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Jaime Garzón: Lea pa' que hablemos N° 2
Jaime Garzón: Lea pa' que hablemos N° 2
Jaime Garzón: Lea pa' que hablemos N° 2
Libro electrónico98 páginas1 hora

Jaime Garzón: Lea pa' que hablemos N° 2

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Hace 17 años fue asesinado mi hermano Jaime Garzón Forero. Aún la impunidad de su crimen está incólume, como tantos otros dramas en Colombia. Por fortuna, la memoria es una forma de construir un sentido de la vida, del pasado y del futuro, es lo que les queda a los pueblos que han sido sometidos a la muerte, al silencio o al engaño. Particularmente, el pueblo colombiano guarda en el alma y en el corazón a Jaime, pues allí se anidan los recuerdos que más amamos. Si bien, la remembranza de Jaime adquiere con su asesinato un signo amargo y doloroso, también contiene la potencia que encarnó cada uno de sus personajes: esa posibilidad de enfrentar el poder abiertamente, desenmascararlo y burlársele en su propia cara, con el único objeto de alcanzar una sociedad diferente.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento23 oct 2020
ISBN9789584905024
Jaime Garzón: Lea pa' que hablemos N° 2

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    ¡Viva Jaime Garzón en el corazón de todos los colombianos!




    y síganme en Instagram @andrez.z.z ;)

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Jaime Garzón - Marisol Garzón Forero

Jorge Andrés Escobar

La mañana del 5 de septiembre de 1983 la Universidad Nacional de Colombia nos dio la bienvenida, Jaime Garzón estaba vestido como un niño inglés, miraba a lado y lado, andaba muy inquieto, los demás sí con cara de primíparos, juiciosos y despistados. Recuerdo que el maestro Eduardo Umaña Luna comenzó su discurso en el Aula Máxima de la Facultad de Derecho, resaltando la importancia de residir allí como estudiante, rescatar el pensamiento crítico de quienes habían forjado el sentido mismo de la academia. Era el momento de recordar a Camilo Torres, Orlando Fals Borda, Alfredo Vázquez Carrizosa, Gerardo Molina; pero Jaime, fuera de tono y rompiendo la solemnidad, hace una disertación sobre Mao Tse-Tung. Claro, eso no le cayó a nadie bien, pues era como si estuviera por encima de todos los asistentes. Pero él no medía nada, simplemente la hizo con tremenda gracia y elocuencia. A mí me pareció muy simpático. Desde ese mismo día generamos una profunda conexión de rebeldía y amistad con un grupo de personas que trasegamos siete años en la universidad.

Alonso Ojeda

Conozco a Heidi, así le apodamos a Jaime, luego de venir de la Serranía de San Lucas; fue un grupo muy importante el que conformamos en Bogotá, con maestros del Distrito, docentes universitarios, vinculados a los sectores populares, metidos en Bosa, en León XIII, en Soacha, con gran valor humano e intelectual. Hablo de los años 1975 y 1976. Estaba el reconocido profesor Beethoven Herrera, se acercó Salomón Kalmanovitz, el periodista Enrique Santos Calderón, Antonio Caballero, Bernardo García, Orlando Fals Borda. No todos pensaban igual, uno que otro pertenecía a un movimiento o a un partido, pero las ideas de Camilo Torres, desde el punto de vista de la historia nacional, del pensamiento político, del contexto en el que estábamos, resultaban un tema en común dentro del marco de lo que se estaba generando con el socialismo y el capitalismo en el mundo. Jaime era muy joven, yo tenía para ese momento 29 años, había terminado mis estudios de medicina, me había especializado en el área quirúrgica. Con aquel grupo perfectamente se podía hablar sobre lo que ocurría en Vietnam, en China, en Rusia o en América Latina; no solo sobre lo que se libraba en las regiones de Colombia.

*Examen Jaime, archivo: Marisol Garzón

*Calificaciones Jaime, archivo: Marisol Garzón

Gloria Amparo Acosta

Cuando conozco a Jaime, antes de conformar el Rotundo Vagabundo, Jaime era como la mascota, él tenía quince o dieciséis. Luego lo comencé a ver en la casa de Myriam Bautista, quien ahora es periodista de Semana. Yo entro a trabajar al Ministerio, con Rodrigo Lara, Jaime me empieza a buscar mucho, iba a la oficina que quedaba en la calle 12 con carrera 4ta, se sentaba y esperaba que yo saliera para ir a almorzar; íbamos, a veces, con Héctor Peña y con otros compañeros de trabajo. A mí todo me encantaba. Me cogía los datos de lo que íbamos a hacer el fin de semana y allá nos llegaba. Después descubro que él no va tras mi amistad, ni la de Myriam, a quien también buscaba, sino que su interés es meterse con los señores, con Alonso, Hernando y Franco, pues son como sus prototipos políticos e intelectuales.

En alguno de esos almuerzos, Jaime me comenta que uno necesita tener una militancia y que por eso debemos montar un movimiento. Ya tengo el nombre, compañera–me dice–, se llama el Rotundo Vagabundo. Días después, llegó con un librito y comenzó a leerme un aparte. Más o menos decía que una vez el maestro estaba con sus alumnos y vieron que en el terreno de una finca habían cortado los árboles, menos uno. ¡Ve!, ¡qué tan raro!, pensaron. Vayan y averigüen, dizque les dijo el maestro. Los alumnos fueron, observaron y dijeron que los árboles cortados eran maderables y obviamente se necesitaban para muchas cosas. ¿Ese otro árbol, entonces, por qué no lo cortaron?, dijo el maestro. Los alumnos explicaron que no servía para absolutamente nada, pues como madera tiene muchos nudos y como leña echa un humo que irrita. Eso es lo que ustedes

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