Ejedesencuadrá: Del encierro hacia el vy'a: PSI CRÍTICA, #1
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¿Es posible pensar una sociedad post manicomial? Quizás al menos es necesario.
Más allá de los manicomios –la ladrilloterapia, el ahogar las voces con químicos o el armar una etiquetalandia– lo humano seguirá siendo esa argamasa contradictoria, caótica, misteriosa.
Con el preguntar(nos) y con lo sensible como fragilidades necesarias, vamos produciendo lo ético-político. Así, enrumbamos hacia lo comunitario, lo singular, lo vincular, el deseo, los cuidados, los derechos.
...
Hace unos años estábamos trabajando con educadores populares en Caaguazú unos talleres sobre salud mental.
Esa mañana el tema era "desmanicomialización", palabra que parece un estornudo por lo impronunciable, casi siempre incomodando y ese día más aun al mundo guaraní parlante.
A la pregunta "¿Y cómo se pudiera decir 'desmanicomialización' en guaraní?", la palabra la inventó ahí nomás un participante: "¡Ejedesencuadrá!". El grupo la aprobó entre risas.
Des-encuadrarse, des-rigidizarse, des-fijarse. La necesidad de transgredir y transgredirnos, desde una salud mental vital, solidaria, comunitaria, emancipadora, deseante.
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Ejedesencuadrá - Agustín Barúa Caffarena
A Charles Rodas, Ramón Corvalán y Carlos Arestivo, con quienes el libro se hizo posible y luego tangible.
A Martín Moreno, por su sentido prólogo.
A Irene Codas Frers, quien en la corrección, desenredó lo laberíntico de mi escritura con su claridad y su humor.
A Tessa Rivarola, Marisol Díaz Escobar Aguilar, Matías José Corba, Alvarito Martínez y Patricia Pauluc, quienes revisaron el texto implacable, amorosa y lúcidamente.
A Cristina Olazar, por sus reflexiones de carne y utopía sobre el teko y el vy’a.
A las y los educadores populares de Caaguazú, creadores del término Ejedesencuadrá
(Desencuadrate), traducción del tan querido pero tan arduo de pronunciar desmanicomialización
.
A Jorge Codas y Vanessa Tio-Groset, por su trabajo en arte y diseño.
A mis compas del Colectivo Noĩmbái, de ALAMES Paraguay (Asociación Latinoamericana de Medicina Social), de la Red Latinoamericana y del Caribe de Derechos Humanos y Salud Mental, del Movimiento de Psiquiatría Social y Comunitaria y del Grupo Latinoamericano de Salud Mental Colectiva y Buen Vivir, sostén e inspiración colectiva hacia una Latinoamérica sin manicomios.
Agustín Barúa - Ejedesecuadrá10Oñe
desencuadrá
Hay casas que flotan en la soledad, de las que nadie las habita, en las que solo vienen a dormir en las noches de luna. Era de esas, arrinconaditas, blancas, pintaditas, pulcras y de una sola puerta, por donde se entraba y salía.
Ese día llegó cansado de la jornada diaria, quiso entrar y no pudo; la puerta trabada se lo impedía; no se abría. Probó con la llave del candado, la sacudió, intentó algunas maniobras para moverla, giró la llave, nada: él quedó fuera.
Probó con una hebilla, con un palito, y luego llamó al cerrajero, que utilizó ganzúas, llaves maestras: nada. Impotentes, hicieron a un foro de especialistas cerrajeros y nada, la puerta seguía cerrada.
Entonces llamaron a un especialista en candados. Este sí logró abrirlo; ya con el candado abierto, la puerta seguía cerrada: trancada. El sí comprendió que era el marco y le dijo:
—Llamá a un carpintero.
Había pasado un mes de lo incierto, en ese tiempo él se fue a dormir a la plaza. En ese lugar conoció a mucha gente. Recordó a Don Tomás y le mandó un WSP contándole lo que le pasó.
Quedaron en encontrarse al día siguiente frente a la casa. El anciano con su renquera secuelar de una inyección de trementina, llegó y preguntó:
—¿Dónde pa é kompái?
Refiriéndose a él con familiaridad, miró la puerta sin candado, sin obstáculos para ser abiertas, lo miró y le dijo:
—Omyi la yvy [se movió la tierra].
Sorprendido le preguntó:
—¿Qué significa eso don Tomás?
En ese momento su diagnóstico fue certero.
—Kóa oñe desencuadrá [esto se desencuadró]
Allí quedaron, pensando si debían de cambiar el marco, mudarse de casa o devolver la tierra a su lugar.
img005Leer a Agustín es un placer con interpelaciones, afirmaciones y confusiones. Como una travesía de un viaje sin rumbo, de la que van emergiendo puertos en el mismo río, pero en un tiempo diferente, para un vivir nuevo.
Explorar junto con él esos lugares, ciudades y comunidades fue un descubrir en sus descripciones la poesía conversacional de otros espacios. Eso sesgado por los escotomas culturales, mentales y políticos: el saber hegemónico, el manicomio, la dictadura, la anarquía, la clinitaria, la plazoterapia, los chalecos químicos y otros.
Como gestor de esos espacios y conversaciones, a veces abandonando los mismos en la interpelación de lo que está cerrado para mí, no sé para vos: alguien lo continuará. En ellos el halo de la seguridad, disfrazado muchas veces para develar la grandeza de los manicomios en los diferentes espacios presentes. No solo en la calle Venezuela, sino en las calles, en las escuelas, en los micros, en las noches, en las casas, en el campo, en las iglesias.
El texto es un fiel reflejo de una bitácora en la que nos transita fielmente por el camino de compromiso, ciencia y desafío permanente. En ella, más allá de la propia experiencia, pone como reflejo la voz de autores que lo inspiraron o en los que se refleja; siempre bajo el criterio APA.
Entiendo que es una lectura recomendada para los comprometidos con los abordajes comunitarios y con el compromiso de la desmanicomialización. También para los que ejercen la contracara: la biología, para comprender por donde se mueve el ambioma. De este modo, sería una manera de comprender el devenir, la libertad, el amor, la magia, el encierro y sus moradores.
Hacerlo visible, es un acto de rebeldía y una invitación a fisurar los muros ancestrales que nos hace víctimas de nuestras certezas.
Agustín Barúa - Ejedesecuadrá14El vy'a comunitario como experiencia desmanicomializadora
EXPULSIONES Y GIROS: LAS CRISIS COMO CONDICIÓN PARA LO CRÍTICO
La lógica de un pensamiento es el conjunto de las crisis por las que atraviesa, se parece más a una cordillera volcánica que a un sistema tranquilo y aproximadamente equilibrado.
Gilles Deleuze
En un espacio de charla con dos maestros de la psiquiatría crítica paraguaya nos compartimos las historias de nuestras crisis con la medicina psiquiátrica. Decíamos que lo crítico nace de las crisis tramitadas, elaboradas, crisis que nos atraviesan.
Lo que sigue es un recorrido de crisis compuestas cada una por sus expulsiones y luego por sus giros, ambos imprevistos. Crisis que fueron insistentes invitaciones a pensar(me) críticamente.
Las crisis las comparto en tres momentos: cuando estudiante de medicina, durante la residencia de psiquiatría y ya como especialista.
a. Un estudiante de medicina portador del síndrome del trasladado
Ser un paracaidista
como se decía, significaba no haber cumplido con el ritual de iniciación: el examen de ingreso a la carrera de medicina en la UNA¹. Como fui un trasladado
y además, el primero que venía de otra universidad paraguaya (hasta esos años había una sola facultad de medicina en el país) me veían como a un paracaidista más. La primera de las expulsiones fue cuando un instructor de Semiología Médica me llevó aparte pidiéndome que ya no lleve sandalias porque eso no condice con la imagen de médico que queremos formar
. Me indignó, decididamente no iba a dejar que esa perspectiva me forme
. Ese año dejé la carrera para ir a vivir a la primera opción migratoria radical que se me presentó: un monasterio (Argentina). Al volver mi prioridad pasó a ser militante de izquierda estudiantil universitaria, y mi cuerpo se conmovió con la enormidad del extramuros
más allá de la facultad: de huelgas obreras a asentamientos campesinos sanpedranos, de literatura a sociología, de dormir en tomas del Rectorado de la UNA a atravesar domingos en asambleas estudiantiles en el CEUNIRA².
Muy entristecido con la biomedicina, pensé que cursar la materia de psiquiatría me apasionaría de nuevo aportándome contexto, sensibilidad, complejidad, amplitud, pero fue peor, pues encontré una psiquiatría autoritaria, hospitalocéntrica, profesionalista, reduccionista biologicista, rígida, arrogante, maltratadora de batas blancas de largas mangas y despreciando toda fragilidad, toda pregunta, pura certeza. Esto fue lo que me dieron, y lo viví como la segunda expulsión.
Sin embargo, pasó algo que me dio un giro: un disidente de la psiquiatría oficial³ nos invitó a armar una cátedra paralela y nos mostró a una veintena de estudiantes (de un grupo de 160) que se podía hacer otra psiquiatría desde los derechos humanos, lo vincular y las comunidades terapéuticas⁴.
Este psiquiatra contó⁵ que al volver al país en 1976 después de su especialización entró a trabajar al Manicomio Nacional (así se llamaba en aquel tiempo), donde había a la entrada un gran reloj parado: él pidió a la dirección del hospital que lo hicieran funcionar (o que lo sacaran). Algo de eso hizo también con aquel grupo de estudiantes de medicina: nos habilitó el tiempo, el movimiento, la libertad.
b. Buscando dónde ser psiquiatra
En la residencia para ser especialista había cursado un año de una nueva residencia de psiquiatría (la segunda que se abría en Paraguay) en el Neuro
⁶, organizada por un grupo de especialistas de vahadas escuelas psicoterapéuticas, caóticos e inspiradores, pero que no lograban formalizar la residencia, así que fuimos con el otro grupo de psiquiatras (más homogéneos, interesados en la psiquiatría biológica y articulados bajo el liderazgo fuertemente vertical de uno de ellos) a buscar el cartón
, la oficialidad. Había mucha rivalidad entre ambos sectores, por lo que finalmente tras enterarse el Jefe de cátedra de una crítica que le hizo mi compañero de residencia, acabaron expulsándonos.
Reinicié la residencia en La Habana, específicamente en Mazorra, como se nombraba al Hospital Psiquiátrico de La Habana, por el barrio donde está afincado. Fui con ganas de conocer su sistema de rehabilitación y de vivir en una sociedad socialista y latinoamericana, donde entendía había un sistema serio de salud universal. Pero entré en crisis de nuevo al ver que aquellas más de 40 salas de internación, con más de 3500 personas internadas reproducían una vez más el centralizar recursos materiales, trabajadores y decisionalidad en función de la comodidad profesional con los efectos del institucionalizar y de masificar, dejando en un segundo plano a las personas allí internadas. Así como con aquel psiquiatra disidente en Asunción, aquí volví a tener un giro al trasladarme a un hospital general con servicio de psiquiatría donde funcionaba una maestría de psiquiatría social, y dirigida por quien coordinaba el proceso de Reorientación de la Psiquiatría hacia la Atención Primaria. Ahí hice nido.
c. Ser especialista de otra forma
Al volver a Paraguay tuve varias experiencias que me llevaron hacia otra psiquiatría⁷. Con el Gobierno de Fernando Lugo, por primera vez, se armó la estrategia de APS⁸ en Paraguay. Esto fue interrupto por un golpe de Estado parlamentario. Allí tuve el tercer registro de expulsión, yendo a residir a Montevideo (Uruguay)⁹ donde esta vez el giro se dio a través de tres mundos: la reducción de daños en drogas químicas¹⁰, los intercuidados de equipos¹¹ y múltiples experiencias desde la medicina familiar y comunitaria¹².
Al volver al país y buscando una inserción laboral acorde a mi visión, me pregunté dónde me sentía cómodo para pensar con la gente y me vinieron los bancos de plazas como dispositivos conversacionales ya validados para mucha gente, de allí surge la propuesta de la Clínica Placera.
ENTRE TENSIONES: LA NECESIDAD DE UNA PSIQUIATRÍA EN CRISIS
Estas expulsiones y sus giros van generando nuevos cuestionamientos, nuevos debates que ejemplifico en estos dos señalamientos que recibí.
El primer señalamiento fue de un director de un hospital monovalente quien, en una reunión donde discutíamos un proyecto de ley de salud mental presentado recientemente en el parlamento, respondió a una intervención mía asignándome un lugar fuera de la psiquiatría. A mi respuesta de que no hacía falta que me cuente eso, pues era de su misma profesión y especialidad, se justificó Pero también sos antipsiquiatra
. Por años me he venido presentando como antipsiquiatra y psiquiatra, intentando reflejar en esta doble identidad la tensión contradictoria entre usar herramientas de la psiquiatría tradicional (como psicofármacos y psicoterapia) y, a la vez, cuestionar las múltiples relaciones de poder que esta reproduce acríticamente. Es un necesario ejercicio de reflexividad sostener abiertas nuestras contradicciones, que son las preguntas aun no resueltas que nos empujan a seguir transformándonos.
El segundo señalamiento se dio a partir de un posteo que hice en mi cuenta profesional¹³ donde cité a Michael White y David Epston, dos terapeutas construccionistas La persona nunca es el problema; el problema es el problema
. Esto recibió esta respuesta de un psicólogo activista por los derechos locos: Discurso del déficit para justificar el cobro y el lugar de ‘experto’, versión posmoderna
.
Las críticas en estas dos anécdotas, tanto desde una postura reivindicatoria de la psiquiatría manicomial como desde la reivindicación de la soberanía y la validez de las voces locas sobre la locura, representan los extremos de un amplio debate en la salud mental.
Los dos relatos remarcan que el proceso crítico simplemente no acaba. Esto sugiere que necesariamente requerimos una psiquiatría EN crisis (y, por ende, de psiquiatras EN crisis), una psiquiatría que no tema correrse de posiciones de certeza y de verdad, ni huya del interpelarse y dejarse interpelar para intentar tramitar su pasado y presente de disciplinamiento y encierro, su pretensión a como dé lugar de ser incluida dentro de lo biomédico, y su servilismo al capitalismo farmacéutico.
EL VY’A COMO SALUD MENTAL COMUNITARIA DESMANICOMIALIZADORA
El pochy se cura con el vy’a.
El pochy es ese no ser parte.
Giovanna Guggiari
Las frases que incluyen las expresiones de
y hacia
como la del título general de esta obra¹⁴ aceptan el desafío de intuir algún futuro, algún por-venir.
El primer hacia
que puse en el título fue hacia la salud mental comunitaria desmanicomializadora
. Dos términos entrañables: lo comunitario como el sitio por excelencia donde construimos salud mental (en los cotidianos, con potencia de cuidados); y la desmanicomialización, constructo que nos regalaron, ya hace más de 30 años, desde el proceso de la reforma de las políticas de salud mental en la provincia de Río Negro (Argentina) como la apuesta ético-política de las trasformaciones institucionales y sociales en temas de salud mental.
Pero ese hacia
redactado así, me resultaba insoportablemente largo y argel¹⁵. Conversando con los compañeros de la Sección de Psiquiatría crítica¹⁶ les preguntaba si, después de leer el libro, les venía otra referencia, otro hacia
, que sea local y que tome estos sentidos. Y un compañero de la sección¹⁷ dijo: "el vy’a" como la alegría que nace del cotidiano marcado por lo comunitario, por lo colectivo, por el encuentro, por lo colaborativo más que por la fiesta del sábado de noche.
Hace un par de años, en una actividad sobre desmanicomialización organizada por la Sociedad Paraguaya de Psiquiatría, intervine contando una experiencia con un chamán, y no pude acabar. Desde el fondo del salón un colega me interrumpió a los gritos: ¡Se chamán vos!
. Una psiquiatría obsesionada con oír solamente lo que le refuerza su ya controversia! status de ciencia, montó en ira ante la posibilidad de que se puede generar un diálogo con otros saberes no testeados por el método científico.
Un chiste que circula en mundos médicos y suele generar malestar en ámbitos psiquiátricos es El clínico sabe pero no cura. El cirujano cura pero no sabe. El psiquiatra ni sabe ni cura
. Denise Najmanovich hablaba de la gran presencia en el mundo médico del curar y la mínima o nula del cuidar¹⁸. Alvaro Martínez, querido amigo quien, mientras revisaba este texto, me interpelaba con su reflexión acerca de aquel chiste:
Ese ni saben ni curan
: ¡por eso uno es psiquiatra, no es porque sepas nada de la persona! no es un menosprecio sino es una puesta en valor. Guau… eso es Agustín porque conversa, no sabe ni cura nada, como que no está pendiente de intelectualizar mientras está con otro. Conversar es no pelearse con uno mismo mientras estás con otro. El otro no es una idea, mientras estás con otro no podés hurgar en tu bibliografía, es como que no necesito otra cosa cuando estoy contigo ¡que estar contigo!
¿Qué pasaría si la psiquiatría no se restringiera exclusivamente al verbo curar
y se abriera a otros como escuchar, sentir, liberar, acompañar, permitir, habilitar, sostener, preguntar, esperar, imaginar, potenciar, inventar, arriesgar, crear…?
SIN MIEDO A LA LIBERTAD DE LIBERAR
Lo crítico implica un desafío cotidiano, donde uno es implicado, donde uno es en tanto hace parte de lo interpelado. Quizás esta sea la única forma de transitar ese pretensioso lugar de evaluar… analizar… interpretar… medicar… curar
al otro.
No es una pregunta de fácil planteo, menos dentro del clima de tenaz negación que suele dominar nuestra corporación respecto a abrirnos a estas interpelaciones.
Pese a ello es así como le llamamos al espacio que nos agrupó originalmente¹⁹ y desde donde surge este primer volumen de una proyectada colección inicial de tres.
¿Con qué entramamos lo crítico? ¿Qué lo sostiene para las prácticas?
Este trayecto, en su caoticidad, se orienta por intuiciones, tantea entre lo incierto, se brujulea por varios lados.
Sus teorías y escuelas: el Psicodrama Moreniano, el Esquizoanálisis, la Psiquiatría Basagliana, el Construccionismo Social, la Antropología Social, la Psicología Social Moffattiana.
Su apuesta ético-política: la desmanicomialización. Eso que la psiquiatría, según Alan Badiou²⁰, no deberá volver a negar jamás: que es portadora del axioma de la igualdad entre locos y no locos, y que este axioma no es suyo, sino de toda la humanidad
.
Su andar con espejo: reconoce sus impensables, va escrutando sus miedos para construir el coraje que es preciso, trabaja desde explorar sus lados monstruosos, celebra su rareza profesional.
Su situarse: en lo singular, en lo territorial, en lo comunitario, en lo próximo, en lo público, en las afectaciones, en los cotidianos, en el trabajo en equipo, en la construcción de derechos y libertades.
Su vy’a: que esa diversidad psíquica —en sus diferentes nominaciones: sobrevivientes de la psiquiatría²¹, oidores de voces²², mad pride²³, expertos por experiencia, críticos del cuerdísimo, neurodivergentes²⁴— solo en el encuentro cotidiano y en el fin de los silenciamientos —ya sin voceros, representantes o intérpretes— sus demandas de autonomía e igualdad y del fin de la coacción de la psiquiatría²⁵; todo esto nos liberará.
ESCUCHANDO A CRISTINA SOBRE EL VY’A
Con Cristina Olazar, gran amiga, venimos conversando desde hace mucho tiempo sobre lo comunitario y lo popular. Le preguntaba sobre el vy'a. Comparto su mirada, que refleja una utopía concreta desplegada en su presente y en sus años de historia enraizada en las Ligas Agrarias Cristianas²⁶.
Las relaciones humanas son originalmente comunitarias, presenciales. Las relaciones comunitarias se inscriben dentro de lo que en guaraní se dice teko en tanto forma de vivir la vida. Teko significa el cómo se vive la vida; es en la realidad, en la simpleza, en la cotidianeidad, en lo mínimo de las relaciones. El teko comunitario se refiere a todas las formas de relaciones comunitarias dentro de un grupo y dentro de un territorio, donde cada quien se identifica, conoce como su lugar lafamilia extensa, su valle, y cuenta además con la naturaleza (arroyos, aguadas, bosques, ríos, animales, todo lo que está dentro de ese territorio) y juntos forman todo el territorio familiar extenso del valle.
Las relaciones se producen en todos los espacios de interacción: en las reuniones, en la cocina, en la mesa, en la tardecita, cumpleaños u otros acontecimientos. Cada quien se siente importante y parte de esas personas. Tanto hombres como mujeres, cuando se reúnen para mate o tereré u otras recreaciones, se cuentan entre sí sus experiencias. Las mujeres además se buscan sus piojos y se peinan entre risas y chistes, se acicalan, cambian adornos u otras necesidades personales.
Los festejos familiares son los momentos de alegría, no hay mucho espectáculo, ni espectador. En todo momento interactúan juntos y co-crean juntos, sea cualquier cosa que necesita la familia. Son momentos de ser escuchado y expresarse con interés, con risa y admiración y otras formas de festejar a los otros. No quiere decir que aquí hay ausencia de conflictos.
En ambientes campesinos e indígenas todavía se cultiva la comida: vegetales, carne leche y todo, todavía se cocina en la casa. Todo se comparte cuando otra casa necesita, o cuando se hace algo rico en la casa, se pasa al vecino, no dentro de un plan de solidaridad
sino de compartir, porque el maní, la mandioca, la naranja, no tienen precio ni medida, no es como una moneda que compra la naranja. Cuando vas al vecino a tomar tereré, no necesitás llevar comida para los niños: ellos van a los frutales, a romper coco, a la canasta de mandioca y se proveen y juegan, el niño de cada casa todo comparte porque así es y no porque así tiene que ser
.
Cuando el ambiente de este espacio ya no llena las expectativas de sus habitantes o cuando de alguna forma son invadidos por el mercado del dinero y de