Descubre millones de libros electrónicos, audiolibros y mucho más con una prueba gratuita

Solo $11.99/mes después de la prueba. Puedes cancelar en cualquier momento.

Operación Ave
Operación Ave
Operación Ave
Libro electrónico258 páginas3 horas

Operación Ave

Calificación: 0 de 5 estrellas

()

Leer la vista previa

Información de este libro electrónico

Sobre los hombros de Zabina Reybax pesa la nostalgia por la partida de su madre. Siete años atrás, engrosó la lista de los “elegidos”, un grupo seleccionado por la Organización Global Oficial (OGO) para aportar con sus conocimientos al desarrollo de nuevas tecnologías. Desde entonces, su familia ha esperado por ella, sin noticias sobre su paradero.
La adolescencia de Zabina transcurre en un mundo muy diferente al que conocemos: las distintas especies de animales se han extinguido, la temperatura alcanza ochenta grados Celsius en algunas zonas y el acceso al agua y la electricidad es regulado de forma férrea por la OGO. La contaminación y la sobreexplotación de los recursos naturales han tenido consecuencias nefastas para el planeta y, por ende, para la vida de los seres humanos. Sin embargo, todo está a punto de cambiar, cuando Zabina recibe la visita de un ave que porta un misterioso mensaje.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento1 jul 2021
ISBN9789566039617
Operación Ave
Autor

Antonella Gattini K.

Antonella Gattini Kenchington nació el 8 de enero de 1989 en Cerro Alegre (Valparaíso, Chile), aunque gran parte de su vida ha transcurrido en Concepción.Durante el 2017, vivió en Australia, donde se acentuó su interés por el cuidado del medioambiente. Tras regresar a Chile un año después, se certificó como agente de cambio a través de ADC Circular (Santiago). Posterior a esto, inició un emprendimiento de productos reutilizables y dictó charlas gratuitas sobre hábitos sustentables.Operación Ave nació con la intención de concientizar a adolescentes y adultos con respecto a la importancia de proteger la biodiversidad y potenciar un estilo de vida armónico con el planeta.Psicóloga de profesión, en la actualidad se dedica al life coaching y reside en Concepción junto a su esposo, Juan Carlos.

Relacionado con Operación Ave

Libros electrónicos relacionados

Acción y aventura para jóvenes para usted

Ver más

Artículos relacionados

Categorías relacionadas

Comentarios para Operación Ave

Calificación: 0 de 5 estrellas
0 calificaciones

0 clasificaciones0 comentarios

¿Qué te pareció?

Toca para calificar

Los comentarios deben tener al menos 10 palabras

    Vista previa del libro

    Operación Ave - Antonella Gattini K.

    ÍNDICE

    Capítulo I

    Capítulo II

    Capítulo III

    Capítulo IV

    Capítulo V

    Capítulo VI

    Capítulo VII

    Capítulo VIII

    Capítulo IX

    Capítulo X

    Capítulo XI

    Capítulo XII

    Capítulo XIII

    Capítulo XIV

    Capítulo XV

    Capítulo XVI

    Capítulo XVII

    Volver al índice

    Capítulo I

    ¡No puedo creerlo, está a unos metros de nosotros! De su pequeño rostro, diferencio dos diminutas esferas negras a cada lado, mientras que en el centro una discreta boca se extiende en forma de punta. Las plumas marrón oscuro cubren todo su cuerpo, salvo una pequeña mancha blanca en forma de corazón ubicada en el pecho. No entiendo cómo se sostiene, menudas garras negras se asoman bajo su torso, pero me resulta imposible creer que esas extremidades soportan su peso.

    Miro a Neit de reojo, está paralizado. Si no siguiera de pie, creería que su corazón se ha detenido.

    —Hermano…

    Mi corazón palpita como un tambor, tan fuerte que no escucho mis pensamientos.

    En tanto, la criatura sigue inmóvil, sin dejar de mirarnos.

    —¿Qué… qué es eso, Zabina? —Estira con lentitud su brazo y se aferra al mío.

    —Es… es un ave…

    La oración es tan irreal que cuestiono si estoy despierta. El recuerdo de mi madre hablando de tan sublimes animales se hace presente, pero soy incapaz de escuchar sus palabras, el maldito tambor no se detiene.

    La mirada del ave es penetrante. Permanezco inmóvil, observando sus pupilas, hasta que una punzada en el corazón me hace reaccionar. Me llevo las manos al pecho e intento respirar con rapidez para calmar el malestar, su intensidad aumenta con cada segundo. Mis rodillas tocan el suelo.

    Neit se vuelve hacia mí.

    —¡Zabina! ¿Qué te pasa?

    Preocupado, se agacha a mi lado y recoge sus pequeños brazos a mi alrededor. Su calor inmediatamente me genera una sensación de alivio. Levanto la vista para encontrarme con el ave expandiendo sus alas, preparándose para emprender el vuelo. Se dirige hacia nosotros mientras observamos boquiabiertos sus extremidades, suben y bajan para generar impulso a gran velocidad. De pronto, noto que algo blanco cuelga en una de sus pequeñas garras.

    —¡Va a chocar con la ventana! —Neit se cubre el rostro.

    Segundos antes de estrellarse, el ave cambia el rumbo de forma abrupta y se dirige hacia el cielo. Nos levantamos con rapidez y corremos hacia la ventana; se ha perdido en la inmensidad.

    ***

    —¡Vamos a llegar tarde de nuevo, Neit!

    Corremos por el centro de Lonolab, la ciudad donde vivimos en períodos de verano. La poca agilidad de mi hermano para correr y su mirada perdida me hacen suponer que permanece en estado de shock por nuestra peculiar visita de la mañana. En verdad yo también lo estoy, solo me impulsa a seguir la simple razón de que si llego tarde una vez más, existe el riesgo de perder treinta por ciento de los OGO Créditos que he sumado hasta la fecha; son mi única posibilidad de reencontrarme con mi madre.

    La OGO (Organización Global Oficial) es la razón de que los sayosianos trabajen en períodos de invierno en Veronia y se preparen estudiando en períodos de verano en Lonolab. La OGO mantiene tanto a nuestra comunidad, Sayosia, como a las otras ocho que están distribuidas en distintas partes del planeta. Una vez al año, la OGO selecciona a las personas con más créditos para trabajar en Tedqua, donde se encuentra la casa matriz. Mi madre fue elegida hace siete años, desde ese momento no tenemos noticias sobre ella. Para proteger los avances tecnológicos y los recursos de los inadaptados, se impide a los elegidos cualquier contacto con el mundo exterior.

    Los inadaptados son personas consideradas de alta peligrosidad; posterior a la tercera guerra mundial biológica, se marginaron y levantaron contra la OGO. Es común escuchar rumores de que han atacado Tedqua para robar recursos, a veces se introducen en las comunidades camuflados para el mismo fin. Nunca los he visto, mi familia tampoco, pero sabemos que la OGO policía sostiene constantes enfrentamientos contra ellos.

    Dejo a Neit a toda prisa en su estación y luego me dirijo a la mía. Al llegar, corro por el pasillo y a través de la ventanilla de la puerta veo que la profesora Oresia está sentada en su escritorio; de pronto, recuerdo que sabe sobre animales.

    —¡Profesora, vi un ave hoy! ¡Aún existen! —Entro sin calcular mi exceso de energía, aunque alcanzo a poner un pie para no caer.

    Una ola de carcajadas se derrama sobre mí. Durante un segundo, olvidé que llegaba tarde, es obvio que mis compañeros están sentados en sus puestos.

    —¡Es verdad…! Mi hermano también la vio… —Me giro hacia todos, siento la temperatura de mi rostro alcanzar los cien grados Celsius en dos segundos.

    —Es primera vez que te escuchamos hablar, ¿y para decir semejante estupidez? —grita Tanya; por supuesto, aprovecha esta instancia para humillarme. Ella, en conjunto con Melea y Yiza, son el terror de nuestra estación. Aunque me importa bien poco lo que ellas u otros piensen de mí, me da rabia no tener la personalidad para ponerla en su lugar.

    —¡Ya basta! Saquen sus pantallas y vayan al capítulo cuatro de física cuántica avanzada, ¡ahora! —La profesora Oresia me toma del hombro y me mira con extrañeza—. ¿A tus quince años? ¿No estás un poco grande para estos juegos, Zabina?

    No esperaba esa reacción de su parte y me duele. Siento frustración y estoy confundida, ¿cómo explicar lo inexplicable? Me siento en mi silla y miro de reojo al resto de la clase; al parecer, regresaron a lo suyo, salvo Kay, quien me observa con su seriedad de siempre, acompañada de una expresión que no logro descifrar. Es probable que piense que estoy loca.

    Tasz, mi mejor y único amigo, además de eterno compañero de asiento, me mira con una expresión burlona. Preveo lo que se viene.

    —¿De verdad viste un ave hoy?

    —¿No crees que fue suficiente humillación?

    —Mmm… pero supongamos que te creo… ¿Qué tal si conectamos una cámara sensorial de ángulo completo en el lugar donde la viste, por si vuelve a aparecer? Si la combinamos con un GPS Shot JVR-5 que arroje un nanocódigo al animal sin dañarlo, el cual se activaría con una luz infrarroja sensible al movimiento, podríamos rastrearlo sin problemas. —Se lleva la mano a la barbilla.

    Si hay un experto en tecnología, es Tasz. Aunque lleve el cabello sin cepillar durante días y esos enormes lentes redondos, siempre convence a los demás de los beneficios de los últimos avances tecnológicos y pretende usarlos bajo cualquier pretexto. Es obvio que terminará en la OGO antes que el resto de nosotros; a pesar de ser tan joven, podría perfectamente construir y pilotear una nave espacial.

    —¿Por qué no mejor rastreamos tu peineta? —Agito mi mano con energía sobre su melena.

    La tarde se hace eterna. Por mucho que Tasz me repite lo increíble que son los nuevos prototipos del tren bala que está por inaugurar la OGO, no puedo pensar en otra cosa que no sea el ave. Si bien mi imaginación a veces no tiene límites, estoy muy segura de lo que vi; además, hay un testigo. Aunque tiene nueve años, diría con certeza que es más racional que yo… ¿Cómo habrá llegado el ave hasta aquí? ¿De dónde vendrá? ¿Habrá otras cerca? ¿Alguien más la habrá visto? Muchas preguntas por responder y pocas personas a quienes preguntar. Sé que mamá habría sido la indicada para ayudarme a resolver este misterio, sabe mucho de animales, en especial de aves, pues son nuestra clase animal favorita y siempre conversábamos sobre ellas.

    Suena el timbre que da término a la jornada, lo único que quiero es llegar a casa. Tal vez mis abuelos o mi papá tendrán algo que decir al respecto; al menos, eso espero.

    Antes de salir de la sala, noto que Tanya y Yiza están en el pasillo y lanzan entre ellas algo que parece una caja metálica, mientras Melea las observa riéndose. Intento agilizar la marcha y pasar desapercibida, así que miro fijamente al suelo. Lucen concentradas en su juego; si apuro el paso, creo que tengo una gran posibilidad de llegar invicta a la salida.

    —¿Así que viste un ave, sabelotodo? —El tono de Tanya es burlesco.

    ¡Mierda! Estaba tan cerca.

    —¿Cómo crees que te aceptarán en la OGO si estás demente? —agrega Yiza.

    Repito en mi cabeza: Eres sabia, eres sabia, eres sabia. Intento hacer honor a las palabras de la abuela Iade, siempre dice que las personas con sabiduría no se ofenden por dichos de los ignorantes. Sigo caminando con la vista fija en la manilla de la puerta que me sacará de este incómodo momento.

    —¡Vaya forma de llamar la atención! ¿Te ha funcionado esa estrategia alguna vez? ¿Tienes más amigos, aparte del rarito de Tasz? —Melea utiliza un tono muy desagradable.

    Soy capaz de ignorar que se metan conmigo, pero si lo hacen con Tasz es otra historia.

    —¿Cómo raro? ¡No por ser más inteligente que ustedes tres juntas, significa que sea raro!

    Me arrepiento al momento de terminar la frase, estoy a pocos centímetros de alcanzar la manilla, pude ahorrarme la pelea.

    —¡¿Qué dijiste?! —grita Tanya—. ¡Aquí va tu ave, mentirosa!

    Por el rabillo del ojo, veo la caja metálica acercarse a mí a gran velocidad. Alcanzo a cubrirme la cabeza con el brazo derecho, mientras me preparo para el impacto. Percibo una ligera brisa cerca de mi frente, pero extrañamente no siento el golpe.

    —Cuidado, Tanya, podrías pegarle a alguien con esto. —Hay ironía en la oración de mi salvador.

    Me giro y veo a Kay. Mis mejillas se encienden de nuevo.

    —Kay, estábamos jugando con Zabina… —La risa de Tanya retumba en el pasillo—. Vamos, chicas, terminó la diversión aquí.

    Las miro hasta que desaparecen por la puerta de salida, me siento aliviada y sorprendida.

    —¿Estás bien? —Kay me toma del hombro. Creo que es la primera vez en la vida que se dirige a mí para algo que no sea pedirme un lápiz o preguntarme la hora.

    —Sí, muchas gracias; de verdad estábamos jugando. —Siento vergüenza de admitir que era el blanco, no me gusta verme como víctima, menos que sientan lástima por mí.

    —Necesito hablar contigo.

    Me mira fijamente. Nunca había notado que sus ojos son grisáceos ni que tiene una pequeña cicatriz en la parte superior del labio. Algunas mechas de cabello castaño claro caen desordenadas sobre su frente, intentando ablandar de alguna forma la dureza de sus facciones y su seriedad característica. Siempre me pregunto cuál será la historia que se esconde detrás de esa actitud tan compuesta y esa soledad que parece disfrutar.

    —Quería preguntarte por lo de hoy —interrumpe mi proceso de contemplación—, ya sabes… eso de que viste un ave.

    Me toma un tiempo entender a qué se refiere, pero ¿cómo olvidarlo? Intento pensar en una respuesta lógica o al menos coherente; sin embargo, en el segundo en que abro mi boca para responder, el sonido del holófono detiene mis palabras. Saco el móvil del bolsillo y presiono contestar, el holograma del rostro de Neit se proyecta.

    —¿Dónde estás? —Su tono denota preocupación—. Están cerrando mi estación y aún no vienes por mí.

    —¡Voy! —respondo en automático, mientras miro a Kay con expresión de disculpa.

    —¿Podemos conversar sobre esto mañana? Es importante.

    —¡De todas maneras!

    Corro sin dejar de sentir intriga por lo que Kay desea saber respecto al extraño suceso.

    ***

    —Vimos un ave hoy, ¿verdad?

    Tras el grito de Neit, una sensación de alivio me envuelve al reafirmar que no se trató de una alucinación: lo que sucedió esta mañana fue real.

    —¡Nadie me cree, Zabina!

    —Tal vez sea mejor que, por ahora, lo mantengamos en secreto y solo conversemos con nuestra familia, ¿te parece? —Me parte el alma pensar que Neit puede ser blanco de burlas sin que yo esté para defenderlo.

    Llegamos a casa. Papá está cocinando la porción correspondiente a los martes para la comunidad sayosiana, sopa de lentejas como plato principal y sopa de plátano para el postre.

    La OGO también se encarga de decidir qué come cada comunidad. La patrulla destinada a nuestro sector pasa una vez al mes para dejar las porciones en canastas familiares. Los alimentos vienen en polvo para facilitar el proceso de transporte, así como la durabilidad y preparación. Si bien aseguran que los menús son variados, para mí cada plato tiene el mismo sabor amargo, la única diferencia es que algunos son más salados que otros. Estos menús, al igual que lo demás que consumimos y usamos, son producidos en laboratorios controlados por la OGO. Desde hace décadas, luego de que la agricultura disminuyó de manera drástica hasta desaparecer, la OGO tomó el control de la producción de alimentos para abastecer a las nueve comunidades que quedan en el planeta. Las canastas familiares incluyen productos de higiene y limpieza, solo cada tres meses podemos hacer pedidos especiales, como medicamentos, ropa y otra cosa que necesitemos como familia.

    El agua y la energía también son controlados por la organización, a través de un sistema inteligente instalado en las viviendas de cada comunidad. El recurso natural más preciado que tenemos es el agua, su uso es monitoreado de forma estricta, desde la duración de las duchas hasta cuánta bebemos por persona al día. Lo mismo ocurre con la energía eléctrica, a las diez de la noche se apaga la luz en Sayosia; a partir de ese momento, nadie puede salir a la calle y esto aplica para las otras comunidades del mundo. Después del toque de queda, solo siguen funcionando con electricidad los recintos hospitalarios y, por supuesto, las sedes de la OGO.

    Nosotros, por ser parientes de una elegida, recibimos más variedades de comida que las demás familias. Tenemos acceso más rápido a salud en caso de ser necesario, y mayores posibilidades de recibir cosas que solicitemos cada tres meses. A veces, mi padre usa como consuelo que mi madre no quiere que perdamos estos beneficios y por eso no ha regresado, pero en el fondo de su corazón sabe que ese no es el motivo.

    Papá coloca la olla sobre la mesa, nos sentamos y espero que mis abuelos dejen de discutir para hablar. Viven con nosotros desde que mamá se fue, supongo que con la intención de suplir el vacío que dejó en la casa la partida de su hija. En este momento, discuten sobre la relevancia de la Fiesta del Sol que se celebrará dentro de tres días, siempre se realiza a finales de marzo para agradecer por un año más de planeta; por lejos, es mi festividad favorita.

    Espero paciente a que se genere un espacio de silencio para comenzar el interrogatorio, seguro que alguien de mi familia ayudará a resolver el misterio. Después de aguardar atenta la oportunidad durante varios minutos, mi abuela toma su vaso para beber un poco de agua y decido que es ahora o nunca.

    —Familia, ¿qué dirían si les cuento que vi un ave? —pregunto de forma apresurada, antes de que mi abuela termine de tragar y sea demasiado tarde.

    Se giran hacia mí con una expresión similar en sus rostros, como si hubiera revelado que alguien falleció. Tal vez esperaba una carcajada, pero no esta reacción.

    —¡Vimos un ave hoy!

    Nadie parece escuchar a Neit, los adultos siguen inmóviles con una expresión de terror en sus rostros. Luego de un eterno minuto de silencio, empiezan a mirarse entre ellos, quizá buscando al valiente que se atreva a contestar.

    —Bueno —el abuelo Laus se arrellana en la silla—, te refieres a que vieron la imagen de un ave, ¿verdad?

    —No, abuelo, ¡una de verdad! ¡La vimos hoy en la mañana, afuera de la ventana de Neit! —Mi entusiasmo es evidente. Aún parece irreal; si alguien me dijera lo mismo, dudo que le creería.

    Papá y la abuela Iade siguen sin decir una palabra. Están serios, sobre todo él, aunque necesito saber qué pasa por su cabeza.

    —Papá, ¿qué opinas? —No sé por qué, pero temo un poco su respuesta.

    —Opino que se te va a enfriar la comida, Zabina. Por favor, termina tu plato.

    La línea vertical marcada entre sus cejas se hace notoria. Me pregunto si se habrá molestado o si solo está preocupado, no sé qué significa esa expresión. Su rostro se ha vuelto duro y difícil de leer desde que mamá se fue.

    Después de la orden de papá, nadie habla durante la comida, aunque tenía la esperanza de que me creyeran o lo intentaran. Es primera vez que me siento incómoda frente a mi familia.

    Luego de veinte minutos bastante largos, por fin nos levantamos de la mesa. Retiro los platos para ayudar a papá a llevar la loza a la cocina. Mientras la dejo en el fregadero, escucho que la puerta se cierra detrás de mí. Estamos solo papá y yo.

    —Zabina, escúchame bien. No existen las aves ni otra especie animal en el planeta, se extinguieron muchos años atrás y tú lo sabes. —Se acerca con lentitud hasta apoyar ambos brazos sobre mis hombros; su tono es directo, deja en evidencia una suerte de súplica—. Es imposible que hayas visto una, es muy importante que entiendas esto… Por favor, dime que lo entiendes.

    —Sí, papá. —Mi tono no es convincente, hablo en automático.

    —Eres una niña inteligente y curiosa, igual que tu mamá —dice con nostalgia, mientras se dirige hacia la salida de la cocina—. Sé que debes extrañarla mucho y estoy seguro de que ella también los extraña. —Abre la puerta y desaparece hacia el pasillo.

    Un rato después, me tumbo en la cama más confundida que nunca, ¿qué tiene que ver mamá con que hayamos visto un ave? Recreo en mi cabeza la imagen del animal. Sus ojos, sus plumas… ¿medirá unos quince centímetros? De repente, tengo la sensación de haberlo visto antes, pero ¿dónde...?

    ¡El libro! ¡Cómo no me acordé antes! Me pongo de pie de un salto. Justo el día que mi madre se fue, me regaló su libro Las aves; sabía que era mi favorito. Recuerdo que sentía tanta tristeza que juré no abrirlo hasta que ella regresara y lo pudiéramos ver juntas de nuevo. La pregunta es: ¿dónde está guardado después de tanto tiempo?

    Espero impaciente hasta las diez para que se apague la luz. Tengo la impresión de que puede estar en la bodega, pero no quiero que papá me pille buscándolo, no creo que le de mucha gracia que insista con el tema.

    Me recuesto en la cama mirando el techo por un momento, luego me siento en el borde, veo el reloj sobre mi velador; recién son las nueve. Me levanto y camino de un lado a otro mientras juego en mi holófono hasta aburrirme, así que lo guardo. Vuelvo a recostarme sobre la cama. Miro de nuevo el reloj, cada minuto se arrastra con lentitud, esta espera comienza a desesperarme.

    Luego de una eternidad, ha llegado el momento. Saco mi holófono y enciendo la linterna. ¡Maldición!, solo tiene cinco por ciento de batería. Si me quedo sin carga, tendré que esperar hasta las seis de la madrugada para que se active de nuevo la energía;

    ¿Disfrutas la vista previa?
    Página 1 de 1