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Le dicen amor cuando realmente es brujería
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Libro electrónico183 páginas2 horas

Le dicen amor cuando realmente es brujería

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¿Qué se esconde detrás de los amarres?

Inspirada en hechos reales.

Elizabeth Wilvock y Bella Smith dedican su vida a la investigación de casos paranormales desde el momento que una experiencia en común las une de manera irreversible. Juntas descubrirán que no todo es como parece ser y que muchas historias esconden oscuros secretos.

Tras años y años de búsqueda de la Verdad, deciden escribir un libro contando al detalle cada suceso de sus vidas y las de diferentes personas que se cruzan en el camino pidiendo ayuda; para poder demostrarle al mundo que no todas las relaciones personales se crean en nombre del «AMOR».

¿Acaso has sentido alguna vez que estás atrapado en una relación sin poder salir, sin motivo aparente? ¿Alguna vez has visto como alguien cambia drásticamente de comportamiento, transformándose en otra persona? ¿Te has preguntado alguna vezsi te han hecho brujería?

IdiomaEspañol
EditorialCaligrama
Fecha de lanzamiento15 ene 2018
ISBN9788417335199
Le dicen amor cuando realmente es brujería
Autor

Lía Vanesa Cruz Sanz

Escritora y Licenciada en Psicología Clínica, graduada en UBA (Universidad de Buenos Aires, Argentina) título homologado en la UAB, Barcelona (España). Especializada en temas espirituales a raíz de sus experiencias paranormales. Hace más de diez años que Lía Vanesa Cruz Sanz se dedicaa la investigación y al estudio de temas como Reiki, Sanación Cuántica, Animales de Poder y Canalización. Para sus consultas utiliza herramientas como el Tarot, la Numerología Cuántica y la Canalización, entre otras. Autora de los libros: La Tierra una Oportunidad, para qué, Para salir de Ella y Le Dicen Amor, cuando realmente es Brujería y creadora de la Baraja de Numerología.

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    Le dicen amor cuando realmente es brujería - Lía Vanesa Cruz Sanz

    Le-dicen-amor-cuando-realmente-es-brujeriacubiertav32.pdf_1400.jpg

    Esta es una obra de ficción. Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia. Todos los personajes, nombres, hechos, organizaciones y diálogos en esta obra son o bien producto de la imaginación del autor o han sido utilizados de manera ficticia.

    Le dicen amor cuando realmente es brujería

    Primera edición: enero 2018

    ISBN: 9788417321451

    ISBN eBook: 9788417335199

    © del texto:

    Lía Vanesa Cruz Sanz

    Lucía Cruz

    © de esta edición:

    , 2018

    www.caligramaeditorial.com

    info@caligramaeditorial.com

    Impreso en España —Printed in Spain

    Quedan prohibidos, dentro de los límites establecidos en la ley y bajo los apercibimientos legalmente previstos, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, ya sea electrónico o mecánico, el tratamiento informático, el alquiler o cualquier otra forma de cesión de la obra sin la autorización previa y por escrito de los titulares del copyright. Diríjase a info@caligramaeditorial.com si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.

    Capítulo 1

    Elizabeth se incorpora sobre la mesa de vidrio y roble que se encuentra ubicada en medio del comedor. Apoya los codos cuidadosamente, mientras sostiene su rostro entre sus manos. Está a punto de realizar la hazaña más arriesgada de su vida y sabe que podría ser un antes y después; aunque no solo para ella y eso es lo que más le inquieta.

    Resopla, respira hondo y vuelve a resoplar hasta que escucha como la puerta de entrada se abre. Bella Smith? —su amiga y compañera de trabajo— entra al trote manteniendo en alto una bolsa de plástico con pilas nuevas dentro.

    —¡Gracias a Dios está abierto el bazar de enfrente! ¡Todo se encuentra cerrado por la festividad, a excepción de ellos! —le sonríe de oreja a oreja. Preocupada por la expresión de su amiga, se sienta delante de ella y comienza a preparar los artefactos—. Juro que nunca antes me había pasado algo así. Las pilas estaban completamente nuevas, lo juro.

    —Lo sé, no me sorprende —suspira—. No es la primera vez que suceden cosas así. Suele pasar cada vez que se quiere contar la verdad.

    —Bueno, da lo mismo. He comprado unas nuevas así que ahora funcionará la grabadora, sí o sí. —Saca de la bolsa tres paquetes con diez pilas cada uno.

    —¿No te parece un poco excesivo? —se burla con pocos ánimos.

    —Por las dudas. Algo me dice que esto irá para largo.

    Elizabeth se incorpora sobre la silla, enderezando la espalda. Mira detenidamente la máquina plateada delante de ella y la acerca para que el micrófono capte todo, sin inconvenientes. Bella la enciende, deposita sobre la mesa su cuaderno, un bolígrafo y saca también un viejo móvil.

    —Grabaré con varios equipos, además tomaré nota de las cosas más relevantes. Espero no intimidarte. —se ríe para inculcarle ánimos. Una vez preparado todo, se interioriza en su papel de entrevistadora y comienza a preguntar—. Dime tu nombre completo y edad.

    —¿La edad es necesaria? —bromea. Bella la mira sin ánimos de juego, por lo cual carraspea y responde: Elizabeth Wilvock, cuarenta y un años. —espera que Bella escriba y añade: Para los amigos soy Beth.

    —Bien, Beth. —Responde como si no se conocieran de nada. —Dime que quieres contarme.

    —Quiero contar mi verdad. —Inhala una buena bocanada de aire antes de continuar hablando—. Me han pasado cosas que creía inexplicables, pero la explicación es aún más grave que los hechos en sí mismos, no puedo quedarme callada.

    —¿A qué te refieres con hechos inexplicables?

    —Paranormales. Yo no creía en estas cosas; no las negaba, pero simplemente no cuestionaba absolutamente nada de esto.

    —Entiendo. ¿Te parece que empecemos por el principio? —Beth asiente con la cabeza. —¿Desde cuándo comenzaron a pasarte los fenómenos paranormales?

    —Comenzaron durante mi matrimonio. Más específicamente, durante el final del mismo. Todo empezó conmigo, estuve mucho tiempo sintiéndome mal, a nivel anímico. Lloraba muchísimo.

    —¿Debido a qué?

    —No, debido a nada. Lloraba a todas horas, durante días, sin sentido alguno. Me quedaba mirando por la ventana. —Bella podía notar como su amiga se abstraía en sus pensamientos, como si volviera a sentir exactamente lo mismo que sintió aquella vez. —Parecía un poco loca, pero no estaba loca. Él hacía lo que sea para hacerme sentir mejor, pero no podía hacer nada. No había nada que me consolara. Siempre estuvo a mi lado, nunca me abandonó, para nada, pero no me encontraba a gusto.

    —¿Quién es él? ¿Tu marido?

    —Sí, mi marido. Ex-marido, actualmente. Por aquel entonces mi marido, han pasado años, muchos años.

    —¿Puedes darme el nombre de él y la edad que ambos tenían cuando comienza todo esto?

    —Sí. —responde dudosa— Christian Bener, yo lo llamaba Tian. Ambos teníamos 30 años cuando todo comenzó.

    —Bien, puedes seguir el relato.

    —Debido a esto, la relación fue mermando, porque se supone que estábamos bien. Nos habíamos mudado a una casa, poco tiempo atrás; nos encontrábamos felices por eso, debíamos estarlo. Sentía que él no me entendía, claro cómo podría entenderme, si no me entendía ni yo, pero esto me hacía peor. Además él trabajaba todo el día en la empresa, su hermana logró contratarlo. Ella trabajaba allí desde antes. —Respira hondo—.Por todo esto, yo me sentía muy sola. No tenía muchos familiares aquí y los pocos que tenía se encontraban lejos. Pero bueno, yo creía que me sentía mal por eso. Con el tiempo me fui dando cuenta que no es verdad, porque sigo en la misma situación y no me siento así. Estoy súper a gusto. —Vuelve a respirar hondo—.Pero bueno, creía que era ese el motivo, por eso siempre me rondaba en la cabeza irme. Hasta ese entonces, era yo la que me encontraba rara, hasta ese entonces —repite— él estaba normal. —Ingiere un trago de agua y continúa explicando. —La idea de volver a mi país natal seguía rondándome la cabeza, porque no tenía sentido seguir así. Llorando, un día le dije, sentada en la cama: «Me tengo que ir, no sé por qué, pero me tengo que ir. Lo siento» Parecía una novela, pero es la verdad. —ríe con pesar.

    —¿Y él que respondió?

    —Él estaba en la cocina, preparando la cena y se reía. No me entendía, decía «Pero que tontería, si no quieres hacerlo, ¿por qué lo tendrías que hacer?» Él me veía llorando y entendía que no quería hacerlo, pero algo en mí sentía esa «obligación» inconsciente de hacerlo. Era algo más fuerte que yo, no era algo que pudiera controlar. No lo entendía, pero tenía una angustia en el pecho horrible y comencé a tener sueños... Soñaba que estaba con mi marido, pero no era él. Me despertaba con mucha angustia y me decía a mí misma «Qué suerte que fue solo un sueño, que sí estoy con él» Pero no eran sueños comunes, eran como premonitorios. La angustia continuaba cuando me despertaba, incluso notando que seguía con él y estaba todo igual. Era muy real, un sentimiento muy real. Fue todo paulatino, primero empezó conmigo y luego le afectó a él.

    —¿Trabajabas?

    —En mi país me había graduado como psicoterapeuta. Pero al mudarme debía homologar el título y conseguir el documento de identidad para poder ejercer. Inicié los papeles para realizar ambas cosas, pero todo se me trababa. Todo. Sorprendentemente, el tema de los papeles comenzó a moverse, en cuanto nos separamos. Todo se me estancaba, el documento tardó varios años, mientras que a una compañera de la facultad se lo dieron al año de solicitarlo. Además a la hora de homologar, tenía que pedir una aprobación en la universidad, para que me entreguen un listado con las materias que debía rendir libre. El papel nunca llegó, tuvo que ir él a buscarlo y... —suspira—. Eso te lo contaré luego, porque pasaron muchas cosas en medio y no quiero marear las cosas. No tenía el documento, ni podía ejercer porque sin el título homologado no era psicoterapeuta, sería ilegal. Estaba atada de pies y manos. Comprende mi situación, cualquier cosa que quisiera hacer se complicaba.

    —¿Cómo se dio la separación? —Bella anota sin cesar. El bolígrafo raspa contra la hoja con tanta rapidez que en cualquier momento puede echar humo por la fricción. Elizabeth entrelaza los dedos con nerviosismo, bebe más agua, resopla y contesta:

    —Además de todo esto, él estaba todo el tiempo en casa de su hermana, porque vivía cerca. Todo el tiempo metido ahí, no quería estar en casa. Llamativamente, antes no era así, hacíamos todo juntos, no nos separábamos. En el último tiempo, en cambio, no quería estar a solas conmigo. Un viernes lo invité a ir al cine. No era común que fuéramos, porque no teníamos dinero suficiente para salidas, pero realmente me apetecía salir con él. Como novios, nuevamente.

    —¿Qué te respondió?

    —«No puedo, tenemos que ir a la casa de Cecile a comer», de manera seca. Cecile es la hermana. —Aclara y bebe más agua. —En ese momento, comencé a notarlo realmente extraño a él. Nunca era tan tajante, ni tan autoritario. Siempre conmigo era muy comprensivo, existía una buena comunicación. No entendía porque reaccionaba así, la veía siempre, no pasaría nada con cancelar y salir solos. Pero no, que va. «No, no, ya le dije que sí» Ni siquiera me consultaba las cosas, tal vez yo no quería, o tenía otras cosas en mente. Nunca había pasado por alto mis opiniones. Comenzó a quitarme de encima, no me tomaba en cuenta en sus decisiones.

    —¿Tienes idea por qué cambió tan abruptamente?

    —En ese momento, no comprendía nada. Pero recapitulando en la historia, estos cambios de actitud tuvieron lugar luego de un viaje por trabajo que realizó solo, por dos semanas. Él siempre viajaba conmigo, ya que lo hacía por temporadas largas. Pero al mudarnos y establecernos en un sitio, comenzó a viajar solo. Me llamaba todos los días, incluso hablamos bien cuando me avisó que volvía, pero cuando entró por la puerta noté algo raro. No le di importancia porque pensé que se debía al estar sola dos semanas. Anímicamente seguía mal, sé que hacía problema por todo, pero comenzamos a discutir por tonterías. En una de esas tonterías, me suelta «Qué sepas que en esas dos semanas he conocido a alguien» No le creí, pero me quedó dando vueltas en la cabeza. Cuando nos reconciliamos de esa discusión, le pregunté si era verdad y me dijo que no, que era mentira, que no me lo diría así si fuera cierto. Ahora realmente dudo que no haya sido verdad, porque... bueno, después entenderás.

    —¿Cuál fue el detonante de la separación?

    —Fui de visita a la facultad para inspeccionar, todavía no podía estudiar por el famoso papel, pero quería ver cómo era y pasar el rato, para no aburrirme. Estaba bajando las escaleras, súper contenta, cuando de repente me agarró una angustia enorme en el pecho y dije «Ya está, se acabó todo. Se terminó» Era una sensación espantosa, intenté ignorarla pero no podía. Ya me habían pasado cosas antes, cosas que ahora no vienen a cuento, pero fueron premoniciones que se cumplieron. —Bebe más agua. —Al bajar por las escaleras, me suena el móvil. Era él. Ni siquiera me dijo «Hola», empezó «Qué sepas que ya hablé con Cecile y vamos a ir a comer a su casa. Te guste o no te guste» Me quedé en shock, nunca me había hablado así. «Hola, buenas tardes» respondí de manera irónica «¿Qué? ¿Por qué me hablas así?» y él seguía empecinado «Sí, sí, sí, ya quedé que iré tal día por navidades, voy a ir y punto. Si quieres venir vienes, pero yo voy a ir, luego se van de vacaciones y no podemos juntarnos otro día» No comprendí porque me habló por teléfono, porque yo estaba por volver para casa, podría habérmelo dicho directamente. No entendía su actitud. Discutimos un rato más y cuando llegué a casa, imagínate. Me puse firme y le dije que si quería ir que vaya, que yo no iría. En esos momentos, mis familiares —que al mudarnos quedamos más cerca unos de otros— me habían invitado a pasar la fiesta con ellos. Nunca los veíamos, a los otros los veíamos siempre. Era ilógica su actitud. Le dije que iría con mi familia, aunque me importaba muy poco la fiesta, me molestaba su actitud. El detonante es este: le dije que si tantas ganas tenía de estar con ella todo el tiempo, que se vaya a vivir a su casa. Claramente, si supiera todo lo que sé ahora entendería que algo tan alevoso daba a entender que el mal venía por otro lado, pero en aquel entonces creí que el problema venía por parte de ella, de Cecile. Siempre te hacen creer que el problema viene por parte de alguien, para que desconfíes de esa persona, te inculcan las dudas, el recelo o el rencor, gastas tus fuerzas en ello para que no indagues, no averigües más, para que no descubras la verdad. Era todo muy alevoso, porque tenía la palabra Cecile pegada a la lengua todo el día. Si hubiera sido simplemente por ella y su familia... No, esto no funciona así, lo sabes.

    —Lo sé. —esta vez, la amiga responde dejando de lado el papel de entrevistador—. Y lo que él diría de ti, con ellos. Fueron la cuartada perfecta.

    —Exactamente. Le dije lo que pretendían que dijera: Si tantas ganas tienes de verla y vivir con ellos, pues vete con ellos. ¡Vete a vivir con ellos y déjame en paz! Lo eché, hasta

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