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Los Plomeros
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Libro electrónico110 páginas1 hora

Los Plomeros

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Liam y Pierce viven en un país asediado por una extraña enfermedad. La llaman “la mugre” y convierte a sus víctimas en rabiosos asesinos, conocidos como “infectados”.
Las autoridades llevan una lucha constante para mantener alejados a los infectados de los pueblos y ciudades.
Liam y Pierce son plomeros. Los envían a las zonas de riesgo para mantener los baños y cañerías funcionando, preservando los pocos recursos que quedan.

Súbete a la camioneta con ellos y acompáñalos en un día típico de trabajo.
Un día de cavar pozos, enmendar cañerías, tomar medidas, cortar material, destapar baños y batallar contra los infectados, vistiendo sus clásicos trajes de plomeros, mientras cuentan chistes negros en el ínterin.
No importa cuán difícil o sucia sea la tarea, ¡es sólo otro día de trabajo para ellos! 


Los Plomeros es una novela de horror y comedia negra del autor de Transfer, la serie Honger, Night Things, y la aclamada colección de terror What Price Gory.

IdiomaEspañol
EditorialBadPress
Fecha de lanzamiento4 may 2021
ISBN9781071599112
Los Plomeros

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    Los Plomeros - Terry M. West

    Para todos los hombres de mi familia que doblaron acero y soldaron uniones: Abuelo, Tío Richard, Tío Jim, y Tom

    Webb. Que Dios los tenga en la gloria.

    Y siempre para Regina y Terrence.

    Si pudiese volver a vivir mi vida, sería un plomero.

    Albert Einstein

    1.

    Viernes 13 de Mayo

    6:45AM

    Vas a llegar tarde a la escuela de nuevo,  Simon, le dijo Irene desde la cocina. Ella acomodó los libros de texto en la mesa. Su marido, Liam, tomó su bolsa del almuerzo y buscó las llaves de la camioneta.

    Pero, mamá, la escuela es en casa, se quejó Simon desde el baño.

    Sí, y yo soy tu maestra y tengo más cosas que hacer hoy además de mantenerte estudiando, dijo Irene, acomodando el pequeño pizarrón portátil. Tengo que encargarme del jardín. Y debemos ir a la tienda. El camión repartidor de carne llegó temprano hoy. Es muy probable que se agote, pero logré que Florence nos separe unos filetes para nosotros. Papi tendrá que arreglarle una canilla a cambio, pero estoy segura de que no le molestará.

    Por unos filetes, le arreglaré más que la canilla, bromeó  Liam levantando las cejas.

    Irene lo golpeó con un repasador y continuó con su lista de quehaceres. Y luego tenemos que ir a la granja Colster Road a buscar leche de oveja. He pagado por anticipado la vez pasada. Y éste es mi día. Por favor, no pongas palos en la rueda, cariño.

    ¿No puedo quedarme aquí?, se quejó Simon desde el otro lado de la puerta.

    Deja de quejarte, dijo Liam levantando la voz. Ayuda a tu mamá. Y escúchala siempre, ¿sí?

    Encontró sus llaves en la mesa junto al sofá y las apretó en su mano llena de callos. Tu mamá es la mujer más inteligente que conozco. Tiene mucho para enseñarte, Simon. Más que yo, eso es seguro.

    Pero eso no importa, ¿no? Con el mundo terminando, dijo Simon. ¿Qué punto tiene estudiar en casa con lo que está pasando con la mugre y los infectados? Si te sale una erupción, estás hecho.

    La mugre era como todos llamaban a la misteriosa enfermedad que convertía a sus víctimas – al menos a los que no mataba directamente – en asesinos salvajes. Su nombre oficial era largo y difícil de pronunciar. Especialmente para Liam, que no era bueno con las letras. Las erupciones eran la condición en la piel que contagiaba a los infectados. Era una urticaria rojiza que cubría a los desafortunados. Los infectados parecían niños abandonados por el diablo, enojados, como recién salidos del infierno.

    Hacía un mes que había comenzado este desastre. Los científicos y doctores no estaban siquiera cerca de una vacuna. El control de daños era todo lo que las autoridades podían manejar. El oscuro génesis de la enfermedad era un completo misterio y había generado grupos conspiranoicos. El gobierno había tomado una postura inusual en contra de los demonios que dicha enfermedad generaba. Para algunos, era evidente que los infectados eran cosas muertas salidas del infierno. Otros insistían en que aún había vida en ellos y que volverían a la normalidad cuando apareciese la cura. El Congreso los tildaba de muertos vivientes en forma vaga y prefería no inclinarse hacia ningún extremo. Hacía falta una lógica flexible para contener la crisis. Eso no le importaba una mierda a Liam. Los infectados eran un maldito peligro y caían con un buen golpe en la cabeza. ¿A quién le importaba si tenían pulso o pensamientos?

    La mayoría esperaba que la pandemia siguiese su curso y luego terminase, pero Liam no podía imaginarlo. En su opinión, no había futuro. Liam odiaba ver a su hijo atrapado en una situación así. Un mundo así.

    No será así para siempre, hijo, le aseguró Liam. Necesitaba decírselo. Las cosas se arreglarán y volverán a la normalidad antes de lo esperado.

    Tu papá tiene razón, agregó Irene. Tienes que estar preparado para cuando el mundo vuelva a ser como antes.

    Ella fue hacia Liam y depositó en sus manos un libro gastado. Liam lo miró y vio en la tapa a un hombre y una mujer muy guapos, abrazándose. Vestían ropa antigua, como la que habían visto en una feria renacentista antes de que llegase la mugre.

    Liam no podía leer el título o el nombre del autor. Era un hombre inteligente, pero sufría de dislexia. No importaba cuánto tratase, no podía comprender las palabras escritas. Todo parecía un garabato para él. Liam tuvo que tomar un examen oral para conseguir su licencia de plomero y el carnet de conducir. Leía los números bastante bien, y podía comprender el costo del libro. 

    ¿Qué somos ahora? ¿Una librería?, dijo Liam.

    Ella se quitó la bandita del pelo y se acomodó su cabello negro. El gris se escabullía por algunos lugares. Hacía varias semanas desde que se había teñido por última vez.

    Dáselo a Pierce, dijo Irene. Se quitó el delantal, lo abolló y lo tiró en un cesto de ropa cercano al lavadero.  Vamos por el sexto de la serie ya. Además, hay un sándwich para él en tu bolsa del almuerzo. Sardinas y pickles. Su favorito.

    ¿Por qué lo consientes tanto? ¿Hay algo de lo que deba preocuparme, amor?, bromeó Liam.

    Irene soltó una risita. Bueno, es bastante guapo, ¿no te parece? Y tiene una figura como del Olimpo. Apuesto que la tiene...

    Creo que ya es suficiente, dijo Liam con un gesto malvado. Si sigues hablando así, le daré una chance a la señorita Florence.

    Qué asqueroso, se quejó Simon en voz alta. Tiene como ochenta o más.

    Eres un sucio, le susurró Irene a su esposo, apoyando sus manos sobre los hombros de él. "Consiento a Pierce porque él te cuida a ti.  Y recuérdale que pase el domingo a tomar el té y charlar del libro. ¿Nos traes una torta esta noche? De Ziggy’s, por favor. El último lugar resultó horrible".

    Liam soltó una risa. Si es que puedo.

    Ten cuidado, amor, dijo Irene. Hoy es viernes 13.

    Todo este año ha sido un viernes 13, dijo Liam, con una mueca malvada. Un mísero día no me asustará.

    Irene frunció el ceño. Sí, claro.

    Ella le empujó la cabeza hacia atrás y apoyó sus labios sobre las cejas de él, justo en medio de su frente. Luego le ajustó los botones de su overol, se lamió los dedos y le peinó suavemente el cabello hacia atrás. O esta noche vuelves en una sola pieza, o no vuelvas. Lo único que me falta es un lisiado al que atender. Si no te ahogaré con un almohadón, lo prometo, a la primera oportunidad que tenga. Ni siquiera te enterarás.

    Liam rio, abrazó a su esposa con fuerza y la besó en ese lugar de la nuca que a ella siempre le gustaba. Ella se sonrojó y lo alejó. No empieces algo si no vas a terminarlo, amor, le dijo.

    Liam dio media vuelta para irse.

    Vamos, Simon, le dijo Irene a su hijo adolescente. Su impaciencia comenzaba a notarse. Apúrate, cariño. Y recuerda, si salpicas, límpialo. Tu mamá se está cansando de hacerlo por ti.

    Liam abrió la puerta de la casa.

    Liam, lo llamó Irene.

    Él giró y se encontró con el rostro serio de ella. Sabía lo que estaba por pasar. Pasaba todas las mañanas.

    "Nada de cigarrillos hoy, Liam. Es

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