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Peregrinajes hacia el vacío
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Peregrinajes hacia el vacío
Libro electrónico323 páginas2 horas

Peregrinajes hacia el vacío

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Pocas obras sintetizan con tanta claridad la fusión entre la ciencia occidental (física cuántica, neurociencias) y la filosofía oriental (taoísmo y zen) como este 'Peregrinajes hacia el vacío', el libro del prestigioso científico Shantena Augusto Sabbadini que ha revolucionado la forma de entender la ciencia en Estados Unidos, Reino Unido e Italia y que por primera vez se ofrece en lengua española. Haciendo un recorrido divulgativo y ameno por la historia de la ciencia en occidente, desde Copérnico hasta las más recientes teoría de cuerdas y la gravedad cuántica de bucles, con un estilo claro y sencillo, esta obra interpeta los nuevos datos aportados por la física poniendo en duda el mundo racionalista tal como occidente lo ha querido entender al servicio de la economía, y ofrece las claves de un nuevo paradigma centrado en la conciencia como sustentadora de las relaciones entre uno mismo y el universo. Según el autor: “El mundo y nosotros somos una expresión de la misma creatividad de la conciencia, olas en el océano de la experiencia. Dejar de identificarse con una sola ola y comprender nuestra naturaleza oceánica es la paz. El mundo entero aspira a esta paz.”

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento23 feb 2021
ISBN9788418639043
Peregrinajes hacia el vacío
Autor

Shantena Augusto Sabbadini

Shantena Augusto Sabbadini nació en Como, Italia, en 1943 y es físico teórico por las Universidades de Milán y de California. Como físico ha trabajado en los fundamentos de la física cuántica y contribuido en la primera identificación de un agujero negro. Fruto de esta labor son sus obras 'Agujeros negros. La oscura energía del universo' (Gribaudo, 2000), 'Agujeros negros. En los confines del espacio y del tiempo' (Lindau, 2018) y 'Peregrinajes hacia el vacío' (edición italiana en Lindau, 2015 e inglesa en Pari Publishing, 2018) que tras un enorme éxito es presentada por primera vez en español en este volumen. Dentro del ámbito de la filosofía y sinología ha llevado a cabo una serie de traducciones y comentarios de los clásicos taoístas Lao Tzu, Chuang Tzu y Lieh Tzu; así como la nueva traducción del I Ching desarrollada junto a Rudolf Ritsema. De 1994 a 2002 fue consejero científico en la Fundación Eranos, un centro de investigación Oriente-Occidente fundado por Olga Froebe-Kapteyn y Carl Gustav Jung en la localidad Suiza de Ascona, y desde 2017 es Director del Pari Center, una institución internacional de Ciencia y Conocimiento localizada en Pari, en la región italiana de la Toscana.

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    Peregrinajes hacia el vacío - Shantena Augusto Sabbadini

    SOBRE EL AUTOR

    Shantena Augusto Sabbadini nació en Como, Italia, en 1943 y es físico teórico por las Universidades de Milán y de California. Como físico ha trabajado en los fundamentos de la física cuántica y contribuido en la primera identificación de un agujero negro. Fruto de esta labor son sus obras Agujeros negros. La oscura energía del universo (Gribaudo, 2000), Agujeros negros. En los confines del espacio y del tiempo (Lindau, 2018) y Peregrinajes hacia el vacío (edición italiana en Lindau, 2015 e inglesa en Pari Publishing, 2018) que tras un enorme éxito es presentada por primera vez en español en este volumen. Dentro del ámbito de la filosofía y sinología ha llevado a cabo una serie de traducciones y comentarios de los clásicos taoístas Lao Tzu, Chuang Tzu y Lieh Tzu; así como la nueva traducción del I Ching desarrollada junto a Rudolf Ritsema. De 1994 a 2002 fue consejero científico en la Fundación Eranos, un centro de investigación Oriente-Occidente fundado por Olga Froebe-Kapteyn y Carl Gustav Jung en la localidad Suiza de Ascona, y desde 2017 es Director del Pari Center, una institución internacional de Ciencia y Conocimiento localizada en Pari, en la región italiana de la Toscana.

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    * * *

    INTRODUCCIÓN

    Me detengo ahora y contemplo lo inmediato. Todo aquello que me rodea: esta habitación, este escritorio desordenado, la luz de la lámpara creando un pequeño círculo alrededor del ordenador portátil en el que escribo esto. Detrás de mí acaba de bostezar Nevado, el mayor de mis perros. Considero luego ese entorno aún más cercano que es mi cuerpo, las venas rugosas en el dorso de mis manos, mi trasero apoyado en la silla, el aliento entrando y saliendo, los pensamientos fugaces. Por un breve momento contemplo este hecho sorprendente: ser, existir en un cuerpo.

    Dejo luego que el círculo de la imaginación se amplíe hasta incluir las casas de la urbanización y el lago de luces en el campo oscuro de la noche. Y, aún más lejos, la ciudad de Córdoba, con sus calles llenas de gente, repletas de vida.

    Evoco la imagen de la campiña andaluza, con la geometría exacta de sus infinitos olivares. Y, ampliando aún más la perspectiva, imagino el planeta, esta gran bola azul flotando en el espacio, habitada por miles de millones de seres, humanos y no humanos, cada uno el centro de un mundo: innumerables mundos que se cruzan. Imagino una serpiente reptando, en este mismo instante, en la espesura de la selva amazónica, el conejo que Nevado persiguió hace poco en el bosque, detrás de nuestra casa, las bandadas de pájaros a punto de migrar. Mundos sobre mundos: cada ser es un mundo, un foco de conciencia, un modo de experimentar la realidad. Modos de conciencia tan diferentes de los nuestros que ni siquiera podemos imaginarlos.

    Y luego fantaseo con ese entorno aún más grande que percibimos como pequeños puntos luminosos en el cielo nocturno, nuestro hogar cósmico que solo conocemos a través de cálculos e instrumentos, los espacios sin fin y sobrehumanos silencios

    [Giacomo Leopardi, El infinito (1819). Incluido en Cantos, Cátedra, Letras universales, 2009.]

    en los que nuestro planeta solo es un grano de arena. Allí se pierde nuestro sentido común de la mesura: la luz permanece como la única referencia, con su velocidad de 300.000 km por segundo (siete veces y media el giro de la Tierra), que, ahora sabemos, es la velocidad máxima de cualquier señal, de cualquier interacción física.

    Dentro de la inmensidad cósmica, nuestro entorno más cercano es el Sistema Solar, centrado en nuestra estrella madre, que está a solo ocho minutos-luz de nosotros. Es una estrella de dimensión media, ni grande ni pequeña, una entre los miles de millones de estrellas que forman nuestra galaxia y que podemos ver, en una noche clara y sin contaminación lumínica, como ese polvo blanco, esa débil banda luminosa que los antiguos bautizaron como Vía Láctea, ‘el camino de leche’. La luz de las estrellas más lejanas de nuestra galaxia tarda 100.000 años en llegar hasta nosotros; es decir, al mirar el cielo vemos esas estrellas como eran hace 100.000 años.

    Pero nuestra galaxia, a su vez, es solo una entre miles de millones de galaxias, distribuidas de manera más o menos uniforme en todo el universo visible. Las más lejanas están a diez mil millones de años luz; este es el límite donde la distancia espacial se confunde con la distancia temporal, porque la luz que nos llega desde esas fuentes fue emitida cuando nuestro universo era considerablemente más joven. El horizonte último de lo que podemos observar es, de hecho, una distancia en el tiempo, no en el espacio: la distancia que nos separa del Big Bang, la explosión inimaginable que suponemos ha dado a luz al universo, producida desde un solo punto hace quince mil millones de años.

    * * *

    Un abismo similar se abre en la dirección opuesta, cuando desciendo hacia lo pequeño, penetrando con la imaginación dentro de mi cuerpo. Aquí se mezclan y entretejen gran cantidad de mensajes, de los cuales mi conciencia es felizmente ignorante. Con una sabiduría que se ha desarrollado a través de millones de generaciones, estas interacciones propician la homeostasis de mi cuerpo, con el que estoy tan profundamente identificado. Este cuerpo que consiste en innumerables subsistemas, órganos, células, miríadas de invididualidades elementales, cada una operando según su propia lógica, al mismo tiempo que entre todas contribuyen al sorprendente fenómeno que es mi identidad global, es decir, yo...

    Y cuando me pongo a divagar en lo todavía más pequeño, en la química que subyace a la vida de las células, en la estructura de las moléculas y de los átomos que producen esa química, y todavía más adentro en el mundo de las partículas elementales que constituyen esos átomos y moléculas, me doy cuenta de que tengo que dejar de lado cualquier modelo concreto, porque las que llamo partículas elementales en realidad no son ni elementales ni partículas, sino manifestaciones locales de campos que abarcan todo el universo. Así, al penetrar en el nivel de lo más pequeño, retorno a lo más grande, para darme cuenta de que este cuerpo, que suponía tan bien localizado en el tiempo y en el espacio, no está localizado en absoluto: es solo una manifestación local de algo inmensamente más extenso.

    * * *

    En este viaje imaginario, como Pascal pronto me tropiezo con los bordes de lo inteligible. Nuestro lenguaje no está hecho para abarcar estas remotas dimensiones. Ha evolucionado como una herramienta de supervivencia a nuestra escala, a lo sumo unos pocos órdenes de magnitud por encima y por debajo de ella. Suspendido ante este doble abismo, me pregunto: ¿Qué es todo esto? ¿Cómo ocurrió? ¿Quién soy? ¿Quién o qué mira a través de mis ojos la oscuridad exterior a esta ventana?

    * * *

    Este libro quiere despertar en ti, mi lector/a, el asombro por este misterio. Sabemos mucho, pero en comparación con la complejidad infinita de la existencia, no sabemos nada. Todos hemos conocido esta sensación de maravilla cuando éramos niños. Luego la olvidamos. Este libro quiere arrojar alguna claridad sobre este olvido. Pero sobre todo quiere ayudarnos a recordar.

    Tengo estudios en física teórica, lo cual marca mi pensamiento fuertemente. Por eso uso la ciencia como canal para el asombro. Mientras nos esforzamos por describir este misterio hasta sus últimas consecuencias, no deja de sorprendernos a cada paso, de forma inesperada.

    Con el asombro viene la humildad. Una tragedia de nuestro tiempo es que hemos olvidado la humildad. Confundimos nuestras inconstantes representaciones de la realidad con la realidad misma. Nuestros modelos mecánicos nos llevan a tratar la vida mecánicamente, como un objeto del que se puede disponer. Nuestra familiaridad con lo abstracto nos lleva a pensar y actuar en base a abstracciones. El dominio de la abstracción en la cultura de nuestro tiempo es el desastre fundamental, y los científicos tienen una responsabilidad particular en ello.

    Esto no significa que esté en contra de la ciencia, o en contra de la abstracción en general. Crear representaciones simbólicas de la realidad es la esencia de la cultura y casi podría definir nuestra naturaleza humana. Volver a un estado anterior al pensamiento simbólico es inconcebible. Pero es esencial equilibrar la abstracción con la inteligencia emocional y con la sabiduría, con el estar arraigados en el mundo de la vida. Cuando este equilibrio se pierde y prevalece la hybris del intelecto, las cosas degeneran. Somos parte de una rica red de relaciones, un ecosistema cósmico: cuando lo olvidamos, vivimos en una ilusión que nos hace sufrir a nosotros y a muchos otros seres. Según un aforismo oriental, la mente (entiéndase como el poder de la abstracción) es un buen sirviente, pero un mal maestro. En nuestro mundo contemporáneo, el sirviente ha tomado el control.

    Todo esto tiene mucho que ver con la pérdida del asombro y con la desconexión con la inmensidad de la existencia. Este libro es una invitación a recuperarlos. Utiliza la ciencia para ir más allá de la ciencia. Utiliza lo poco que sabemos para honrar el esplendor de lo desconocido.

    * * *

    El libro se basa en conferencias que he impartido en varias ocasiones y lugares durante los últimos quince años. Estos son algunos hilos comunes que las conectan.

    La unidad de mente y materia es el tema del primer capítulo. Describe cómo hemos perdido el sentido de la unidad, particularmente en el desarrollo de la cultura occidental, y cómo hemos llegado a una visión del mundo esencialmente materialista.

    El capítulo 2 describe las nociones claves de la física cuántica y muestra como, paradójicamente, a medida que penetramos en el corazón de la materia, la materia misma desaparece. Esto nos ha obligado a reconsiderar profundamente nuestros presupuestos filosóficos.

    El capítulo 3 trata sobre el proceso de observación en física cuántica: el llamado ‘problema de la medición cuántica’. Se trata de una cuestión todavía debatida, con profundas implicaciones existenciales.

    El capítulo 4 desarrolla algunas nociones básicas de la teoría del caos, enfocándose en la emergencia espontánea del orden como fundamento para investigar los límites del determinismo macroscópico.

    El capítulo 5 aborda el tema de la oposición entre determinismo y libertad desde la perspectiva de los resultados descritos en el capítulo anterior.

    El capítulo 6 trata del problema de la flecha del tiempo. ¿Cómo entender la contradicción entre la reversibilidad de las ecuaciones fundamentales de la física y la irreversibilidad de nuestra experiencia del tiempo?

    El capítulo 7 describe la evolución de nuestra comprensión del espacio y del tiempo en la física, una comprensión que se ha alejado progresivamente de una noción intuitiva basada en la percepción inmediata.

    El capítulo 8 trata de los agujeros negros, la consecuencia más extrema de la nueva visión del espacio-tiempo.

    El capítulo 9 presenta brevemente las perspectivas sobre el espacio y el tiempo que emergen del trabajo actual enfocado en la búsqueda de la gravedad cuántica.

    Los últimos tres capítulos del libro exploran la que podríamos llamar la dimensión mística a la que nos lleva el viaje que hemos emprendido. El décimo capítulo retoma la invitación a celebrar el misterio y la magia de la existencia.

    El capítulo 11 explora la física del Daodejing de Laozi. Proponemos una lectura específica de los primeros versos que ilumina la co-emergencia de sujeto y objeto y sugerimos una forma no dual de mantener esta dualidad unida en la conciencia.

    Tres breves poemas chinos cierran el libro, como una invitación a realizar una peregrinación hacia el vacío, esencia última del viaje más allá de las formas emergentes que han aparecido como sombras a lo largo de estas páginas.

    * * *

    Este libro quiere llegar a todo el mundo. Algunos capítulos (en particular los capítulos 2, 3, 6 y 7) están más específicamente centrados en la física, siendo el resto del libro más filosófico.

    En los capítulos científicos he intentado no dar por sentado ningún conocimiento específico que se salga de lo que es nuestro patrimonio común, como hijos e hijas de una civilización tecnológica. Confío por ello en que tú, lectora o lector, tengas la paciencia suficiente para seguir su argumentación, que pretende enriquecer el resto del discurso.

    A pesar de eso, el mensaje fundamental de estas páginas será también presentado en los capítulos restantes, de modo que nada te impide que en una primera lectura empieces por ellos, si así lo prefieres, y vuelvas luego a la ciencia... el camino que escojas, sin duda, será el mejor.

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    * * *

    I

    MENTE Y MATERIA

    La pérdida del sentido del asombro, y la ausencia de la magia en nuestra cultura contemporánea, tienen mucho que ver con el ensanchamiento de la brecha entre la mente y la materia y con el fin de la sensación de que el mundo está animado: la pérdida del alma del mundo.

    Tiempo atrás se tenía la percepción, de forma cotidiana y ordinaria, de la existencia de una mente difusa, presente en toda la naturaleza. El mundo era experimentado como algo vivo y sensible, y el destino de los humanos no era tan diferente ni estaba tan separado del destino del resto de los seres vivos, como tendemos a vivirlo hoy.

    En este sentido, la historia de nuestra cultura es la de una brecha que se abre entre la mente y la materia y entre los humanos y la naturaleza. En el marco de esta separación se gestó la visión del mundo como materia inerte, sin alma, gobernada por leyes mecánicas. Una visión que sigue constituyendo la filosofía dominante que da forma a nuestra relación con la naturaleza. Cuando la mente abstracta del científico mira al mundo como si estuviera fuera de él, el cuerpo se convierte en una máquina biológica. Y en un mundo mecánico no hay espacio para la conciencia. Esa es la raíz de la alienación que impregna gran parte de la cultura moderna.

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    * * *

    anima mundi

    La configuración mental de las culturas primitivas fue descrita por el antropólogo francés Levy-Bruhl (1857-1939) como participación mística. Se trata de un estado mental en el que el ‘yo’, la identidad individual, no tiene límites definidos, sino que se fusiona con su entorno de tal modo que la conciencia y el mundo están profundamente unidos.

    [Lucien Lévy-Bruhl. La mentalité primitive, Alcan, París, 1992. Edición en castellano: La mentalidad primitiva, La Pléyade, 1972.]

    En estas culturas la conciencia no es un atributo exclusivo del sujeto pensante: lo impregna todo y pertenece a todo. Todo el mundo está animado, tiene un ánima, un alma. Algunas reminiscencias de esa relación con el alma del mundo sobreviven en las culturas clásicas. En la antigua Grecia, por ejemplo, los manantiales eran ninfas, los árboles eran dríadas, y los vientos y los ríos tenían sus divinidades específicas, cada una con un temperamento propio.

    En una visión del mundo basada en la participación mística, todas las actividades de la vida cotidiana -la caza, la recolección, la cocina, la construcción de un refugio-, implican entrar en contacto con diversas formas de conciencia, entrar en un diálogo con el otro, en el que éste es percibido como un ser tan vivo y consciente como uno mismo.

    Por eso es esencial que el cazador hable con su presa, no solo que la mate, sino que se la gane como alimento para nutrir su vida y la de su familia, del mismo modo como él será algún día el alimento para otras formas de vida. En estas culturas, cada acto cotidiano es sagrado: participa del asombroso misterio del círculo de la vida. El sujeto humano está inmerso en un entorno enteramente vivo, que es sentido como más real que la existencia individual de uno mismo.

    Figura 1.1 Anima mundi. En esta imagen y en la siguiente, el círculo total representa el cosmos y el color gris la conciencia o la mente. En las culturas primitivas, la conciencia lo impregna todo y los límites del ‘yo’ son permeables (simbolizado por la línea punteada): no hay un límite claro entre el yo y el mundo.

    [Los dibujos incluidos en este capítulo están inspirados en los presentados por Richard Tarnas en Eranos el año 2008.]

    El mundo es indiviso. No hay separación entre la mente y la materia. Tales de Mileto (624-546 a. C. aprox.) dijo Todas las cosas están llenas de dioses, lo que significa que todo está lleno de alma, todo es divino.

    Este modo de ser, sea considerado literal o metafórico, permanece en nuestro pasado, en la memoria de la especie, tal y como nos recuerdan innumerables relatos sobre los orígenes de la humanidad y de la cultura. El mito griego de la Edad de Oro tiene su correspondencia en la mitología india, que describe el ciclo del tiempo como un deterioro progresivo desde la Edad de Oro hacia espacios progresivamente más oscuros, hasta llegar a la actual Edad Negra, el Kali Yuga. La versión cristiana es la historia de la expulsión del jardín del Edén, el paraíso perdido. En la tradición daoísta, el paraíso perdido está representado por el recuerdo mítico del hombre verdadero de los tiempos antiguos:

    El hombre verdadero de la antigüedad ni amaba la vida, ni odiaba la muerte. Nacía sin deleite; moría sin problemas. Llegaba y se iba rápidamente; y eso era todo. No se olvidaba de su origen ni trataba de averiguar dónde acabaría. Cuando recibía algo se complacía en ello; luego lo olvidaba y lo devolvía...
Al ser así, su mente olvida; su rostro es tranquilo; su frente es ancha. Es frío como el otoño, templado como la primavera, y su alegría y su enojo se alternan como las cuatro estaciones.

    [Zhuangzi, capítulo 6. Edición castellana: Zhuang Zi: Maestro Chuang Tsé. Kairós 1996.]

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    * * *

    la revolución agrícola

    ¿Cuándo y cómo nos alejamos de esa relación participativa con el entorno natural hacia un mundo dominado por los humanos? Esta es, por supuesto, una larga historia, llena de recovecos y especificidades locales. Pero puede ser útil enfocarse en algunos hitos, con una intención más metafórica que literal, sin ninguna pretensión de precisión histórica, sino como estímulo para reflexionar sobre algunos componentes de nuestra identidad colectiva que permanecen enterrados en nuestro inconsciente. La versión de la historia que sigue es específicamente europea: la narración india o china de la misma podrían ser diferentes. Sin embargo, en los últimos siglos, la cultura occidental se ha convertido en gran medida en la cultura global, por lo que algunas de las consideraciones que siguen son relevantes para todo el mundo.

    Esta narración se inicia hace unos diez mil años, cuando pasamos del Paleolítico al Neolítico e inventamos la agricultura. En cierto modo, la historia de la civilización humana comenzó entonces. Y con ella, un proceso de separación de la naturaleza,

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