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Bendecida por ser Omitida
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Bendecida por ser Omitida
Libro electrónico223 páginas3 horas

Bendecida por ser Omitida

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Esta es la historia de mi vida. Un relato sobre cómo presencié los sufrimientos de mis seres queridos provocados por enfermedades. Puedo asegurarte de primera mano, querido lector, que la salud es lo más invaluable en toda tu vida. Y es que, una vez perdida, no hay nada que pueda devolverte la salud. El único que puede hacer algo semejante es Dios, así que deberías agradecerle a Dios cada vez que caigas en cuenta de lo buena que es tu salud. Toda mi familia tuvo que afrontar una enfermedad que causaba distintos tipos de cáncer y tumores en el cuerpo. Una enfermedad que me arrebató a la mayor parte de mis seres queridos. Pero si hay algo que he aprendido tras todas esas pérdidas y ese sufrimiento, es que la vida sigue. Tenemos que estar siempre motivados y seguir adelante para ayudar a otros y a nosotros mismos a mantener niveles de salud óptimos. Nunca debemos descuidar nuestra salud, y nunca debemos dejar de manifestar nuestro agradecimiento cuidando nuestros cuerpos. La salud es uno de los más grandes dones que Dios nos ofrece, ¡así que mejor atesorarlo!

IdiomaEspañol
EditorialJocelyn Ali
Fecha de lanzamiento10 dic 2020
ISBN9781801280389
Bendecida por ser Omitida
Autor

Jocelyn Ali

This is a story about my life. A tale of how I had to watch my loved ones endure the sufferings that came with diseases. From first-hand experience, I can tell you that health is the most priceless element in your life. Nothing can give you your health back once you lose it. Only God can do that, so be grateful to God for all the times you have observed your health to be great. My entire family struggled with a disease that caused cancers and tumors in their bodies. I lost most of my loved ones at the hands of it. However, something that I learned from all the losses that I suffered is that life goes on. You have to feel motivated and continue to live a life helping others and yourself to maintain the optimum level of health. Never take your health for granted, and always be thankful for it by taking care of your body. Health is one of the greatest gifts given to us by God. So make sure to cherish it!

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    Bendecida por ser Omitida - Jocelyn Ali

    Dedicatoria

    Dedico este libro al hombre al que llamo «el héroe de mi vida»: mi padre. Gracias por ser un gran mentor, por mostrarme cómo ser una mujer con carácter, por ser un ejemplo para nosotros, por enseñarme a ser una mujer trabajadora. Gracias por siempre estar ahí para mí y para todos nosotros sin importar lo que ocurriera; el amor incondicional que nos brindaste fue maravilloso. Siempre recuerdo una de tus frases favoritas, Lee libro para que se te abra el cerebro. Nunca en mi vida he conocido a otro hombre como tú, y le daré gracias a Dios durante toda mi vida por haberte tenido.

    No solo fuiste un gran padre, sino también un gran abuelo, hermano e hijo. Me enseñaste a no darme por vencida y a mantener siempre la cabeza en alto en cualquier circunstancia, a limpiarme las lágrimas y seguir avanzando como si nada hubiese ocurrido. Atesoraré por siempre el aliento que me brindas en momentos de dificultad. No importó nunca mi edad, tú siempre estuviste ahí para mí cuando te necesitaba. A medida que yo iba creciendo nos hacíamos más cercanos, y cuando me detengo para rememorar todos los obstáculos que superamos durante varios años, me viene a la memoria tu enseñanza sobre siempre mantenernos juntos en todo momento. Padres como tú hay uno en un millón. Fuiste mi compañero de baile en aquellos viernes entrañables e inolvidables en que bebíamos y bailábamos juntos, y tus historias siempre hacían reír a carcajadas a todos los niños. Era admirable cómo te dedicabas a enseñarles a los niños a montar en bicicleta o a jugar baloncesto. Siempre te preocupas por nuestro bienestar. Cada vez que surge algo que me molesta, te llamo inmediatamente y siempre me ofreces los mejores consejos. Nunca paras de alentarme para que aprenda cosas nuevas, y en especial para que lea. La lectura siempre fue para ti lo más importante. Y es que, si hay algo que te caracteriza, es nunca sales a ninguna parte sin un libro en el bolsillo.

    Papi, no te imaginas cuanto TE AMO, nadie puede imaginárselo. Fuiste mi primer amor. Consagraste tu vida a cuidarnos, y por ello te estoy y te estaré agradecida por siempre. Nunca dejaré de afirmarlo en lo que me queda de vida: mi padre fue un ser asombroso. No puedo siquiera encontrar palabras que te describan justamente, pues no existen otros padres como tú. Todos tenemos un «héroe» en el que contamos para que nos salve en momentos de necesidad. En mi caso, tengo el mejor «héroe» de todos, puesto que otro «héroe» como tú no habrá jamás. Todo lo que puedo decir es que tú eres el padre que todo el mundo desearía tener.

    Agradecimientos

    En primer lugar, quisiera dar gracias a Dios por haberme dado las fuerzas para escribir este libro. Es un proyecto que he querido realizar desde niña y me siento agradecida de haber tenido la oportunidad de lograr uno de mis sueños.

    Al hombre que siempre me apoyó sin importar lo locas que fuesen mis ideas: mi esposo. Sé que, sin importar cuanto discutamos, estarás siempre a mi lado, por lo que me siento agradecida y afortunada de que seas parte de mi vida. Sin tu apoyo, nada de esto habría sido posible. A mis hijos, que son el motor de mi vida y por quienes no podría sentirme más agradecida. Ustedes son la razón por la que siempre me mantengo firme y nunca me rindo.

    A mi primer hijo. Fuiste tú quien me enseñó cómo ser una madre, y siempre di lo mejor de mí para que pudieras convertirte en el hombre que eres hoy. Estoy orgullosa de todo lo que has logrado a lo largo de tu vida.

    A mi bebé amado. Solo Dios sabe lo agradecida que me siento por haber tenido la fortuna de concebir a otro niño. Ustedes son mis hijos queridos, y aunque a veces pueden ser algo problemáticos, cada día crece en mí la convicción de que son lo mejor que ha podido pasarme en la vida. No cambiaría nada de ninguno de los dos porque son maravillosos, así como son. Siempre estaré ahí para guiarlos lo mejor que pueda y dirigirlos por el buen camino en este viaje de la vida.

    A mis hermanas y a mi hermano. Cada uno de ustedes me ha inculcado tantas cosas: la fuerza para salir adelante, la firmeza para no dejar de luchar, y la perseverancia para no abandonar. De verdad los admiro por eso. Y a mi hermana pequeña, a quien le agradezco por formar parte de mi vida. Eres una persona valiente que me enseña cada día a ser fuerte y a no dejarme vencer por nada. Todos ustedes me inspiran valentía y fortaleza.

    A mi sobrina y a mis sobrinos, con quienes me divierto cada vez que estamos juntos y a quienes agradezco por compartir su vida conmigo. De uno de ustedes he aprendido una gran lección que tendré presente por el resto de mi vida. A mis tías y tíos, que han estado siempre ahí para mí, mis grandes mentores.

    A mis primas, que son como hermanas para mí. Gracias desde el fondo de mi corazón por haberme brindado su apoyo y sus consejos invaluables. ¡Nunca olvidaré lo mucho que nos divertimos juntas! Y a las que ya no están con nosotros porque Dios las ha llamado a su lado: las extraño mucho.

    A mis amigos de la infancia y a los que tengo ahora. Gracias por su amistad imperecedera; quiero ser su amiga hasta que la vida lo permita. Me siento agradecida de que formen parte de mi vida. A aquellos cuyo camino se ha cruzado inesperadamente con el mío, gracias, he aprendido cosas de ustedes. Por último, pero no menos importante, quiero ofrecer un agradecimiento especial a Paramount Ghostwriters por creer en mi historia y por hacer mi sueño realidad. Gracias a todo el equipo que estuvo siempre ahí para resolver todas mis dudas y proporcionarme la ayuda que necesitaba.

    Además, quiero expresar mi enorme agradecimiento a la Sra. Davis Breshkai por inspirarme siempre seguridad al momento de expresarme y de ser quien soy de verdad. Es usted un ser humano maravilloso y sobradamente generoso que siempre ha escuchado atentamente cada detalle de mi historia, y por ello le estoy agradecida.

    El despertar de cada día es el inicio de un día nuevo. Yo me siento agradecida de poder despertar siempre para continuar este viaje en el hermoso camino que llamamos vida. No debemos dejar que la vida pase y ya, pues hay que apreciar cada momento, tanto los buenos como los malos. Nunca olvidemos que cada uno de ellos esconde una lección. Debemos agradecerlo todo, sin importar lo que sea. Este viaje que llamamos vida está colmado de sorpresas y, por lo tanto, todo debe ser una SORPRESA para nosotros.

    Sobre la autora

    Jocelyn Ali nació 1976. Su nombre completo es Jocelyn Irene Vargas Rodríguez. Es una mujer apasionada con grandes sueños. A Jocelyn le encanta tomar fotos, pues adora crear recuerdos y piensa que esa es la mejor manera. Los caballos son su animal favorito, porque para ella son símbolo de libertad, además de representar poder. Desde que era niña decía que, algún día, le gustaría escribir su propia historia. La salud es su mayor prioridad, lo que más le preocupa en todo momento, no solo la propia sino la de las personas que la rodean.

    En 1999, Jocelyn obtuvo un diploma en Contabilidad y Administración de Empresas. En 2003, se enroló en el área de la gestión salud, y desde entonces ha estado trabajando para ayudar a las comunidades que necesitan de expertos en salud. Le gusta bailar, escribir y cantar en su tiempo libre. Pero, de entre todas las cosas, le fascina en especial viajar con su familia.

    Hace seis años, Jocelyn creó una página en Facebook en la que habla sobre enfermedades poco comunes. De esta manera ha venido educando y formando a familias para combatir los prejuicios sobre la manera en que estas enfermedades afectan el cuerpo humano. Gente de todo el mundo la ha contactado mediante mensajes, y Jocelyn se siente profundamente satisfecha del éxito de sus páginas, a pesar del enorme desafío que significó en un principio ofrecer este tipo de información. A veces hay cosas que, aunque puedan ser sencillas para algunas personas, resultan complicadísimas para otras. A Jocelyn le gustaría crear, en el futuro, una fundación para ayudar a aquellos que necesitan orientación y asistencia de salud.

    Prefacio

    Esta es la historia de mi vida. Un relato sobre cómo presencié los sufrimientos de mis seres queridos provocados por enfermedades. Puedo asegurarte de primera mano, querido lector, que la salud es lo más invaluable en toda tu vida. Y es que, una vez perdida, no hay nada que pueda devolverte la salud. El único que puede hacer algo semejante es Dios, así que deberías agradecerle a Dios cada vez que caigas en cuenta de lo buena que es tu salud.

    Toda mi familia tuvo que afrontar una enfermedad que causaba distintos tipos de cáncer y tumores en el cuerpo. Una enfermedad que me arrebató a la mayor parte de mis seres queridos. Pero si hay algo que he aprendido tras todas esas pérdidas y ese sufrimiento, es que la vida sigue. Tenemos que estar siempre motivados y seguir adelante para ayudar a otros y a nosotros mismos a mantener niveles de salud óptimos. Nunca debemos descuidar nuestra salud, y nunca debemos dejar de manifestar nuestro agradecimiento cuidando nuestros cuerpos. La salud es uno de los más grandes dones que Dios nos ofrece, ¡así que mejor atesorarlo!

    Índice

    Dedicatoria

    Agradecimientos

    Sobre la autora

    Prefacio

    Capítulo 1- El Comienzo

    Capítulo 2- Años de infancia

    Capítulo 3- De República Dominicana a Estados Unidos

    Capítulo 4- El regreso de Gardner

    Capítulo 5- Vida escolar

    Capítulo 6- Amor joven

    Capítulo 7- Problemas alcohólicos y hombres dementes

    Capítulo 8- Matrimonio

    Capítulo 9- Construir una familia

    Capítulo 10- Sangre perdida

    Capítulo 11- Querida hermana

    Capítulo 12- Mi carrera

    Capítulo 13- Nada dura para siempre: Vivir el presente

    Esta página se dejó en blanco intencionalmente

    Capítulo 1

    El Comienzo

    Caminando en este viaje llamado vida, mientras buscamos su significado y el propósito de ser parte de este infinito universo, es normal encontrarse con altas y bajas. Solían decirme en ese entonces que la vida era como una montaña rusa. Siendo honesta, nunca pensé demasiado sobre cómo es experimentar realmente este viaje, ni podía saber que se trataba de un viaje aterrador y demoledor. No tenía idea de que cuando terminaba el recorrido de la montaña rusa, también se acaba la vida. Solo lo supe cuando perdí a mi madre.

    Hay días en la vida en que nos sentimos como en un jardín, nuestros pies pisando el suave césped, con bellas flores en derredor y aire fresco para respirar. De seguro saben de qué hablo. Son esos días en que te fijas en lo hermoso y brillante que es el cielo y disfrutas contar las estrellas después del ocaso. Sin embargo, también hay días en que le tememos a la oscuridad y no podemos esperar para ver por fin el despertar del nuevo día. Días en que ya no disfrutamos tanto contando las estrellas; días en que sentimos que el suave césped se ha tornado áspero y ya no podemos caminar sobre él porque nos lastima los pies; días en que a las flores que recogemos les salen espinas y nos sorprendemos al ver nuestras manos sangrar; días en que el fresco aire del campo se convierte en un fétido hedor a fertilizante. Fue al vivir días como estos que aprendí, precisamente, que no durarían para siempre. El sol saldrá de nuevo; con él volverán los días felices, y, a pesar de que siempre habrá días tristes de tiempo en tiempo, la vida en su integridad no lo será.

    Es en esos días en que la vida nos presiona en que podemos conocer nuestra verdadera fortaleza y lo mucho que podemos resistir. Y es que, no importa cuán difícil se tornen las cosas, no debemos perder la esperanza en esos días, sino mantenernos en la convicción de que volverán los días buenos. La gratitud es esencial, pues nadie puede saber de antemano qué cosas le depara la vida.

    Incluso si vivimos cosas que nos hacen cuestionar nuestra fe y nos dan ganas de gritar a todo pulmón, aun entonces es posible ser felices. Nunca olvides que estar vivo es una bendición, así que no importa lo duras que sean las circunstancias, debes aprender a apreciar los pequeños detalles. Serás feliz en la medida en que seas agradecido, poco importa cuáles hayan sido tus experiencias, así que aprende a agradecer y a enamorarte de la vida sin importar sus dificultades. Es verdad que, en todo momento, son muchas las cosas que pueden salir mal, pero recuerda: fuiste bendecido al poder estar donde estás ahora.

    La vida es una bendición de Dios. Si tienes comida en tu plato, un techo sobre tu cabeza, padres sanos, hermanos con los que compartir historias todo el día y gente a la que le preocupas, entonces tienes más dones que miles de millones de personas.

    La razón por la que escribo este libro es porque quiero que las personas se den cuenta de lo afortunadas que son al tener cosas que podrían parecerles triviales pero que significarían mucho para aquellos que carecen de ellas. A veces nos vemos tentados a mirar con indiferencia ciertas cosas, pero lo que ignoramos es que estas representarían una auténtica bendición para otros con menos suerte. El propósito de este libro es inspirar al lector a que confíe en sus circunstancias. Nos levantamos algunos días sintiendo que la vida es perfecta, que no podría ser mejor, y de repente nos sacan violentamente de nuestra situación y no podemos por menos de cuestionarnos sobre lo que pasó. Pero créeme, querido lector, cuando te digo que luego de vivencias como esas algo bueno te espera; no vale la pena perder la esperanza. Quizás te estés preguntando quién soy yo, pues deja que te hable un poco de mí misma. Vivo en los Estados Unidos, aunque nací y crecí en otro país. Nací en la República Dominicana, en la capital Santo Domingo. En esta ciudad crecí hasta cumplir los 15 años, momento en que me trasladé a EEUU. Fui bendecida al poder crecer con mis dos padres. Fui su segunda hija, y en aquella época mi padre trabajaba para una gran empresa como ingeniero mecánico. Tengo dos hermanas y un hermano menor, el más pequeño de la familia.

    Recuerdo que mi padre y mi madre eran muy jóvenes en ese entonces. Mamá era ama de casa y papá, como ya he dicho, ingeniero mecánico. Además, papá viajó a Europa para continuar sus estudios y adquirir experiencia en su campo. Su trabajo consistía en supervisar el funcionamiento de máquinas roscadoras mecánicas. Todo iba de maravilla, y mi familia llevaba una vida apacible. Pasaba la mayor parte del tiempo con mi madre. Con ella compartía todo sobre mi día a día, y siempre me escuchaba atentamente. Recuerdo que, de niña, mi madre me dijo que yo había nacido con una condición cardiaca especial que me impedía respirar como todos los otros niños, y eso me trajo muchos problemas.

    Lo que mamá hacía en consecuencia era cubrirme lo menos posible con ropa, porque temía que vestirme con prendas demasiado ajustadas podría hacer que me asfixiara. Me amaba mucho, y no era para menos, pues me la pasaba todo el tiempo en su compañía. Así que verme con aquellos problemas respiratorios no era algo que podía sobrellevar con indiferencia. Me sometieron a diversos exámenes médicos y análisis, hasta que finalmente los doctores dieron con la explicación: mi corazón tenía un agujero. Me prescribieron medicamentos inmediatamente a pesar de que era solo una niña. La enfermedad que me diagnosticaron se conoce con el nombre de «soplo cardíaco», pero eso no era todo, ya que también presentaba una condición llamada «transposición de las grandes arterias» o TGA, por sus siglas en inglés. Era un cuadro peligroso que debía ser corregido prontamente, por lo que los doctores operaron sin mucha espera. Mi madre dice que, a la edad dos años, me enfermé gravemente. Tanto empeoró mi salud en ese momento que estuve a punto de morir, por lo que tuvieron que llevarme deprisa al hospital.

    Después de examinarme, los doctores encontraron que las venas de mi corazón estaban enmarañadas y que era necesario llevar a cabo una transposición de las grandes arterias. En otras palabras, aquella niña había de ser sometida a una operación a corazón abierto. Algo así no era para nada común en los años 70; no era frecuente que los médicos realizaran operaciones a corazón abierto por ser demasiado riesgosas. Pero en mi caso no había alternativa: solo una intervención quirúrgica me permitiría respirar adecuadamente y normalizar mi circulación sanguínea.

    Así pues, me hospitalizaron para proceder luego con la operación. Según mamá, después de que me dieron de alta tras la operación, todo fue perfectamente. Los doctores la llamaron para decirle que admiraban la perseverancia con que mi familia cuidó de mí y que se sentían agradecidos por una intervención tan exitosa. No obstante, precisaron también que yo tendría que estar medicada por el resto de mi vida. Por aquellos años mi tío era estudiante de medicina, y había anunciado a la familia que planeaba convertirse en cirujano cardiovascular. En realidad, tenía muchos conocidos en ese campo, por lo que sirvió de intermediario entre mis padres y los médicos. Mi tío fue de gran ayuda en la organización de la operación, y era él quien les explicaba a mis padres los procedimientos que se llevarían a cabo.

    Esto ocurrió en el año 1978. Mi enfermedad era poco conocida en esos años. Vivíamos entonces en República Dominicana, un país poco desarrollado, y fui yo la primera niña operada a corazón abierto en mi familia, por lo que el hecho se convirtió en una noticia impresionante que dejó a todos boquiabiertos. En consecuencia, era frecuente que mi cuarto se llenara de gente que venía a visitarme.

    En fin, todo salió bien y logré sobrevivir, no obstante, la enorme cicatriz que llevo ahora en la espalda luego de la operación. La cicatriz todavía puede verse claramente hoy en día; empieza a mitad de mi espalda y sigue hace abajo, pasando por debajo de mi brazo hasta alcanzar mi seno izquierdo.

    Me viene a la memoria mi madre cuando me decía que, cuando ella me vestía, prefería dejar mi espalda al descubierto para que no creciera sintiendo que tenía algo que debía ocultar o por lo que avergonzarme. Mamá quería que aceptara esa marca, bajo la firme creencia de que así nade se atrevería a decir nada al respecto. Sin embargo, el principal motivo por lo que tomó esa decisión era para evitar que me sintiera incómoda o apenada. Quería que me sintiera segura de mí misma, sin importar la cicatriz.

    Esa

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