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Ronin 1-5
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Libro electrónico128 páginas1 hora

Ronin 1-5

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RONIN 1 - LA ESPADAUn chico se despierta en el medio del bosque. No tiene idea de quién es o cómo llegó allí. Con la ayuda de varias personas y animales, así como de una espada con poderes especiales, este ronin encuentra el camino a través de múltiples aventuras. Cuando una aldea necesita de su protección, debe aprender a pelear con honor por los campesinos a los que tiene que salvar, y por él mismo.RONIN 2 - EL ARCORonin conoce a un viejo amigo y comienza el entrenamiento con su sensei, con el que aprende que nada es imposible. Sus aventuras continúan y se encuentra a sí mismo defendiendo a los débiles y usando su poder para el bien. Ronin aprende más de sí mismo y, posiblemente, de dónde vino.RONIN 3 - LA LANZARonin enfrenta un desafío complicado y aprende que a veces, aun en los enemigos, hay más de lo que el ojo deja ver. Al ir conociendo su pasado, a su padre y su espada, surgen más preguntas. En su última aventura, Ronin está cerca de entender quién es y cómo puede ayudar a aquellos que más le importan.RONIN 4 - LA GARRARonin continúa su viaje al Meifumadô. En el camino, es atacado por enemigos que son más malignos que nada de lo que haya encontrado hasta el momento. Cuando más amigos lo acompañan, es forzado a tomar decisiones difíciles y sobrellevar los obstáculos más complicados.RONIN 5 - LA CONFRONTACIÓNEn el último capítulo de la serie Ronin, Ronin viaja al Meifumadô para encontrar su destino y salvar la vida de Azami. Es mientras que lucha contra el Rey de la Oscuridad y su ejército de demonios que Ronin se entera de su pasado, su familia y cómo puede mantenerse fiel a sí mismo. En las circunstancias más desafiantes, Ronin debe recordar lo que lo convierte en un verdadero guerrero.Un chico se despierta en el medio del bosque sin el recuerdo de quién es o cómo llegó allí. En el curso de esta serie, Ronin emprende muchas aventuras que lo llevan al límite. En el camino, conoce personas que lo ayudan a crecer y aprender lo importante. Con la ayuda de su espada mágica y los poderes que le brinda, Ronin lucha por el bien. En cada aventura, Ronin se acerca cada vez más a entender quién es en realidad.
IdiomaEspañol
EditorialSAGA Egmont
Fecha de lanzamiento12 nov 2019
ISBN9788726354768

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    Ronin 1-5 - Jesper Nicolaj Christiansen

    Ronin 1

    La espada

    ¿Quién soy?

    Claridad brillante. Luz y dolor. Esas fueron las primeras cosas que notó. Luz, dolor, náusea y frío. Se estaba helando. Temblaba.

    Algo se movía en el césped. Sintió su corazón acelerándose hasta que se dio cuenta que sólo era su mano. Sonrió, aliviado, pero de inmediato tuvo miedo nuevamente. Esta vez por el sonido de su propia voz.

    Estaba recostado sobre el césped húmedo. Rodeado de árboles. Pinos. Era un espacio abierto de césped en el medio de un bosque de pinos.

    Le dolía la cabeza con un dolor punzante. Se tocó la frente. La sintió húmeda y tibia. En la mano tenía una sustancia pegajosa y húmeda.

    Sangre.

    Gritó.

    Un pájaro levantó vuelo desde un árbol cercano. Intentó recordar. ¿Cómo terminó allí? Pero tenía la mente en blanco. Ni siquiera podía recordar su nombre. Tampoco el de su madre, padre, dónde vivía o de dónde venía. No podía ni recordar cómo se veía.

    Se levantó despacio. Sentía como si la cabeza le diera vueltas y le dolía, pero tenía que pararse. Sobre todo para ver si podía hacerlo.

    Se balanceó hacia atrás y adelante antes de lograr mantener el equilibrio. Se miró a sí mismo. Tenía puesto un kimono. Cerca, casi escondida en el césped, había una katana.

    Estiró la mano llena de sangre para alcanzar la espada. Tan pronto como su mano se cerró sobre la empuñadura, comenzaron a surgir imágenes de dragones que escupían fuego, demonios grotescos y retorcidos, y serpientes gigantes. Y luego, finalmente, la última imagen fue la silueta de un águila dorada recortada sobre el cielo azul claro.

    Se le aflojaron las piernas. Lo dejaron de sostener y cayó sobre el césped mojado. Miró hacia el cielo. En algún lugar, muy arriba, algo volaba en círculos. Miró la espada que estaba a su lado. La funda era negra y en la empuñadura tenía algo escrito con letras de oro: Gôsuto Mêkâ: el hacedor de fantasmas.

    Bien, así que podía leer. Era bueno saberlo.

    Lentamente tomó la espada. Rodeó la empuñadura con la mano... No pasó nada. Ni visiones. Ni dragones o demonios. Aliviado, acercó la hoja de frío acero a su frente. De inmediato el dolor se fue. Parecía como si lo hubieran borrado. Algo eliminó también la sensación de mareo.

    Tenía la mente clara.

    Se tocó la frente. La sangre ya no estaba. La sangre de sus manos también se había ido.

    Qué extraño.

    De pronto se sintió reanimado. Se sintió fresco y descansado.

    Se puso de pie de un salto y miró a su alrededor.

    Luego escuchó un chillido que venía del cielo. Levantó la mirada hacia el trozo de cielo azul claro enmarcado por árboles, y vio al águila de su visión. Volaba en círculos sobre él, con las garras brillando peligrosamente bajo la luz del sol.

    Tuvo miedo e intentó sacar la espada, pero no pudo. Estaba trabada dentro de la funda.

    El águila se alejó, pero luego regresó y volvió a volar en círculos sobre él. Tuvo la extraña sensación de que el ave quería que él lo siguiera.

    Caminó hacia el denso y oscuro bosque de pinos. El olor a resina era sobrecogedor. No podía ver al águila a través del follaje del bosque saturado de árboles, pero podía oírla chillar, como si lo estuviera llamando.

    Cuanto más se adentraba en el bosque, más oscuro estaba y los pinos lo picaban como agujas; el suelo del bosque parecía estar vivo. Pero él continuaba persiguiendo el sonido del águila.

    Después de un rato, llegó a un pequeño claro donde encontró arbustos de moras y un riachuelo.

    El águila estaba sentada sobre un árbol cercano, mirándolo.

    —Gracias —murmuró, y luego corrió hacia el riachuelo y bebió de su agua clara y fresca.

    Luego de haber satisfecho su sed, comió tantas moras como pudo.

    Se recostó bajo el sol por un rato, satisfecho y feliz. Luego recordó al águila. Ya no estaba sobre el árbol. Logró verla cerca de la orilla del riachuelo, estudiando su reflejo en el agua.

    Cuando él llegó al agua, el águila voló hacia el árbol nuevamente.

    Miró su reflejo en el riachuelo. Tenía unos doce años, cabello negro y alborotado.

    Miró al águila.

    —¿Quién soy?

    El águila inclinó la cabeza y lo miró. Luego levantó vuelo con un chillido escalofriante y voló hacia el sol que iba camino al horizonte.

    Por unos instantes, se quedó quieto, observándola. Luego tomó la espada, saltó el riachuelo y comenzó a seguir al águila dorada.

    Tres ladrones y un conejo

    Había estado caminando por largo rato. El bosque había cambiado de pinos a abedules. Ahora, aunque estaba oscureciendo, podía ver mejor al águila.

    El ave se sentó sobre un árbol delante de él con las plumas doradas brillando bajo el sol del atardecer.

    Luego las escuchó. Las voces.

    Se detuvo para oír mejor. Sí, eran voces. También podía sentir un nuevo aroma, el olor de la carne asada. Se le hizo agua la boca y tuvo la valentía para acercarse a hurtadillas.

    En un claro, alrededor de una fogata, había tres hombres sentados. Uno era pequeño y sin un solo diente en la boca, el otro era alto y tenía un parche en un ojo, el tercero era gordo con cabello largo y sucio. Reían y charlaban alrededor de la fogata en la que asaban un conejo.

    No lo pensó, ni siquiera pensó qué decir o hacer. No pensó en nada. Él también tenía hambre. Salió hacia el claro y se inclinó ante los tres hombres saludando.

    —Buenas noches, me preguntaba si podrían darme algo de comida.

    El hombre gordo se puso de pie riendo.

    —¡Ja! Escuchen a este pequeño mono rogando por comida.

    —No estoy rogando.

    El más pequeño también se paró y señaló la espada del niño.

    —Linda katana, ¿verdad? Una espada tan fina vale muchos ryô.

    Entonces se paró el hombre del parche. Parecía ser el líder.

    —Eso no es una katana, es una dôtanuki —dijo.

    —¿Cuál es la diferencia? —preguntó el gordo.

    —¡Idiota! —gritó el líder—. Una dôtanuki puede cortar a un hombre a la mitad. Es más gruesa y larga que una katana. Y una dôtanuki tan linda como esta vale muchos ryô.

    —¡Ja! —El más pequeño rio—. ¿Qué hace un monito tan feo con una espada tan valiosa? ¿Juega a ser un samurái? O quizá es un pequeño samurái perdido, un samurái sin maestro. Un ronin.

    El gordo tomó su lanza.

    —Entréganos la espada, Ronin.

    —Ese no es mi nombre —respondió tranquilamente el niño.

    —¿Cuál es tu nombre? —preguntó el líder.

    —No lo sé —dijo el niño avergonzado.

    —Entonces es Ronin, ronin. Entréganos la espada.

    Los otros dos rodearon al niño. El pequeño sostenía un enorme mazo y el gordo su lanza. El líder sacó una katana oxidada de su cinturón.

    El niño al que llamaban Ronin sostuvo la espada, aún dentro de la funda. Le temblaba la mano. Tenía miedo. Ellos eran tres y él estaba solo, y ellos obviamente estaban acostumbrados a pelear. No podía recordar ninguna batalla en su vida.

    —Esta espada es todo lo que tengo —dijo.

    —¡Ja! —rugió el pequeño—. Mírenlo. Temblando como una hoja.

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