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Luba, loba negra: Anita: Luba, loba negra, #1
Luba, loba negra: Anita: Luba, loba negra, #1
Luba, loba negra: Anita: Luba, loba negra, #1
Libro electrónico60 páginas42 minutos

Luba, loba negra: Anita: Luba, loba negra, #1

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Libro infantil para niños de 6 a 12 años
Primera parte de Luba, loba negra
Luba es una pequeña niña loba que no es capaz de controlar su rabia. Harta de que en su manada la castiguen por ello, decide escaparse y, por casualidad, termina en casa de Anita. 
Las dos niñas no pueden ser más diferentes, pero aun así, ¿no dicen que los polos opuestos se atraen?
Descubre las aventuras de este  par de niñas con un corazón enorme.
Imagen de portada Cdd20 en pixabay

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento12 sept 2020
ISBN9781393758723
Luba, loba negra: Anita: Luba, loba negra, #1

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    Luba, loba negra - Laura Pérez Caballero

    Índice

    1 Un auto en la carretera

    2 Anita

    3 Un álbum de sellos

    4 Una niña loba

    5 Un hedor insoportable

    6 El baño

    7 Los preparativos

    8 ¿Amigas?

    9 Amigas

    10 La bronca de mamá

    11 El cumpleaños de Anita

    12 Cara patada

    13 Alicia en el país de las maravillas

    14 La perrera

    15 Tajú

    1 Un auto en la carretera

    ¡Ah!, no, no y no. Luba corría tan rápido y tan encorvada que casi lo hacía a cuatro patas. La rabia la hacía apretar los dientes afilados y los pequeños puños sin apenas darse cuenta.

    Esta vez no pensaba pedirle perdón a su hermano mellizo. Ya estaba harta. Él se lo había buscado. Si no la hubiese provocado estropeando su álbum de hojas secas favorito ella no le hubiese pegado aquel mordisco. Además, no había sido para tanto, solo que él era un quejica exagerado y también un chivato.

    Luba se detuvo sin aliento.

    —Luba pídele perdón a Tajú. Luba no puedes ser tan agresiva. Luba ya no sabemos qué hacer contigo —dijo la pequeña con voz de falsete imitando a sus padres—. Pues si no saben qué hacer conmigo yo sí sé lo que tengo que hacer.

    Como había salido la luna, Luba tenía una visión bastante clara y no le costó mucho subir el terraplén que separaba la zona boscosa de la carretera. A sus padres no les gustaba que caminase por allí, pero ella estaba tan enfadada que solo le apetecía hacer todo aquello que ellos le tenían prohibido.

    Vivía en el bosque, junto a toda su manada: sus padres, diez hermanos más pequeños y su hermano mellizo Tajú. Ellos dos, con once años, eran los mayores. Luego estaban los trillizos, Salú, Boque y Maril, de siete años; la pequeña Xanú de seis; las gemelas Aní y Sol de cinco; el glotón de Mané de cuatro y, los tres más pequeños, también trillizos, Aro, Coro y Doro de apenas dos años de edad.

    Los más pequeños no la molestaban demasiado, pero Tajú... Solo pensar en él hacía que sus ojos, de un color negro profundo, se entrecerrasen con odio. Unos os tan oscuros como una noche sin luna. Una noche que no se parecía en nada a aquella, que era de luna llena, lo que hacía que todos los sentidos de Luba estuvieran mucho más activos, pues ella era una pequeña niña lobo.

    Apenas caminó unos metros por la carretera pudo observar que no solo la luna iluminaba el camino. Parado a poca distancia había un coche de aquellos que usaban los humanos para transportarse. Tenía los faros encendidos y un hombre se aflojaba la corbata mientras hablaba por uno de aquellos aparatos que llamaban móvil.

    Luba se puso rápidamente en guardia y se tiró al suelo para acercarse reptando sin ser vista.

    —Sí, sí, cariño, ya estoy llegando. No, no te preocupes por no haberme esperado para cenar... tampoco yo pensé que se me haría tan tarde...

    El hombre se paseaba adelante y atrás con el teléfono en la mano mientras hablaba.

    —Sí, sí, he conseguido el sello para su álbum, por eso he tardado tanto, tuve que desviarme bastante para llegar a esa tienda.

    Luba aguzó el oído ante la palabra álbum.

    —¿Qué? No te oigo bien, creo que aquí no hay demasiada cobertura.

    El hombre se alejó un poco más del auto y elevó el teléfono por encima de su cabeza mientras lo miraba.

    Luba se acercó al coche hasta colocarse tras la puerta que el hombre había dejado abierta.

    —No, no estoy hablando mientras

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