La conquista “notarial” de México
abido es que el capitán extremeño Hernán Cortés tenía conocimientos de derecho—había estudiado abogacía durante un par de años en la Universidad de Salamanca—, pero, sobre todo, su mayor aprendizaje fue práctico, pues al desertar de los estudios universitarios comenzó a trabajar como “amanuense”—pasante, diríamos ahora—en la escribanía de su pariente Francisco Núñez de Valera, primero en la misma urbe salmantina y después, cuando abrevó lo más importante de su aprendizaje jurídico y notarial, en Valladolid, donde su patrón se desempeñó como escribano del Consejo de Castilla. La estancia vallisoletana de Cortés es de suma importancia: aquí muchos de los asuntos que hubo de trasladar a las escrituras públicas eran aquellos que se referían a la formación de municipios y, sobre todo, sus disputas y controversias, consultando para resolverlos los derechos forales y las famosas “Siete Partidas”. Para Cortés, la práctica en la escribanía fue su verdadera escuela. Su experiencia en esta especialidad jurídica le permitiría, años después, convertirse en “escribano real” en Santiago de Cuba, lugar de donde, como es de todos conocido, zarparía para emprender la conquista del
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