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Ciencia y felicidad (traducido)
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Libro electrónico224 páginas4 horas

Ciencia y felicidad (traducido)

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- Esta edición es única;
- La traducción es completamente original y se realizó para el Ale. Mar. SAS;
- Todos los derechos reservados.

Las investigaciones realizadas a lo largo de unos diez años para esclarecer la parte que representan en la biología las oscilaciones eléctricas y las ondas cósmicas han permitido recoger un cierto número de observaciones y hechos experimentales en este campo. Esta investigación, que comenzó sin prejuicios, condujo gradualmente a la elaboración, y posterior verificación, de una teoría que coordinaba los hallazgos del autor.
Como, sobre todo en el campo de la biología, las ideas progresan más rápidamente que las experiencias, se comprenderá fácilmente que los primeros trabajos, más bien teóricos, tenían la función de preparar el camino para los resultados esencialmente prácticos que Lakhovsky obtuvo más tarde.
Una serie de obras anteriores traza el camino de sus investigaciones, de las que este estudio pretende ser una especie de síntesis (El origen de la vida, El secreto de la vida, Universión, Contribución a la etiología del cáncer).
Las investigaciones a las que se refieren estos trabajos han permitido entender la vida como el resultado del equilibrio dinámico oscilante de las células, un equilibrio mantenido ciertamente por las fuerzas del campo exterior, y en particular por las de la radiación cósmica que baña y penetra en todos los organismos vivos.
Desde un punto de vista práctico, habiendo observado que la enfermedad es el resultado de un desequilibrio oscilatorio celular, el autor imaginó dispositivos eléctricos capaces de restablecer, alrededor del organismo amenazado, el campo de ondas en su valor normal. Lo consiguió utilizando generadores locales de oscilaciones de muy alta frecuencia y circuitos oscilantes y resonantes, cuyo probable funcionamiento explica en esta obra.
En este estudio se ha esforzado por reunir, por un lado, la exposición detallada de sus teorías de la oscilación celular, de su oscilador radiocelular y de sus circuitos oscilantes, ya que permiten comprender la importancia de los resultados obtenidos; y, por otro, el informe preciso de la aplicación práctica de sus métodos y de los resultados registrados en el tratamiento de diversas enfermedades.
Gracias a su Teoría de la Oscilación Celular, Lakhovsky ha conseguido tender un puente entre el positivismo y la metafísica, y aliviar, con la aportación de datos científicos, la angustiosa incertidumbre de la longevidad y el más allá. Espera que estas páginas ayuden a explorar los nuevos problemas que la acción ondulatoria plantea tanto a la biología como a la metafísica, y a explicar la razón de ser de la vida y del universo entero. También espera que de la profundización de estos problemas se deriven nuevos avances en el camino que ahora se abre para la comprensión del misteriosísimo problema de la vida.
IdiomaEspañol
EditorialAnna Ruggieri
Fecha de lanzamiento19 jul 2021
ISBN9788892864849
Ciencia y felicidad (traducido)

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    Ciencia y felicidad (traducido) - Georges Lakhovsky

    INTRODUCCIÓN

    Las investigaciones realizadas en una decena de años para precisar la parte representada en la biología por las oscilaciones eléctricas y las ondas cósmicas, me han permitido recoger, en este campo, un cierto número de observaciones y hechos experimentales. Estas investigaciones, iniciadas sin prejuicios, me han llevado progresivamente a elaborar, y posteriormente a verificar, una teoría que coordina mis hallazgos.

    Dado que, sobre todo en el campo de la biología, las ideas progresan más rápidamente que la experiencia, se comprenderá fácilmente que mis primeros trabajos, más bien teóricos, sirvieron para preparar el camino de los resultados esencialmente prácticos que obtuve más tarde.

    Una serie de trabajos anteriores traza la trayectoria de mi investigación, de la que este estudio pretende ser en cierto modo una síntesis.

    En El origen de la vida ( 1 ) propongo un cierto número de problemas fisiológicos que han permanecido en la sombra: el problema del instinto, el de la orientación y el de la radiación de los seres vivos. Ahora ofrezco la solución de estos exponiendo mi teoría de la oscilación celular.

    Una reciente edición de esta obra, publicada con el título El secreto de la vida ( 2 ) y completada con cuatro nuevos capítulos, contiene el resultado de mis últimos trabajos.

    En Universion ( 3 ) extiendo a todo el universo físico los principios de la oscilación celular postulados para la biología y explico la parte de la radiación cósmica.

    En la Contribución a la etiología del cáncer ( 4 ) examino un caso particular de oscilación celular: aquel en el que la variación del campo de fuerza de las ondas cósmicas, producida por la naturaleza geológica y las propiedades eléctricas del suelo, determina en los individuos el desequilibrio oscilatorio y provoca la formación de neoplasias por anomalías de la división celular.

    Las investigaciones referidas en estos trabajos me han llevado a entender la vida como el resultado del equilibrio dinámico oscilante de las células, un equilibrio mantenido ciertamente por las fuerzas del campo externo, y en particular por las de la radiación cósmica que baña y penetra en todos los organismos vivos.

    Desde un punto de vista práctico, habiendo observado que la enfermedad resulta del desequilibrio oscilatorio celular, he imaginado dispositivos eléctricos capaces de restablecer, alrededor del organismo amenazado, el campo de ondas en su valor normal. Lo conseguí utilizando generadores locales de oscilaciones de muy alta frecuencia y circuitos oscilantes y resonantes, cuyo probable funcionamiento explico en este trabajo.

    En este estudio me he esforzado por reunir, por un lado, la exposición detallada de mis Teorías de la Oscilación Celular, de mi radio-celular-oscilador y de mis circuitos oscilantes, ya que éstos permiten comprender el significado de los resultados obtenidos; y, por otro lado, el informe preciso de la aplicación práctica de mis métodos y de los resultados registrados en el tratamiento de diversas enfermedades.

    Aunque algunas de las comunicaciones contenidas en este volumen ya han sido mencionadas en mis trabajos anteriores, he querido volver a publicarlas para ofrecer un resumen de todas mis investigaciones.

    Gracias a mi Teoría de la Oscilación Celular, pude tender un puente entre el positivismo y la metafísica, y mitigar, con la aportación de datos científicos, la angustiosa incertidumbre de la longevidad y el más allá.

    Espero que estas páginas ayuden a profundizar en los nuevos problemas que la acción de las ondas plantea tanto a la biología como a la metafísica, y expliquen la razón de ser de la vida y de todo el universo. Espero también que de la profundización de estos problemas se deriven nuevos progresos en el camino ahora abierto para la comprensión del misterioso problema de la vida.

    PRIMERA PARTE - BIOLOGÍA OSCILANTE Y FILOSOFÍA DE LA LONGEVIDAD

    CAPÍTULO UNO - LA LONGEVIDAD

    En mis diversas obras, El Secreto de la Vida, El Universo, Contribución a la Etiología del Cáncer ( 5 ), La Oscilación Celular (S. A. C. L.), La Tierra y Nosotros (Fasquelle), La Naturaleza (Doin), El Oscilador Multionda (S. A. C. L.), he afirmado que la vida resulta de la vibración de cada célula viva que se encuentra en el campo de fuerza de las ondas cósmicas.

    Más adelante examinaremos, en la teoría y en la práctica, el mecanismo de la biología y la nueva terapia a la luz de los principios de la oscilación celular.

    Ahora es necesario hacer balance para entender exactamente a dónde hemos llegado. ¿Qué beneficio, para el presente y para el futuro, se puede sacar de estos nuevos hechos? ¿En qué medida la teoría oscilatoria modifica nuestras concepciones biológicas, la filosofía de la longevidad e incluso nuestras nociones metafísicas de lo sobrenatural?

    Los positivistas -y muchos que lo son sin saberlo- me dirán:

    ¿Qué sentido tiene una nueva teoría, qué sentido tiene un nuevo principio, si no se traduce en un progreso real y tangible para la humanidad? E inmediatamente después a modo de conclusión: La vida es nuestro bien esencial. Por muy mediocre que sea, todas nuestras acciones tienden a aprovecharla al máximo y a preservarla. La teoría de la oscilación celular, que abre tantos caminos a una nueva terapia, puede hacernos esperar un verdadero progreso en el arte de vivir, y darnos alguna razón para mejorar y prolongar nuestra existencia....

    No dudaría en responder afirmativamente, porque los métodos de terapia oscilatoria que he propuesto permiten lograr nuevos avances en medicina e higiene y contribuyen, ipso facto, a facilitar la existencia y aumentar la longevidad.

    Pero ahora quisiera abordar el centro del problema y, en consecuencia, considerarlo sobre todo desde el punto de vista filosófico, porque en la oscilación celular no sólo hay que ver un nuevo método capaz de generar fértiles aplicaciones, sino un principio realmente nuevo destinado a modificar profundamente nuestras concepciones.

    Como veremos en otro capítulo, para envejecer sin enfermedades -pues tal es el ideal humano, al menos el propósito inmediato de la vida- no basta con disponer de un conjunto de preceptos higiénicos y de numerosos remedios. Hay que mirar más alto y más lejos: hay que estudiar otros factores que minan nuestro organismo y acortan nuestra vida.

    Un filósofo, tal vez en clave de humor, exigió que no se muriera más que cuando se quisiera, o mejor dicho, por descuido, como por sorpresa, en un momento en que se olvidara de vivir.

    La condición esencial para durar, por tanto, es querer vivir, intensamente y con todas las fuerzas.

    Pero esto no es suficiente: es necesario vivir en la paz del corazón y en el equilibrio moral que da a todo hombre el sentimiento de justicia y buena voluntad.

    Por último, no debemos temer a la muerte, sino verla como el límite natural de nuestra existencia terrenal -el sueño después de un día de trabajo- y como el paso inevitable que conduce a la supervivencia.

    Por lo tanto, me parece que para mejorar y prolongar la vida hay que seguir las tres reglas siguientes:

    Primer principio

    Creer en la longevidad, es decir, tener fe en la posibilidad de llegar a la vejez, y querer hacerse viejo.

    Segundo principio

    Evita comprometer nuestra existencia absteniéndote de ser celoso, envidioso o mezquino; y practica la bondad, que es esencial para el equilibrio de nuestra salud física y moral.

    Tercer principio

    No tengas miedo a la muerte y cree en la supervivencia, es decir, en Dios, porque la duda y el miedo a la muerte acortan la existencia.

    Me esforzaré por desarrollar estos tres puntos de vista filosóficos sin apartarme nunca de los hechos científicos experimentales que permiten asentar estos principios sobre una base firme.

    Además, no me sitúo en el ámbito de la moral ni de la religión, sino exclusivamente en el de la higiene filosófica, que debe permitirnos alcanzar una longevidad feliz.

    ¿No poseemos serias razones para creer en la longevidad?

    I - CREER EN LA LONGEVIDAD

    No basta con decir que hay ejemplos de existencias muy largas. Esos ejemplos existen, y sólo nuestra ignorancia nos permite a veces dudar de ellos.

    El filósofo John Finot, en un libro extraordinario, nos muestra que los ejemplos de longevidad no son tan raros como se cree.

    Se han recogido testimonios sobre la vida de los centenarios desde la más remota antigüedad. Evidentemente es imposible comprobar en los registros civiles los 969 años de Matusalén, o los 802 años de aquel rey de la isla de Locmia, del que hablan Plinio y Valerio Máximo. Incluso procediendo a las taras más graves, no me cabe la menor duda de que estos afortunados murieron ultracentenarios. Estrabón menciona que los habitantes de Pendjab vivieron más de 200 años. Plinio informa que un censo de 3 millones de habitantes de la Galia Cisalpina, en la época de Vespasiano, habría dado 170 centenarios, huesos 1 centenario por cada 20.000 habitantes. Según Plinus, hay que recordarlo de nuevo, Marco Aponio que habría vivido 150 años; según Luciano, Tiresias que habría vivido 6 siglos y los habitantes del Monte Athos que habrían permanecido en el mundo 130 años. Alejandro Cornelio menciona a un ilirio de 500 años, llamado Dandone, y Anacreonte informa que Cingra, rey de Chipre habría alcanzado la edad de 160 años.

    En la vida de los santos encontramos: San Simón, sobrino de la Virgen. María, 107 años; San Narciso 165 años; San Antonio, 105; el ermitaño Pablo 113; el venerable Albuma, obispo de Etiopía, más de 150 años.

    Haller en sus Elementos Filosóficos nos enseña que el hombre es uno de los animales más longevos. El límite normal de su existencia parece ser 200 años. Según Haller, dos centenarios murieron accidentalmente, uno a los 152 años y el otro a los 169. El primero Thomas Barr, de indigestión después de un banquete dado en su honor por el Rey de Inglaterra; el segundo de un golpe de frío. Este último, con 140 años, tenía dos hijos de 102 y 100 años.

    Según una estadística de 1897, en Buenos-Ayres vivía un negro, Bruno Cotrim de más de 150 años; y en Serbia 3 ancianos de 135 a 140 años; 18 de 126 a 135, 123 de 115 a 125, y 290 de 105 a 195. En 1890 había 3.891 centenarios en Estados Unidos y 21 en Londres.

    En Rusia también hay muchos centenarios. Las estadísticas de 1850 registran en Livonia la existencia de un anciano de 168 años que había luchado en Poltava en 1709.

    También se menciona a un canónigo de Lucerna que murió en 1346 a la edad de 186 años. Un arzobispo húngaro, monseñor Spodisvoda, un abad escocés y un agricultor croata habrían alcanzado los 185 años.

    En Egipto vive un hombre de 154 años, que aún recuerda sus funciones como cónsul bajo Napoleón I, y en Turquía un hombre de 156 años llamado Zaro. Este último ha sido recientemente fotografiado y filmado. A juzgar por su aspecto y su forma de andar, no se le atribuirían más de setenta años.

    No vamos a insistir en que estas observaciones se registren cada vez más en las estadísticas.

    De tan abundante conjunto de hechos particulares los demógrafos no han dejado de deducir ciertas leyes generales no exentas de interés. A partir del siglo X, y sobre todo por parte de las instituciones aseguradoras, se han elaborado estadísticas en las que, año a año, se ha registrado el número y la edad de los centenarios de las distintas regiones de Europa y de Estados Unidos. Especialmente interesantes a este respecto son las estadísticas de la Caisse Lafargue, creada en 1791, y la del Morning Post de Londres, entre 1877 y 1896, según las cuales la proporción de centenarios sería, para la primera, de 2,4, y para la segunda de 4 por cada 10.000 personas.

    Es importante observar que en los organismos excepcionalmente dotados, capaces de vivir cien años o más, la vejez no suele ir acompañada de decrepitud, enfermedad y degeneración. Por el contrario, mantiene un equilibrio armonioso entre la mayoría de las facultades físicas y mentales del sujeto, que parece prolongar verdaderamente su vida sin precipitarse en una decadencia excesiva.

    La mayoría de los candidatos a centenarios, que superan sin problemas el período crítico durante el cual se produce con frecuencia la pérdida de ciertas facultades, alcanzan una nueva juventud que parece ser el preludio de una nueva existencia.

    El Dr. Haller, el Dr. Blandin y varias otras personalidades médicas, señalan la aparición de una tercera dentición, a partir de los ochenta años. El Dr. Graves relata el caso de una mujer que, a la edad de 110 años, tenía dientes nuevos, mientras que su cabello, que se había vuelto raído, recuperó su color original. Otros, de entre 90 y 107 años, tenían dientes nuevos. No ocurre lo mismo con otros sentidos o facultades fisiológicas.

    Entre los centenarios y los muy ancianos, las facultades físicas e intelectuales suelen ir de la mano.

    Gladstone, el célebre ministro inglés opositor a Disraéli, a pesar de su avanzada edad, unos años antes de su muerte, se entretenía cortando árboles con un hacha.

    Durante siglos, la gente no ha dejado de interrogar a los centenarios sobre la longevidad y las razones a las que atribuyen su hermosa vejez.

    Estas entrevistas suelen ser decepcionantes. Al compararlos, de hecho, uno se da cuenta de que los afortunados ganadores de la carrera de la vida explican su éxito de la manera más contradictoria. Sin embargo, casi todos ellos coinciden en una cosa, y es que siempre han llevado una vida tranquila, libre de celos, malicia, odio y preocupaciones.

    Por tanto, es bueno tener en cuenta este partico6re para intentar descubrir las verdaderas causas de la longevidad.

    - Vivir racionalmente: tal parece ser sobre todo la condición esencial.

    - No recuerdo qué higienista cáustico afirmó que no nos morimos; pero nos matamos. Los celos, la preocupación, el odio, de hecho, nos matan.

    El tipo de vida que llevamos, combinado con las predisposiciones de nuestra naturaleza, vence lenta pero seguramente la resistencia de nuestro organismo, desgastando la parte más débil de la máquina. Los centenarios se convierten en aquellos que consiguen conservar durante mucho tiempo la armonía necesaria entre todas las facultades físicas e intelectuales, es decir, mantener intacto el equilibrio oscilante resultante de todo su organismo.

    Queda por determinar cuál es el criterio de este equilibrio. En los siguientes capítulos diremos lo que hay que hacer para preservar la salud; por ahora examinemos lo que no hay que hacer.

    Una de las causas más frecuentes del debilitamiento orgánico es el exceso de nutrición, que es mucho más perjudicial que su deficiencia. Comemos, más o menos, más del triple de lo necesario; y es por ello que entre los ricos, que abusan de la nutrición, hay menos centenarios que entre los pobres.

    El abuso de la fuerza también es desaconsejable, porque el exceso de trabajo físico o intelectual destruye la elasticidad del organismo. Pero sería un error pensar que ayudaría a preservar las fuerzas si se evitara toda la fatiga y se abstuviera de todo ejercicio.

    Entre los ancianos y los centenarios, los individuos dotados de cualidades especiales -que han desarrollado, a lo largo de su vida, una actividad considerable- no son ni mucho menos raros. Se pueden citar los ejemplos de Edison, Rokfeller, Clemenceau y muchos hombres de negocios que, a pesar de una juventud difícil y una vida muy dura, han llegado a una edad respetable.

    La higiene es ciertamente un elemento valioso para el aumento de la longevidad; pero debe ser bien comprendida, y debe inspirarse sobre todo en el equilibrio, la moderación y la prudencia para evitar los excesos, porque en materia de higiene, como en tantas otras disciplinas, hay excesos peligrosos; cuyas consecuencias pueden ser peores, como veremos más adelante, que los males que pretenden eliminar.

    El objetivo a alcanzar, la higiene esencial de la existencia, consiste en preservar a toda costa ese precioso equilibrio oscilatorio de la célula viva, al que debemos la vida. Parece que, ignorantes de estas nuevas conquistas de la biología, los antiguos previeron este principio. Un remedio para combatir la senilidad, que se dice infalible, y que fue utilizado por el rey David, consiste en poner un cuerpo joven y vigoroso en contacto inmediato con el cuerpo viejo.

    Galeno y otros filósofos han intentado explicar la eficacia de este remedio, y sobre él dice Roger Bacon: Los espíritus emanan del cuerpo del hombre, como del de los animales. Los hombres sanos y de constitución fuerte, sobre todo si son jóvenes, reconfortan y reaniman a los ancianos por su mera presencia, por sus dulces emanaciones, por sus vapores sanos y agradables, y por el vigor que emana de ellos. Hufeland corrobora así esta afirmación:

    "Puesto que basta con aplicar un animal vivo a la parte dolorida del cuerpo para sentir

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