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Araceli: La libertad de vivir (Nicaragua, 1976-1979)
Araceli: La libertad de vivir (Nicaragua, 1976-1979)
Araceli: La libertad de vivir (Nicaragua, 1976-1979)
Libro electrónico234 páginas3 horas

Araceli: La libertad de vivir (Nicaragua, 1976-1979)

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Yanes Rizo explora la vida y la muerte de la revolucionaria sandinista Araceli Pérez Darias. Construida con testimonios y en forma narrativa, la autora logra un tono íntimo que narra un momento convulso de la historia de Latinoamérica.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento20 dic 2019
ISBN9786071666291
Araceli: La libertad de vivir (Nicaragua, 1976-1979)

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    Araceli - Emma Yanes Rizo

    bibliografía

    AGRADECIMIENTOS

    Este libro no hubiera sido posible sin la colaboración de las distintas personas que otorgaron su testimonio: Ana Darias, César Pérez Darias, Cristián Pérez Darias, Tony Orozco, Eugenia Monroy, Thelma Nava, Emma Rizo, Álvaro Baltodano, Joaquín Cuadra, Herty Lewittes, Dora María Téllez, Carlos Jarquín, Gloria López de Jarquín, José Valdivia, Aurora Zamora, Vicenta Consuelo Rodríguez, Ana Isabel Morales, Carlos Brenes, doctor Carlos Campillo, Angélica Velasco, Emma Pereyra. Agradezco no sólo por el tiempo que me ofrecieron, sino porque al hacerlo me dejaron conocer sus sentimientos en torno a la muerte de Araceli: amor, coraje, odio, dolor, resentimiento, admiración. Y al final, un profundo respeto por la decisión que Araceli tomó en 1976 de arriesgar su vida al incorporarse al FSLN. Mi agradecimiento también para los miembros del Seminario México Contemporáneo de la Dirección de Estudios Históricos del INAH por sus diversas lecturas del presente texto, y en particular a César Pérez Darias y Joaquín Cuadra Lacayo. Al primero por su lectura del manuscrito en sus diversas etapas y sus críticas constructivas; al segundo, por la información que me proporcionó sobre algunas de las personas mencionadas en estas páginas (que aparecen generalmente en citas al pie) y la situación actual de los entrevistados, incluyendo la de él mismo. A Héctor Aguilar Camín le debo sus muy útiles comentarios sobre la primera versión del texto.

    Los personajes que aparecen en este libro tienen en común que ellos mismos decidieron qué hacer con sus vidas, son sus propios protagonistas. Salvo Ana Darias, la madrina de guerra de aquel muchacho español, que aceptó con verdadera humildad y entereza los acontecimientos que moldearon su vida. A ella primordialmente está dedicado este libro.

    Muere asesinada en Nicaragua la internacionalista mexicana Araceli Pérez Darias.

    unomásuno, 17 de abril de 1979

    Este libro no es una novela; posee una estructura narrativa pero todo lo que aquí se cuenta es real.

    PRESENTACIÓN

    En la vida de Araceli Pérez Darias confluye la historia de tres países: España, México y Nicaragua, inmersos en sus propias contradicciones e ideas sobre la patria o la nación. En los tiempos de la globalización estos conceptos pueden sonar demasiado abstractos pero en los años setenta del siglo XX todavía significaban algo por lo que se creía que valía la pena morir, sobre todo en los países de América Latina que padecían regímenes dictatoriales apoyados por los Estados Unidos y veían con esperanza el despertar socialista cubano.

    José Pérez y Pérez, el padre de Araceli, era español y combatió durante la Guerra Civil por la causa de Franco: Por el imperio hacia Dios. Los franquistas entendían por nación una España unificada con base en el catolicismo como religión de Estado, bajo el mando de un solo hombre respaldado en el ejército. Se trata de resucitar a una España monárquica y poderosa cuyo símbolo son las armas de los reyes católicos. Los franquistas buscaban consolidar un Estado-nación excluyente, donde no se aceptaban diferencias regionales ni mucho menos ideológicas o políticas. Por esa idea de nación ofreció su vida José Pérez y Pérez. Pero no murió sino que entró triunfante a Madrid en abril de 1939, cuando se instauró en España la dictadura de Francisco Franco, quien duró en el poder hasta 1975, año en que falleció el dictador. Desde aquella época, el señor Pérez y Pérez conservó como recuerdo en la sala de su casa una fotografía del Generalísimo dedicada a él.

    José Pérez y Pérez se casó en 1940 con la canaria Ana Darias, con quien tuvo cuatro hijos, tres de ellos nacieron en España: Ana María (1943), Araceli (1945) y Cristián (1947). En 1952, la familia se trasladó a vivir a la Ciudad de México, donde nació César, su último hijo. Después de vivir cinco años en México José Pérez y Pérez y su familia se naturalizaron mexicanos. La educación de los hijos desde luego fue conservadora y católica. Y contra esa manera de ver la vida son los actos de rebeldía iniciales de Araceli Pérez Darias. Su primera ruptura fue el estudio como vocación antes que el matrimonio; el ateísmo y el compromiso con uno mismo como ser social y no la religión católica. Alguna vez le comentó a Emma Pereyra: Yo fui un tiempo católica, iba diario a comulgar, como tú, pero con eso no se ayuda a nadie. Ahora yo simplemente creo en las obras que uno hace, en el vivir de cada quien, en el diario vivir. También eligió el amor libre como alternativa conyugal, no el matrimonio civil ni el religioso.

    De 1964 a 1968, Araceli estudió psicología en la Universidad Iberoamericana de la Ciudad de México. Su hermana mayor Ana Mari padecía parálisis infantil, una enfermedad que nunca le permitió crecer —lo que, según César, siempre le pareció a Araceli una injusticia—.

    Se especializó en psicología clínica. Fue por entonces voluntaria en el Hospital Psiquiátrico La Castañeda y jefe de psicólogos del Hospital Psiquiátrico Infantil Juan N. Navarro. En 1968 empieza a dar clases en la Ibero y pone su consultorio particular. No tuvo participación alguna en el movimiento estudiantil de 1968 pero siguió paso a paso los acontecimientos. En 1971 entra a trabajar en el pabellón de psiquiatría del Sanatorio Español y da clases en el curso de psiquiatría de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), bajo la dirección del doctor Ramón de la Fuente, papá del otrora rector Juan Ramón de la Fuente.

    Fue justamente su trayectoria como psicóloga clínica la que la llevó a una nueva transformación ideológica y a su segunda ruptura vital. La salud mental de sus pacientes, creía, no podía estar sólo en el individuo mismo y en las recetas de antidepresivos, sino en su relación con la sociedad. Se empieza a interesar, junto con su amiga Tony Orozco, por la corriente antipsiquiátrica y la relación de Freud con Marx. En 1975 asiste al Congreso Razón, Locura y Sociedad, donde el pensamiento de Franco Basaglia la hace cuestionar su propia labor como psicóloga. En el texto de la ponencia de Basaglia subrayó: Debemos crear un sistema social donde el hombre pueda vivir con otro hombre, éste es el problema central: crear un sistema social en el que sus elementos sean funcionales respecto del hombre. Posteriormente participa en un seminario dirigido por el psiquiatra argentino Armando Bauleo en el que se estudian las teorías marxistas y se da otro enfoque al proceso de la psicoterapia, según el cual el médico debe contribuir a un cambio político.

    En 1976 se gradúa como psicóloga con la tesina El suicidio. Revisión teórica, tema al que trata desde un punto de vista social. En ese año a Araceli deja de satisfacerle su trabajo profesional e inicia su búsqueda de participación política que la llevará posteriormente a integrarse al Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN).

    En América Latina en los años setenta del siglo XX predominaban las dictaduras militares: Argentina, Chile (Salvador Allende es asesinado en 1973, luego del golpe de Estado encabezado por Augusto Pinochet con el apoyo estadunidense), Brasil, Colombia, Nicaragua, Guatemala, Uruguay y Venezuela, por poner algunos ejemplos. Sin embargo, Estados Unidos parecía no tenerlas todas consigo. Entre 1958 y 1975 el ejército estadunidense se enfrascó en una cruenta lucha contra los vietnamitas, que buscaban incorporarse al bloque socialista. Fueron comunes los bombardeos masivos, la brutalidad contra la población civil, los asesinatos de mujeres y niños, el uso de armas químicas. A pesar de todo, Estados Unidos perdió la guerra y el 2 de julio de 1976 se establece la República Socialista de Vietnam. Y sólo dos años antes, en agosto de 1974, el presidente de los Estados Unidos, Richard Nixon, se vio obligado a renunciar luego del escándalo Watergate, el espionaje político ilegal.

    En el contrapeso de la balanza también figuró el triunfo de la Revolución cubana en 1959; las ideas libertarias del Che Guevara; la teología de la liberación, con una Iglesia para los pobres que proclamaba que el reino de los cielos debía estar en este mundo; la reivindicación del sueño de Bolívar (Hispanoamérica como una identidad común); el ideario del nicaragüense Augusto César Sandino, que buscó desde los años veinte la independencia de su patria respecto de los Estados Unidos y la democracia para Nicaragua; la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) como potencia económica; el referéndum de reforma política en España en diciembre de 1976 en busca de una nueva Constitución y un Estado social, democrático y de derecho, que daría origen en junio de 1977 a las primeras elecciones democráticas en España, luego del franquismo.

    México, por su parte, en los años setenta del siglo XX tenía ya claro su concepto de nación: Estado laico, separación de la Iglesia y el Estado, educación gratuita, igualdad de los ciudadanos ante la ley, reforma agraria, prestaciones sociales, elecciones libres y sexenales, no reelección, derecho a huelga y a la organización sindical, voto femenino. México había consumado una guerra de Independencia con gran participación social (1810-1821). En el siglo XIX, luego de varias guerras intestinas y contra el extranjero, triunfa la causa liberal. El país conoció el auge económico durante el gobierno del dictador Porfirio Díaz, y después de la Revolución mexicana de 1910-1917 consolidó un aparato de Estado laico que incluyó reformas sociales y elecciones sexenales. En 1954 se concede el voto a la mujer.

    Sin embargo, a partir sobre todo de los años cincuenta del siglo XX, en nuestro país prolifera el descontento tanto de sectores medios como populares que no se sienten representados por un Estado autoritario y corrupto que beneficia ahora primordialmente a las clases adineradas que crecieron a la sombra del propio Estado. La disidencia electoral es socavada a través del fraude, de tal manera que un solo partido político, el Partido Revolucionario Institucional (PRI), se perpetúa en el poder. La idea de nación surgida del movimiento de independencia y de la Revolución mexicana se tambalea en los años setenta del siglo XX ante quienes reivindican derechos de clase y de participación social, así como para algunos sectores de izquierda que veían en el socialismo una opción posible —ya que el colapso de la URSS sólo ocurriría una década después (1989-1990)—.

    Los años setenta mexicanos lo fueron sobre todo de incertidumbre política. Después de la represión al movimiento estudiantil de 1968 proliferaron las organizaciones guerrilleras, la represión a huelgas y manifestaciones y por último a los intelectuales cuando es boicoteado el periódico Excélsior, cuna del pensamiento democrático. La izquierda se divide entonces en dos grandes vertientes: por un lado están quienes creen que todo camino legal está cerrado y por lo tanto hay que organizarse fuera del mismo, en la clandestinidad, en las organizaciones guerrilleras, ya sea para tomar el poder por la vía de las armas o bien para constituir desde las masas el partido del proletariado. Por otro lado, siguen los que creen que el cambio en México deberá ser paulatino, para lo cual sobre todo hay que fortalecer las vías legales, el trabajo y la educación en las universidades, las prestaciones sociales, lo ya ganado por la Revolución mexicana y establecido en la Constitución de 1917. En esos años, México era además receptor de revolucionarios latinoamericanos que huían de las dictaduras en sus países y que encontraban aquí mayor tolerancia e incluso apoyo de un gobierno que ejercía la doble cara del poder: represión interna y apoyo a las luchas democráticas en el exterior.

    La primera participación política de Araceli se da en los círculos de estudio del Espartaquismo Integral, que buscaba conocer primero la realidad nacional para después transformarla. Posteriormente, se vuelve colaboradora del FSLN, cuyo Comité Mexicano de Solidaridad se había formado en 1975 siguiendo la tradición de nuestro país que apoyó la causa de Sandino en los años veinte. Araceli ofrece su departamento como casa de seguridad y se hospedan en la misma importantes cuadros de esa organización como Germán Pomares, uno de los fundadores del FSLN; Fernando Cardenal, sacerdote jesuita; Herty Lewittes, dirigente de la solidaridad internacional; Joaquín Cuadra Lacayo, entre otros.

    La discusión con todos ellos le ayuda a Araceli a definir su opción política: se integra al FSLN primero en actividades de solidaridad, después como militante. Mantiene además una relación sentimental con Joaquín Cuadra. Y viene entonces la tercera y más importante ruptura ideológica de su vida: alimentada por las ideas marxista-leninistas, trata ahora de abandonar sus intereses de clase para entregarse de lleno a la lucha revolucionaria. El FSLN ya había retomado el ideario nacionalista de Augusto César Sandino y de las ideas socialistas inspiradas en la Revolución cubana. Sandino buscó consolidar la independencia de Nicaragua como nación autónoma, con derechos y beneficios para las mayorías por encima de los intereses de los Estados Unidos en la región y de los grupos criollos que se peleaban entonces el poder. La revolución socialista cubana de 1959, por su parte, había trazado un camino posible para construir un sistema económico con un mayor reparto equitativo de la riqueza en franca confrontación con los Estados Unidos.

    La unión de estos dos motores de la lucha sandinista volvió a esa guerrilla particularmente atractiva para los mexicanos descontentos con el gobierno, sobre todo universitarios y clase media. Los nicaragüenses refugiados en México eran muy jóvenes y llegaron cantando a Mejía Godoy y entonando los Salmos de Ernesto Cardenal. Parecía increíble su entereza ante el dictador Anastasio Somoza Debayle, que mandaba arrojar a los muchachos disidentes al cráter del volcán de Managua y que no tuvo escrúpulos en comerciar con la ayuda internacional, incluido el plasma para los heridos que llegó a Nicaragua luego del terremoto de 1972. De ese tamaño era el monstruo.

    A Araceli se le entregó la membresía del FSLN en julio de 1976, cuando no había certeza alguna del triunfo sandinista. En México todavía no se promulgaba la amnistía a los presos políticos ni se había establecido la reforma política que abrió a los entonces partidos minoritarios de izquierda Partido Comunista Mexicano [PCM] y Partido Mexicano de los Trabajadores [PMT]) la posibilidad de una mayor participación electoral.

    Cuando Araceli se incorpora al FSLN éste ya se encontraba en el proceso de división de las tres tendencias (proletarios, guerra popular prolongada y terceristas); Carlos Fonseca, el máximo líder del FSLN, había caído, y la Guardia Nacional, el cuerpo represivo del dictador Anastasio Somoza, actuaba con toda impunidad. Desde diciembre de 1974 se establece en Nicaragua la ley marcial, el estado de sitio y la censura a la prensa.

    Con el pseudónimo de Argentina, Araceli se traslada inicialmente a Honduras a mediados de 1977. Ahí recibe preparación militar, se encarga del trabajo con colaboradores del FSLN, maneja casas de seguridad, es correo con Costa Rica y Panamá y se responsabiliza de la educación política de colaboradores y cuadros del FSLN. Luego de la preparación militar, por las noches —dirá Joaquín Cuadra— Araceli y Claudia les enseñaban a los compañeros con nivel cultural más bajo a leer y a escribir, y a los de nivel medio les daban clases de economía política. Posteriormente, Araceli ingresa a Nicaragua por la montaña para incorporarse a lo que se conoció como la Ofensiva de Octubre; participó en las acciones militares de San Carlos, Masaya, Managua, León, la emboscada de San Fabián y la toma del poblado de Dipilto. Tenía, según indica Dora María Téllez, muy buena puntería.

    Los enfrentamientos del Frente Sandinista contra la Guardia somocista se entablaban a corta distancia, casi frente a frente, con armamento desigual, sin remuneración económica alguna para los primeros, con salarios y prestaciones atrayentes para los segundos. Para unos y otros era frecuente mirar a quién habían matado y dejar aventados los cuerpos. Eran tan sólo bajas al enemigo. Para la Guardia somocista también entraba la población civil dentro del concepto enemigo, bombardeada desde el aire para terminar con la oposición en las comunidades y en los barrios.

    En diciembre de 1977, Araceli regresa a México una temporada y se despide de los suyos. A principios de 1978 volvió a ingresar a Nicaragua, al Frente Occidental, y la Dirección Nacional le encarga el trabajo clandestino en las ciudades de León y de Chinandega con miras a la insurrección final. Para entonces, a decir del comandante José Valdivia, se le consideraba ya uno de los mejores militantes del FSLN en cuanto a su formación ideológico-política. En las ciudades mencionadas fue responsable de la logística con mujeres y pobladores, del trabajo en el barrio indígena de Subtiava y del reclutamiento de personas para las acciones militares, entre otras actividades. A principios de 1979, forma parte del Estado Mayor del Frente Occidental, integrado por ocho miembros: Ana Isabel Morales, Roger Deshon, Fanor Urroz, Edgard Lang Sacasa, Carlos Manuel Jarquín, Idania Fernández, Óscar Pérez Cassar (coordinador general del Frente Interno del FSLN) y Araceli Pérez Darias. Ellos serán los responsables de organizar la insurrección final en la zona occidental de

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