En una emocionante noche de coctel
Por Lathish Shankar
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Esta es una historia de la misteriosa muerte de Stella, y cómo su familia se une para entender mejor las circunstancias que giran en torno a su muerte. Hay algunos giros sorprendentes en el camino. ¡La historia te mantendrá adivinando!
La esposa de Alex Samuel, Stella, fue encontrada muerta en su habitación. Nadie sabe realmente la verdadera causa de esta muerte. La hermana menor de Stella, Salina, junto con su novio Collins, investigan sobre este misterio.
Stella resulta ser un vampiro que solo es visible para Collins.
Esta historia relata la venganza de Stella sobre los responsables de su muerte, mientras ayuda a Collins a descubrir al asesino, de esta forma, él logra resolver este misterio desconocido para el esposo de Stella y los miembros de su familia.
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En una emocionante noche de coctel - Lathish Shankar
Dedicatoria:
Para todos los que me apoyaron con sus amables palabras de aliento...
Agradecimientos:
Es un placer expresar mi más sincera gratitud a todos aquellos que me ayudaron con la edición, revisión y las pruebas de lectura de «En una emocionante noche de coctel».
Agradezco especialmente a todos los miembros de la comunidad de Figment por darme críticas constructivas y una honesta retroalimentación durante el proceso de esta historia.
También me gustaría dar gracias a Beth Penrose (Trinity), quien creo una increíble imagen para la portada de este libro.
Y, gracias a todos los que me apoyaron desde la publicación de mi primer libro: «Lluvias de abril traen flores de mayo».
––––––––
El pecado paga un salario, y es la muerte. La vida eterna, en cambio, es el don de Dios en Cristo Jesús, nuestro Señor
—Romanos 6:23
Capítulo 1
Confundido, Alex Samuel despertó y se encontró mirando dentro de un par de ojos de color verde brillante. Él había tomado una siesta en la tarde, justo después del almuerzo, y ahora un gato estaba acostado a su lado sobre la cama. Aunque a él le gustaban gatos, intentó ahuyentarlo. Ver dentro de los ojos de la criatura lo deprimía. Después de todo, su fallecida esposa, Stella, amaba a los gatos.
Ignorándolo, el gato se estiró, maulló y luego ronroneó; se quedó en la cama por más tiempo, solo bajándose cuando Salina, una bella joven en un vestido blanco, entró a la habitación.
—¡Oh, querido, has despertado! Aquí está tu café, hermano querido —ella dijo sonriendo y colocando una taza de café en la mesa. A los veinte años de edad, ella era una estudiante de universidad, y, a veces, su cuidadora.
—¿Por qué estás aquí? ¿No irás a clases hoy? —él preguntó, sentándose en la cama.
—¿Quién cuidará de ti entonces? —cuestionó con una sonrisa en su redondo rostro.
—Escucha, niña... —él empezó a explicar.
—¿Por qué intentas evitarme últimamente? ¿Qué he hecho mal? —Salina preguntó acercándose a la cama y mirando sus grises cabellos—. Sé lo que vas a decir —dijo—. Aun si me pides que no venga, ten por seguro que vendré. No me gusta quedarme sin hacer nada.
Desde los pies de la cama, ella lo miró a los ojos y le habló suavemente:
—Por favor no me llames niña, ¿sí? Tú sabes mi nombre. Y pienso que soy lo suficientemente grande como para tener un hijo propio, ¿entiendes?
Ella tenía una sonrisa en su rostro mientras decía esto.
—¿Puedes dejarme solo, niña? —su voz fue dura.
—Siempre me llamas escuincla, niña y cosas así. ¿Por qué no me llamas por mi nombre? —Ella preguntó sentándose a su lado—. Bueno —continuó—, yo no quiero dejarte solo, así de simple; te vas a deprimir más pensando en el pasado.
De repente, ella se levantó y atravesó la habitación hacia el librero lleno de libros. Ella sabía que los libros eran la pasión de Alex. Él solía pasar todo su tiempo libre leyendo.
—¿Me darás algo para leer? Está bien, tomaré este —ella tomó un libro llamado El precio del pecado y volteó a ver su cara como pidiendo permiso de tomar el libro. Él le indicó con un gesto que estaba bien con ello.
Alex amaba su infantilidad. Él no podía evitar notar cuanto se parecía esta joven mujer a Stella, su esposa. Definitivamente debía haber alguna similitud porque la chica era su hermana menor.
—El café ya se enfrió. ¿Debería calentarlo de nuevo? —Salina preguntó.
—No es necesario. Solo sal de este lugar y, escucha: no vuelvas a venir —le dijo con voz severa.
—¿Por qué la cara larga? ¿Cuál es el problema? —Ella se giró hacia él, pero él se quedó en silencio. Aunque el enojo se mostraba en su cara, ella sabía que no estaba realmente enojado. Antes de la muerte de su hermana, seis años atrás, su cuñado era algo más que un amigo para ella. No podía entender por qué trataba de evitarla ahora—. Está bien. Me voy por ahora, pero volveré pronto —dijo y salió al pórtico sintiéndose triste por dejarlo—. Adiós.
Acercándose a su auto, ella pensó en todo el tiempo que solía pasar en esa casa antes de la prematura muerte de su hermana; sobre cuán severamente se había deteriorado su salud mental desde la pérdida de Stella y cómo ella no quería que él se quedara solo.
Un amistoso maullido vino del asiento frontal del carro. Miró al gato por un segundo, suspiró y remarcó:
—Oh, gatito, ¿qué es lo que estás haciendo aquí?
Ella lo recogió, fue a la parte trasera de la casa y lo dejó caer a través de la ventana abierta de la habitación. El gato maulló, mirando hacia la ventana desde el piso con sus brillantes ojos verdes.
Capítulo 2
Domingo, 25 de julio de 2004
Eran cerca de las cuatro y media de la tarde cuando Collins salió a dar un paseo.
Él era un hombre soltero de treinta y tantos, alto y guapo, con una barba francesa, y que trabajaba como profesor en una universidad cercana. Como vivía solo en un departamento, pensó en pasar a cenar a un hotel que estaba cerca de ahí. Inesperadamente, el sonido de la bocina de un auto lo hizo voltear. Era Salina, la hija de un colega suyo, quien detuvo el auto y le preguntó:
—¿Quieres un aventón?
Aliviado de ver una cara familiar, se subió al coche. Él conocía a Salina desde que ella era una niña.
—Siento no haber pasado a visitarlos —él dijo—. He estado esperando reunirme con tu papá, el Profesor John Joseph.
—Oh, no hay problema. Yo vengo de visitar a mi cuñado, me temo que no ha estado muy bien desde la muerte de Stella. Hago lo que puedo, pero me temo que no estoy ayudando mucho —dijo ella saliendo al tráfico.
—Qué lástima, ¡Él está tan solo! —dijo.
Ella rebasó un autobús que pasó al frente. Por el momento se mantuvo en silencio mientras peleaba contra la hora pico del tráfico.
—Me siento mal por él —ella dijo con voz débil.
—Su muerte no es reciente, ¿No lo ha superado aún?
—A veces suele decir cosas que ni él mismo entiende. Después de la muerte de mi hermana, su mente está como totalmente en blanco —con ayuda de un pañuelo de tela se limpió las lágrimas. Entonces, Collins se dio cuenta de que no debió haber preguntado nada relacionado con aquel incidente.
—Perdón, querida, hay que hablar de algo más —dijo.
Hubo un momento de silencio.
—Por cierto, Salina, cuéntame, ¿por qué has dejado los estudios?
—Estoy atorada con problemas financieros, Collins. Preferiría trabajar otro año antes de volver a la universidad.
—Si, eso suena bien.
—Por cierto, últimamente ya nunca te vemos. Papá siempre me pregunta por ti.
—Estaba ocupado. Realmente deseo reunirme con tu papá... ¿Está ahora en casa?
—Sí, él ya casi no sale. Si quieres verlo, con gusto te llevo a mi casa ahora —ella dijo.
Llovía ligeramente, así que Collins le pidió que subiera el vidrio del auto. Ella bajó la velocidad y encendió los limpiadores. Después de una cómoda media hora de viaje, llegaron y entraron por el portón abierto dónde se leía «Lemongrass House».
—Por favor pasa, Collins —ella dijo deteniendo el auto