La sombra de la brujería es alargada. En la Biblia, Saúl consulta a la bruja de Endor, y en la mitología clásica destacan las sibilas, que profetizaban el futuro en los oráculos griegos, y las estirges romanas, criaturas aladas que chupan la sangre y comen bebés. Sin olvidar a Circe, la hechicera capaz de transformar a sus enemigos en cerdos.
Mientras hechiceras y pitonisas de leyenda se asentaron en el imaginario colectivo, la bruja moderna evolucionó hasta convertirse en alguien de carne y hueso. Eso sí, mantuvo algunas características de sus antepasadas de ficción.
En la Europa de la Edad Media, las mujeres pasaron a ocupar un espacio en muchos ámbitos del conocimiento; entre ellos, la ciencia, por entonces centrada en la medicina. Su presencia y su cada vez mayor peso supusieron pronto un problema para la élite masculina, feudal y patriarcal, hasta el punto de que en los siglos XIII y XIV se desencadenó una ola de misoginia que se consolidaría en el Renacimiento, con el consiguiente retroceso de la presencia