Nace una sociedad más libre
En 1968, la juventud occidental se declaró en estado de insumisión. Fue una inesperada explosión de rebeldía y deseo de cambio cuyas primeras manifestaciones se habían producido antes en Estados Unidos, donde los jóvenes se sentían hijos de un mundo sin futuro, unas instituciones represoras, unos padres autoritarios, anclados en el falso confort del consumismo, así como gobiernos que sólo ofrecían violencia y control en lugar de libertad y fraternidad. Esos muchachos eran los retoños de una clase media bien asentada que disfrutaba de uno de los momentos de mayor prosperidad económica de la posguerra.
Aquel tsunami emergente de descontento, que derivó en uno de los choques generacionales más intensos de la historia, fue bautizado como “contracultura”, una rebelión que pasó de Estados Unidos al Reino Unido y posteriormente floreció en el resto del mundo occidental, entre los primeros años sesenta y mediados de los setenta. Su mayor efervescencia coincidió con el Movimiento por los Derechos Civiles en Estados Unidos, la irrupción de los Panteras Negras y los hippies, la eclosión de diversos grupos políticos de la nueva izquierda, ajenos a los partidos y sindicatos tradicionales.
Los tiempos están cambiando
Los grupos musicales –Frank Zappa & The Mothers of Invention, Crosby, Stills & Nash, The Doors…–, los happenings, la prensa alternativa y los comics contribuyeron a dar forma a la contracultura. Muchos de aquellos jóvenes que, pocos años antes del crucial 1968, habían escuchado las canciones de Bob Dylan “The Times They Are A-Changin’” y “Like a Rolling Stone” buscaban hacer un mundo
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