El Miedo Y Sus Disfraces

Por Deán Charle

Cuando se tiene un libro en las manos, se cree que ha sido fcil el proceso de elaboracin; sobre todo cuando el material no es muy extenso, o cuando no es una obra de investigacin cientfica. Sin embargo, la creacin de una obra literaria no es nada fcil. Para esto hay que pensar, analizar, investigar, producir, borrar y reproducir; para tener un producto de calidad y de impacto.

Cuando hablamos de impacto quisiramos decir transformacin, cambio y renovacin. No todo mundo escribe pensando en afectar al lector; algunos slo piensan en entretener a quien tiene contacto con su obra; sin embargo, en tiempos convulsionados por la violencia, los antivalores, la corrupcin y la maldad, es pertinente detenerse y pensar en nuestra generacin, la de nuestros hijos, nuestros nietos y un poco ms all.

La presente obra es idnea para cumplir los propsitos que hemos mencionado, pues, en ella se encuentran los elementos necesarios para transformar los sentimientos, las acciones y el derrotero de nuestra juventud.

• Idioma: Español
• Editorial: AuthorHouse
• Fecha de lanzamiento: 15 jun 2015
• ISBN: 9781504917339

Deán Charle

Dean Charle es un escritor auto didacta, residente en los Estados Unidos. Nació en la República Dominicana, en un pueblo de la zona Este, llamado San Pedro de Macorís y conocido como la Sultana del Este. Realizó sus estudios en el Colegio Evangélico Miguel Limardo; luego realizó estudios de psicología clínica.

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© 2015 Deán Charle. Todos los derechos reservados.

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Publicada por AuthorHouse 10/13/2015

ISBN: 978-1-5049-1734-6 (tapa blanda)

ISBN: 978-1-5049-1733-9 (libro electrónico)

Numero de la Libreria del Congreso: 2015909365

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Contenido

El cuento del abuelo.

Una familia feliz

Los días de verano (1982)

De hombre a bestia

Una fría noche de invierno (1983)

Como un niño

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Para el verano del año 2000 Tessa Benders había perdido su empleo como maestra de educación elemental; por otro lado, hacía apenas unas semanas que había recibido los papeles del divorcio. Vivir en la capital no era fácil para ella, a pesar de que habían transcurrido ya casi 10 años desde que había dejado su pueblo natal. Tessa nació en un pueblo ubicado al Este de la República Dominicana, llamado San Lucas, el cual fue poblado en el 1822. En sus primeras décadas se le reconoció por ser un pueblo de pescadores, debido a que estaba ubicado en una zona costera. La pesca era la principal fuente de ingresos de sus pobladores. Pero para la década de los 70’s, con el apogeo de la industria azucarera, la pesca pasó a un segundo plano.

Tessa tenía unos 30 años. Ella no era la mujer más hermosa; sin embargo, poseía algo especial, lo cual la hacía bastante atractiva. Tal vez era su contextura atlética o quizás su larga cabellera color marrón, la cual hacía contraste con su piel canela; o más bien esos ojos color marrón, los cuales reflejaban una tristeza profunda mezclada con una fuerza estremecedora. Era tratada por psiquiatras a causa de unos fuertes ataques de pánico y, además, unas alucinaciones que tenía desde pequeña.

Esa mañana le hizo una visita sorpresa a su psiquiatra, a la que visitaba desde hacía ya cinco años. Mientras Tessa reposaba en el sofá, totalmente distraída, su psiquiatra le hablaba.

–¿Qué te ocurrió el martes pasado? Tessa, ¿Me estás escuchando? –Le decía su psiquiatra–. Pero ésta no le prestaba atención ya que su mente estaba divagando entre miles de pensamientos, entre ellos, el tamaño de aquella habitación.

–Parece más pequeña que hace dos semanas atrás, y ¿Por qué las paredes parecen rosa? –se preguntaba ella en sus pensamientos.–Tal vez todo esto estaba sólo en su imaginación. En fin, los detalles en aquella habitación habían atrapado su atención por completo.

–Tessa, ¿Me estás escuchando? –preguntó la psiquiatra.

–No. Lo siento. Estoy un poco distraída –respondió Tessa.

–Cuéntame qué ocurre –inquirió la psiquiatra.

–Es esta habitación –contestó Tessa aturdida.

–¿Qué ocurre con la habitación? –preguntó la psiquiatra en un tono curioso.

–Bueno, está más pequeña que de costumbre y no recuerdo que siempre fuese rosa –respondió Tessa.

–¿Dices que se ha encogido? –preguntó la psiquiatra.

–Sí –contestó Tessa.

–¡Eso es imposible! Tanto el tamaño como el