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Jaime Garzón: Lea pa' que hablemos N° 1
Jaime Garzón: Lea pa' que hablemos N° 1
Jaime Garzón: Lea pa' que hablemos N° 1
Libro electrónico115 páginas1 hora

Jaime Garzón: Lea pa' que hablemos N° 1

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Lea pa´que hablemos es una expresión que utilizaba Jaime Garzón y que dice mucho sobre la relación que entablaba con las personas que le rodeaban.

A los 16 años de su asesinato y con el deplorable fallo de un fiscal delegado ante el Tribunal Superior de Bogotá, en el que se determinó que el crimen de mi hermano no era de lesa humanidad, ustedes tienen en sus manos el Primer Volumen de una Serie que circulará periódicamente en torno a la memoria de Jaime, su forma de hacer reír, pensar y soñar este país.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento23 oct 2020
ISBN9789584905017
Jaime Garzón: Lea pa' que hablemos N° 1

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    Jaime Garzón - Marisol Garzón Forero

    Radio

    1

    Mire lo que llevo para salvar el semestre

    El papel que me pareció menos extraño de los que le conocí fue el de locutor de corridas de toros, dijo hace poco Raúl Barrantes, compañero de curso de Jaime en la Normal de la Paz. Tal vez, piensa Barrantes, porque Jaime vivía cerca de la Plaza de Toros y en algo ese hecho le parecía familiar. Pero cuando lo vio en televisión hablando de la situación de unos secuestrados y oyó por boca de una amiga que un tipo en reuniones de una entidad pública repartía los roscones del refrigerio por el aire y vio un aviso clasificado en el que se cambiaba un burro por un carro y lo halló haciendo campaña por un político conservador del cual se burlaría en adelante y fue y lo vio actuando en Mamá Colombia con Fanny Mikey, saliéndose del libreto, simplemente se dijo: Este tipo era realmente distinto y su encanto, como en aquella comedia, es que siempre se salió del libreto. Así que cada una de esas apariciones de Garzón ayudan a repasar las vivencias que se tuvieron en la Normal.

    En efecto, Jaime Garzón no presentaba o comentaba noticias, sino que las producía. La vida normal, con sus palabras y movimientos, se volvía un acontecimiento en cualquier lugar en el que se encontraba. Jaime hablaba y el sentido de las cosas cambiaba o la gente caía en la cuenta de que las cosas tenían sentido; mejor dicho, en realidad él develaba el sentido del sinsentido. El orden ya no era orden, pues tenía la capacidad de alterar los significados de una forma mordaz pero alegre, tajante y sin heridas, absurda y elocuente. Solo lastimaba en lo más profundo al poder, no a las personas. Porque el poder es serio, sacro, perverso, arrogante, cínico. El poder es el odio, la venganza y la muerte. Este es el sentido que Jaime cambió en cada aparición, antes y después de su asesinato.

    * Mis Papás

    No resultaba entonces inverosímil la anécdota que años atrás habían escuchado algunos de sus compañeros en la Normal y de la que, como en tantos casos, se tienen versiones diferentes: ¿Si el tipo hace todo esto cómo no va a ser verdad lo que se comentó en ese entonces? Que él se había ido a un paseo con otro curso y que un compañero le dijo que le daba una cámara si se tiraba al río y, claro, Jaime se lanzó. Chapuceó todo lo que pudo, estaba a punto de ahogarse, hasta que unos pescadores lograron sacarlo. Esta hazaña parecía un hecho extremo, pero tratándose de Garzón todo es posible.

    * Cuadernos de Jaime

    Jaime entra a la Normal a cursar cuarto de bachillerato, justo cuando comienzan propiamente las materias y las prácticas pedagógicas. Viene de una localidad diferente, ya que el colegio estaba diseñado para alumnos de la zona. Era la segunda escuela normal privada del país y estamos a mediados de los años setenta. Jaime entra a cuarto A y es de los más pequeños del curso. Dicen que en las primeras semanas intentó hablar en los corrillos y fue abucheado por los más grandes, quienes tenían la autoridad en el salón. Pero luego esto cambió.

    No era extraño, por ejemplo, verlo entrar a otros cursos en ausencia de los profesores y distraer a los estudiantes con su mamadera de gallo; quién sabe qué les decía. Parece que se presentaba en los demás salones con otro nombre. Cuando el colegio estaba reunido en el patio levantaba una mano, hacía un gesto para las filas de la derecha y los estudiantes al unísono soltaban la risa; luego levantaba la otra mano y como en una tribuna pública las filas de la izquierda soltaban otra risotada. A sus quince años podía hacer una narración sobre cualquier tema y cualquiera caía rendido ante su historia. Una muy recordada es la lavada de las medias. Con su voz imitaba cómo abría la llave del lavadero, cómo era el sonido del agua, cómo estiraba una media y luego la otra, las personificaba y movía el cuerpo como si le estuviera cayendo jabón. Escurría las medias, las colgaba y finalmente la historia era interrumpida por el timbre que estremecía a todo el colegio, pues ya había pasado la media hora del

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