceres reales salían a jugar al jardín del castillo, o a cabalgar.

    Pero, cuando no estaba con su padre el rey, Sabrina paseaba por todo el castillo y a veces se escabullía por el pueblo hasta el mercado, todo el pueblo la conocía y la adoraba, y en sus recorridos la gente la saludaba y le obsequiaba cosas, lo que más le gustaban eran los duraznos grandes y jugosos que allí le obsequiaban.

    Ella tenía prohibido salir sola del castillo, sin embargo siempre se las ingeniaba para escaparse de su nodriza, una señora de estatura baja algo regordeta que quería mucho a la princesa y se ocupaba completamente de ella tanto de su cuidado como de su educación.

    Sabrina tenía un amiguito, un periquito que la acompañaba todo el tiempo, no se apartaba de ella ni un minuto. Su nombre era Piquito y lucia orgulloso, su plumaje de color verde con un mechón de color azul delicado en la cabeza y el pecho de color rojo intenso.

    A menudo se los veía correr y jugar por el jardín que estaba cubierto de rosas que era el lugar favorito de Sabrina, había rosas rojas, blancas, amarillas y de colores que nunca se habían visto en otros lugares, allí estaba ella siempre bajo la atenta mirada de su nodriza.

    Aun así se las arreglaba para escaparse de ella, aunque a menudo era reprendida por hacerlo por su padre eso no la detenía, era tan traviesa como hermosa. Llena de nobleza y bondad como su padre.

    En uno de esos días que recorría el mercado de pronto la guardia real y su nodriza la encontraron, riendo y corriendo entre la gente perseguida por ellos, se ocultaba entre los puestos ayudada por los pobladores.

    Fue en eso que llego hasta un callejón que nunca antes había visto, de paredes altas y húmedas, tan altas que no dejaba siquiera al sol del mediodía asomarse a él. Cuando se vio acorralada decidió regresar y volver al castillo con su nodriza, ya casi era hora de comer. Y fue entonces allí cuando lo vio por primera vez, posado sobre unos ladrillos que hacían saliencia en la pared.

    Un cuervo de gran tamaño, con las plumas tan negras como la noche más oscura, el primero y tal vez el único que jamás habría visto en toda su vida. Allí estaba él, sobre la única salida a escasos 3 metros del suelo, con esa mirada fría, penetrante y misteriosa, no hacía más que observarla detenidamente, sintió por primera vez un frio en la espalda al ver a ese animal, nunca había sentido algo así. Fue entonces cuando Piquito comenzó a gritar con todas sus fuerzas para defender a su amiga, dispuesto a atacar al intruso si fuera necesario, Sabrina lo detuvo ya que el cuervo quieto y casi inmóvil solo la observaba, con su mirada extraña y brillante cada vez más fija en la niña.

    En ese momento llegaron la nodriza con la guardia, y el cuervo se alejó volando.

    La nodriza abrazo y beso a la niña, apenas si podía sostenerse y respirar del cansancio de tanto correteo.

    Al observarla no pudo evitar ver lo pálida que estaba la niña, y la llevo de vuelta al castillo.

    Durante el regreso, Sabrina aun callada de reojo vio que el cuervo la seguía a lo lejos hasta llegar al Castillo. Piquito también lo había notado, su mirada certera los acosaba.

    Por la noche la nodriza preparo una sopa pensando que tal vez estaría enferma, la arropo y la acostó en su cama. Pero Sabrina solo podía pensar en ese horrible pájaro que esa tarde había visto en el mercado.

    A la mañana siguiente Sabrina ya estaba mejor, pero no volvió a escapar del castillo por unos días y tampoco volvió a ver al cuervo. Sin embargo no podía sacar de su mente esa visión, Piquito tampoco volvió a estar tranquilo desde ese día, observaba y vigilaba atento en todo momento y en todos lados, por si se volviera a aparecer el visitante no deseado.

    Unos días después, llego el cumpleaños de la princesa, cumplía 10 años. El Rey preparo una gran fiesta en los jardines del castillo e invito a todo el pueblo, ella estaba feliz, su Padre le había dicho que le daría obsequio mágico y especial.

    La fiesta fue grande, y de lejos llegaron cientos de presentes, pero ella solo esperaba el obsequio de su padre.

    Acabada la fiesta, y como todas las noches el Rey se acercó a la cama de Sabrina a darle su bendición y un beso, pero esta noche era diferente ya que el rey traía un regalo más consigo, un pequeño paquete rectangular.

    Esperaba ansiosa y curiosa pero no tanto como el pequeño Piquito que observaba desde la cabecera de su cama a ver que había dentro.

    Era un hermoso medallón dorado, semicircular, con hermosos relieves, en cuyo centro poseía un fantástico cristal de varios colores.

    - Es un Cristal arcoíris - dijo el Rey. Sabrina contenta con el regalo abrazo y beso a su padre. el Rey se lo coloco por cuello, ella se dio cuenta que el anillo de su padre poseía un cristal idéntico al de su medallón

    - Es igual al que llevas en tu anillo – le dijo.

    - Así es, Este medallón y este anillo tienen una historia, que algún día te la contare,

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