uando el subdirector de el diario Jorge Bustos (Madrid, 1982) se mudó cerca del Paseo del Rey, a pocos metros del Palacio Real, no sabía que allí se levantaba el mayor centro para gente sin hogar de la capital, el Centro de Acogida San Isidro, o. A base de convivir con ellas, de cruzármelas a todas horas, de incluso tener que esquivarlas para poder entrar en el portal de mi piso, cambié la mirada que tenía de ellas. Pasé del rechazo inicial a la curiosidad y, después, al interés real. A las personas sin hogar las llaman los invisibles porque no nos gusta mirarlos, olerlos, tocarlos, ni acercarnos a ellos. La gente se cambia de acera. Algunos vecinos de este barrio conviven con más naturalidad e intentan ayudar a través de asociaciones vecinales. Otros, quieren echarlos de aquí. Quieren que en su barrio no haya tanta pobreza exhibida en las aceras. Porque la empatía se basa en lo que llaman los científicos las neuronas espejo. Es decir, cuando a alguien que reconoces igual o parecido a ti (español o europeo de clase media) padece una desgracia, se activa una corriente de conexión con el sufrimiento de esa persona. No empatizamos igual con la tragedia de un subsahariano, que no se parece a nosotros en su color de su piel, en su clase social, ni en su circunstancia vital. En ese centro hay personas de toda condición, de 90 nacionalidades, hombres, mujeres, mayores y jóvenes con todo tipo de dolencias, afecciones, problemas mentales y adicciones. Algunos te cuentan que un día ganaron mucho dinero y eran respetados por su comunidad, pero acabaron sin nada, perdiéndolo todo y viviendo en un centro sin hogar. Escuchando alguno de sus testimonios, te das cuenta de que cualquiera podría ser una de esas personas. No estamos blindados contra la desgracia de acabar en la calle. Cuando encadenas una sucesión de traumas muy seguidos en un muy corto espacio de tiempo y no eres capaz de gestionarlos puedes acabar en la calle. De sus malas decisiones en la vida, pero no se quejan siquiera de su condición, por eso debemos aprender a mirarlas con más cariño, más respeto, más indulgencia, como nos gustaría que nos mirasen si acabáramos igual.
"NO ESTAMOS BLINDADOS CONTRA LA DESGRACIA DE ACABAR EN LA CALLE "
Apr 18, 2024
2 minutos
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