Semblanza de Martín Cortés
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Semblanza de Martín Cortés - Luis González Obregón
contemporáneos
El muy magnífico
señor D. Martín Cortés
FRUTO del matrimonio de Hernán Cortés con su segunda esposa doña Juana de Zúñiga, fue D. Martín Cortés, quien debe de haber nacido en la Nueva España hacia 1532, quizá en Cuernavaca, donde su padre había fijado por entonces su residencia, construyendo su palacio a la orilla de esa población, y en la falda de la colina; sitio agradable y pintoresco, porque desde él se domina una vista muy extensa sobre el valle hacia el sur; limitando la colina al norte y al oriente, la majestuosa cordillera que separa los valles de Cuernavaca y México, en cuya cumbre abre sus brazos la Cruz del Marqués, así llamada, para designar que desde allí comenzaban los dominios del conquistador.
D. Martín vivió en México hasta la edad de ocho años, en que fue a España con su padre, donde acompañó al rey Felipe II en la expedición a Flandes, y a Inglaterra, cuando este monarca fue a casarse con la reina María. Asistió también a la batalla de S. Quintín, distinguiéndose como militar en la campaña de Flandes, siendo tal vez el primer mexicano que anduvo por esos países. A la muerte de D. Hernando, de quien heredó el título del marqués del Valle de Oaxaca y un vínculo que aquél había fundado para su mayorazgo, el rey de España, teniendo presente que la renta que le quedaba a D. Martín «era corta e insuficiente para sostener su dignidad, mandó se le dejasen todas las villas concedidas a su padre, sin limitación de número de vasallos, a excepción de la villa y el puerto de Tehuantepec, que reservó para la Corona, compensándole el importe de los tributos que de ella sacaba». Tales concesiones constan en la Real Cédula fechada en Toledo el 16 de diciembre de 1562, la cual le eximía de devolver los vasallos que excediesen de 23 000, concedidos a Cortés por Carlos V, y de pagar los tributos que había percibido de aquellos que de ese número pasaban, pues en la sentencia que se pronunció en el largo pleito que con este motivo se había seguido, se declaró que «cada casa y fumo» se contase por un vecino, y no como pretendía su padre; pero la citada cédula no establecía tal restricción, sino que mandaba que se tuvieran por súbditos del marquesado del Valle de Oaxaca a todos los vecinos, cualquiera que fuese el número y que habitaran en las 22 villas y lugares que comprendía el marquesado. En España, contrajo D. Martín matrimonio con doña Ana Ramírez de Arellano, sobrina suya, y en la Corte fue considerado como hijo de quien era, reuniéndose en su casa nobles caballeros, poetas y literatos, y mereciendo que en Francisco López de Gomara le dedicase la Segunda Parte de la Crónica General de las Indias, que trata de la Conquista de México, «para que, así como heredó el mayorazgo ‘heredase’ también la historia del que conquistó aquél reino». Por Gomara sabemos que D. Martín era poeta, pues al fin de la Crónica copia la siguiente inscripción, que puso en el sepulcro de Hernán Cortés el hijo agradecido:
Padre, cuya suerte impropiamente
Aqueste bajo mundo poseía;
Valor que nuestra edad enriquecía,
Descansa agora en paz eternamente
Resolvió D. Martín, arreglados que fueron sus negocios, volver a su patria, México, pero antes vendió al rey su casa de morada, que es ahora Palacio Nacional de nuestro gobierno, con toda la cuadra en que existió la Casa de Moneda, hoy museo, los cuarteles y demás oficinas, cuya escritura de venta se extendió en Madrid el 29 de enero de 1562, habiendo obtenido permiso para segregar esta finca del mayorazgo, a fin de cubrir con su valor las dotes de sus hermanas; cosa a que se había obligado en el convenio que celebró con su madre, siendo también condición de la venta de aquella finca, el que se le desocuparía la otra casa que tenía en México, a la sazón ocupada como residencia de las autoridades reales, a quienes se había arrendado, en la que pensaba establecer su residencia D. Martín, y que ocupa ahora el Nacional Monte de Piedad.
«Asegurada de esta manera su suerte, dice Alamán, se trasladó D. Martín a México con su familia en el mismo año de 1562, dejando España en su hijo primogénito, y llegó a esta capital siendo virrey D. Luis de Velasco, primero de este nombre.» En cambio, D. Justo Zaragoza asegura que «la llegada de D. Martín Cortés, segundo marqués del Valle, a México, tuvo efecto en la primavera de 1563»; pero las dos fechas pueden ser exactas, atendiendo a que D. Martín se detuvo en Yucatán antes de venir a la capital de la Colonia, por enfermedad de su esposa. Pudo, pues, referirse Alamán a su llegada al reino, y Zaragoza, a su entrada en la ciudad. Suárez de Peralta, autor contemporáneo, dice que la noticia de que el marqués del Valle venía a la Nueva España, fue en tiempo en que se levantaba la gente para ir a las Filipinas.
¿La vuelta de D. Martín a México fue casual o meditada? ¿Regresó por voluntad propia o llamado? Ningún cronista consigna nada a este respecto, pero son muy sospechosas las siguientes palabras de Suárez de Peralta, quien dice que la noticia de que venía D. Martín, de Castilla a México, «dio grandísmo contento a la tierra, y más a los hijos de conquistadores, quelo deseaban con muchas veras», palabras tanto más notables, cuanto que indican que ya por entonces se premeditaba la conspiración de que había de ser jefe el marqués.
Suárez de Peralta cuenta también que la travesía en la mar pareció pronóstico de lo que había de suceder