La santa
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La santa - José Javier Villareal
LA SANTA
La santa
JOSÉ JAVIER VILLARREAL
POESÍA
FONDO DE CULTURA ECONÓMICA
Primera edición, 2007
Primera edición electrónica, 2013
El autor de este libro es miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte
D. R. © 2007, Fondo de Cultura Económica
Carretera Picacho-Ajusco, 227; 14738 México, D. F.
Empresa certificada ISO 9001:2008
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Tel. (55) 5227-4672
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ISBN 978-607-16-1680-7
Hecho en México - Made in Mexico
SUMARIO
LIBRO I
Infiernos
Canción
Museo
Leonardo
Dísticos
Infancia
Higueras
Poemas morales
LIBRO II
El cabrero
Semana Santa
Musas
Fin de cuento
La santa
La luna…
LIBRO I
La vida ha sido todo, menos sueño.
EUGENIO MONTEJO
INFIERNOS
Si donde vas, canción, por desventura,
Por haber sido en este infierno hecha,
Aquella te desecha
Que te debía tratar con más mesura,
Di que no hay fresca flor en seco invierno,
Ni templanza de queja en el infierno.
GUTIERRE DE CETINA
I
Detenidos
con una copa de agua entre las manos
mirando los olmos.
Estuvimos mirando los olmos,
aclarando motivos
con una copa de agua entre las manos mirando los olmos, oyendo relinchos;
con una copa de agua entre las manos, mirando los olmos, oyendo relinchos
la noche entera.
II
Caína. Punto en fuga
suspiraba, agrandaba el pecho
la fétida antojable. Cruz en cama el antebrazo
puesto enfermo. Vi su corazón, el ventrículo derecho
y el izquierdo.
Caína en resplandor sacaba su lenguaza,
la panza
a más de 100 grados de distancia. Norte a un lado. Y volvió
a sacudir la testa, su mugriento cabello, la flor de lis
lejos de mis ganas y cobijas; lejos andabas. Tiré la almohada,
estiré los nervios, saqué mi verga.
Caína se clavó en mi pecho,
en piedras de naufragio se fue desmoronando
sobre mi cama, el seguro refugio, el hueco, desde donde no vi
estrella alguna.
III
Como si fuera de espanto detenido.
Se trataba de quebradas maderas bajo el arco de mis brazos.
Algo
donosos prismas, diamantes.
Como si se tratara de un camino – con las puertas cerradas.
IV
Detenida no, chorreante cuello roto
de rompido sueño por los juncos y abejorros
que solícitos tras su presa corren, vuelan
en filos, en lodazales solos, en páramos
por donde el alma transita muy de prisa,
corriendo vuela en su llagante estado,
en esa parafina de inmolar el reino; es decir, la familia
que en la cocina guisa y en el lecho duerme.
Chorreante cuello roto
en persecución aislado,
vuelto lodo, opaca figura con las tenazas
abiertas, congeladas por el miedo. Enorme miedo,
bisagra roma en las articulaciones de la sangre,
en los jardines, los hoteles.
En ese pánico de muerto que no se resigna,
no encuentra consuelo anegado en lágrimas, distante,
solo de sus compañeros, en esa orilla
horadado por tanto insecto.
Chorreante cuello roto de quebrados ríos
escapando por los remedos del vuelo
detenido
en ese atardecer.
V
Alcántara de Henares
esta invernal materia.
Artesonado
si prefieres
la inopia del cerdo
en pútridos adornos
cuando las almas suaves
a deleitar pedazos, dulces trozos...
Le dijo, y a sus rodillas se abrazaba.
De hinojos contemplaba
la suerte en ciernes:
corona refulgente en su testa de plata,
en esa alcoba, en este parque.
Atención había pedido
como un milano en progresión al cero
gimiente de potasio, de frutos y escarceos
abandonó la grima – para salir huyendo
desesperadamente.
VI
Me dije, estirando los cordones, rasgando la página del diario,
despidiendo, atesorando
sirenas en el rincón más oscuro de mi cama.
Estuve con mi calamitoso paso de buey
herido
arrastrando cadenas, hectáreas arrasadas por el fuego,
arrasadas a orillas de tu sueño.
Eran de conocimiento insano
los ejércitos
que,
en celada, elaboraban su político proceso,
la campaña disfrazada que ahoga al moribundo.
Me hubiera gustado desear los brazos, los pechos, el sexo y culo de la muchacha;
pero este país es tan pobre, con una política tan sucia,
que no se puede aspirar a tanto, a tanto de tanta muerte,
tanto bendito desacato bajo