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Vendedores o Robots
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Libro electrónico180 páginas2 horas

Vendedores o Robots

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Al finalizar el libro La caja, el tren y el maquinista y, sobre todo, al redactar el finaldel mismo, ¿después qué? Me interesó vivamente seguir pensando en el futuro denuestra profesión, no sin antes hacer un breve repaso en distintos conceptos delcomercio, la economía global, la tecnología, pandemias, guerras y hasta, por ejemplo,eso de deuda de los Estados, que nunca se devuelven, más algunas ideas sobre cómoayudar a la economía local y varias cosas similares. Siempre desde un lado muy humano y pisando en el suelo, sin teorías de esas que quedan en lo que su nombreexpresa. Finalmente, con varios ejemplos, se analiza el futuro para los próximoscincuenta años de algunos sectores, donde no sé bien si los vendedores que queden serán medio humanos y robots o medio robots humanizados. Creo aportar algunas cosasdivertidas y seguramente probables en este futuro que avanza demasiado deprisa. Mideseo es el mismo. Que lo paséis divertido y soñéis.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento12 ene 2021
ISBN9788418571114
Vendedores o Robots
Autor

Lorenzo Roca Moreno

Nació en 1948, casado y padre de cuatro hijos. Con formación en Química,Dirección de Ventas, Marketing y Empresas. Desde los veinticinco años acumulaexperiencia como vendedor, lo cual le valió para crear una empresa junto a su esposaRosa, con quien lleva casado treinta y cinco años, destacando dentro del sector dematerial para laboratorio. Gracias a su trabajo ha podido visitar más de cien países. Enpalabras del propio autor: «Si alguna vez me reencarno desearía volver a ser vendedor».

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    Vendedores o Robots - Lorenzo Roca Moreno

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    En esta ocasión, he buscado y añadido algunas frases de acuerdo con lo que estaba redactando, y en todas ellas cito al autor, el resto son mías.

    Los datos de economía, poblaciones, pandemias, etc., han sido encontrados en distintas publicaciones, por cierto, conseguir datos no es tarea cómoda, ya que, en distintos medios oficiales con frecuencia son discordantes.

    Ha sido de gran ayuda las conversaciones con conocidos que trabajan en el sector financiero y las grandes charlas de café con amigos que fueron vendedores y con los más jóvenes que ahora lo son. Incluso los diálogos con los malos vendedores, gracias a ello, uno recuerda lo que no se debe hacer.

    Aprendí mucho con mi hijo Raúl, vendedor y quien comienza a ser empresario, con nuestros acalorados debates que buscaban mostrarle mi experiencia por este mundo del comercio, dejó, sin saberlo, que mi mente se abriese un poco más, y gracias a ello me hizo pensar en escribir este libro y el anterior.

    Mi otro yo me dice que es seguro que lo he hecho egoístamente con la idea de transmitirle todo lo que creo saber, que siendo poco, es mucho. Mi deseo es ser capaz de difundirlo.

    Es muy probable que sin ello no lo hubiese hecho.

    Y confieso que después de estos cientos de horas dedicadas a este menester, el escribir, buscar, indagar, preguntar…, desearía volver a ser vendedor siempre.

    Agradecimientos

    A todos los que me enseñaron con sus consejos, a mis profesores.

    A mis clientes y proveedores.

    Y en especial por poder estar ahora, en este maravilloso momento de la historia de nuestra humanidad, único y seguramente irrepetible.

    Mi generación es la única en que estamos viviendo con bastante probabilidad una de las mayores revoluciones de la humanidad. Desde jugar en la calle sin apenas coches, esperar la hora y el día para descubrir la NUEVA maravilla de la ciencia, viendo un simple anuncio en blanco y negro en una cosa llamada televisor hasta, años después, enviar una foto a través de un dispositivo que cabe en el bolsillo, antes hubo el télex, fax… y poco antes nada de esto. Y éramos felices, a nuestra manera, pero felices. Hasta la inteligencia artificial. Y esto sigue de un modo imparable.

    Pero lo cierto es que estamos dentro de un instante único en la historia, en unos treinta años no habrá nadie que pueda haber vivido esta gran transformación de nuestro mundo.

    Mi deseo es que la raza humana sea capaz de controlar con eficacia los nuevos y rápidos cambios. Que las máquinas no sean, al final, las que dirijan este planeta, es decir, a nosotros. Que los dirigentes no utilicen esas nuevas tecnologías para un absoluto control de las personas.

    Cada periodo de ventas es distinto y cada uno necesita otras estrategias. Prepararse para ello es el primer objetivo. En un mercado cada vez más competitivo y selectivo, en un mundo tan global, ya no queda espacio para los malos vendedores. Pero mi pregunta es: ¿habrá vendedores en el año 2050?, ¿y en los siguientes treinta años más?

    En este breve libro intentaré analizarlo, aunque me temo que nuestra profesión tiene un recorrido corto. Muy lamentablemente.

    Cuatro reflexiones

    a corto plazo

    ¿Qué nos espera en este futuro próximo?

    ¿Cómo será el sistema de ventas?

    ¿Habrá espacio para los pequeños comerciantes?

    ¿Será necesaria la figura de un vendedor como lo conocemos actualmente?

    Nota importante

    Un mes después de comenzar mi segundo libro apareció el coronavirus en Europa proveniente de China, que iría cambiando radicalmente todo el sistema económico mundial y, con toda probabilidad, nuestra forma de vivir.

    Europa está prácticamente cerrada y otros países comienzan a hacerlo también; millones de personas se hallan confinadas en sus casas, y esto está ocurriendo el día 16 de marzo de 2020.

    Y esto se da después tras dejar de escribir unos meses y reanudar con estas primeras páginas.

    No estábamos preparados para esta situación.

    Vivimos, pues, unas circunstancias que cambiarán nuestros sistemas de vida en muchos sentidos. Y lo hará rápidamente. Creo que estamos en un lugar en la historia transcendental y que la unión debería ser más que nunca la primera prioridad.

    Hay que cambiar nuestro sistema de vida. Pero si somos inteligentes, sabremos prepararnos para las próximas crisis que nos alcanzarán.

    En estas fechas tan significativas hará que todo el comercio dé un cambio muy grande, difícil de valorar todavía, pero, sin duda, esta nueva realidad debería de una vez por todas hacer reflexionar sobre nuestro futuro inmediato, en particular, de los hijos y los nietos.

    Preámbulo

    Hay que tomar en consideración que con pandemia o sin ella, la humanidad crece, los bosques decrecen y los recursos existentes merman de un modo alarmante. El resto de los grandes recursos naturales con sus especies seguirá —si no se ponen serias soluciones reales— desapareciendo. Decenas de especies aniquiladas poco a poco. Y algunos grupos ecologistas nos quieren vender la idea de se debe eliminar o erradicar en algunas zonas lo que ellos llaman «especies invasoras».

    Aquel pájaro o pez, por ejemplo, o esos tipos de plantas.

    Con frecuencia me pregunto: ¿quién es la especie invasora? Porque el único ser capaz de destruir todo es el último en llegar a este planeta; los humanos.

    ¿Habéis observado lo difícil que es ver gorriones en algunos lugares? Acostumbro a estar largas temporadas en una zona de España cerca de un río, donde hay arrozales. Hace pocos años veía cientos de pájaros de emigración descansado ahí unas semanas. Hoy han descendido radicalmente. Y miles de ranas, que tampoco las veo.

    De modo que la «especie invasora inteligente» ha conseguido eliminar con productos químicos —abonos, etc.— para ciertos cultivos, con más construcciones, merma de ciertos recursos naturales objeto de su alimentación —ranitas, caracoles, pequeños peces como carpas de río, etc.—. Y eso es solo un muy pequeño ejemplo.

    Se continúa explotando los recursos naturales a ciertos países, los llamados del tercer mundo. Desforestando grandes reservas de bosques para crear nuevos cultivos allí o talar árboles, cuya madera, llamada noble, convertirla después en muebles.

    Espero que estemos todos de acuerdo en que eso no es necesario. Hablamos de árboles que nacieron cientos de años atrás.

    La humanidad ha pasado de 1987, con 5000 millones, a la actualidad de 7700, y se prevé para 2050 llegar cerca de los 9700, y en 2100 a unos 11 000. Es decir, un 40 % más en breve tiempo.

    Cuando nací en 1947 la población mundial estaba cerca de 3000 millones. Hoy, a mis 72 años, estamos llegando a los 8000. En los últimos 20 años el incremento ha sido sobre 1500 millones más. Hoy en día, alrededor de la mitad de la población mundial tiene poco acceso a satisfacer sus necesidades básicas, agua y alimentación, según el Banco Mundial en su comunicado de prensa 044/2019.

    Es significativo que todavía haya una gran población en nuestro planeta sin apenas recursos básicos, ni de una mínima accesibilidad a la sanidad primaria. Y más incongruente es que algunos de ellos están relativamente equipados con armamento militar.

    Hablamos de cientos de millones de personas. De nuestra misma especie animal. Dicho de otro modo, se ha generado un mundo con dos velocidades muy distintas. Y ya se sabe que, a medida que unos son más ricos, otros serán más pobres, y la diferencia entre ambos grupos aumentará.

    Una gran parte de los venidos a este planeta Tierra nacen con una tablet en la mano, nunca entenderán qué es vivir sin ello.

    Fue interesante observar en alguno de mis viajes a países del llamado tercer mundo que en poblados sin apenas agua y en condiciones de habitabilidad francamente malas, los niños tengan en su mano una maquinita de juegos o un teléfono y en la mísera vivienda haya una antena parabólica. Con ello es posible que olviden sus carencias, incluso es probable que se sientan resignados a su mundo con nulas esperanzas de cambio a corto plazo, pero que ese artilugio mecánico los conforta y es una válvula de escape.

    Lo encantador es que esas personas, al menos los cientos que he conocido, todas sin excepción, se han comportado muy amablemente conmigo y con mis amigos y esposa. Por el contrario, no ha sido así en el grupo de los países llamados de primer nivel industrial o económico, esos del PIB muy alto. Qué incongruencia en estas cosas.

    La tecnología nos abruma con nuevas cosas que, para algunos como yo, nos es difícil asimilar, pero la realidad, para mí triste, nos indica que ya nada nos sorprende y, sobre todo, no nos emociona. Bajo el prisma de la tecnología todo parece normal. Pero día tras día, lo de ayer, ya es antiguo y lo del año anterior caduco. Y eso sin saber qué nuevos proyectos hay en marcha en los laboratorios de investigación tecnológica o bioquímica, los oficiales y aquellos que no lo son.

    Parece que todo es posible y sin límite. La robótica no para de ofrecer nuevas soluciones con el objetivo de hacer las cosas más fáciles, más cómodas, para ganar tiempo… nos dicen, pero a cambio de ir poco a poco eliminando puestos directos de trabajo en muchos sectores. Volviéndonos más dependientes y, seguramente, mucho más controlados. Pequeños o grandes adelantos tecnológicos de todo tipo, que están implantados y que vivimos habituados con ellos, como si eso fuese ya algo obligado en nuestra forma de entender la vida. Por ejemplo, ese aspirador que en casa se mueve solo y limpia, una maquinita con nombre de mujer que le preguntamos algunas cosas nos responde con cierta eficacia y para muchos ya forma parte de la familia —otro robot más—. Esos bichos, de momento, no consumen y no merman la economía familiar. Trabajan gratis, tampoco pagan impuestos, pero todo llegará.

    ¿Y llegaremos a una especie nueva entre robots y humanos? Hay una bonita historia en la novela del escritor Dan Brown, Origen. Esa obra maravillosa me hizo reflexionar en ese futuro donde la nueva raza humana pasa a ser, en definitiva, dependiente de máquinas, no parece estar muy lejos que nuestra raza siga, sin pausa, obligada a esa dependencia con las tecnologías futuras y que, al final, seamos medio humanos y medio

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