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PsicoHerejía: inquisición en el siglo XXI
PsicoHerejía: inquisición en el siglo XXI
PsicoHerejía: inquisición en el siglo XXI
Libro electrónico416 páginas5 horas

PsicoHerejía: inquisición en el siglo XXI

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"Psicoherejia" es un brillante ensayo investigativo y filosófico que intenta concebir a la inquisición no sólo como un acontecimiento histórico, sino como un fenómeno de conducta del ser humano para la supresión de ideologías que atenten contra la continuidad del status quo, dándole un significado universal y atemporal. Para poder captar este profundo sentido, el lector hará su recorrido por los siguientes hitos:

- La historia de la Iglesia católica desde su verdadero origen institucional en el siglo IV DC, así como la de su inquisición, vista como una consecuencia de la actitud dogmática fanática.
- La demostración de cómo la "santa inquisición" de la antigüedad en realidad nunca fue abolida sino que sigue existiendo y llevando a cabo sus cruzadas.
- La forma concreta que asume esta inquisición en el marco de los países occidentales del siglo XXI con las denominadas leyes antisectas, propulsadas por brazos extra-oficiales del ex "Santo Oficio".
- El análisis y crítica de los fundamentos de la ley antisectas de la provincia de Córdoba, Argentina.
- El uso del término "secta" como concepto peyorativo y estigmatizante, violatorio de derechos humanos.
- Lavado de cerebro y manipulación psicológica: ¿comprobados científicamente?
- Exorcismo y superstición en la inquisición moderna: el rol de la psiquiatría y de los medios de comunicación.
- Breve síntesis de persecuciones religioso-ideológicas en Argentina y en el mundo. La inquisición precristiana de Pitágoras. Las inquisiciones modernas de Osho en los EEUU y del maestro Mehir en Argentina.
- ¿Cómo se pasa de secta perseguida a religión oficial? ¿Cuándo el hereje se convierte en inquisidor?
- Materialismo escéptico y fanatismo religioso: ¿enemigos o cómplices?
- La inquisición en el propio interior: el significado psicológico de herejía.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento7 sept 2021
ISBN9798201174279
PsicoHerejía: inquisición en el siglo XXI
Autor

Nicolas Ponsiglione

Nicolás Ponsiglione (Buenos Aires, 1982) es escritor e investigador argentino. Su primer ensayo (en coautoría con A. Suarez y C. Tripodaro) fue el resultado de ocho años de investigación del fenómeno de la inquisición y de la libertad de pensamiento y religiosa en la civilización actual, titulado PsicoHerejía, inquisición en el siglo XXI (2018). En 2020 publicó una investigación titulada El fraude en la Educación Sexual Integral: infancia adulterada, y en 2021 plasmó su tercer ensayo: El relato pandémico. También ha publicado una novela, Ciclo del fuego: la leyenda de Mangoré (2020), y cuatro libros de poesía: Reflejos del filo (2001), Abismo y sus instantes (2003), Velos para fauces (2006) y La cripta poética (2021). También es concertista de la guitarra. Actualmente reside en la provincia de Córdoba, Argentina.

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    PsicoHerejía - Nicolas Ponsiglione

    CAPÍTULO 1. LA INQUISICIÓN UNIVERSAL.

    INTRODUCCIÓN

    ––––––––

    Este libro trata al fenómeno de la inquisición de una manera inusual. El punto central de nuestra exposición, si bien está encerrado en el concepto de la  inquisición, es abordado con una óptica mucho más profunda y abarcativa, más allá de un mero acontecimiento histórico. La humanidad siempre ha tendido a referir con dicho término a las acciones que llevó a cabo la iglesia católica apostólica romana en un período dado de su historia. Nosotros en cambio intentaremos resumir con ella un fenómeno intrínseco al ser humano, que se repite en esencia idéntico, más allá de las ornamentaciones periféricas propias de cada tiempo, región, cultura o religión.

    La inquisición es, vista de este modo, un fenómeno de conducta del ser humano para la represión y supresión de ideologías o estilos de vida que atenten contra la continuidad del status quo u orden preestablecido. Encontramos que existe (o puede existir) conducta inquisitoria, no exclusivamente en el orden religioso, sino en cualquier otro de la vida humana: sociológico, racial, político, económico, cultural, ideológico, filosófico, artístico, laboral, inclusive en el ámbito de las relaciones humanas, y todo esto terminamos  descubriendo que en el fondo se trata de un drama que acontece en lo íntimo del sujeto mismo y que luego es proyectado en diversos ámbitos de las relaciones humanas. Pero iremos profundizando gradualmente.

    La inquisición como acontecimiento histórico exclusivo de la iglesia católica del medioevo es para nosotros simplemente un caso estridente, explícito (y triste) del fenómeno inquisitorio del ser humano. Como tal, es importante conocer su historia, ya que se trata de un caso prototípico del modus operandi de toda  inquisición. Pero para nosotros, en definitiva no es más que un ejemplo.

    Si ampliamos un poquito más nuestra visión, podemos contemplar claramente cómo el ser humano siempre vuelve a recrear la misma instancia y el mismo cuadro de inquisición hacia los sabios de talla revolucionaria. Más específicamente: ante los sabios que ponen en riesgo los paradigmas del orden imperante.

    A un sabio lo definimos brevemente como un ser con un desarrollo particular de su individualidad, original, pensante y excéntrico, que no se deja limitar por el status quo imperante, asimismo con cualidades de valor y osadía al animarse a explorar regiones desconocidas por la generalidad de las personas, y en la historia podemos hallar estos sabios tanto en el ámbito científico como en el político, filosófico, religioso o artístico, entre otros. Estos individuos ―en la plena acepción de la palabra―, seres que auténticamente piensan e indagan por sí mismos, suelen interpretarse como una amenaza al orden establecido.

    En el ámbito específico de lo religioso, el ser humano en general (el hombre-masa, con escaso o nulo desarrollo de su individualidad) puede también sufrir inquisición, pero notamos que tras llegar al poder casi inmediatamente se torna inquisidor. Y se recrea una vez más el mismo drama. El cómo y el por qué esto sucede lo intentaremos dilucidar a lo largo del libro.

    Como en la historia de occidente la ortodoxia cosmovisionaria religiosa está vinculada casi exclusivamente al catolicismo es que le hemos puesto un especial foco, de forma meramente incidental. Debido a esto, el lector sabrá perdonar lo sintético de nuestro tratamiento histórico de la inquisición católica; para abordar dicha temática de manera exhaustiva, existe un abundante material en las bibliotecas y librerías de todo el mundo. Para quienes gusten de profundizarla, al final del libro presentamos un índice bibliográfico de libros sugeridos. No obstante, hemos decidido presentar la historia general y los hitos más importantes de la inquisición de la iglesia católica para entender el hilo de los acontecimientos y la idea de fondo que pulsa en dicho proceso.

    Los autores no nos consideramos anticatólicos en lo más mínimo, esperamos que esto quede claro. El único fenómeno que nos proponemos estudiar y aclarar, fenómeno del cual sí estamos profundamente en desacuerdo por ser básicamente inhumano, desamorado y destructivo, es el de la conducta inquisitoria en cualquier caso en que obre, sea en el siglo V antes de Cristo, o en el siglo XIII o el XXI: la inquisición universal.

    Inquisición en carne propia

    ––––––––

    La razón principal que nos llevó a interesarnos en la temática es lisa y llanamente porque hemos visto muy de cerca el accionar inquisitorio, de hecho en cierto modo lo hemos sufrido en carne propia. Durante décadas enteras hemos sido discípulos de un Sabio maestro, Mehir, y en los últimos años de su vida (2011 al 2014) hemos presenciado atónitos el accionar depredador e injusto de la inquisición humana, desplegada en nuestro mundo occidental moderno.

    Dejaremos en claro que no abrigamos ninguna pretensión de encarar este libro desde tecnicismo profesional alguno, ni psicológico ni sociológico o histórico, sino, dadas nuestras experiencias y vivencias personales quisimos investigar y cuestionar el por qué la humanidad siempre acaba atacando a aquellos hombres que con el transcurso de los siglos terminan siendo los pilares de un cambio radical de paradigmas. Y los atacan con o sin motivos, porque si no los poseen, rápidamente los inventan. Nuestra finalidad es compartir con el mundo las ideas y descubrimientos asombrosos que hemos dilucidado en el transcurso de los últimos siete años de estudio del fenómeno.

    Como el lector podrá comprobar a lo largo del libro (y en particular los capítulos 4, 5 y 6) la llamada santa inquisición vaticana de la antigüedad aún sigue existiendo y realizando sus cruzadas inquisitoriales. Y esto no es ninguna metáfora, sino un hecho real y comprobado. Nuestro propósito esencial es demostrarlo. 

    Sus móviles así como los resultados finales siguen siendo exactamente los mismos que hace siglos. El móvil fue y es exterminar herejías, considerando como hereje a cualquier cosmovisión que difiera de la rígida católica apostólica romana; los resultados fueron y son el asesinato figurado o literal de quienes representen dichas herejías. Lo que han modificado son sus medios y procedimientos, más acorde con los tiempos que corren. También, como veremos, históricamente ha ido cambiando el rostro del enemigo, del considerado hereje. Hoy el principal enemigo de la iglesia católica no es el mismo que en el siglo XIX, o que en el siglo XII. Y hoy también se asesina, pero no directamente, sino judicial, mediática, social y legalmente. Hoy el hereje arde también, pero no precisamente en una hoguera de fuego.

    Mas la iglesia nunca ha estado sola en su labor purgatoria de herejías. Siempre ha tenido socios, con los cuales comparte algún fin en común. Y veremos cómo a lo largo de los tiempos también ha ido cambiando de asociado. Por este motivo, es bueno ya ir aceptando un hecho básico que se explayará más adelante: la inquisición en su fuente es siempre doble, es decir, dos actores principales se amalgaman para llevarla a cabo. La iglesia ―representante de un dogmatismo fanático e inquisidor y dueña del monopolio de la espiritualidad― es tan sólo una parte del fenómeno en su totalidad.

    Breve cronología de los hechos

    ––––––––

    Un triste día del mes de Junio del año 2011, empezamos junto a nuestro maestro, Mario Darío Indij ―conocido desde muy joven como Mehir― y compañeros a sufrir la persecución encarnizada que culminaría en el fallecimiento del maestro en el exilio en el 2014. En todo el tiempo que duró el exilio, Mehir junto con un grupo de familiares y discípulos cercanos, comenzó a investigar lo que estaba sucediendo.

    En seguida advertimos el hecho de que los principales actores en la persecución orquestada (abogados, periodistas, supuestas víctimas, etc.), eran los mismos que meses antes habían presentado un proyecto de ley para restringir nuevos movimientos filosóficos o religiosos en la provincia de Córdoba: la polémica ley 9891/11 o ley antisectas, una ley que, como veremos en detalle en el capítulo 4, viola los derechos humanos más esenciales y sirve en realidad como herramienta para la estigmatización y persecución ideológica.

    La cuestión fue llevada a los grandes medios de comunicación y saltó a escala nacional e internacional. En TV se podía ver a una persona que ninguno (ni siquiera el maestro) jamás conoció, de espaldas, hablando cualquier invento y mentira maliciosa sobre nosotros, sobre la supuesta secta destructiva. El sensacionalismo salpicado de mentiras obscenas y descaradas, cual auténtica fábula de dimensiones impensables, rápidamente surtió el efecto obvio y esperado: la estigma y el descrédito social. La persecución ahora estaba avalada, no solo por un proyecto de ley reciente, sino por la sociedad entera. Lo que en verdad estaban haciendo es sentar precedentes para propulsar su ley, y para ello construían un caso testigo. Más tarde supimos que, junto a nuestro ataque, llevaron a cabo en simultáneo varios otros similares a pequeñas o medianas organizaciones. Pero ninguno como el nuestro les acabó trayendo tantos dolores de cabeza, dado que descuidadamente se habían ensañado con un verdadero sabio.

    No nos dieron jamás derecho a hablar, ninguno de nosotros fue aceptado en los medios masivos. Nadie vino a preguntarnos nada, a entrevistarnos, a hacernos ningún peritaje médico; absolutamente nada. Era obvio que no estaban interesados en dar con la verdad. Esto era lisa y llanamente una persecución religioso-ideológica al estilo moderno. Nos adentraremos en esto más detalladamente en el capítulo 6, no meramente por ser nuestra historia particular sino además por ser un ejemplo perfecto de cómo procede la inquisición en nuestra época actual.

    Mehir decidió exiliarse, y desde allí propulsó una investigación de la mano de varios profesionales de entre nosotros (profesionales en sociología, politología, psicología), guiados por su esclarecida y perspicaz mirada. A medida que tirábamos del hilo, nuestro asombro ante lo que aparecía iba en aumento.

    Los actores de la trama persecutoria habían estado todos juntos meses antes en la legislatura de la provincia de Córdoba presentando el mencionado proyecto de la llamada ley antisectas. El abogado inquisidor, el Dr. Héctor Walter Navarro (que montó los supuestos casos con argumentos prefijados, todos idénticos)  presente el día de la presentación de la ley en la legislatura, era a su vez el representante y presidente en Argentina de Ravics (red de asistencia a las víctimas de sectas), una asociación con sede en Puerto Rico y presencia en numerosos países de habla hispana, la cual tomaba la iniciativa de instauración de esta ley en la Argentina. Ravics resultó ser una ONG fundada y formada por curas y católicos fervientes (tal como explícitamente contaban en la primera versión de su página web), muchos de ellos políticamente ligados a la vaticana Congregación para la doctrina de la fe.

    En seguida reconocimos con estupor que ese es el nombre moderno de lo que antiguamente se conocía como la santa inquisición romana. Al enterarse ellos acerca de nuestras investigaciones y denuncias en organismos de derechos humanos, comenzaron a camuflarse cada vez más, modificando el sitio web de Ravics para quitar toda alusión a la iglesia católica y darle una apariencia laica. Entonces fue que modificaron su página web por completo; hoy en día está limpita de alusiones católicas. En simultáneo, comenzaron las olas de robos en nuestras casas. Robaban únicamente pendrives, agendas, cuadernos y notebooks. Todo esto afianzó más aún nuestra hipótesis[1].

    Al ver lo que nos estaba pasando y al ligar puntos tan resaltantes de nuestra investigación, el fenómeno se nos hizo harto evidente: estábamos siendo blanco de tiro de una forma sofisticada y modernizada de inquisición.

    Al seguir profundizando nuestras investigaciones, a la par que constatando los atropellos legales, judiciales, policiales y mediáticos de que éramos víctimas, todo se fue haciendo más y más claro, y todo reforzaba nuestra hipótesis para muchos impensable.

    Nuestro propósito es volcar en este ensayo los resultados de dichas investigaciones, así como también las hondas reflexiones y conclusiones a las que nos llevó el tener que vivir experiencias tan desagradables en un país supuestamente moderno y democrático.

    Consideramos que la temática abordada no incumbe exclusivamente a los afectados, sino a toda la sociedad, más aún, al mundo entero. Esto se le irá haciendo al lector más y más patente a medida que avance con el libro. Debería ser nuestra preocupación el proteger y garantizar los derechos humanos, tales como el de la libertad de pensamiento, conciencia, creencia y culto. Y los retrógrados avances que se realizan en dirección contraria, que nos anclan en un mundo lúgubre e injusto, deberían ser denunciados y suprimidos.

    Nuestra tarea es simplemente presentar los hechos tal como fueron, así como las propias reflexiones al respecto. Es nuestro anhelo el que todo aquel que se considere libre pensador pueda sacar sus propias conclusiones.

    EL PROCESO DE INSTITUCIONALIZACIÓN RELIGIOSA, POSTERIOR A LA VIDA DEL SABIO.

    ––––––––

    Al haber tenido el privilegio de conocer en persona a un sabio de enorme talla, presenciando luego todo el proceso inquisitorio hacia su ser y sus ideas, hemos constatado el hecho de que la espiritualidad verdadera es un fenómeno de índole puramente individual, y es casi siempre revolucionaria, en el sentido profundo de la palabra. Es decir, esta espiritualidad que emana de los sabios maestros pertenece a un orden de existencia completamente distinto al de los fenómenos sociológicos, los cuales son posteriores y acaban cristalizando en torno a alguna forma vinculada ―tan sólo parcial o externamente― a la del sabio en cuestión. De este modo, religión y espiritualidad auténtica pueden coincidir o no. Esta distinción es importantísima porque todo el fenómeno de la inquisición histórica que veremos en el siguiente capítulo no es más que un producto derivado de la iglesia como institución, completamente al margen de la espiritualidad como vía de trascendencia.

    Ambos son fenómenos de algún modo perpendiculares entre sí, o tan distintos entre sí como lo son el agua y el aceite. El sabio vive, realiza su obra, y luego se retira. El hombre-masa hace con sus palabras, consejos y prácticas lo único que sabe hacer: institucionalizar. Crea moldes, dicta sentencias, delimita dogmas, y todo esto al margen de que comprenda o aún de que busque por sí mismo. Y teniendo como limitante su propio nivel de comprensión.

    Al sufrir este proceso de cristalización la enseñanza se torna rígida, casi arbitraria, parcial; y llegando a un caso extremo, acaba convirtiéndose, no como una vez lo fue, un vehículo del espíritu que propiciaba su búsqueda y expresión, sino en un obstáculo del mismo. Aquí es donde se torna inquisidora.

    Luego, casi en el mismo origen de su institucionalización se quiebra y se fragmenta, cual espejo que se rompe mostrando así ya no uno sino múltiples reflejos distintos. Y no podría ser de otro modo, dado que en el plano más externo de la personalidad adquirida habitan las discrepancias, las diferencias, primando la separatividad y las ramificaciones infinitas cada vez más alejadas de lo esencial. Esto demuestra una vez más su ausencia de espíritu religioso auténtico: el hecho de que sólo logran disociar cada vez más a las personas entre sí, aun cuando se pretenda que siguen una misma enseñanza. Tal es su absurdo.

    Esto lo podemos ver en cada caso: varias décadas después de la muerte de Mahoma se logra llevar al escrito sus recitaciones (su Corán) por primera vez; acto seguido, le suceden las discusiones interpretativas. Ya en su mismo origen institucional los musulmanes se escinden en sunnitas y chiitas, por razones para nada esenciales. En el cristianismo vemos el llamado Gran Cisma que culminó en el año 1054 DC, cuando se divorcian las dos iglesias católicas apostólicas principales: la romana de occidente y la ortodoxa del oriente, en esencia y yendo al grano, por motivos muy poco espirituales: poder y autoridad. Su enemistad se perpetuará incluso hasta nuestros días. Y si miramos al interior del budismo como institución religiosa, tenemos también en su fuente dos grandes ramas: el budismo mahayana y el hinayana, que también acabaran diversificándose en más y más subramas. Poco tiempo después de la muerte de Buda, alrededor del año 340 AC, tuvo lugar el primer gran cisma en la comunidad budista: se separan por un lado los Sthavira (los ancianos), representando la facción tradicionalista y ortodoxa, y por otro lado los Mahasanghika (los de la gran comunidad), representando a la rama disidente[2].

    Uno puede sentirse tentando a preguntarse: ¿cómo puede ser esto?, ¿cómo puede ser que de un solo individuo, de una sola enseñanza, surjan luego estas diferencias tan marcadas, que aún pasan a pelearse e intentar destruirse mutuamente, y aun cuando en ello estén contradiciendo la mismísima esencia de la enseñanza de su propio Maestro?

    La respuesta es muy simple y obvia si tenemos en cuenta todo lo antedicho: que se trata de un fenómeno posterior al sabio, un simple fenómeno de orden sociológico, fenómeno que atañe no al iniciado, sino al hombre máquina, al hombre-masa, regido por su solo ego separatista, y en el cual el hombre hace lo que parece salirle mejor: discutir, pelearse y competir por el poder. Repetimos nuestra idea: esto nada tiene que ver con la religión auténtica, que es en síntesis la profunda necesidad que pulsa en el ser humano por religarse con la Unidad, ya sea que la denomine Dios, Alá, Tao, el nirvana, el espíritu, el nahual, etc.

    El espíritu del sabio mientras está aquí, asume formas y expresiones concretas, pero éstas no constituyen su esencia sino sólo vehículos temporales, que sirven a un propósito vivo e inteligente. Al retirarse el espíritu, lo que quedan son carcazas, huellas, formas cadavéricas; fragmentos, a menudo desvirtuados o incompletos. El hombre-masa se apropia de estas ornamentaciones y organiza con ellas una nueva religión, en el supuesto nombre de algo que alguna vez fue. Pero el espíritu es incorpóreo, no puede ser apresado, encerrado, así como es imposible asir el viento o enderezar el agua. Además la realidad está perpetuamente cambiando, nada permanece fijo, y el espíritu auténtico responde de manera fresca, inteligente y fluida a estos cambios. Mientras que con las instituciones y tradiciones esto no sucede, permaneciendo rígidas con el paso del tiempo, resintiéndose incluso a las tentativas de modificación por parte de interrogantes y necesidades espirituales del hombre.

    La única religión auténtica ―asuma la forma que asuma― religa con el espíritu que habita en lo interior del ser humano, vinculado íntimamente con la expresión de su más pura individualidad, no influenciada ni contaminada con nada de lo externo o lo adquirido por la acción del mundo y de la sociedad, por la acción de los otros. Fuera de esta religión genuina, lo que encontramos es simplemente un fenómeno de orden sociológico, que los expertos en dichas ciencias estudian y objetivan con tanto acierto. Esta neta distinción entre dos fenómenos tan disímiles entre sí la volveremos a mencionar y aclarar en el inicio del capítulo 2, ya que es crucial para el entendimiento de todo lo que sigue.

    LA INQUISICIÓN AL ESPÍRITU

    ––––––––

    Las inquisiciones y las denominadas guerras de religión son una pura creación humana ridícula e intolerante. Con ellas sólo demuestran su ausencia de espíritu religioso genuino. A nuestro entender, no son religiosas en absoluto. Es un crudo fanatismo, expresión de mentalidades rígidas, oscurecidas y desamoradas. Estas religiones no son otra cosa que instituciones humanas, muy adecuadas como herramientas de control social. Son, como decíamos, fenómenos de orden sociológico, fenómenos de masas. Mientras que la religión auténtica es diametralmente lo opuesto en su significación más íntima, ya que implica el descubrimiento y desarrollo de la individualidad más pura e interna del hombre y la mujer. El sabio chino Confucio la denominaba ley del cielo, que cada hombre debía descubrir en su interior; él decía que no es verdadera ley aquella que deriva exclusivamente de lo externo. Otro sabio chino, Lao-Tsé, también llamaba a buscar el Tao en lo más interno y esencial de uno mismo.

    Este camino es de algún modo un movimiento contracorriente al de las masas enceguecidas por la inercia y por una complicada red preestablecida de pensamientos, convencionalismos y hábitos. El hombre-masa pareciera necesitar de moldes (matrices de pensamiento, sentimiento y actos); pero es un hecho innegable que ni bien se dispone a buscar su individualidad auténtica (el rostro original del que habla el budismo zen), debe desafiar en sí mismo dichos moldes. Con ellos, uno recibe la herencia de un conjunto de tendencias ciegas, inconscientes, automáticas, que traen todo el historial de una humanidad guiada por meros impulsos.

    Pero si reflexionamos cuidadosamente podemos entender que los moldes no son algo malo en sí mismos, sino que cumplen con una función primordial. Le dan al ser humano una base ordenada, básica, desde la cual partirá más adelante a principiar su propio proceso de redescubrimiento individual (aquel Conócete a ti mismo de los antiguos sabios griegos), vía comprensión conquistada a base de indagación, experiencias y conocimiento corroborado. Sin estos moldes de percepción y de conducta, sería completamente imposible el desenvolvimiento posterior de todas sus potencialidades humanas. Dan, por así decirlo, un material sobre el cual trabajar.

    En otras palabras: el ser humano primero recibe desde afuera un orden preestablecido: a través de sus padres y de la cultura recibe todo un orden institucional con su escala de valores y su sistema de pensamientos, ideas, prejuicios, etc., que dada su plena indefensión debe aceptar sin otra alternativa. A esto se le ha llamado la primera educación, proceso claramente necesario que se da en la primera etapa de la vida.

    Pero luego el individuo, al buscar religarse con su ser más íntimo, real e inmortal, debe confrontar en primer lugar sus propios moldes heredados. Con esto, se instituye en genuino hereje del orden establecido que hasta ese momento imperaba libremente en sí mismo. Y el primer factor que iniciará la inquisición será su propio lado adquirido, sus propias inercias y hábitos de pensamiento, sentimiento y actos, en definitiva: su per-sona, su ego, su máscara.

    Con lo antedicho estamos llevando la idea de inquisición finalmente un paso más allá: la inquisición universal la hallamos en lo íntimo del sujeto mismo, recreada entre su determinismo (sus condicionamientos) y aquello que siente innegablemente como su finalismo, como su destino (entendiendo por destino como aquello que, prescindiendo del limitante de cualquier condicionamiento, quiere y puede llegar a ser). Es una suerte de inquisición al espíritu, que acontece dentro del sujeto que comienza a realizar esfuerzos en pos de su posible evolución ulterior. De este modo, la inquisición es un drama intrínseco del ser humano, visto como una entidad evolucionante, y a lo sumo luego es proyectada en un drama de dimensiones sociológicas e históricas. He aquí la pura esencia del contenido de este libro, esencia que trataremos de dilucidar en el último capítulo y que, no obstante, no debe perderse nunca de vista.

    Mientras la humanidad sea inmadura, la individualidad autentica (que manifiestan intensamente los sabios) va a sufrir su inquisición, una y otra vez va a ser atacada o suprimida. La masa se guía por moldes y patrones, y todo lo que se muestra diferente a lo general es en seguida interpretado como una amenaza. Pero podemos entender ahora que no lo hace por maldad, sino por inconciencia e ignorancia. Recordemos las palabras que profirió Jesucristo, según se cuenta en la Biblia, cuando estaba siendo crucificado: Padre, perdónalos, no saben lo que hacen.

    El asunto es que al ser humano de masas, con escasa o nula individualidad, le horroriza la libertad; le tenemos pánico a lo desconocido, a lo que no calce dentro de nuestro propio inventario, el cual es compartido con la mayoría (la cultura). Por eso se intenta erradicar toda voz que no esté de acuerdo a dicho preordenamiento, y sin importar si con ello se esté oponiendo a la evolución, a la razón, al respeto, o aún a la vida misma. Defendemos nuestro molde perceptual y conductual como infalible guardianes.

    La verdadera religión es un asunto puramente individual y personal, y siempre lo ha sido. Creer que alguna vez fue otra cosa es confundir fenómenos diferentes. Alguien alguna vez dijo: Sólo existió un cristiano, se llamaba Cristo. Como decía nuestro maestro: debería existir una religión por cada ser humano. Vemos en los grandes sabios e iniciados de la humanidad la pura expresión de este principio, ya que ellos simplemente siguieron los dictados de su espíritu, mostrando así su unicidad y excentricidad en todo lo que dijeron e hicieron. Es una curiosa clase de error ―sustentada ora a sabiendas, ora ignorantemente― cuando se considera a estos grandes maestros como los fundadores de sus respectivas religiones. Las instituciones posteriores nada o poco tienen que ver con ellos.

    La extraña ironía estriba en que más adelante los autoproclamados seguidores de aquel Individuo auténtico crean una institución que tarde o temprano acaba tornándose inquisidora, persiguiendo y reprimiendo a la libre individualidad allí donde se manifieste. ¿No es ésta una franca contradicción? Lo es, pero sólo si hemos mezclado y confundido las cosas. En definitiva se trata del ser humano proyectando una vez más su propio drama en el mundo externo.

    La verdadera libertad religiosa, de este modo, está en el hecho de que no se debería perseguir a individualidad alguna en lo que se refiere a creencias, modos de vida, pensamiento, culto, ideología, etc. Es, en definitiva, el respeto genuino por la individualidad. Tal es la promesa que nos han legado los ideólogos de la declaración de los derechos humanos. Y son sólo promesas porque en la práctica aún distan mucho de ser observadas y respetadas. Nosotros lo hemos atestiguado y corroborado en todo su esplendor ―en pleno siglo XXI― con el caso de nuestro Maestro. Y la ley antisectas de Córdoba (réplica, como veremos, de una ley similar en Francia) es la expresión más impune de esta violación al derecho humano básico. Más aun, y para sorpresa del lector, demostraremos que estas leyes son hijas directas de la antigua santa inquisición católica, intentando hacerse un lugar en el mundo actual. Profundizaremos acerca de estas polémicas leyes en los capítulos 4 y 5.

    Para poder ordenar adecuadamente nuestra exposición, buscaremos profundizar en el tema de manera gradual y escalonada, empezando por los acontecimientos periféricos de lo anecdótico e histórico para luego poder penetrar en sus implicancias internas y psicológicas. Esperamos al final poder contar con todo el material necesario para lograr captar la esencia o núcleo del fenómeno abordado. Al pasear por la periferia, invitamos a no perder este crucial punto de vista.

    Vayamos ahora sin mayores preámbulos a la historia del mismísimo origen de la occidental y católica santa inquisición.

    CAPÍTULO 2. INQUISICION ANTIGUA.

    EL ORIGEN PROFANO DE LA IGLESIA CATÓLICA

    La historia es la maestra de la vida.

    CONFUCIO

    El primer problema que surge al hablar de la Iglesia en Occidente es que instantánea e inconscientemente se le atribuye la categoría, primero, de religión ―sea lo que fuere que se entienda por dicha palabra―, y segundo, de Cristiana ―es decir, que sigue y predica las enseñanzas de Cristo―. Y de aquí finalmente se desliza una tercera premisa: que dicha religión cristiana, la Iglesia, fue iniciada, fue fundada por el mismísimo Jesucristo. Tres errores contenidos en uno solo.

    De la conjunción de estos tres grandes malentendidos ha nacido lo que nosotros hoy conocemos como la Iglesia Católica apostólica romana. Más aun, ella ha sabido aprovechar al máximo tales confusiones masivas a lo largo de la historia.

    Para evitar posteriores malentendidos, queremos dejar aclarada de antemano una neta diferenciación respecto de la palabra religión; palabra que, como tantísimas otras, con el correr de las edades y el ejercicio cultural ha sido utilizada para denominar una inmensa variedad de fenómenos, muchos de ellos diametralmente opuestos en su significación verdadera. Distinguiremos dos usos específicos y sumamente diferentes que se le dan a la palabra: por un lado, religión como definiendo aquella institución organizada que se ordena sobre definidos

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